jueves, 1 de julio de 2021

El Patriarca Sako: el camino sinodal iniciado por el Papa FRANCISCO debe atesorar la experiencia de las Iglesias orientales

Bagdad, IRAK (Agencia Fides, 01/07/2021) - En el camino emprendido por el Papa Francisco para fomentar en toda la Iglesia católica un redescubrimiento de la “sinodalidad” eclesial será oportuno y conveniente “aprovechar la experiencia de las antiguas Iglesias orientales”, las estructuras eclesiales de origen apostólico en las que se configura el Sínodo como una “estructura canónica permanente desde los primeros siglos”. Este es el llamamiento del patriarca caldeo Louis Raphael Sako, primado de una de las iglesias católicas orientales más consistentes.
 

En un discurso salpicado de referencias históricas y teológicas y de anotaciones pastorales, el cardenal iraquí propone también ideas y propuestas concretas como contribución personal a la reflexión eclesial iniciada con vistas a la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica, que en octubre de 2023 se convocará en Roma sobre el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Entre otras cosas, el Patriarca Sako propone la creación de una especie de “Sínodo permanente” para cada continente, formado por un pequeño número de obispos de la misma zona continental.
 

En su propuesta, difundida a través de los canales oficiales del Patriarcado caldeo, el cardenal iraquí subraya que el redescubrimiento de la sinodalidad no sólo afecta a los aspectos técnico-organizativos relativos a la gestión de los organismos eclesiales, sino que se inspira en la naturaleza misma de la Iglesia. Volviendo a proponer los criterios eclesiológicos redescubiertos por el Concilio Vaticano II, y aludiendo al significado de la palabra de origen griego “Sínodo” (“caminar juntos”, “camino común”), Louis Raphael Sako recuerda que “la Iglesia por naturaleza es sinodal”. No consiste en un mero “complejo de cuerpos dicasteriales”, sino que es principalmente “el reino de Cristo ya presente en misterio” (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 3), la presencia del Señor resucitado entre los que creen en Él. Cristo es el fundamento de la Iglesia, es su cabeza, la sostiene incesantemente y a través de ella difunde la verdad y la gracia a todos. Su presencia está garantizada por el Espíritu Santo derramado el día de Pentecostés sobre la Iglesia naciente, que “la dota de diversos dones jerárquicos y carismáticos, con los que la dirige” (Lumen Gentium, n. 4). El evangelista Juan nos recuerda que “el Espíritu [...] nos guiará a toda la verdad” (Jn 16,13). En su recorrido por la historia, “la Iglesia desarrolla relaciones, participación y comunión”, encarnándose “en las diferentes realidades humanas y locales, a pesar de las dificultades”. Por eso “la Iglesia no puede permanecer inmóvil y cristalizada; debe permanecer libre y moverse como el Espíritu que sopla “donde quiere” (Jn 3,8), renovándose y caminando. Es conmovedor ver que los textos evangélicos nos muestran a Cristo y a los Apóstoles en camino. La Iglesia también camina y no se detiene”. También por eso -añade el Patriarca caldeo- “la invitación del Papa Francisco es un verdadero signo”, y el Sínodo de 2023 “puede ser una oportunidad para reflexionar concretamente sobre las orientaciones pastorales, los programas teológicos y los proyectos administrativos, a partir de las situaciones concretas en las que vive y actúa la Iglesia”.
 

A lo largo de la historia -señala el Patriarca de la Iglesia caldea- precisamente las Iglesias orientales, incluidas las que nunca han perdido o han reafirmado la plena comunión con la Iglesia de Roma, han conservado y cultivado a lo largo del tiempo una mayor familiaridad con las dinámicas propias de la sinodalidad eclesial, y con las estructuras canónicas que se inspiran en ellas. “El Sínodo de las Iglesias Orientales”, recuerda el Patriarca Sako, “es una estructura canónica permanente desde los primeros siglos”, y “el Código de Cánones de las Iglesias Orientales distingue entre el Sínodo permanente de una Iglesia patriarcal y el Sínodo general de sus obispos”. Mientras que el Sínodo permanente “se compone del Patriarca y de cuatro obispos nombrados por un período de cinco años (c. 115 § 1)”, el Sínodo general de todos los obispos de la Iglesia patriarcal “se convoca una vez al año o cuando surge la necesidad”. Las Iglesias orientales -continúa el Primado de la Iglesia caldea- realizan los trabajos del Sínodo “en virtud de la jurisdicción-autoridad del Patriarca sobre su propia Iglesia sui iuris, en la que es Cabeza y Padre”. El Sínodo es también un signo de la responsabilidad compartida de los obispos con su Patriarca”. El Sínodo refuerza los vínculos de cada diócesis-eparquía “entre sí y con la Sede Patriarcal y la Sede de San Pedro, respetando la diversidad en la unidad”. Las estructuras sinodales no son sólo órganos decorativos utilizados para repartir títulos y complacer las ambiciones de quienes padecen el síndrome de la “auto-ocupación eclesiástica”, sino que tienen un impacto concreto en la vida de las comunidades eclesiales, “promulgando disposiciones y tomando decisiones para la correcta administración de la Iglesia, identificando candidatos adecuados para el episcopado, salvaguardando el patrimonio litúrgico del propio rito, orientando métodos pastorales y educativos dirigidos al bien de los fieles y en sintonía con los cambios culturales y sociales”. Es un compromiso de “renovación y reforma” puesto bajo la inspiración del Espíritu Santo. La unidad -subraya el cardenal iraquí- no significa homologación, y supone reconocer que el mundo y la sociedad están en continua evolución. También por esta razón es conveniente redescubrir la sinodalidad como “un rasgo distintivo del camino de toda la Iglesia universal”. “Con el sucesor de Pedro - continúa el Patriarca Sako -, la Iglesia actúa colegiadamente, a pesar de la gran variedad que la compone, precisamente para constituir y formar la comunidad cristiana con sabiduría y cuidado, con especial atención a las generaciones futuras y para que cada creyente pueda vivir su fe ‘hic et nunc’, difundiendo el amor y la esperanza por todas partes”.
 

Para hacer más “visible” la sinodalidad en la Iglesia, el patriarca caldeo hace dos propuestas concretas: por analogía con la estructura del “Sínodo permanente” configurado en las Iglesias orientales, el cardenal Sako desea “que cada continente pueda tener una especie de Sínodo permanente formado por un pequeño número de obispos de esa zona geográfica”. La Curia Romana, añade Sako, “es un apoyo valioso, pero la burocracia se vuelve a veces agotadora y lleva mucho tiempo”. Al mismo tiempo, el Patriarca caldeo considera útil “conceder mayor autoridad a las Conferencias Episcopales, para que puedan afrontar los exigentes retos a los que se ven sometidas diariamente”. Todo esto - concluye el Patriarca, recordando el vínculo de comunión jerárquica con el Obispo de Roma, que es el rasgo distintivo esencial de toda auténtica experiencia eclesial católica -, “puede ser útil sólo actuando en sintonía con el Santo Padre y recordando constantemente el vínculo que nos une con el Sucesor de Pedro”.