Nebek, SIRIA (Agencia Fides, 02/12/2021) - Los monjes y monjas de Deir Mar Musa renuevan su
consagración monástica "sobre la base de nuestras tres prioridades: la
oración, el trabajo manual y la hospitalidad" estando siempre "atraídos
por el horizonte de la armonía, la amistad y la estima mutua con el
Islam y los musulmanes, a quienes amamos en nombre de Cristo, como Él
los ama". Esta renovada consagración monástica, llena de gratitud por
los dones de gracia recibidos en los últimos tiempos, ha sido relatada
en la carta de Navidad en el tiempo de Adviento, enviada a los amigos de
todo el mundo por los miembros de la comunidad monástica fundada en
Siria por el jesuita romano Paolo Dall'Oglio, que murió en julio de 2013
mientras se encontraba en Raqqa, en aquel momento un bastión de las
milicias yihadistas del Estado Islámico (Daesh).
Como cada año, la carta hace un breve recuento de las alegrías, los
compromisos y las penas que han marcado la vida de los miembros de la
comunidad a lo largo del pasado año, poniendo una mirada de fe también
las tribulaciones, las expectativas y los consuelos que en 2021 han
marcado el camino de los pueblos de Oriente Medio -empezando por Siria- y
de toda la familia humana.
“En 2021 - recuerdan los monjes y monjas de Deir Mar Musa -, lo más
importante que vivimos en forma de comunidad fue el Capítulo”, la
reunión anual de toda la comunidad celebrada en la ‘casa madre’ del
monasterio de Mar Musa, del 18 de mayo al 4 de junio”. “El Capítulo -
dice la carta -, fue mucho más que una simple y rutinaria reunión anual.
Fue una etapa importante y compleja en la historia de nuestra naciente
Orden, casi un acontecimiento fundacional, durante el cual reorientamos
nuestra pequeña ‘barca’ hacia el puerto de la salvación”. Reconociendo
sus debilidades y limitaciones, los monjes y monjas de Deir Mar Musa
también encontraron un espacio “para una revisión transparente y franca,
aunque a veces dolorosa, de nuestras relaciones personales, antes
tensas por muchas razones; esto nos permitió restablecer la confianza en
los demás y recibir en nosotros la confianza de Dios Todopoderoso”.
Durante el Capítulo, los monjes y monjas también pudieron reconsiderar
juntos su relación “con la Iglesia universal y local, y con los
cristianos orientales, tanto los que han permanecido en Oriente Medio
como los que han emigrado a los cuatro puntos cardinales. Hemos
reflexionado largamente -se lee en la carta- sobre el legado espiritual
que nos transmitió el fundador de nuestra Comunidad, el padre Paolo
Dall'Oglio, y sobre cómo hacer fructificar nuestro carisma en el diálogo
religioso, especialmente con el Islam. Hemos tratado de examinar las
urgencias a las que está llamada la Iglesia, con sus puntos fuertes y
débiles. En definitiva, cuál es la voluntad de Dios en nuestras vidas en
este momento de la historia”.
Además durante el capítulo, el padre Jihad Youssef (que abre su carta
con un conmovedor y luminoso relato de las últimas semanas que vivió
junto a su madre moribunda, víctima de la pandemia) fue elegido como
nuevo abad de la comunidad, mientras que el padre Jacques Mourad, el
monje que en 2015 fue secuestrado y mantenido como rehén durante muchos
meses por los milicianos yihadistas del autodenominado Estado Islámico
(Daesh), fue elegido como administrador y vice-superior.
Las páginas de la carta ofrecen una preciosa visión del último año de
vida de los monjes y monjas de Mar Musa, revelando la vitalidad de la
pequeña "comunidad naciente" iniciada por el padre Paolo Dall'Oglio y la
fecundidad de su mirada cristiana con la que miran las cosas de la
Iglesia y del mundo desde los "presidios monásticos" en los que están
dispersos (la "casa madre" de Deir Mar Musa, el Monasterio de la Virgen
María en Sulaymaniyah, Kurdistán iraquí, y el Monasterio de San
Salvatore en Cori, Lacio, Italia. Las páginas entrelazan los detalles
cotidianos de la vida de los monjes y monjas, como la descripción de las
mermeladas de rosas preparadas por el padre Jacques, o los resultados
del trabajo en las tierras del monasterio ("en cuanto a la temporada de
aceitunas, la cosecha fue escasa pero de excelente calidad, suficiente
para asegurar el suministro anual de aceitunas verdes y negras, pero no
de aceite"). Los
destinatarios de la carta reciben información actualizada sobre las
visitas al monasterio de Deir Mar Musa del patriarca sirio católico
Ignace Youssif III Younan y también de los cardenales Mario Zenari
(nuncio apostólico en Siria) y Leonardo Sandri (prefecto de la
Congregación para las Iglesias Orientales). Se resumen las numerosas
iniciativas y obras de caridad, como la ayuda financiera a decenas de
estudiantes universitarios en Homs y Damasco, la escuela de música, los
cursos de idiomas y de alfabetización, o la guardería de al-Qalamoun en
Nebek, junto con las preocupaciones cotidianas como el vertedero situado
a lo largo de la carretera del monasterio, en Deir Mar Musa, "que ha
crecido mucho en los últimos años debido a la guerra, el abandono y la
falta de una gestión seria y de capacidad financiera". No faltan
referencias ligeras y humorísticas, como la del gato persa afiliado al
monasterio de Deir Mar Musa ("Lo consideramos un gato monje con sólo dos
votos, pobreza y obediencia, porque lo dispensamos del voto de
castidad..."). Pero nunca aparta la vista de los dolores y las pruebas
que marcan la vida de los pueblos de Oriente Medio, con una caridad
solícita que alimenta obras silenciosas y constantes, desde la
asistencia ofrecida a los enfermos de cáncer hasta las oportunidades de
trabajo ofrecidas a algunas chicas de Damasco en el taller de velas y
rosarios que dirige el Hermano Yausse. "La situación económica en Siria
sigue empeorando", dice la carta, y hay muchas razones para ello.
Algunas son internas, como el favoritismo y la corrupción, y otras
externas, como las sanciones internacionales y la "Ley del César", que
también podríamos llamar "Ley del Faraón", que se ha convertido en un
tirano porque nadie le ha plantado cara. El trabajo es escaso y está mal
pagado, de modo que un solo salario no es suficiente para mantener o
fundar una familia; incluso el doble de sueldo queda por
debajo del nivel necesario para una vida decente. La gente sigue
sufriendo la falta de electricidad y de productos básicos como el gas,
la gasolina y el gasóleo para la calefacción y para el funcionamiento de
las fábricas; el tiempo de espera en las colas frente a las panaderías
para comprar el "pan de los pobres" sigue siendo largo. Pero hay gente
que puede permitirse recibir tratamiento en hospitales privados, comprar
el pan, el gas, el gasóleo y la gasolina en el mercado negro, llamado
‘mercado libre’, que es en realidad el ‘mercado de los esclavos’
controlado por las mafias".