lunes, 24 de diciembre de 2018

Audiencias y Actos Pontificios del Santo Padre [Sábado 22 de diciembre]

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 22 de diciembre de 2018).- El Santo Padre FRANCISCO ha recibido este mañana en Audiencias a:


- Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos.


- Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.


- Mons. Luigi Mistó, Coordinador Interino de la Secretaría de Economía.


- Miembros del Servicio Nacional de Protección Civil.


Ayer por la tarde el Papa recibió en Audiencia al Cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.



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Así mismo en otros Actos Pontificios, hoy el Santo Padre:


* Ha concedido la autorización de su ascenso al Reverendo Arquimandrita Elias El-Debei, electo canónicamente del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Patriarcal greco-melkita, para el oficio de Arzobispo Metropolitano de Bosra e Hauran (Siria).


El Rev. Arquimandrita Elias El-Debei nació en Damasco (Siria), el 27 de septiembre de 1970. Ha conseguido la Licencia en Ciencias aplicadas por la universidad de Damasco y, sucesivamente, tomó cursos filosófico-teológici en el instituto St. Paul de Harissa, en Líbano.


Después de ser ordenado Presbítero para la Aquieparquía de Damasco en 1998, fue párroco por diez años en S. Elia en Maarat Saydnaya; de 2008 a 2010 Párroco de Nostra Signora della Pace en Harasta; de 2011 a 2015 Párroco de la Catedral greco-melkita de Damasco. Ha sido también Juez del Tribunal Patriarcal y Protosincelo. En marzo de 2018 fue nombrado Administrador Patriarcal de la Arquieparquía Metropolitanana de Bosra y Hauran (Siria).


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* Ha concedido la autorización de su ascenso al Reverendo Padre Najib Mikhael Moussa, O.P., electo canónicamente del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Caldea, para el oficio de Arzobispo de Mosul (Irak).


El Rev. Padre Najib Mikhael Moussa, O.P., nació en Mosul (Irak) el 9 de septiembre de 1955. Hizo sus estudios civiles en el campo de la industria del petroleo.


Entró en la Orden de los Predicadores, en Francia hizo el noviciado y la Profesión simple el 4 de octubre de 1981.


Obtuvo un Diploma post-laurea (DESU) en teología práctica y comunicación y posteriormente un Master y Diploma Superior en Teología Católica (DSTC).


Fue ordenado Sacerdote el 16 de mayo de 1987 y posteriormente regresó a Mosul donde fue archivista conventual desde el 1° de enero de 1988. Y Director y Fundador del Digital Center for Oriental Manuscripts de Mosul (CNMO) desde el 9 de septiembre de 1990.


Fue Miembro de la Comisión ecuménica de los Obispos de Nineveh durante algunos años desde el 10 de marzo de 2001.


Fue Profesor de teología pastoral en comunicación en el Babel College (Seminario Caldeo), primero en Baghdad y posteriormente en Erbil.


P. Najib estuvo algunos meses en USA para proseguir la formación y posteriormente regreso a Ankawa, el barrio cristiano de Erbil.


Ayudó a los desplazados de Mosul y de Nineveh durante la tragedia de los cristianos que operan ISIS.


Habla árabe, sirio, francés e inglés.


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* Ha concedido la autorización de su ascenso al Reverendo Robert Jarjis, electo canónicamente por el Sínodo de los Obispos de la Iglesia Caldea, para el Oficio de Obispo Auxiliar de Babilonia de los Caldeos (Baghdad), al cual le fue asignada la sede titul


El Rev. Robert Jarjis nació en Baghdad el 23 de octubre de 1973. Hizo estudios de Médico veterinario en la Universidad de Baghdad obteniendo la Licenciatura y un Master. Èntró en el Seminario patriarcal de Baghdad y estudió en el Babel College. Fue enviado a Roma, al Colegio Urbano, como seminarista, para continuar su formación en la Pontificia Universidad Urbaniana.


Fue ordenado Sacerdote en Roma el 27 de abril de 2008 por el Papa Benedicto XVI.


Estudió en el Pontificio Instituto Bíblico y obtuvo la Licenciatura en teología bíblica en el 2001. Regresó a Baghdad y fue párroco por siete años de la Parroquia Santa Maria Asunta en el distrito Mansour en la Capitale. Actualmente, desde hace algunos meses, es párroco de la Catedral San José; y colaborador local de la Nunciatura Apostólica ya hace algunos años.


Habla árabe, italiano, sirio e inglés.


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* Ha nombrado Obispo de Vinh (Vietnam) a S.E. Mons. Alphonse Nguyên Huu Long, P.S.S., hasta ahora Auxiliar de Hung Hoá.


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* Ha creado la nueva Diócesis de Hà Tĩnh (Vietnam) con desmembramiento de la Diócesis de Vinh, haciéndola sufragánea de la Sede Metropolitana de Hà Nôi.


* Ha nombrado primer Obispo de Hà Tĩnh, a S.E. Mons. Paul Nguyên Thái Hop, O.P., hasta ahora Obispo de Vinh.


La nueva Diócesis de Hà Tĩnh [nom. lat. Hatinhen (sis)] se situa en la Región norte de País, comprende dos Provincias civiles Hà Tĩnh y Quảng Bình, la nueva Circuscripción eclesiástica está dedicada a María Santísima Madre de Dios. El Episcopio y la Catedral están situados en Van Hanh, en la Provincia de Hà Tĩnh.
La Diócesis es sufragánea de la Provincia Eclesiástica de Hà Nôi.


Datos estadísticos

Vinh
(antes de la división)
Vinh
(después de la división)
Hà Tĩnh
Superficie 30.590 km 16.499 km 14.091 kmq
Habitantes 5.218.600 3.065.300 2.153.300
Católicos 523.046 281.934 241.112
Parroquias 189 93 96
Sacerdotes diocesanos 219 126 93
Religiosos 44 25 19
Religiosas 909 721 188
Seminaristas 116 60 56


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* Ha nombrado Obispo Coadjuntor de Haarlem-Amsterdam (Países Bajos) a S.E. Mons. Johannes Willibrordus Maria Hendriks, transfiriéndolo da la sede titular Obispal de Arsacal y del oficio de Auxiliar de la diócesis de Haarlem-Amsterdam.

S.E. Mons. Johannes Willibrordus Maria Hendriks nació el 17 de noviembre de 1954 en Leidschendam (diócesis de Rotterdam).


Ha concluído los estudios filosófico-teológicos en el instituto Superior de Teología en Amsterdam y en el Seminario Mayor de la diócesis de Roermond en Rolduc.


Fue ordenado Sacerdote el de 29 septiembre de 1979 para la diócesis de Rotterdam. De 1979 a 1981 fue Vice-Parroco a Den Haag.


Prosiguió los estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, obteniendo el Doctorado en Derecho Canónico.


De 1987 a 1997 fué Párroco en Haastrecht. En 1997 fue nombrado Vice-Rector y en 1998 Rector del Seminario Mayor de la diócesis de Haarlem-Amsterdam, donde ha enseñado Derecho Canónico.


En seguida fue nombrado Canónigo del Capítulo Catedral.


El 25 de octubre de 2011 fue nombrado Auxiliar deHaarlem-Amsterdam, recibiendo la consagración episcopal el 10 de diciembre sucesivo.


Ante la Curia Romana el Presule es Miembro de la Signatura Apostólica y Consultor de la Congregación para el Clero.


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* Ha elevado el Exarcado Apostólico para los Siro-Malabares en Canadá al rango de Eparquía, con la denominación de “Mississauga”, manteniendo la misma configuración territorial.


* Ha nombrado primer Obispo Eparquial a S.E. Mons. Jose Kalluvelil, hasta ahora Exarca Apostólico, transfiriéndolo de la sede titular de Tabalta a la nueva Eparquía de Mississauga de los Siro-Malabares.


S.E. Mons. Jose Kalluvelil nació el 15 de noviembre de 1955 en Thottuva, en la Eparquía de Palai (India).


Ordenado Sacerdote para la Eparquía de Palghat el 18 de diciembre de 1984, ha servido en varias parroquias, incluída la Catedral de St. Raphael, Palakkad.


Ha sido Director de las residencias para jóvenes y, obtuvo el Doctorado en Teología Catequética de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma, fue nombrado Director Eparquial de la Catequesis. Desde 2013, fue transferido a Toronto para servir como capellán de los fieles Siro-Malabares.


El 6 de agosto de 2015, Su Santidad Papa FRANCISCO lo ha nombrado primer Exarca Apostólico para los fieles Siro-Malabares residentes en Canadá, elevándolo a la dignidad episcopal y asignándole la sede titulare de Tabalta.


Habla malayo, inglés, italiano y alemán.


Nota Informativa


La Eparquía de Mississauga de los Siro-Malabares


Mississauga, la sede de la nueva circuscripción, es una ciudad en el área metropolitana de Toronto, pero el territorio de la nueva Eparquía comprende todo el País de Canadá, donde la población Siro-Malabar tiene alrederor de 20,000 fieles. La pastoral es organizada en 12 parroquias y 34 misiones. En ellas operan 23 sacerdotes entre seculares y religiosos, con 7 seminaristas en formación para la nueva Eparquía. También están presentes 12 religiosas que ejercitan actividad pastoral.


La Catedral de Santa Alphonsa y la Curia Eparquial se encuentran en 6630 Turner Valley Road, Mississauga, Ontario. La Eparquía esta inmediatamente sujeta a la Sede Apostólica.


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* Ha nombrado Miembro de la Congregación para los Obispos a S.E. Mons. Michel Aupetit, Arzobispo de París.


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* Su Beatitud el Card. Louis Raphaël, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, con el consenso del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Caldea ha informado a la Sede Apostólica, que ha transferido a S.E. Mons. Ramzi Garmou, Arzobispo de Teheran de los Caldeos, a la sede Arzobispal de Diarbekir de los Caldeos (Turquía).


S.E. Mons. Ramzi Garmou nació el 5 de febrero de 1945 en Zākhō (Irak). Entró en el Seminario de los Padres Dominicanos en Mossul, continupo los estudios en el Instituto del Prado en Francia.


Fue ordenado Sacerdote el 13 de enero de 1977.


Inició el Ministerio en la Parroquia de N.S. del Perpetuo Soccorso en Baghdad. Enviado a Teherán, donde desempeñó el servicio pastoral.


El 5 de mayo de 1995 fue electo Coadjutor de Teherán de los Caldeos y recibió la ordenación episcopal el 25 de febrero de 1996. Fue nombrado Arzobispo de la misma Arquieparquía el 7 de febrero de 1999.


Desde el 20 de julio de 2013 hasta el 19 novembre de 2016 ha sido Visitador Apostólico para los fieles Caldeos residentes en Europa.


Habla caldeo, árabe, persa y francés.


(Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx)

viernes, 21 de diciembre de 2018

Papa FRANCISCO recibe en Audiencia a los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano para las felicitaciones navideñas

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 21 de diciembre de 2018).- Esta mañana, a las 12:00 horas, en el Aula Pablo VI, el Papa FRANCISCO ha encontrado a los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, con sus familiares, para felicitarles la Navidad.












Texto del discurso que el Pontífice ha dirigido a los presentes durante la Audiencia:


DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS EMPLEADOS DE LA SANTA SEDE Y DEL
ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO EN OCASIÓN DE LAS
 FELICITACIONES NAVIDEÑAS


Aula Pablo VI
Viernes, 21 de diciembre de 2018


Queridos hermanos y hermanas,


Gracias por venir, muchos incluso con miembros de la familia. Me ha gustado saludar a las familias, pero el premio es para la bisabuela, de 93 años, con su hija, que es abuela, con sus padres y dos hijos. ¡Qué bonita es una familia así! Y vosotros trabajáis para la familia, para los hijos, para sacar adelante a la familia. ¡Es una gracia! ¡Custodiad a  las familias. ¡Y feliz Navidad a todos!
¡Feliz Navidad a todos!


La Navidad es una fiesta alegre por excelencia, pero a menudo nos damos cuenta de que la gente, y quizás nosotros mismos, estamos ocupados con tantas  cosas y al final no hay alegría o, si la hay, es muy superficial. ¿Por qué?


Me vino a la mente esa frase del escritor francés Léon Bloy: "Existe una sola tristeza, la de no ser santos" (La mujer pobre, ver Exort. Ap. Gaudete et exsultate, 34). Por lo tanto, lo opuesto a la tristeza, es decir la alegría, está vinculada a ser santos. También la alegría de la Navidad. Ser buenos, al menos tener el deseo de ser buenos.


Miremos el belén ¿Quién es feliz, en el belén? Esto me gustaría preguntárselo a vosotros, niños, a los que os encanta mirar las figuras ... y tal vez incluso moverlas un poco, cambiarlas de sitio, haciendo que se enfade vuestro padre, ¡que las ha puesto allí con tanto cuidado!
 

Entonces, ¿quién es feliz en el Belén? La Virgen y San José están llenos de alegría: miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han aceptado este Regalo de Dios, con tanta fe y tanto amor. Están "rebosantes" de santidad y, por lo tanto, de alegría. Y me diréis vosotros: ¡Anda, claro! ¡Son la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que haya sido fácil para ellos: los santos no nacen, se hacen, y esto vale también para ellos.


Luego, también están llenos de alegría los pastores. También los pastores son santos, seguro, porque respondieron al anuncio de los ángeles, corrieron enseguida a la gruta y reconocieron la señal del Niño en el pesebre. No era obvio. En particular, en los belenes a menudo hay un pastor joven, que mira hacia la gruta con un aire de ensueño y encantado: ese pastor expresa la alegría asombrada de aquellos que acogen el misterio de Jesús con el espíritu de un niño. Este es un rasgo de la santidad: conservar la capacidad de maravillarse, de asombrarse de los dones de Dios, de sus "sorpresas", y el regalo más grande, la sorpresa siempre nueva es Jesús. ¡La gran sorpresa es Dios!


Después, en algunos belenes, los más grandes, con tantos personajes, están los oficios: el zapatero, el aguador, el herrero, el panadero ..., y tantos otros. Y todos son felices. ¿Por qué? Porque están como "contagiados" por el gozo del evento en el que participan, es decir, el nacimiento de Jesús. Por lo tanto, su trabajo también está santificado por la presencia de Jesús, por su venida entre nosotros.


Y esto también nos hace pensar en nuestro trabajo. Por supuesto, trabajar siempre tiene una parte de cansancio, es normal. Pero yo, en mi tierra conocía a alguien que nunca estaba cansado: fingía trabajar, pero no trabajaba. ¡No se cansaba, por supuesto! Pero si cada uno reflexiona sobre la santidad de Jesús, se necesita muy poco, un pequeño rayo, -una sonrisa, una atención, una cortesía, una disculpa-, entonces todo el entorno laboral se vuelve más "respirable", ¿no es así? .Se disipa ese clima pesado que a veces los hombres y las mujeres creamos con nuestras arrogancias, los cierres, los prejuicios y se trabaja todavía mejor, con más fruto.


Hay algo que nos pone tristes en el trabajo y enferma el entorno laboral: es el cotilleo. Por favor, no habléis mal de los demás, no cotilleéis. "Sí, pero aquel me cae antipático, y ese otro ...". Mira, reza por él, pero no hables mal, por favor, porque destruye: destruye la amistad, la espontaneidad. Y criticar esto y aquello. Mira, es mejor guardar silencio. Si tienes algo contra él, ve y díselo directamente. Pero no hables mal. "Eh, padre, sale solo, el cotilleo ...". Pero hay una buena medicina para no hablar mal, os la diré: morderse la lengua. Cuando tengas ganas, muérdete la lengua y así no hablarás mal.


También en el lugar de trabajo existe "la santidad de la puerta de al lado" (ver  Gaudete et exsultate, 6-9).También aquí en el Vaticano, por supuesto, y puedo atestiguarlo. Conozco a algunos de vosotros que son un ejemplo de vida: trabajan para la familia, y siempre con esa sonrisa, con esa laboriosidad sana, bella. La santidad es posible. Es posible.
 

Esta es mi sexta Navidad como obispo de Roma, y ​​debo decir que he conocido a varios santos y santas que trabajan aquí. Santos y santas que viven bien la vida cristiana y si hacen algo mal piden perdón. Pero siguen adelante, con la familia. Se puede vivir así. Es una gracia, y es tan bonito. Por lo general, son personas a las que no les gusta lucirse, personas simples, modestas, pero que hacen mucho bien en el trabajo y en las relaciones con los demás. Y son gente alegre; no porque siempre se rían, no, sino porque tienen una gran serenidad en su interior y saben cómo transmitirla a los demás. ¿Y de dónde viene esa serenidad? Siempre de él, Jesús, el Dios con nosotros. Él es la fuente de nuestra alegría, tanto personal como familiar, como en el trabajo.


Así que mi deseo es este: sed santos, para ser felices. ¡Pero no santos de estampita! No, no. Santos normales. Santos y santas de carne y hueso, con nuestro carácter, nuestras faltas, incluso nuestros pecados, -pedimos perdón y seguimos adelante- pero listos para dejarnos "contagiar" de la presencia de Jesús en medio de nosotros, listos para correr hacia él, como los pastores, para ver este evento, esta increíble señal que Dios nos ha dado. ¿Qué decían los ángeles?:  "Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo" (Lc. 2, 10). ¿Iremos a verlo? ¿O estaremos ocupados  con otras cosas?


Queridos hermanos y hermanas, no tengamos miedo de la santidad. Os lo aseguro, es el camino de la alegría. ¡Feliz Navidad a todos!


Link:

Audiencia del Santo Padre a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideñas

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 21 de diciembre de 2018).- Esta mañana, a las 10.30 horas en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre FRANCISCO ha recibido en Audiencia a los Cardenales y Superiores de la  Curia Romana para el intercambio de felicitaciones navideñas.








Durante el encuentro el Papa ha dirigido a la Curia Romana el siguiente discurso:



FELICITACIONES NAVIDEÑAS DE LA CURIA ROMANA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCESCO

Sala Clementina
Viernes, 21 de diciembre de 2018



«La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz» (Rm 13,12).


Queridos hermanos y hermanas:


Inundados por el gozo y la esperanza que brillan en la faz del Niño divino, nos reunimos nuevamente este año para expresarnos las felicitaciones navideñas, con el corazón puesto en las dificultades y alegrías del mundo y de la Iglesia.
Os deseo sinceramente una santa Navidad a vosotros, a vuestros colaboradores, a todas las personas que prestan servicio en la Curia, a los Representantes pontificios y a los colaboradores de las nunciaturas. Y deseo agradeceros vuestra dedicación diaria al servicio de la Santa Sede, de la Iglesia y del Sucesor de Pedro. Muchas gracias.


Permitidme también darle una cálida bienvenida al nuevo Sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Edgar Peña Parra, que el pasado 15 de octubre comenzó su delicado e importante servicio. Su origen venezolano refleja la catolicidad de la Iglesia y la necesidad de abrir cada vez más el horizonte hasta abarcar los confines de la tierra. Bienvenido, Excelencia, y buen trabajo.


La Navidad es la fiesta que nos llena de alegría y nos da la seguridad de que ningún pecado es más grande que la misericordia de Dios y que ningún acto humano puede impedir que el amanecer de la luz divina nazca y renazca en el corazón de los hombres. Es la fiesta que nos invita a renovar el compromiso evangélico de anunciar a Cristo, Salvador del mundo y luz del universo. Porque si «Cristo, “santo, inocente, inmaculado” (Hb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa e inmaculada y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación. La Iglesia “va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” ―entre las persecuciones del espíritu mundano y las consolaciones del Espíritu de Dios― anunciando la cruz del Señor hasta que venga (cf. 1 Co 11,26). Está fortalecida, con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8).


Apoyándonos en la firme convicción de que la luz es siempre más fuerte que la oscuridad, me gustaría reflexionar con vosotros sobre la luz que une la Navidad ―es decir, la primera venida en humildad― a la Parusía ―segunda venida en esplendor― y nos confirma en la esperanza que nunca defrauda. Esa esperanza de la que depende la vida de cada uno de nosotros y toda la historia de la Iglesia y del mundo. Sería fea una Iglesia sin esperanza.


Jesús, en realidad, nace en una situación sociopolítica y religiosa llena de tensión, agitación y oscuridad. Su nacimiento, por una parte esperado y por otra rechazado, resume la lógica divina que no se detiene ante el mal, sino que lo transforma radical y gradualmente en bien, y también la lógica maligna que transforma incluso el bien en mal para postrar a la humanidad en la desesperación y en la oscuridad: «La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió» (Jn 1,5).


Sin embargo, la Navidad nos recuerda cada año que la salvación de Dios, dada gratuitamente a toda la humanidad, a la Iglesia y en particular a nosotros, personas consagradas, no actúa sin nuestra voluntad, sin nuestra cooperación, sin nuestra libertad, sin nuestro esfuerzo diario. La salvación es un don, esto es verdad, pero un don que hay que acoger, custodiar y hacer fructificar (cf. Mt 25,14-30). Por lo tanto, para el cristiano en general, y en particular para nosotros, el ser ungidos, consagrados por el Señor no significa comportarnos como un grupo de personas privilegiadas que creen que tienen a Dios en el bolsillo, sino como personas que saben que son amadas por el Señor a pesar de ser pecadores e indignos. En efecto, los consagrados no son más que servidores en la viña del Señor que deben dar, a su debido tiempo, la cosecha y lo obtenido al Dueño de la viña (cf. Mt 20,1-16).


La Biblia y la historia de la Iglesia nos enseñan que muchas veces, incluso los elegidos, andando en el camino, empiezan a pensar, a creerse y a comportarse como dueños de la salvación y no como beneficiarios, como controladores de los misterios de Dios y no como humildes distribuidores, como aduaneros de Dios y no como servidores del rebaño que se les ha confiado.


Muchas veces ―por un celo excesivo y mal orientado― en lugar de seguir a Dios nos ponemos delante de él, como Pedro, que criticó al Maestro y mereció el reproche más severo que Cristo nunca dirigió a una persona: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» (Mc 8,33).


Queridos hermanos y hermanas:


Este año, en el mundo turbulento, la barca de la Iglesia ha vivido y vive momentos de dificultad, y ha sido embestida por tormentas y huracanes. Muchos se han dirigido al Maestro, que aparentemente duerme, para preguntarle: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4,38); otros, aturdidos por las noticias comenzaron a perder la confianza en ella y a abandonarla; otros, por miedo, por intereses, por un fin ulterior, han tratado de golpear su cuerpo aumentando sus heridas; otros no ocultan su deleite al verla zarandeada; muchos otros, sin embargo, siguen aferrándose a ella con la certeza de que «el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18).


Mientras tanto, la Esposa de Cristo continúa su peregrinación en medio de alegrías y aflicciones, en medio de éxitos y dificultades, externas e internas. Ciertamente, las dificultades internas siguen siendo siempre las más dolorosas y más destructivas.


Las aflicciones


Son muchas las aflicciones: cuántos inmigrantes —obligados a abandonar sus países de origen y arriesgar sus vidas— hallan la muerte, o sobreviven pero se encuentran con las puertas cerradas y sus hermanos de humanidad entregados a las conquistas políticas y de poder. Cuánto miedo y prejuicio. Cuántas personas y cuántos niños mueren cada día por la falta de agua, alimentos y medicinas. Cuánta pobreza y miseria. Cuánta violencia contra los débiles y contra las mujeres. Cuántos escenarios de guerras, declaradas y no declaradas. Cuánta sangre inocente se derrama cada día. Cuánta inhumanidad y brutalidad nos rodean por todas partes. Cuántas personas son sistemáticamente torturadas todavía hoy en las comisarías de policía, en las cárceles y en los campos de refugiados en diferentes lugares del mundo.


Vivimos también, en realidad, una nueva era de mártires. Parece que la persecución cruel y atroz del imperio romano no tiene fin. Continuamente nacen nuevos Nerones para oprimir a los creyentes, solo por su fe en Cristo. Nuevos grupos extremistas se multiplican, tomando como punto de mira a iglesias, lugares de culto, ministros y simples fieles. Viejos y nuevos círculos y conciliábulos viven alimentándose del odio y la hostilidad hacia Cristo, la Iglesia y los creyentes. Cuántos cristianos, en tantas partes del mundo, viven todavía hoy bajo el peso de la persecución, la marginación, la discriminación y la injusticia. Sin embargo, siguen abrazando valientemente la muerte para no negar a Cristo. Qué difícil es vivir hoy libremente la fe en tantas partes del mundo donde no hay libertad religiosa y libertad de conciencia.


Por otro lado, el ejemplo heroico de los mártires y de numerosos buenos samaritanos, es decir, de los jóvenes, de las familias, de los movimientos caritativos y de voluntariado, y de muchas personas fieles y consagradas, no nos hace olvidar, sin embargo, el antitestimonio y los escándalos de algunos hijos y ministros de la Iglesia.


Me limito aquí solo a las dos heridas de los abusos y de la infidelidad.


Desde hace varios años, la Iglesia se está comprometiendo seriamente por erradicar el mal de los abusos, que grita la venganza del Señor, del Dios que nunca olvida el sufrimiento experimentado por muchos menores a causa de los clérigos y personas consagradas: abusos de poder, de conciencia y sexuales.


Pensando en este tema doloroso me vino a la mente la figura del rey David, un «ungido del Señor» (cf. 1 S 16,13 - 2 S 11-12). Él, de cuyo linaje deriva el Niño divino —llamado también el “hijo de David”—, a pesar de ser un elegido, rey y ungido por el Señor, cometió un triple pecado, es decir, tres graves abusos a la vez: abuso sexual, de poder y de conciencia. Tres abusos distintos, que sin embargo convergen y se superponen.


La historia comienza —como sabemos— cuando el rey, siendo un guerrero experto, se quedó holgazaneando en casa en vez de ir a la batalla en medio del pueblo de Dios. David se aprovecha, para su conveniencia y su interés, de ser el rey (abuso de poder). El ungido, abandonándose a la comodidad, comienza un irrefrenable declive moral y de conciencia. Y es precisamente en este contexto que él, desde la terraza del palacio, ve a Betsabé, mujer de Urías, el hitita, mientras se bañaba y se siente atraído (cf. 2 S 11). Manda llamarla y se une a ella (otro abuso de poder, más abuso sexual). Así, abusa de una mujer casada y sola, y para cubrir su pecado, llama a Urías e intenta sin conseguirlo convencerlo de que pase la noche con su mujer. Y, posteriormente, ordena al jefe del ejército que exponga a Urías a una muerte segura en la batalla (otro abuso de poder, más abuso de conciencia). La cadena del pecado se alarga como una mancha de aceite y rápidamente se convierte en una red de corrupción. Él se quedó holgazaneando en casa.


De las chispas de la pereza y de la lujuria, y del “bajar la guardia” comienza la cadena diabólica de pecados graves: adulterio, mentira y homicidio. Presumiendo que al ser rey puede hacer todo y obtener todo, David también trata de engañar al marido de Betsabé, a la gente, a sí mismo e incluso a Dios. El rey descuida su relación con Dios, infringe los mandamientos divinos, daña su propia integridad moral sin siquiera sentirse culpable. El ungido seguía ejerciendo su misión como si nada hubiera pasado. Lo único que le importaba era salvaguardar su imagen y su apariencia. «Porque quienes sienten que no cometen faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de atontamiento o adormecimiento. Como no encuentran algo grave que reprocharse, no advierten esa tibieza que poco a poco se va apoderando de su vida espiritual y terminan desgastándose y corrompiéndose» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 164). De pecadores acaban convirtiéndose en corruptos.


También hoy hay muchos “ungidos del Señor”, hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido; no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados. Ministros que desgarran el cuerpo de la Iglesia, causando escándalo y desacreditando la misión salvífica de la Iglesia y los sacrificios de muchos de sus hermanos.


También hoy, queridos hermanos y hermanas, muchos David, sin pestañear, entran en la red de corrupción, traicionan a Dios, sus mandamientos, su propia vocación, la Iglesia, el pueblo de Dios y la confianza de los pequeños y sus familiares. A menudo, detrás de su gran amabilidad, su labor impecable y su rostro angelical, ocultan descaradamente a un lobo atroz listo para devorar a las almas inocentes.


Los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad. En efecto, también la Iglesia, junto con sus hijos fieles, es víctima de estas infidelidades y de estos verdaderos y propios “delitos de malversación”.


Queridos hermanos y hermanas:


Está claro que, ante estas abominaciones, la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso. Es innegable que algunos responsables, en el pasado, por ligereza, por incredulidad, por falta de preparación, por inexperiencia ―tenemos que juzgar el pasado con la hermenéutica del pasado― o por superficialidad espiritual y humana han tratado muchos casos sin la debida seriedad y rapidez. Esto nunca debe volver a suceder. Esta es la elección y la decisión de toda la Iglesia.


En el próximo mes de febrero, la Iglesia reiterará su firme voluntad de continuar, con toda su fuerza, en el camino de la purificación. La Iglesia se cuestionará, valiéndose también de expertos, sobre cómo proteger a los niños; cómo evitar tales desventuras, cómo tratar y reintegrar a las víctimas; cómo fortalecer la formación en los seminarios. Se buscará transformar los errores cometidos en oportunidades para erradicar este flagelo no solo del cuerpo de la Iglesia sino también de la sociedad. De hecho, si esta gravísima desgracia ha golpeado algunos ministros consagrados, la pregunta es: ¿Cuánto podría ser profunda en nuestra sociedad y en nuestras familias? Por eso, la Iglesia no se limitará a curarse a sí misma, sino que tratará de afrontar este mal que causa la muerte lenta de tantas personas, a nivel moral, psicológico y humano.


Queridos hermanos y hermanas:


Hablando de esta herida, algunos dentro de la Iglesia, se alzan contra ciertos agentes de la comunicación, acusándolos de ignorar la gran mayoría de los casos de abusos, que no son cometidos por ministros de la Iglesia ―las estadísticas hablan de más del 95%―, y acusándolos de querer dar de forma intencional una imagen falsa, como si este mal golpeara solo a la Iglesia Católica. En cambio, me gustaría agradecer sinceramente a los trabajadores de los medios que han sido honestos y objetivos y que han tratado de desenmascarar a estos lobos y de dar voz a las víctimas. Incluso si se tratase solo de un caso de abuso ―que ya es una monstruosidad por sí mismo― la Iglesia pide que no se guarde silencio y salga a la luz de forma objetiva, porque el mayor escándalo en esta materia es encubrir la verdad.


Todos recordamos que fue solo a través del encuentro con el profeta Natán como David entendió la gravedad de su pecado. Hoy necesitamos nuevos Natán que ayuden a muchos David a despertarse de su vida hipócrita y perversa. Por favor, ayudemos a la santa Madre Iglesia en su difícil tarea, que es reconocer los casos verdaderos, distinguiéndolos de los falsos, las acusaciones de las calumnias, los rencores de las insinuaciones, los rumores de las difamaciones. Una tarea muy difícil porque los verdaderos culpables saben esconderse tan bien que muchas esposas, madres y hermanas no pueden descubrirlos entre las personas más cercanas: esposos, padrinos, abuelos, tíos, hermanos, vecinos, maestros… Incluso las víctimas, bien elegidas por sus depredadores, a menudo prefieren el silencio e incluso, vencidas por el miedo, se ven sometidas a la vergüenza y al terror de ser abandonadas.


Y a los que abusan de los menores querría decirles: convertíos y entregaos a la justicia humana, y preparaos a la justicia divina, recordando las palabras de Cristo: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt 18,6-7).


Queridos hermanos y hermanas:


Ahora permitidme hablar también de otra aflicción, a saber, la infidelidad de quienes traicionan su vocación, su juramento, su misión, su consagración a Dios y a la Iglesia; aquellos que se esconden detrás de las buenas intenciones para apuñalar a sus hermanos y sembrar la discordia, la división y el desconcierto; personas que siempre encuentran justificaciones, incluso lógicas, incluso espirituales, para seguir recorriendo sin obstáculos el camino de la perdición.


Y esto no es nada nuevo en la historia de la Iglesia. San Agustín, hablando del trigo bueno y de la cizaña, afirma: «¿Pensáis, hermanos, que la cizaña no sube a las cátedras episcopales? ¿Pensáis que está abajo y no arriba? Ojalá no seamos cizaña. […] En las cátedras episcopales hay trigo y hay cizaña; y en las comunidades de fieles hay trigo y hay cizaña» (Sermo 73, 4: PL 38, 472).


Estas palabras de san Agustín nos exhortan a recordar el proverbio: «El camino del infierno está lleno de buenas intenciones»; y nos ayudan a comprender que el Tentador, el Gran Acusador, es el que divide, siembra la discordia, insinúa la enemistad, persuade a los hijos y los lleva a dudar.


En realidad, las treinta monedas de plata están casi siempre detrás de estos sembradores de cizaña. Aquí la figura de David nos lleva a la de Judas el Iscariote, otro elegido por el Señor que vende y entrega a su maestro a la muerte. David el pecador y Judas Iscariote siempre estarán presentes en la Iglesia, ya que representan la debilidad que forma parte de nuestro ser humano. Son iconos de los pecados y de los crímenes cometidos por personas elegidas y consagradas. Iguales en la gravedad del pecado, sin embargo, se distinguen en la conversión. David se arrepintió, confiando en la misericordia de Dios, mientras que Judas se suicidó.


Para hacer resplandecer la luz de Cristo, todos tenemos el deber de combatir cualquier corrupción espiritual, que «es peor que la caída de un pecador, porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que «el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14). Así acabó sus días Salomón, mientras el gran pecador David supo remontar su miseria» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165).


Las alegrías


Pasamos a las alegrías. Han sido numerosas este año, por ejemplo la feliz culminación del Sínodo dedicado a los jóvenes, de los que hablaba el Cardenal Decano. Los pasos que se han dado hasta ahora en la reforma de la Curia. Muchos se preguntan: ¿Cuándo terminará? Jamás terminará, pero los pasos son buenos. Como pueden ser: los trabajos de clarificación y transparencia en la economía; los encomiables esfuerzos realizados por la Oficina del Auditor General y del AIF; los buenos resultados logrados por el IOR; la nueva Ley del Estado de la Ciudad del Vaticano; el Decreto sobre el trabajo en el Vaticano, y tantos otros logros menos visibles. Recordamos, entre las alegrías, los nuevos beatos y santos que son las “piedras preciosas” que adornan el rostro de la Iglesia e irradian esperanza, fe y luz al mundo. Es necesario mencionar aquí los diecinueve mártires de Argelia: «Diecinueve vidas entregadas por Cristo, por su evangelio y por el pueblo argelino… modelos de santidad común, la santidad de la “puerta de al lado”» (Thomas Georgeon, Nel segno della fraternità: L’Osservatore Romano, 8 diciembre 2018, p. 6); el elevado número de fieles que reciben el bautismo cada año y renuevan la juventud de la Iglesia como una madre siempre fecunda, y los numerosos hijos que regresan a casa y abrazan de nuevo la fe y la vida cristiana; familias y padres que viven seriamente la fe y la transmiten diariamente a sus hijos a través de la alegría de su amor (cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 259-290); el testimonio de muchos jóvenes que valientemente eligen la vida consagrada y el sacerdocio.


Un gran motivo de alegría es también el gran número de personas consagradas, de obispos y sacerdotes, que viven diariamente su vocación en fidelidad, silencio, santidad y abnegación. Son personas que iluminan la oscuridad de la humanidad con su testimonio de fe, amor y caridad. Personas que trabajan pacientemente por amor a Cristo y a su Evangelio, en favor de los pobres, los oprimidos y los últimos, sin tratar de aparecer en las primeras páginas de los periódicos o de ocupar los primeros puestos. Personas que, abandonando todo y ofreciendo sus vidas, llevan la luz de la fe allí donde Cristo está abandonado, sediento, hambriento, encarcelado y desnudo (cf. Mt 25,31-46). Y pienso especialmente en los numerosos párrocos que diariamente ofrecen un buen ejemplo al pueblo de Dios, sacerdotes cercanos a las familias, que conocen los nombres de todos y viven su vida con sencillez, fe, celo, santidad y caridad. Personas olvidadas por los medios de comunicación pero sin las cuales reinaría la oscuridad.


Queridos hermanos y hermanas:


Cuando hablaba de la luz, de las aflicciones, de David y de Judas, quise evidenciar el valor de la conciencia, que debe transformarse en un deber de vigilancia y de protección de quienes ejercen el servicio del gobierno en las estructuras de la vida eclesiástica y consagrada. En realidad, la fortaleza de cualquier institución no reside en la perfección de los hombres que la forman (esto es imposible), sino en su voluntad de purificarse continuamente; en su habilidad para reconocer humildemente los errores y corregirlos; en su capacidad para levantarse de las caídas; en ver la luz de la Navidad que comienza en el pesebre de Belén, recorre la historia y llega a la Parusía.


Por lo tanto, nuestro corazón necesita abrirse a la verdadera luz, Jesucristo: la luz que puede iluminar la vida y transformar nuestra oscuridad en luz; la luz del bien que vence al mal; la luz del amor que vence al odio; la luz de la vida que derrota a la muerte; la luz divina que transforma todo y a todos en luz; la luz de nuestro Dios: pobre y rico, misericordioso y justo, presente y oculto, pequeño y grande.


Recordamos las maravillosas palabras de san Macario el Grande, padre del desierto egipcio del siglo IV que, hablando de la Navidad, afirma: «Dios se hace pequeño. Lo inaccesible e increado, en su bondad infinita e inimaginable, ha tomado cuerpo y se ha hecho pequeño. En su bondad descendió de su gloria. Nadie en el cielo y en la tierra puede entender la grandeza de Dios y nadie en el cielo y en la tierra puede entender cómo Dios se hace pobre y pequeño para los pobres y los pequeños. Igual que su grandeza es incomprensible, también lo es su pequeñez» (cf. Homilías IV, 9-10; XXXII, 7: en Spirito e fuoco. Omelie spirituali. Colección II, Qiqajon-Bose, Magnano 1995, pp.88-89.332-333).


Recordemos que la Navidad es la fiesta del «gran Dios que se hace pequeño y en su pequeñez no deja de ser grande. Y en esta dialéctica, lo grande es pequeño: está la ternura de Dios. Esa palabra que la mundanidad desea siempre quitar del diccionario: ternura. El Dios grande que se hace pequeño, que es grande y sigue haciéndose pequeño» (Homilía en Santa Marta, 14 diciembre 2017; Homilía en Santa Marta, 25 abril 2013).


La Navidad nos da cada año la certeza de que la luz de Dios seguirá brillando a pesar de nuestra miseria humana; la certeza de que la Iglesia saldrá de estas tribulaciones aún más bella, purificada y espléndida. Porque, todos los pecados, las caídas y el mal cometidos por algunos hijos de la Iglesia nunca pueden oscurecer la belleza de su rostro, es más, nos ofrecen la prueba cierta de que su fuerza no está en nosotros, sino que está sobre todo en Cristo Jesús, Salvador del mundo y Luz del universo, que la ama y dio su vida por ella, su esposa. La Navidad es una manifestación de que los graves males cometidos por algunos nunca ocultarán todo el bien que la Iglesia realiza gratuitamente en el mundo. La Navidad nos da la certeza de que la verdadera fuerza de la Iglesia y de nuestro trabajo diario, a menudo oculto ―como el de la Curia, donde hay santos―, reside en el Espíritu Santo, que la guía y protege a través de los siglos, transformando incluso los pecados en ocasiones de perdón, las caídas en ocasiones de renovación, el mal en ocasión de purificación y victoria.


Muchas gracias y Feliz Navidad a todos.


[Bendición]


También este año me gustaría dejaros un pensamiento. Es un clásico: el Compendio de la teología ascética y mística de Tanquerey, pero en la reciente edición elaborada por el Obispo Libanori, Obispo auxiliar de Roma, y por el Padre Forlai, padre espiritual del Seminario de Roma. Creo que es bueno. No leedlo del principio al fin, sino buscad en el índice esa virtud, esa actitud, ese argumento... Nos hará bien, para la reforma de cada uno de nosotros y para la reforma de la Iglesia. Es para vosotros.

 
Link:
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Actos Pontificios del Santo Padre [Viernes 21 de diciembre]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 21 de diciembre de 2018). En otros Actos Pontificios hoy el Papa FRANCISCO:


* Ha erigido la provincia eclesiástica de Mbeya en Tanzania), elevándola a Iglesia Metropolitana, asignándole como Iglesias sufragáneas las diócesis de Iringa y Sumbawanga, y ha nombrado primer Arzobispo Metropolitano a  S.E. Monseñor Gervas John Mwasikwabhila Nyaisonga, hasta ahora Obispo de  Mpanda.  


DATOS ESTADÍSTICOS  RELATIVOS A LAS  DIÓCESIS DE LA NUEVA PROVINCIA ECLESIÁSTICA


La nueva Provincia Eclesiástica de Mbeya en Tanzania, tendrá como sufragáneas: la diócesis de Iringa (ahora perteneciente a la Provincia de  Songea) y la diócesis de Sumbawanga (ahora perteneciente a la Provincia de Tabora).


DATOS RELATIVOS A LAS  DIÓCESIS DE LA NUEVA PROVINCIA ECLESIÁSTICA*
Diócesis
Mbeya
Iringa
Sumbawanga
Superficie (Km2)
60.348
43.218
28.654
Habitantes
2.783.000
2.552.116
1.323.080
Católicos
548.000
695.366
805.388
Parroquias
48
38
21
Sacerdotes diocesanos
73
72
53
Sacerdotes religiosos
15
38
7
Religiosos
15
332
71
Religiosas
299
667
348

* Los datos se refieren al Anuario Pontificio 2018.


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* Ha nombrado Obispo de Barinas en Venezuela a S.E. Monseñor Jesús Alfonso Guerrero Contreras O.F.M. Cap., hasta ahora Obispo de Machiques.


S. E. Mons. Jesús Alfonso Guerrero Contreras, O.F.M. Cap., nació en La Pedregoza, Arquidiócesis de Mérida, el 13 de enero de 1951. Obtuvo una Licenciatura en Filosofía en la Universidad Central de Caracas y cursó estudios de especialización en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Hizo su profesión religiosa el 15 de agosto de 1977.


Fue ordenado Sacerdote el 10 de diciembre de 1977.


Como Sacerdote ha sido formador del Centro Vocacional de los Capuchinos en Caracas, Profesor en el Seminario de Caracas, Vicario Parroquial en Mérida, Profesor en el Instituto de Teología para los Religiosos de Caracas, Director del Filosofato, Párroco de Mérida, Profesor del Seminario de Mérida, Director de Teología del Instituto de Teología para los Religiosos y Profesor de la Universidad Católica "Andrés Bello" en Caracas. El 6 de diciembre de 1995 fue nombrado Obispo titular de Leptimino y Vicario Apostólico de Caroní. Recibió su consagración episcopal el 20 de enero de 1996. El 9 de abril de 2011 fue nombrado primer Obispo de Machiques.

Tercer sermón de Adviento

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 21 de diciembre de 2018).- Esta mañana, a las 9:00, en la Capilla Redemptoris Mater, en presencia del Santo Padre FRANCISCO, el Predicador de la Casa Pontificia, el P. Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap., ha pronunciado el tercer sermón de Adviento sobre el tema: "Mi alma tiene sed del Dios vivo" (Salmo 42, 2).

Las palabras del Papa en el Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 16 de diciembre de 2018).- A las 12.00 horas el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ha rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.


Estas son las palabras del Pontífice antes de la oración mariana:


PAPA FRANCISCO


ÁNGELUS


Plaza de San Pedro
Domingo, 16 de diciembre de 2018



Queridos hermanos y hemanas, ¡buenos días!


En este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos invita a la alegría. Escuchad bien: a la alegría. El profeta Sofonías le dirige a la pequeña porción del pueblo de Israel estas palabras: «Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel» (3, 14). Gritar de gozo, exultar, alegrarse: es esta la invitación de este domingo. Los habitantes de la ciudad santa están llamados a gozar porque el Señor ha revocado su condena (cf. v. 15). Dios ha perdonado, no ha querido castigar. Por consiguiente, para el pueblo ya no hay motivo de tristeza, ya no hay motivo para desalentarse, sino que todo lleva a un agradecimiento gozoso hacia Dios, que quiere siempre rescatar y salvar a los que ama. Y el amor del Señor hacia su pueblo es incesante, comparable a la ternura del padre hacia los hijos, del esposo hacia la esposa, como dice también Sofonías: «Él exulta de gozo por tí te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo» (v. 17). Este es —así se llama— el domingo de gozo: el tercer domingo de Adviento, antes de Navidad.


Este llamamiento del profeta es particularmente apropiado mientras nos preparamos para la Navidad porque se aplica a Jesús, el Emanuel, el Dios-con-nosotros: su presencia es la fuente de la alegría. De hecho, Sofonías proclama: «Rey de Israel, está en medio de ti»; y poco después repite: «El Señor, tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador!» (vv. 15.17). Este mensje encuentra su pleno significado en el momento de la anunciación a María, narrada por el evangelista Lucas. Las palabras que le dirige el ángel Gabriel a la Virgen son como un eco de las del profeta. Y ¿qué dice el arcángel Gabriel? «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1, 28). «Alégrate», dice a la Virgen. En una aldea perdida de Galilea, en el corazón de una joven mujer desconocida para el mundo, Dios enciende la chispa de la felicidad para todo el mundo. Y hoy el mismo anuncio va dirigido a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio para que se convierta en carne, vida concreta. Dice a la Iglesia, a todos nosotros: «Alégrate, pequeña comunidad cristiana, pobre y humilde aunque hermosa a mis ojos porque deseas ardientemente mi Reino, tienes sed de justicia, tejes con paciencia tramas de paz, no sigues a los poderosos de turno, sino que permaneces fielmente al lado de los pobres. Y así no tienes miedo de nada sino que tu corazón está en el gozo». 

Si nosotros vivimos así, en la presencia del Señor, nuestro corazón siempre estará en la alegría. La alegría «de alto nivel», cuando está, es plena, y la alegría humilde de todos los días, es decir, la paz. La paz es la alegría más pequeña, pero es alegría. También san Pablo hoy nos exhorta a no angustiarnos, a no desesperarnos por nada, sino a presentarle a Dios, en toda circunstancia, nuestras peticiones, nuestras necesidades, nuestras preocupaciones, «mediante la oración y la súplica» (Filipenses 4, 6). Ser conscientes que en medio de las dificultades podemos siempre dirigirnos al Señor, y que Él no rechaza jamás nuestras invocaciones, es un gran motivo de alegría. Ninguna preocupación, ningún miedo podrá jamás quitarnos la serenidad que viene no de las cosas humanas, de las consolaciones humanas, no, la serenidad que viene de Dios, del saber que Dios guía amorosamente nuestra vida, y lo hace siempre. También en medio de los problemas y de los sufrimientos, esta certeza alimenta la esperanza y el valor. Pero para acoger la invitación del Señor a la alegría, es necesario ser personas dispuestas a cuestionarnos. ¿Qué significa esto? Precisamente como aquellos que, después de haber escuchado la predicación de Juan Bautista, le preguntan: tú predicas así, y nosotros, «¿qué debemos hacer?» (Lucas 3, 10. Yo ¿qué debo hacer? Esta pregunta es el primer paso para la conversión que estamos invitados a realizar en este tiempo de Adviento. Cada uno de nosotros se pregunte: ¿qué debo hacer? Una cosa pequeña, pero «¿qué debo hacer?». Y la Virgen María, quien es nuestra madre, nos ayude a abrir nuestro corazón a Dios al Dios-que-viene, para que Él inunde de alegría toda nuestra vida.



Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:


La semana pasada fue a aprobado en Marrakech, en Marruecos, el Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular, que intenta ser un marco de referencia para toda la comunidad internacional. Deseo, por tanto, que esta, gracias a este instrumento, pueda actuar con responsabilidad, solidaridad y compasión ante aquellos que, por diversos motivos, han dejado el propio país, y confío esta intención a vuestras oraciones.


Saludo a todos vosotros, familias, grupos parroquiales y asociaciones, que habéis venido a roma, de Italia y de tantas partes del mundo. En particular saludo a los peregrinos de Sevilla, Hamburgo, Múnich y Chapelle, en Bélgica. Saludo a los fieles de Pescara, Potenza, Bucchianico, Fabriano y Blera; a los misioneros laicos combonianos; y a los Scout de Jesolo y Ca'Savio.


Y ahora me dirijo en modo especial a vosotros, queridos niños de Roma, que habéis venido para la bendición de los «Bambinelli» (figuritas del Niño Jesús), acompañados por el obispo auxiliar monseñor Ruzza. Agradezco al Centro Oratorios Romano, así como a los voluntarios. Queridos niños, cuando, en vuestras casas, os reunáis en oración ante el Belén, fijando la mirada en el Niño Jesús, sentiréis asombro... Me preguntareis: ¿qué significa «asombro»? Es un sentimiento más fuerte, es más que una emoción común. Es ver a Dios: el asombro por el gran misterio de Dios hecho hombre; y el Espíritu Santo os pondrá en el corazón la humildad, la ternura y la bondad de Jesús. Jesús es bueno, Jesús es tierno, Jesús es humilde. ¡Esta es la Navidad verdadera! No os olvidéis. ¡Que sea así para vosotros y vuestros familiares! Bendigo todos los «Bambinelli».


Os deseo a todos un buen domingo y una buena tercera semana de Adviento. Con alegría, tanta alegría y tanta paz cuando la alegría no sea posible.


Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.


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Los Obispos al Presidente Macri: la situación social es preocupante

Buenos Aires, ARGENTINA (Agencia Fides, 21/12/2018) - El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) manifestó al presidente Mauricio Macri la preocupación de la Iglesia argentina por la situación social del país y el aumento de "nuevas divisiones en la sociedad" en la reunión habitual de presentación de saludos navideños, que tuvo lugar ayer en el edificio del Gobierno. El encuentro se dio "en un ambiente de diálogo abierto, en el que todos pudieron expresar sus ideas con sinceridad y libertad", puede leerse en el comunicado de la CEA recibida por la Agencia Fides.

La Comisión Ejecutiva del CEA está formada por monseñor Óscar Vicente Ojea, presidente; el cardenal Mario Aurelio Poli, el primer vicepresidente; monseñor Marcelo Daniel Colombo, el segundo vicepresidente y por monseñor Carlos Humberto Malfa, secretario general. El presidente Macri estuvo acompañado por el jefe de gabinete, Marcos Peña; la ministra de Salud y Acción Social, Carolina Stanley; el canciller Jorge Faurie y Alfredo Abriani, secretario de culto.

Los obispos expresaron su preocupación por el aumento del índice de pobreza (registrado en la última medición del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA), por la disminución del consumo, el aumento del desempleo y el aumento de la desnutrición infantil. Los proyectos de agricultura familiar también suscitan temores, especialmente en el interior del país. Los obispos subrayaron, además, el drama cada vez mayor de la drogadicción, especialmente en los barrios más marginados; y por eso pidieron un aumento en el presupuesto para el Sedronar (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico). Las llamadas "nuevas divisiones" en la sociedad argentina, atravesadas por la brecha de la desigualdad, también fueron objeto de reflexión.