CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 26 de febrero de 2019).- A las 11.30 horas en la Sala Juan Pablo II de la Oficina de Prensa de la
Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación del Mensaje
del Santo Padre FRANCISCO para la Cuaresma de 2019, titulado " La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19)
Han intervenido S.E. el Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson,
Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral,
Mons. Segundo Tejado Muñoz, Subsecretario del mismo dicasterio y el Dr.
Alberto Piatti, Vicepresidente Ejecutivo de la Compañía Responsable y
Sostenible de Eni.
Texto de la intervención del Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson.
Intervención de S.E. el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson
En la Doctrina Social de la Iglesia, la expresión clásica del
"desarrollo auténtico e integral" está arraigada en una relación
antropológica, así como en una interconexión con todas las cosas. Por lo
tanto, la persona humana no es el centro autorreferencial de la
creación. En el carácter distintivo de su creación a imagen y semejanza
de Dios, y en su estar en el espíritu de Dios, el ser humano es una
parte interconectada e interdependiente del mundo así creado. Dando
nombres y significado a todas las cosas que existen, así como a los
animales, y encargado de la creación como un jardín que cultivar y
cuidar, el ser humano es considerado y entendido en su rol propio, como
"sumo sacerdote" de la creación. El hombre y la mujer representan la
creación de la cual forman parte ante Dios, y sus acciones, por lo
tanto, afectan drástica y radicalmente al destino de la creación.
Vemos cómo se representa esto en dos páginas del Libro del Génesis,
que leímos hace apenas dos semanas en la misa. Dice el Génesis 6: 5-8 "Viendo
el Señor que la maldad del hombre cundía en la tierra y que todos los
pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó al
Señor de haber hecho al hombre en la tierra y se indignó en su corazón
... Y dijo el Señor :"Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al
hombre que he creado -desde al hombre hasta los ganados, las sierpes y,
hasta las aves del cielo ... ". Luego llegó la tempestad que destruyó todo, y Noé salvó lo que había recogido en el Arca.
Después del diluvio y el sacrificio de Noé, Dios nuevamente dijo: "Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, ... ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho"
(Gen 8:21). De la misma manera, el profeta Isaías nos dice que "el
cielo con la tierra perece ... la tierra ha sido profanada por sus
habitantes, porque han transgredido las leyes" (Is 24.4ff.).
¡Esta es la lógica que está en la base de nuestro Mensaje de Cuaresma
este año! La redención de la humanidad y su liberación del mal y el
pecado expresan la redención de toda la creación de la maldición y de
todos los males que sufre a causa del pecado de la humanidad. La
redención y la liberación de la humanidad del pecado se conciben, en
nuestro Mensaje de Cuaresma, en términos de regeneración filial: el
renacimiento de la humanidad (Adán) como hijos / hijas de Dios; ¡Y esto
es lo que la creación aguarda expectante (ver Rom 8:19)!
En la Pascua, en la muerte y en la resurrección de Jesús, la obra de
redención se cumple y se ofrece a la humanidad para que la haga suya. Y
así, el anhelo de la creación por su liberación se expresa en dos
direcciones: en la realización de la obra de redención por parte de
Cristo, y en la humanidad que hace suya la muerte y resurrección de
Cristo mismo. Por eso la creación todavía espera con impaciencia la
revelación de los hijos de Dios ". En este tiempo de Cuaresma, a la
espera de la celebración de la memoria de la obra redentora de Cristo
por nosotros, para que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte
también sea nuestra, nosotros mismos "que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el
rescate de nuestro cuerpo"(Rom 8, 23).
El Mensaje de Cuaresma de este año nos invita a celebrar la Pascua
como una fiesta de la llamada del hombre a una nueva generación, cuya
realización, aunque sea una experiencia proyectada hacia el futuro,
también está arraigada en el presente: en la condición humana que es la
superposición. Es decir, la superposición de las edades y de los tiempos
entre lo que ya ha sido y lo que será, entre Adán y Cristo, la caída y
la redención.
El presente de la condición humana, y con él ,naturalmente, todo lo
que concierne a la creación, es una tensión entre la herencia de Adán y
la redención de Cristo y de su Espíritu, que ya está obrando en la vida
del hombre. Conocemos el legado de Adán, el trabajo y la tentación de la
carne (recordemos la Carta a los Romanos 6: 19-23): "Pues si en
otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y
al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la
justicia para la santidad, Pues cuando erais esclavos del pecado, erais
libres respecto de la justicia .¿Qué frutos cosechasteis entonces de
aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte.
Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios fructificáis
para la santidad y el fin , la vida eterna. Pues el salario del pecado
es la muerte, pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro”.
Por eso, continuamos siendo absorbidos por las diferentes
manifestaciones del poder del pecado y sus consecuencias en nuestras
vidas, pero la redención de Cristo nos ofrece a todos al mismo tiempo
"otra base de operación y trabajo" para nuestras vidas que tienden al
pecado. Y es exactamente desde esta base de la que estamos llamados a
partir, a vivir y actuar. Vivir la realidad de la redención de Cristo,
que nos ha hecho "hijos de Dios", abriéndonos las puertas a la relación
con Cristo y con su Espíritu (podemos citar a San Juan Pablo II que
decía: "abrid, más aún, abrir de par en par las puertas del corazón a
Cristo y a su divina potestad ", y madurar en nosotros la imagen de
Cristo mismo, Hijo de Dios.
La maduración y el crecimiento de la imagen de Cristo en nosotros nos
guían hacia la regeneración en la gloria de los hijos de Dios, y con
nosotros también el resto de la Creación. Este es el escenario de
nuestro compromiso de Cuaresma de este año: experimentando
constantemente el pecado humano (que es una relación de filiación
traicionada), tenemos al mismo tiempo la posibilidad de la gracia de la
redención de Cristo y del don de su Espíritu. para dar forma
gradualmente a nuestras vidas y entrar en la gloria de ser hijos e hijas
de Dios. Como dice la Primera Carta de Pedro 1: 22-23: "Habéis
purificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a
los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros
con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no
corruptible sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios viva y
permanente".