CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va / http://catolicidad.blogspot.com - 2 de agosto de 2021).- Mensaje que el Papa FRANCISCO ha enviado a los participantes en el Festival de los Jóvenes reunidos en Medjugorje con motivo de su encuentro anual que se realiza del 1° al 6 de agosto:
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL FESTIVAL DE LA JUVENTUD
[Medjugorje, 1-6 de agosto de 2021]
¡Queridísimos!
El festival de la juventud es una semana intensa de oración y encuentro con Jesucristo, especialmente en su palabra viva, en la Eucaristía, en la adoración y en el sacramento de la Reconciliación. Este acontecimiento -dice la experiencia de tantos- tiene la fuerza para encaminaros hacia el Señor. Y este es precisamente el prmer paso del "joven rico" del que nos hablan los evangelios sinópticos (cf. Mt 19,16-22; Mc 10,17-22; Lc 18, 18-23), que partió en efecto corrió al encuentro del Señor, lleno de entusiasmo y deseo de encontrar al Maestro para heredar la vida eterna es decir, la felicidad. La palabra guía de la Fiesta de este año es precisamente la pregunta que este joven dirigió a Jesús: "¡Que debo hacer para heredar la vida eterna?". Es una palabra que nos coloca ante el Señor, y nos fija la mirada, nos ama y nos invita: "¡Ven! ¡Sígueme! (Mt 19-21).
El evangelio no nos dice el nombre de ese joven y esto sugiere que él puede representarnos a cada uno de nosotros. Además de poseer muchas posesiones se muestra bien educado, y también animado por una sana inquietud que lo impulsa a buscar la verdadera felicidad, la vida en plenitud. Por lo tanto, se propone encontrar una guía autorizada, creíble y confiable. Encuentra esta autoridad en la persona de Jesucristo y por eso le pregunta: "Maestro bueno, ¡que debo hacer para heredar la vida eterna?" (Mc 10 17). Pero el joven piensa en un bien que debe conquistar con sus propias fuerzas. El Señor le responde con otra pregunta: "¡Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios" (v. 18). Así Jesús lo dirige a Dios, que es el bien único y supremo del que proceden todos los demás.
Para ayudarlo a acceder a la fuente del bien y de la verdadera felicidad, Jesús señala el primer paso a dar, es decir, aprender a hacer el bien a los demás: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 1917). Jesús lo devuelve a la vida terrena y le muestra el camino para heredar la vida eterna, es decir, el amor concreto al prójimo. Pero el joven responde que siempre lo ha hecho y se ha dado cuenta de que seguir los preceptos no es suficiente para ser feliz. Entonces Jesús le clava una mirada llena de amor. De hecho reconoce el deseo de plenitud que el joven lleva en el corazón y su sana inquietud que lo pone en búsqueda por eso siente ternura y cariño por él.
Sin embargo, Jesús también comprende cuál es el punto débil de su interlocutor: está demasiado apegado a los muchos bienes materiales que posee. Por eso el Señor propone un segundo paso a dar el de pasar de la lógica del "mérito" a la del don: "Si quieres ser perfecto ve, vende lo que tienes dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo" (Mt 19,21). Jesús cambia la perspectiva: lo invita a no pensar en asegurar el más allá sino a darlo todo en la vida terrena, imitando así al Señor. Es la llamada a una mayor maduración a pasar de los preceptos observados para obtener recompensas al amor libre y total. Jesús le pide que deje lo que pesa el corazón y obstaculiza el amor. Lo que Jesús propone no es tanto un hombre privado de todo, como un hombre libre y rico en relaciones. Si el corazón está colmado de bienes el Señor y el prójimo se convierten en cosas únicas entre otras. Tener de más y demasiado sofocará nuestros corazones y nos hará infelices e incapaces de amar.
Finalmente, Jesús propone una tercera etapa, la de la imitación: "¡Ven! ¡Sígueme!". "Seguir a Cristo no es una imitación exterior, porque toca al hombre en su profunda interioridad. Ser discípulos de Jesús significa conformarse a Él (Benedicto XVI, Carta Encíclica Veritatis splendor, 21). A cambio recibiremos una vida rica y feliz, llena de los rostros de tantos hermanos y hermanas y padres y madres e hijos... (cf. Mt 19,29). Seguir a Cristo no es una pérdida, sino una ganancia incalculable, mientras que la renuncia se refiere al obstáculo que impide el camino. Ese joven rico, sin embargo, tiene el corazón dividido entre dos amos: Dios y el dinero. El miedo a correr riesgos y perder sus posesiones lo hace volver a casa triste: "Se oscureció el rostro y se fue entristecido" (Mc 10,22). No dudó el hacer la pregunta decisiva pero no encontró el valor para aceptar la respuesta, que es la propuesta de "desatarse" de las riquezas y "atarse" a Cristo, caminar con Él y descubrir la verdadera felicidad.
Amigos, Jesús también les dice a cada uno de ustedes: "¡Venid! ¡Seguidme!". Tengan el valor de vivir su juventud entregándose al Señor y emprendiendo un camino con Él. Déjense conquistar por su mirada de amor que nos libera de la seducción de los ídolos, de las falsas riquezas que prometen la vida pero procuran la muerte. No teman acoger la palabra de Cristo y aceptar su llamada. No se desanimen como el joven rico del Evangelio; en cambio, fijen la mirada en María, gran modelo de la imitación de Cristo, y entréguense a Ella que con su "aquí estoy", respondió sin reservas a la llamada del Señor. Su vida es una entrega total, desde el momento de la Anunciación hasta el Calvario, donde se convirtió en nuestra Madre. Miramos a María para encontrar la fuerza y recibir la gracia que nos permita decir nuestro "aquí estoy" al Señor. Miremos a María para aprender a traer a Cristo al mundo, como lo hizo cuando, llena de cariño y alegría, corrió a ayudar a Santa Isabel. Esperamos que María transforme nuestra vida en un regalo para los demás. Con su interés por los esposos de Caná, nos enseña a estar atentos a los demás. Con su vida nos muestra que en la voluntad de Dios está nuestra alegría y acogerlo y vivirlo no es fácil, pero nos hace felices. Sí, "la alegría del Evangelio llena el corazón y toda la vida de quien se encuentra con Jesús. Quien se deja salvar por Él, se libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo, la alegría siempre nace y renace" (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 1).
Queridos jóvenes, en vuestro camino el Señor Jesús, animado también por esta Fiesta, os encomiendo a todos a la intercesión de la Santísima Virgen María nuestra Madre celestial que invoque la luz y la fuerza del Espíritu Santo. Que la mirada de Dios que los ama personalmente los acompañe cada día, para que en las relaciones con los demás, sean testigos de la nueva vida que ha recibido como regalo. Por esto rezo y los bendigo y también les pido que recen por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 29 de junio de 2021
FRANCISCO
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