Frente a esta tragedia, la Iglesia brasileña, a través de los religiosos y Caritas Brasil, inició el trabajo misionero en la isla, asegurando una presencia de solidaridad, hospitalidad y evangelización en Haití, insertándose en la reconstrucción y en el compromiso de asegurar unas condiciones de vida dignas para los pobres.
En septiembre de 2010 se envió a Haití el primer equipo misionero, compuesto por tres religiosas. Desde entonces y hasta la fecha, han trabajado en Haití hermanas de 17 congregaciones. Actualmente hay cuatro de ellas y trabajan en una comunidad extremadamente pobre en las afueras de Port-au-Prince. Las religiosas contribuyen a la formación en liderazgo, alfabetización de mujeres, cocina comunitaria, acompañamiento psicológico, arte, música y teatro, talleres de corte y costura, panadería y pasta. También participan en la formación de adolescentes y jóvenes y atienden a unos 50 niños en situación de desnutrición extrema.
La Hermana Fatima Kapp, Consejera del Sector de Misiones de la CRB, destaca que la miseria aflige sin piedad a la mayoría del pueblo haitiano, el alto desempleo genera hambre y violencia. Además, hasta hoy todo es muy difícil, ni siquiera hay una residencia fija para las religiosas que trabajan en los proyectos. En septiembre de 2020 expiró el plazo de 10 años fijado para la ejecución del proyecto. Pero la CRB, con el apoyo de la CNBB, ha asumido la responsabilidad de continuar la acción socio-pastoral en la región y ha iniciado una nueva etapa de la misión intercongregacional en Haití.