domingo, 16 de septiembre de 2012

S.S. Benedicto XVI se despide del Líbano

BEIRUT, (http:// catolicidad.blogspot.com / © Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana - Septiembre 16 de 2012).   Terminado el Ángelus, S.S. Benedicto XVI se dirigió a la Nunciatura Apostólica de Harissa donde comió con el Séquito Papal. A las 16.50 el Papa se despidió y partió a Charfet, donde a las 17:15 horas sostuvo un Encuentro Ecuménico en el Salón de honor del Patriarcado siro-católico con los Representantes de las Confesiones protestantes del Líbano y con los Patriarcas católicos del país de los cedros.

El Papa entregó a cada uno de los asistentes una copia de la Exhortación Apostólica Post-sinodal Ecclesia in Medio Oriente.

Este es el discurso que dirigió el Pontífice:

"Con gozo me encuentro entre vosotros, en este monasterio de Notre Dame de la Délivrance de Charfet, lugar de la Iglesia siríaca católica significativo para el Líbano y todo el Oriente Medio. Agradezco a Su Beatitud Ignace Youssef Younan, Patriarca de Antioquía de los Siro-católicos, sus calurosas palabras de bienvenida. Saludo fraternalmente a cada uno de vosotros, que representáis la diversidad de la Iglesia en Oriente, y en particular a Su Beatitud Ignace IV Hazim, Patriarca Greco-ortodoxo de Antioquía y de todo el Oriente y a Su Santidad Mar Ignatius I Zakke Iwas, Patriarca de la Iglesia Siro-ortodoxa de Antioquía y de todo el Oriente. Vuestra gozosa presencia realza este encuentro. Les agradezco de corazón que estén entre nosotros. Mi pensamiento se dirige también a la Iglesia copta ortodoxa de Egipto y a la Iglesia etíope ortodoxa, que han sufrido la pérdida de su Patriarca. Les aseguro mi fraterna cercanía y oración.

Permitidme rendir homenaje al testimonio de fe que la Iglesia Siríaca de Antioquía ha ofrecido a lo largo de su gloriosa historia, testimonio de un amor ardiente a Cristo, que le ha permitido escribir, hasta el día de hoy, páginas heroicas a causa de su fidelidad a la fe hasta el martirio. La animo a ser para todos los pueblos de la región un signo de la paz que viene de Dios y una luz que enciende su esperanza. Extiendo estas palabras de aliento a todas las Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en esta región.

Queridos hermanos, nuestro encuentro de esta tarde es un signo elocuente de nuestro deseo profundo de responder a la llamada del Señor Jesús, «que todos sean uno». En estos tiempos inestables y proclives a la violencia, que experimenta vuestra región, es todavía más urgente que los discípulos de Cristo den un testimonio auténtico de su unidad, para que el mundo crea en su mensaje de amor, paz y reconciliación. Es un mensaje que todos los cristianos, y nosotros en particular, tenemos la misión de transmitir al mundo, y que adquiere un valor inestimable en el contexto actual de Oriente Medio.

Trabajemos sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos, por la oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y Salvador. Pues, como he escrito en la Exhortación apostólicaEcclesia in Medio Oriente, que he tenido el gozo de entregaros, «Jesús une a quienes creen en él y le aman, entregándoles el Espíritu de su Padre, así como el de María, su madre».

Confío a la Virgen María cada uno de vosotros, así como los miembros de vuestras Iglesias y comunidades. Que ella suplique por nosotros ante su Divino Hijo, para que nos veamos libres de todo mal y violencia y para que esta región de Oriente Medio conozca al fin el tiempo de la reconciliación y la paz. Que las palabras de Jesús que he citado con frecuencia en este viaje, sean para todos nosotros el signo común que daremos en el nombre de Cristo a los pueblos de esta amada región, que anhela con impaciencia la realización de este anuncio. Gracias".


Al terminar el Encuentro Ecuménico, el Santo Padre se trasladó en auto de Charfet al Aeropuerto Internacional "Rafiq Hariri" de Beirut para la Ceremonia de Despedida del Líbano que se realizó en presencia del Presidente de la República, de los Presidentes del Parlamento y del Consejo de los Ministros, de los Patriarcas católicos y de algunos Obispos libanenes, de las Autoridades políticas y civiles y de un grupo de fieles, este fue el discurso Papal:


"Ha llegado el momento de partir, y dejo con pesar el querido Líbano. Señor Presidente, le agradezco sus palabras y el haber facilitado, junto con el Gobierno, a cuyos representantes saludo, la organización de los distintos acontecimientos que han marcado mi presencia entre vosotros, apoyado de manera notable por la eficacia de los diferentes servicios de la República y del sector privado. Agradezco también al Patriarca Bechara Boutros Raï, y a todos los patriarcas presentes, así como a los obispos orientales y latinos, los sacerdotes y los diáconos, los religiosos y religiosas, los seminaristas y los fieles que se han desplazado para recibirme. Al visitaros, es como si Pedro viniese a vosotros, y vosotros habéis recibido a Pedro con la cordialidad que caracteriza a vuestras Iglesias y vuestra cultura.

Mi agradecimiento se dirige en particular a todo el pueblo libanés, que forma un hermoso y rico mosaico, y que ha sabido manifestar al Sucesor de Pedro su entusiasmo, con la aportación multiforme y específica de cada comunidad. Gracias de corazón a las venerables Iglesias hermanas y a las comunidades protestantes. Gracias en particular a los representantes de las comunidades musulmanas. Durante toda mi estancia, he podido constatar cuánto vuestra presencia ha contribuido al éxito de mi viaje. El mundo árabe y el mundo entero habrán visto, en estos momentos de turbación, a los cristianos y a los musulmanes reunidos para celebrar la paz. Es tradición de Oriente Medio recibir al huésped de paso con consideración y respeto, y vosotros lo habéis hecho. 
Os lo agradezco a todos. Pero, a la consideración y al respeto, habéis añadido algo más: algo parecido a una de esas famosas especias orientales que enriquecen el sabor de los alimentos: vuestro calor y vuestro corazón, que me han despertado el deseo de volver. Os lo agradezco de manera especial. Que Dios os bendiga por ello.
Durante mi brevísima estancia, cuya razón principal ha sido la firma y la entrega de la Exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, he podido encontrar a los diferentes miembros de vuestra sociedad. Ha habido momentos más oficiales y otros más íntimos, momentos de gran densidad religiosa y de oración ferviente, y también otros marcados por el entusiasmo de la juventud. Doy gracias a Dios por estas ocasiones que él ha permitido, por los importantes encuentros que he podido tener, y por la oración de todos por todos los libaneses y el Medio Oriente, cualquiera que sea el origen o la confesión religiosa de cada uno.  

En su sabiduría, Salomón llamó a Hirán de Tiro, para que erigiera una casa como morada del Nombre de Dios, un santuario para la eternidad. Y Hirán, al que ya evoqué a mi llegada, envió madera proveniente de los cedros del Líbano. Paneles de madera de cedro con guirnaldas de flores esculpidas revestían el interior del templo. El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios. Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios. Que el Líbano continúe siendo un espacio donde los hombres y las mujeres puedan vivir en armonía y en paz los unos con los otros para dar al mundo, no sólo el testimonio de la existencia de Dios, primer tema del pasado Sínodo, sino también el de la comunión entre los hombres, cualquiera que sea su sensibilidad política, comunitaria o religiosa, segundo tema de dicho Sínodo.

Pido a Dios por el Líbano, para que viva en paz y resista con valentía todo lo que pueda destruirla o minarla. Deseo que el Líbano siga permitiendo la pluralidad de las tradiciones religiosas, sin dejarse llevar por la voz de aquellos que se lo quieren impedir. Le deseo que fortalezca la comunión entre todos sus habitantes, cualquiera que sea su comunidad o su religión, rechazando resueltamente todo lo que pueda llevar a la desunión y optando con determinación por la fraternidad. He aquí las flores que agradan a Dios, las virtudes posibles y que convendría consolidar enraizándolas más.

La Virgen María, venerada con tierna devoción por los fieles de las confesiones religiosas aquí presentes, es un modelo seguro para avanzar con esperanza por el camino de una fraternidad vivida y auténtica. El Líbano lo ha entendido bien al proclamar desde hace algún tiempo el 25 de marzo como día festivo, permitiendo así a todos sus habitantes vivir con más serenidad su unidad. Que la Virgen María, cuyos antiguos santuarios son tan numerosos en vuestro país, siga acompañándoos e inspirándoos.

Que Dios bendiga el Líbano y a todos los libaneses. Que no cese de atraerlos a Él para darles parte en su vida eterna. Que los colme de su alegría, de su paz y de su luz. Que Dios bendiga a todo Oriente Medio. Sobre todos y cada uno de vosotros, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas. ¡Que Dios os bendiga a todos!". 

A las 19:00 horas S.S. Benedicto XVI partió del  Aeropuerto Internacional "Rafiq Hariri" de Beirut a bordo de un A 320 M.E.A., directo a Roma.

A sobrevolar el espacio aéreo del Líbano, el Papa envió al Presidente de la República, General Michel Sleiman, el siguiente mensaje telegráfico: 


A VUESTRA EXCELENCIA SEÑOR GENERAL MICHEL SLEIMAN

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL LÍBANO
BEIRUT



AL TERMINO DE MI VIAJE APOSTÓLICO EN VUESTRO PAÍS, NUEVAMENTE TENGO EL PLACER DE ENVIAR A VUESTRA EXCELENCIA Y A VUESTROS COMPATRIOTAS MIS MÁS SINCEROS DESEOS, EMOCIONADO POR LA CÁLIDA BIENVENIDA QUE ME HAN OFRECIDO, POR LAS BONDADES Y POR EL ÉXITO DE ESTA BELLA VISITA. QUIERO EXPRESAR DE TODO CORAZÓN MI GRATITUD A USTED Y A TODOS QUIENES COLABORARON Y ORGANIZARON LA SEGURIDAD PARA ESTE VIAJE. ¡INVOCO PARA VUESTRA EXCELENCIA Y PARA VUESTROS COMPATRIOTAS LAS ABUNDANTES BENDICIONES DIVINAS! 



BENEDICTUS PP. XVI