sábado, 1 de marzo de 2014

FRANCISCO: Discursos de febrero (28, 21, 20,14 [2], 13 [2], 8, 7 y 1°)

DISCURSOS DEL PAPA FRANCISCO
FEBRERO 2014


A LOS MIEMBROS DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Viernes 28 de febrero de 2014



Buenos días. Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a ustedes todos el trabajo que han hecho durante estos días.


Transmisión de la fe, emergencia educativa. Transmisión de la fe lo escuchamos varias veces, no nos hace tanto ruido la palabra, sabemos que es una obligación hoy día cómo se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior Sínodo que terminó en la evangelización. Emergencia educativa es una expresión recientemente adoptada por ustedes con los que prepararon esto. Y me gusta porque esto crea un espacio antropológico, una visión antropológica de la evangelización, una base antropológica. Si hay una emergencia educativa para la transmisión de la fe, es como tratar el tema de la catequesis a la juventud desde una perspectiva diríamos de teología fundamental. Es decir, cuáles son los presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de la fe que hacen que para la juventud de América Latina esto sea emergencia educativa. Y por eso creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes pautas de la educación.


Y la primera pauta de la educación es que educar – lo hemos dicho, en la misma Comisión, una vez lo hemos dicho – no es solamente transmitir conocimientos, contenidos, sino que implica otras dimensiones. Transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, los tres juntos.
Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una conducta, hay que crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer, y hay que dar contenidos básicos. Si solamente queremos transmitir la fe con contenidos, será una cosa superficial o ideológica que no va a tener raíces. La transmisión tiene que ser de contenidos con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de conducta. Los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos: “bueno, en esta semana vos hacé esto, esto y esto…”, y nos iban creando un hábito de conducta. Y no sólo el contenido sino los valores, o sea que en ese marco la transmisión de la fe tiene que moverse. Tres pilares.


Otra cosa que es importante para la juventud, transmitir a la juventud, a los chicos también, pero sobretodo a la juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América Latina hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina podemos decir cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años ’70. Saber manejar la utopía, saber conducir – manejar es una mala palabra –, saber conducir y ayudar a crecer la utopía de un joven es una riqueza. Un joven sin utopías es un viejo adelantado, envejeció antes de tiempo. ¿Cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que ir haciendo.


Me atrevo a sugerir, lo siguiente: una utopía en un joven crece bien si está acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado, y el presente se discierne. El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y ahí sí la utopía va adelante pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido; discernían el presente maestros del discernimiento – lo necesitaban para los jóvenes –,y ya proyectada para el futuro. Entonces, la emergencia educativa ya tiene un cauce allí para moverse desde lo más propio del joven que es la utopía.


De ahí la insistencia – que por ahí me escuchan – del encuentro de los viejos y los jóvenes. El icono de la presentación de Jesús en el Templo. El encuentro de los jóvenes con los abuelos es clave. Me decían algunos Obispos de algunos países en crisis, donde hay una gran desocupación de jóvenes, que parte de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer los abuelos, o sea,  se vuelven  a encontrar con los abuelos, los abuelos tienen la pensión, entonces salen de la casa de reposo, vuelven a la familia, pero además le traen su memoria, ese encuentro.


Yo recuerdo una película que vi hace 25 años más o menos, de Kurosawa, de este japonés, este famoso director japonés; muy sencilla: una familia, dos chicos, papá, mamá. Y papá, mamá se iban a hacer una gira por los Estados Unidos, entonces le dejaron los chicos a la abuela. Chicos japoneses de Coca-Cola, hot dogs, o sea de una cultura de ese tipo. Y todo el film está en cómo esos chicos empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela de la memoria de su pueblo. Cuando los padres vuelven, los desubicados son los padres, fuera de la memoria, los chicos la habían recibido de la abuela.


Este fenómeno del encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos ha conservado la fe en los países del Este, durante toda la época comunista, porque los padres no podían ir a la iglesia. Y me decían… – me estoy confundiendo pero, en estos días no sé si estuvieron los obispos búlgaros o de Albania –,  me decían que las iglesias de ellos están llenas de viejos y de jóvenes, los papás no van porque nunca se encontraron con Jesús, esto entre paréntesis. Este encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos es clave para recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el presente. Ser maestros de discernimiento, consejeros espirituales. Y aquí es importante para la transmisión de la fe de los jóvenes el apostolado cuerpo a cuerpo. El discernimiento en el presente no se puede hacer sin un buen confesor o un buen director espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando a los jóvenes. Memoria del pasado, discernimiento del presente, utopía del futuro, en ese esquema va creciendo la fe de un joven.


Tercero. Diría como emergencia educativa, en esta transmisión de la fe y también de la cultura, es el problema de la cultura del descarte. Hoy día, por la economía que se ha implantado en el mundo, donde en el centro está el dios dinero y no la persona humana, todo lo demás se ordena y lo que no cabe en ese orden se descarta. Se descartan los chicos que sobran, que molestan o que no conviene que vengan. Los obispos españoles me decían recién la cantidad de abortos, del número, yo me quedé helado. Ellos tienen allí los censos de eso. Se descartan los viejos, tienden a descartarlos. En algunos países de América Latina hay eutanasia encubierta, hay eutanasia encubierta, porque las obras sociales pagan hasta acá, nada más y los pobres viejitos... como puedan. Recuerdo haber visitado un hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde estaban las camas llenas; y, como no había más camas, ponían colchones en el suelo y estaban los viejitos ahí. Un país ¿no puede comprar una cama? Eso indica otra cosa, ¿no? Pero son material de descarte. Sábanas sucias, con todo tipo de suciedad, sin servilletas, y los viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con la sábana. Eso lo vi  yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero eso se nos mete dentro y acá caigo en lo de los jóvenes.


Hoy día, como molesta a este sistema económico mundial la cantidad de jóvenes que hay que darles fuente de trabajo, … el porcentaje alto de desocupación de los jóvenes. Estamos teniendo una generación de jóvenes que no tienen la experiencia de la dignidad. No que no comen, porque les dan de comer los abuelos, o la parroquia, o la sociedad de fomento, o el ejército de salvación, o el club del barrio. El pan lo comen, pero no la dignidad de ganarse el pan y llevarlo a casa. Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de descarte.


Entonces, dentro de la cultura del descarte, miramos a los jóvenes que nos necesitan más que nunca, no sólo por esa utopía que tienen – porque el joven que está sin trabajo tiene anestesiada la utopía o está a punto de perderla –. No sólo por eso, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que hoy día es material de descarte también. Y dentro de este item de material de descarte, el avance de la droga sobre la juventud. No es solamente un problema de vicio. Las adicciones son muchas. Como todo cambio de época se dan fenómenos raros entre los cuales está la proliferación de adicciones, la ludopatía ha llegado a niveles sumamente altos, pero la droga es el instrumento de muerte de los jóvenes. Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta generación de jóvenes que está destinada al descarte.


Esto es lo que se me ocurrió decir y compartir. Primero, como estructura educativa transmitir contenidos, hábitos y valoraciones. Segundo, la utopía del joven relacionarla y armonizarla con la memoria y el discernimiento. Tercero, la cultura del descarte como uno de los fenómenos más graves que está sufriendo nuestra juventud, sobre todo por el uso que de esa juventud puede hacer, y está haciendo la droga para destruir. Estamos descartando nuestros jóvenes. El futuro, ¿cuál es? Una obligación. La traditio fidei es también, traditio spei y la tenemos que dar.


La pregunta final que quisiera dejarles es: cuando la utopía cae en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza.


Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos días, para salir al frente de esta emergencia educativa y sigan adelante… Necesitamos ayudarnos en esto. Las conclusiones de ustedes y todo lo que podamos hacer. Muchas gracias.


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CONSISTORIO EXTRAORDINARIO

PALABRAS DESPUÉS DEL REZO DE LA HORA TECIA

Aula Nueva del Sínodo
Jueves 21 de febrero de 2014


Deseo enviar un saludo, no sólo personal, sino en nombre de todos, los Cardenales ucranianos – el Cardenal Jaworski, Arzobispo Emérito de Leopoli, y al Cardenal Husar, Arzobispo Mayor Emérito de Kiev - que en estos días están sufriendo mucho y tienen tantas dificultades en su Patria. Tal vez sea bueno hacer llegar este mensaje en nombre de todos: ¿estás de acuerdo, todos vosotros, con esto? [aplausos] En otra cosa: ayer, antes de dormir, pero no para adormecerme, he leído – he leído - la obra del Cardenal Kasper y me deseo agradecerle, porque he me encontrado con la teología profunda, un pensamiento claro en la teología. Es agradable leer teología serena. Y me he encontrado con lo que San Ignacio decía, que el sensus Ecclesiae, el amor de la Madre Iglesia... Me ha hecho bien y he tenido una idea - me disculpo Eminencia si lo hago hago avergonzar - pero la idea es esto se llama “hacer teología de rodillas”. Gracias. Gracias.


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CONSISTORIO EXTRAORDINARIO

Aula Nueva del Sínodo
Jueves 20 de febrero de 2014



Queridos hermanos:


Os saludo cordialmente y doy gracias con vosotros al Señor, que nos concede estos días para encontrarnos y trabajar juntos. Damos la bienvenida especialmente a los hermanos que este sábado serán creados cardenales, y los acompañamos con la oración y el afecto fraterno. Agradezco al Cardenal Sodano sus amables palabras.


En estos días reflexionaremos de modo particular sobre la familia, que es la célula básica de la sociedad humana. El Creador ha bendecido desde el principio al hombre y a la mujer para que fueran fecundos y se multiplicaran sobre la tierra; así, la familia representa en el mundo como un reflejo de Dios, Uno y Trino.


Nuestra reflexión tendrá siempre presente la belleza de la familia y del matrimonio, la grandeza de esta realidad humana, tan sencilla y a la vez tan rica, llena de alegrías y esperanzas, de fatigas y sufrimientos, como toda la vida. Trataremos de profundizar en la teología de la familia, y en la pastoral que debemos emprender en las condiciones actuales. Hagámoslo con profundidad y sin caer en la casuística, porque esto haría reducir inevitablemente el nivel de nuestro trabajo. Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad. Se nos pide que realcemos el plan luminoso de Dios sobre la familia, y ayudemos a los cónyuges a vivirlo con alegría en su vida, acompañándoles en sus muchas dificultades, con una pastoral inteligente, animosa y llena de amor.


Gracias en nombre de todos al cardenal Walter Kasper por la valiosa contribución que nos ofrece con su introducción.


Gracias a todos, y buena jornada de trabajo.
 

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A LA PAREJAS DE NOVIOS QUE SE PREPARAN PARA EL MATRIMONIO

Plaza de San Pedro
Viernes 14 de febrero de 2014



1ª Pregunta: El miedo del «para siempre»


Santidad, son muchos los que hoy piensan que prometerse fidelidad para toda la vida sea una empresa demasiado difícil; muchos sienten que el desafío de vivir juntos para siempre es hermoso, fascinante, pero demasiado exigente, casi imposible. Le pedimos su palabra que nos ilumine sobre esto.


Papa FRANCISCO: Agradezco el testimonio y la pregunta. Os explico: ellos me enviaron las preguntas con antelación. Se comprende. Así, yo pude reflexionar y pensar una respuesta un poco más sólida. Es importante preguntarse si es posible amarse «para siempre». Ésta es una pregunta que debemos hacer: ¿es posible amarse «para siempre»? Muchas personas hoy tienen miedo de hacer opciones definitivas. Un joven decía a su obispo: «Yo quiero llegar a ser sacerdote, pero sólo por diez años». Tenía miedo a una opción definitiva. Pero es un miedo general, propio de nuestra cultura. Hacer opciones para toda la vida, parece imposible. Hoy todo cambia rápidamente, nada dura largamente. Y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan para el matrimonio a decir: «estamos juntos hasta que dura el amor», ¿y luego? Muchos saludos y nos vemos. Y así termina el matrimonio. ¿Pero qué entendemos por «amor»? ¿Sólo un sentimiento, uno estado psicofísico? Cierto, si es esto, no se puede construir sobre ello algo sólido. Pero si en cambio el amor es una relación , entonces es una realidad que crece, y podemos incluso decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se construye juntos, no solos. Construir significa aquí favorecer y ayudar el crecimiento. Queridos novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa, vivir juntos para siempre. No queréis fundarla en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia queremos que sea estable y para siempre. Por favor, no debemos dejarnos vencer por la «cultura de lo provisional». Esta cultura que hoy nos invade a todos, esta cultura de lo provisional. ¡Esto no funciona! Por lo tanto, ¿cómo se cura este miedo del «para siempre»? Se cura día a día, encomendándose al Señor Jesús en una vida que se convierte en un camino espiritual cotidiano, construido por pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, construido con el compromiso de llegar a ser mujeres y hombres maduros en la fe. Porque, queridos novios, el «para siempre» no es sólo una cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. Me viene a la mente el milagro de la multiplicación de los panes: también para vosotros el Señor puede multiplicar vuestro amor y donarlo a vosotros fresco y bueno cada día. ¡Tiene una reserva infinita de ese amor! Él os dona el amor que está en la base de vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo hace aún más grande cuando la familia crece con los hijos. En este camino es importante y necesaria la oración, siempre. Él para ella, ella para él y los dos juntos. Pedid a Jesús que multiplique vuestro amor. En la oración del Padrenuestro decimos: «Danos hoy nuestro pan de cada día». Los esposos pueden aprender a rezar también así: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día», porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el que les sostiene para seguir adelante. Y la oración: ¿podemos ensayar para saber si sabemos recitarla? «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día». ¡Todos juntos! [novios: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día»]. ¡Otra vez! [novios: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día»]. Ésta es la oración de los novios y de los esposos. ¡Enséñanos a amarnos, a querernos! Cuanto más os encomendéis a Él, tanto más vuestro amor será «para siempre», capaz de renovarse, y vencerá toda dificultad. Esto pensé deciros, respondiendo a vuestra pregunta. ¡Gracias!


2ª Pregunta: Vivir juntos: el «estilo» de la vida matrimonial


Santidad, vivir juntos todos los días es hermoso, da alegría, sostiene. Pero es un desafío que hay que afrontar. Creemos que es necesario aprender a amarse. Hay un «estilo» de la vida de la pareja, una espiritualidad de lo cotidiano que queremos aprender. ¿Puede ayudarnos en esto, Padre Santo?


Papa FRANCISCO: Vivir juntos es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante. No termina cuando os habéis conquistado el uno al otro... Es más, es precisamente entonces cuando inicia. Este camino de cada día tiene normas que se pueden resumir en estas tres palabras que tú has dicho, palabras que ya he repetido muchas veces a las familias, y que vosotros ya podéis aprender a usar entre vosotros: permiso, o sea, «puedo», tú dijiste gracias, y perdón .


«¿Puedo, permiso?». Es la petición gentil de poder entrar en la vida de otro con respeto y atención. Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer esto? ¿Te gusta si hacemos así, si tomamos esta iniciativa, si educamos así a los hijos? ¿Quieres que salgamos esta noche?... En definitiva, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Pero escuchad bien esto: saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Y no es fácil, no es fácil. A veces, en cambio, se usan maneras un poco pesadas, como ciertas botas de montaña. El amor auténtico no se impone con dureza y agresividad. En las Florecillas de san Francisco se encuentra esta expresión: «Has de saber, hermano carísimo, que la cortesía es una de las propiedades de Dios... la cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor» (Cap. 37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y esto puede comenzar en casa.


«Gracias» . Parece fácil pronunciar esta palabra, pero sabemos que no es así. ¡Pero es importante! La enseñamos a los niños, pero después la olvidamos. La gratitud es un sentimiento importante: ¿recordáis el Evangelio de Lucas? Una anciana, una vez, me decía en Buenos Aires: «la gratitud es una flor que crece en tierra noble». Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor. ¿Recordáis el Evangelio de Lucas? Jesús cura a diez enfermos de lepra y sólo uno regresa a decir gracias a Jesús. Y el Señor dice: y los otros nueve, ¿dónde están? Esto es válido también para nosotros: ¿sabemos agradecer? En vuestra relación, y mañana en la vida matrimonial, es importante tener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a los dones de Dios se dice ¡gracias!, siempre se da gracias. Y con esta actitud interior decirse gracias mutuamente, por cada cosa. No es una palabra gentil que se usa con los desconocidos, para ser educados. Es necesario saber decirse gracias, para seguir adelante bien y juntos en la vida matrimonial.


La tercera: «Perdón» . En la vida cometemos muchos errores, muchas equivocaciones. Los cometemos todos. Pero tal vez aquí hay alguien que jamás cometió un error. Levante la mano si hay alguien allí, una persona que jamás cometió un error. Todos cometemos errores. ¡Todos! Tal vez no hay un día en el que no cometemos algún error. La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Y así cometemos errores... He aquí entonces la necesidad de usar esta sencilla palabra: «perdón». En general, cada uno de nosotros es propenso a acusar al otro y a justificarse a sí mismo. Esto comenzó con nuestro padre Adán, cuando Dios le preguntó: «Adán ¿tú has comido de aquel fruto? ». «¿Yo? ¡No! Es ella quien me lo dio». Acusar al otro para no decir «disculpa », «perdón». Es una historia antigua. Es un instinto que está en el origen de muchos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. «Perdona si hoy levanté la voz»; «perdona si pasé sin saludar»; «perdona si llegué tarde», «si esta semana estuve muy silencioso», «si hablé demasiado sin nunca escuchar»; «perdona si me olvidé»; «perdona, estaba enfadado y me la tomé contigo». Podemos decir muchos «perdón» al día. También así crece una familia cristiana. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, y tampoco el marido perfecto, o la esposa perfecta. No hablemos de la suegra perfecta... Existimos nosotros, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no acabar jamás una jornada sin pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra familia. Es habitual reñir entre esposos, porque siempre hay algo, hemos reñido. Tal vez os habéis enfadado, tal vez voló un plato, pero por favor recordad esto: no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás! Esto es un secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer las paces. No es necesario hacer un bello discurso. A veces un gesto así y... se crea la paz. Jamás acabar... porque si tú terminas el día sin hacer las paces, lo que tienes dentro, al día siguiente está frío y duro y es más difícil hacer las paces. Recordad bien: ¡no terminar jamás el día sin hacer las paces! Si aprendemos a pedirnos perdón y a perdonarnos mutuamente, el matrimonio durará, irá adelante. Cuando vienen a las audiencias o a misa aquí a Santa Marta los esposos ancianos que celebran el 50° aniversario, les pregunto: «¿Quién soportó a quién?» ¡Es hermoso esto! Todos se miran, me miran, y me dicen: «¡Los dos!» Y esto es hermoso. Esto es un hermoso testimonio.


3ª Pregunta: El estilo de la celebración del Matrimonio


Santidad, en estos meses estamos haciendo muchos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?


Haced todo de modo que sea una verdadera fiesta —porque el matrimonio es una fiesta—, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de la alegría de ese día nos lo indica el Evangelio de Juan: ¿recordáis el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto faltó el vino y la fiesta parecía arruinada. Imaginad que termina la fiesta bebiendo té. No, no funciona. Sin vino no hay fiesta. Por sugerencia de María, en ese momento Jesús se revela por primera vez y hace un signo: transforma el agua en vino y, haciendo así, salva la fiesta de bodas. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta de bodas: lo que hará pleno y profundamente auténtico vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el «vino bueno», es Él el secreto de la alegría plena, la que calienta verdaderamente el corazón. Es la presencia de Jesús en esa fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No con el espíritu del mundo, ¡no! Esto se percibe, cuando el Señor está allí.


Al mismo tiempo, sin embargo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos y las flores... Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría.


Pero hay algo que tú has dicho y que quiero retomar al vuelo, porque no quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Y esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. Esto no viene del aire. El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amaros. ¡Hacernos crecer! Siempre hacer lo posible para que el otro crezca. Trabajar por ello. Y así, no lo sé, pienso en ti que un día irás por las calles de tu pueblo y la gente dirá: «Mira aquella hermosa mujer, ¡qué fuerte!...». «Con el marido que tiene, se comprende». Y también a ti: «Mira aquél, cómo es». «Con la esposa que tiene, se comprende». Es esto, llegar a esto: hacernos crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron juntos, haciéndose —el uno al otro— más hombre y más mujer. 


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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA CHECA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"


Fiesta de los Santos Cirilo y Metodio
Viernes 14 de febrero de 2014



Queridos hermanos en el episcopado:


Os acojo con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum, con la que habéis renovado y consolidado la comunión de la Iglesia que está en la República Checa con la Sede de Pedro. Los encuentros y los coloquios cordiales de estos días, durante los cuales habéis compartido conmigo y con mis colaboradores de la Curia romana las alegrías y las esperanzas, así como las dificultades y las inquietudes de las comunidades encomendadas a vosotros, han sido para mí la ocasión de conocer mejor la situación de la Iglesia en vuestras regiones. Con razón os sentís orgullosos de las sólidas raíces cristianas de vuestro pueblo, cuya fe se remonta a la evangelización de los santos Cirilo y Metodio; al mismo tiempo, sois conscientes de que la adhesión a Cristo no es sólo consecuencia de un pasado, aunque sea importante, sino que es acto personal y eclesial que compromete a toda persona y a toda comunidad en el hoy de la historia. Para favorecer en los fieles el adecuado conocimiento de Jesucristo y el encuentro personal con Él, estáis llamados ante todo a incrementar las iniciativas pastorales oportunas destinadas a una sólida preparación a los sacramentos y a una participación activa en la liturgia. Es necesario, además, el compromiso en favor de la educación religiosa y de una presencia cualificada en el mundo de la escuela y de la cultura. De vuestra parte no puede faltar una apertura vigilante y valiente a los impulsos nuevos del Espíritu Santo, que distribuye sus carismas y dispone a los fieles laicos a asumir responsabilidades y ministerios, útiles para la renovación y el crecimiento de la Iglesia. Para afrontar los desafíos contemporáneos y las nuevas urgencias pastorales es necesaria una sinergia entre el clero, los religiosos y fieles laicos. Cada uno en su propio papel está llamado a dar una aportación generosa para que se anuncie la buena nueva en todos los ambientes, incluso en el más hostil o alejado de la Iglesia, para que el anuncio pueda llegar a las periferias, a las diversas categorías de personas, especialmente las más débiles y las más pobres de esperanza. Deseo de corazón que, confiados en las palabras del Señor que prometió estar presente siempre entre nosotros (cf. Mt 28, 21), sigáis avanzando con vuestra gente por el camino de una gozosa adhesión al Evangelio. Si durante un largo período la Iglesia en vuestro país fue oprimida por regímenes fundados en ideologías contrarias a la dignidad y a la libertad humana, hoy debéis confrontaros con otras insidias, como, por ejemplo, el secularismo y el relativismo. Por tanto, junto a un anuncio incansable de los valores evangélicos es indispensable un diálogo constructivo con todos, incluso con quienes están alejados de cualquier sentimiento religioso. Las comunidades cristianas han de ser siempre lugares de acogida, de confrontación abierta y serena; han de ser agentes de reconciliación y de paz, de estímulo para toda la sociedad en la consecución del bien común y en la atención a los más necesitados; han de ser agentes de la cultura del encuentro. Ante las condiciones de precariedad en que viven varios sectores de la sociedad, especialmente familias, ancianos y enfermos, así como ante la fragilidad espiritual y moral de numerosas personas, en particular los jóvenes, toda la comunidad cristiana se siente interpelada, a partir de sus pastores y, sobre todo, del obispo. Él está llamado a dar por doquier la respuesta de Cristo, dedicándose sin reservas al servicio del Evangelio, santificando, instruyendo y guiando al pueblo de Dios. Os exhorto, pues, a ser perseverantes en la oración, generosos en el servicio a vuestro pueblo, llenos de celo en el anuncio de la Palabra. A vosotros os corresponde seguir con afecto paterno a los sacerdotes: son vuestros principales colaboradores, y su ministerio parroquial requiere una oportuna estabilidad, tanto para realizar un proficuo programa pastoral como para favorecer un clima de confianza y serenidad en la gente. Os animo a promover de modo cada vez más orgánico y difundido la pastoral vocacional, para promover especialmente en los jóvenes la búsqueda de significado y de entrega a Dios y a los hermanos. Que vuestra atención se dirija también a la pastoral familiar: la familia es el elemento basilar de la vida social, y sólo trabajando en favor de las familias se puede renovar el entramado de la comunidad eclesial y la misma sociedad civil. Además, ¿cómo no ver la importancia de la presencia de los católicos en la vida pública, así como en los medios de comunicación? También depende de ellos que se pueda oír siempre una voz de verdad sobre los problemas del momento y percibir a la Iglesia como aliada del hombre, al servicio de su dignidad. Todos conocemos la importancia fundamental de la unión y de la solidaridad entre los obispos, así como de su comunión con el Sucesor de Pedro. Esta unión fraterna es igualmente imprescindible para la eficacia de los trabajos de vuestra Conferencia episcopal, que también puede daros mayor autoridad en vuestras relaciones con las autoridades civiles del país, tanto en la vida ordinaria como al afrontar los problemas más delicados. En el campo económico es preciso desarrollar un sistema que, teniendo en cuenta que los medios materiales están destinados exclusivamente a la misión espiritual de la Iglesia, garantice a cada realidad eclesial lo necesario y la libertad para la actividad pastoral. Es necesario vigilar atentamente para que los bienes eclesiales se administren con prudencia y transparencia, se cuiden y se preserven, incluso con la ayuda de laicos dignos de confianza y competentes.


Queridos hermanos, os expreso mi gratitud por el incansable trabajo pastoral que realizáis en vuestras Iglesias, y os aseguro mi cercanía espiritual y mi apoyo en la oración. Al invocar sobre vosotros y sobre vuestro ministerio la intercesión de la Virgen santísima, os pido el favor de rezar siempre por mí, y de corazón os imparto mi bendición a vosotros, a vuestros sacerdotes, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos.


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A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DE LA
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA



Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Jueves 13 de febrero de 2014




Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:


Doy una especial bienvenida a los cardenales y a los obispos nombrados recientemente miembros de esta Congregación, y doy las gracias al cardenal prefecto por las palabras con las que ha introducido este encuentro.


Los temas que tenéis en el orden del día son arduos, como la actualización de la constitución apostólica Sapientia christiana, la consolidación de la identidad de las universidades católicas y la preparación de los aniversarios que se conmemorarán en 2015, es decir, el 50º de la declaración conciliar Gravissimum educationis y el 25º de la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae. La educación católica es uno de los desafíos más importantes de la Iglesia, dedicada hoy en realizar la nueva evangelización en un contexto histórico y cultural en constante transformación. Desde esta perspectiva, deseo que prestéis atención a tres aspectos.


El primer aspecto se refiere al valor del diálogo en la educación. Habéis desarrollado recientemente el tema de la educación en el diálogo intercultural en la escuela católica, con la publicación de un documento específico. En efecto, las escuelas y las universidades católicas son frecuentadas por muchos alumnos no cristianos e incluso no creyentes. Las instituciones educativas católicas ofrecen a todos una propuesta educativa que mira al desarrollo integral de la persona y responde al derecho de todos a tener acceso al saber y al conocimiento. Pero de igual modo están llamadas a ofrecer a todos, con pleno respeto de la libertad de cada uno y de los métodos propios del ambiente escolástico, la propuesta cristiana, es decir, a Jesucristo como sentido de la vida, del cosmos y de la historia.


Jesús comenzó a anunciar la buena nueva en la «Galilea de las gentes», encrucijada de personas de diferentes razas, culturas y religiones. Este contexto se parece por ciertos aspectos al mundo de hoy. Los profundos cambios que han llevado a la difusión cada vez más amplia de sociedades multiculturales exigen a quienes trabajan en el sector escolar y universitario implicarse en itinerarios educativos de confrontación y diálogo, con una fidelidad valiente e innovadora que conjugue la identidad católica con las distintas «almas» de la sociedad multicultural. Pienso con aprecio en la contribución que ofrecen los institutos religiosos y las demás instituciones eclesiales mediante la fundación y la gestión de escuelas católicas en contextos de acentuado pluralismo cultural y religioso.


El segundo aspecto concierne a la preparación cualificada de los formadores. No se puede improvisar. Debemos trabajar seriamente. En el encuentro que mantuve con los superiores generales, destaqué que hoy la educación se dirige a una generación que cambia y, por tanto, todo educador —y toda la Iglesia que es madre educadora— está llamado a cambiar, en el sentido de saber comunicarse con los jóvenes que tiene delante.


Quiero limitarme a recordar los rasgos de la figura del educador y de su tarea específica. Educar es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide utilizar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en camino con paciencia junto a los jóvenes. En las escuelas católicas el educador debe ser, ante todo, muy competente, cualificado y, al mismo tiempo, rico en humanidad, capaz de estar en medio de los jóvenes con estilo pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes tienen necesidad de calidad en la enseñanza y, a la vez, de valores, no sólo enunciados sino también testimoniados. La coherencia es un factor indispensable en la educación de los jóvenes. Coherencia. No se puede hacer crecer, no se puede educar sin coherencia: coherencia, testimonio.


Por eso el educador necesita, él mismo, una formación permanente. Es imprescindible, pues, invertir para que los profesores y los directivos mantengan su profesionalidad y también su fe y la fuerza de sus motivaciones espirituales. Y también en esta formación permanente me permito sugerir la necesidad de retiros y ejercicios espirituales para los educadores. Es hermoso organizar cursos sobre este o aquel tema, pero también es necesario organizar tandas de ejercicios espirituales, retiros, para rezar. Porque la coherencia es un esfuerzo, pero, sobre todo, es un don y una gracia. Y debemos pedirla.


El último aspecto atañe a las instituciones educativas, o sea, las escuelas y las universidades católicas y eclesiásticas. El 50º aniversario de la declaración conciliar, el 25º de la Ex corde Ecclesiae y la actualización de la Sapientia christiana nos inducen a reflexionar seriamente sobre las numerosas instituciones formativas esparcidas por todo el mundo y sobre su responsabilidad de expresar una presencia viva del Evangelio en el campo de la educación, de la ciencia y de la cultura. Es preciso que las instituciones académicas católicas no se aíslen del mundo, sino que entren con valentía en el areópago de las culturas actuales y dialoguen, conscientes del don que tienen para ofrecer a todos.


Queridos hermanos, la educación es una gran obra en construcción, en la que la Iglesia desde siempre está presente con instituciones y proyectos propios. Hoy hay que incentivar ulteriormente este compromiso en todos los niveles y renovar la tarea de todos los sujetos que actúan en ella desde la perspectiva de la nueva evangelización. En este horizonte, os doy las gracias por todo vuestro trabajo e invoco, por intercesión de la Virgen María, la constante ayuda del Espíritu Santo sobre vosotros y sobre vuestras iniciativas. Os pido por favor que recéis por mí y por mi ministerio, y de corazón os bendigo. Gracias.


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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BULGARIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"


Jueves 13 de febrero de 2014



Queridos hermanos en el episcopado:


Os acojo con alegría, con ocasión de la visita ad limina Apostolorum, y en vuestras personas veo y honro la fe y la caridad del pueblo fiel que vive en Bulgaria.


Gracias a Dios y al compromiso coral de los diferentes componentes eclesiales, obispos y sacerdotes, religiosos, catequistas y fieles laicos, se asiste a un despertar de actividades e iniciativas que demuestran la vitalidad de la fe católica en vuestro país. Me refiero, en particular, a algunos acontecimientos que la Iglesia en Bulgaria ha promovido durante los últimos años: el Jubileo proclamado por el exarcado apostólico para los católicos de rito bizantino-eslavo a fin de celebrar el 150º aniversario de la unión con la Sede apostólica de Roma; el Congreso científico-conmemorativo de la obra del arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli, visitador y delegado apostólico en Bulgaria durante los años 1925-1934; y las celebraciones por el 60º aniversario del martirio del obispo pasionista beato Evgenij Bossilkov. Además, durante el reciente Año de la fe hubo otros momentos significativos, como el Encuentro nacional de los católicos de Bulgaria, la Jornada nacional de los jóvenes y el Congreso de estudio sobre el concilio Vaticano II.


Estas iniciativas confirman que las comunidades católicas, pertenecientes ya sea a la Iglesia latina ya sea a la Iglesia greco-católica, aun constituyendo una minoría numérica en el país, cumplen con ahínco su misión de testimoniar tanto los valores morales naturales como el Evangelio de Cristo, en una sociedad marcada por muchos vacíos espirituales dejados detrás de sí por el pasado régimen ateo o por la recepción acrítica de modelos culturales en los que prevalecen las sugestiones de cierto materialismo práctico. Os exhorto a caminar con valentía por esta senda, tratando de llevar a cabo también en vuestro país la transformación misionera que la Iglesia está llamada a realizar en todo el mundo. Esto requiere una conversión espiritual y pastoral que comienza con la toma de conciencia de que, en virtud del bautismo, todos somos discípulos misioneros, enviados por el Señor a evangelizar con alegría y con espíritu, valorando también el precioso tesoro de la piedad popular. Este renovado compromiso misionero posee también una dimensión social, que tiene como punto de referencia la doctrina social de la Iglesia y cuyas prioridades son la inserción social de los pobres y el compromiso por el bien común y la paz social.


Al respecto, es muy significativo que las instituciones civiles reconozcan el papel de la Santa Sede como autoridad espiritual y moral en el seno de la comunidad internacional y valoren de modo positivo la presencia de la Iglesia católica en el contexto de la nación búlgara y la contribución que ofrece al servicio del bien común y del progreso del país.
Ojalá que los numerosos testimonios de fidelidad a Cristo y a la Iglesia dados en los períodos dramáticos y el camino emprendido en estos dos decenios de libertad reconquistada os colmen de gratitud hacia el Señor y os infundan confianza en su acción providente en la historia. Al mismo tiempo, os exhorto a un compromiso renovado y concorde en la formación de los fieles, promoviendo tanto una catequesis adecuada como un cuidado particular de la pastoral juvenil y vocacional y de la fraternidad sacerdotal, de modo que se favorezcan las condiciones para la maduración de la fe y la apertura generosa a un horizonte misionero.


Vuestras comunidades, queridos hermanos, viven y trabajan junto con las de la Iglesia ortodoxa búlgara. Os pido, pues, que llevéis mi saludo cordial al patriarca Neófito, de quien se celebrará en pocos días el primer aniversario de su elección canónica, y os invito afectuosamente a proseguir vuestros esfuerzos por promover un diálogo cada vez más intenso y fraterno con la Iglesia ortodoxa. En la escucha común y orante de la Palabra de Dios deseo que el corazón y la mente de todos se abran para que sea cada vez más concreta la esperanza de llegar a celebrar unidos el sacrificio eucarístico, haciendo memoria de las palabras de nuestro Señor, que la víspera de su muerte rogó al Padre para que todos sus discípulos «sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado» (Jn 17, 23).


El próximo 27 de abril se celebrará en Roma la canonización de los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Me alegra que tanto la diócesis de Sofía y Plovdiv como la de Nicópolis y el exarcado apostólico para los católicos de rito bizantino-eslavo estén presentes en la solemne celebración con importantes delegaciones. Éste es un signo elocuente de cuánto influyó el testimonio del primer Papa eslavo en el alma y en la vida de la comunidad católica búlgara, en particular la visita que realizó a vuestra patria en mayo de 2002; e igualmente es signo de cuán vivo es el recuerdo dejado por el arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli durante los nueve años que trabajó en Bulgaria como delegado apostólico. En el momento de despedirse del país, se expresó en estos términos: «En cualquier lugar del mundo donde viva, si alguien de Bulgaria pasa por mi casa, durante la noche, en medio de las dificultades de la vida, encontrará siempre la lámpara encendida. Llame, llame, que no se le preguntará si es católico u ortodoxo: ¡hermano de Bulgaria! Basta que entre, dos brazos fraternos, un corazón cálido de amigo lo acogerán con alegría» (Homilía de Navidad, 25 de diciembre de 1934). Son palabras que revelan el afecto del delegado apostólico monseñor Roncalli por el pueblo búlgaro, que en medio de las vicisitudes de la historia ha mantenido viva la llama de la fe en Cristo.


Queridos hermanos, encomiendo a la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, a los 
santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos, y al obispo y mártir beato Evgenij Bossilkov, vuestras esperanzas y preocupaciones, el camino de vuestras Iglesias y el desarrollo de vuestra patria terrenal, e invoco la bendición del Señor sobre vosotros, los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de la querida nación búlgara.


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AUDIENCIA A UN GRUPO DE FIELES PROVENIENTES DE SRI LANKA
EN PEREGRINACIÓN A ROMA EN OCASIÓN DE LAS CELEBRACIONES DEL

 75° ANIVERSARIO DE LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LA IGLESIA EN SRI LANKA




Basílica Vaticana
Sábado, 8 
febrero 2014



¡Buenos días!


Os saludo, queridos hermanos y hermanas de la comunidad esrilanquesa en Italia. Saludo fraternalmente al cardenal Malcolm Ranjith y a los demás obispos de vuestra patria. Y doy las gracias al cardenal por la invitación a visitar Sri Lanka. Acojo esta invitación y creo que el Señor nos dará la gracia. Habéis venido en peregrinación a Roma para rendir homenaje a la Virgen, al término de las celebraciones por el 75° aniversario de la consagración a Ella de la Iglesia en Sri Lanka.


Hace setenta y cinco años, las oscuras nubes de lo que fue la segunda guerra mundial se acumulaban en el cielo, y los fieles, guiados por una segura intuición de fe, se encomendaron a la Virgen, que siempre defiende a sus hijos de los peligros. En 1940, en las dramáticas circunstancias de la guerra, el arzobispo de Colombo, monseñor Jean-Marie Masson, de los Oblatos de María Inmaculada, hizo voto de hacer construir un santuario en honor a la Virgen si la isla era preservada de la invasión extranjera. Así sucedió, y tras el final de la guerra se edificó el hermoso santuario de Nuestra Señora de Lanka, en Tewatte, consagrado hace ya cuarenta años.


Queridos hermanos y hermanas, la Virgen está siempre cerca de nosotros, nos mira a cada uno con amor materno y nos acompaña siempre en nuestro camino. No dudéis en recurrir a Ella en cada necesidad, sobre todo cuando se hace sentir el peso de la vida con todos sus problemas.


A vuestra patria se la llama la Perla del Océano Índico, por su belleza natural y su conformación. Se dice que la perla está formada por las lágrimas de la ostra. Lamentablemente, muchas lágrimas fueron derramadas en los últimos años con motivo del conflicto interno que provocó tantas víctimas y causó numerosos daños. No es fácil, lo sé, curar las heridas y colaborar con el adversario de ayer para construir juntos el mañana, pero es la única senda que nos da esperanza de futuro, esperanza de desarrollo y esperanza de paz. Por ello, os aseguro que ocupáis un sitio especial en mi oración. Suplico al Señor que os done la paz y la reconciliación, y que os ayude en el intento de asegurar un futuro mejor para todos los habitantes de Sri Lanka.


Os encomiendo a la materna intercesión de María, Nuestra Señora de Lanka. Os pido que recéis por mí y de corazón os bendigo.

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A LOS PRELADOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE POLONIA,
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"



Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Viernes, 7 febrero 2014



Queridos hermanos en el episcopado:


Os saludo cordialmente a cada uno de vosotros y a las Iglesias particulares que el Señor ha confiado a vuestra guía paterna. Doy las gracias a monseñor Józef Michalik por sus palabras, sobre todo por haberme asegurado que la Iglesia que está en Polonia reza por mí y por mi ministerio.


Se puede decir que nos encontramos en vísperas de la canonización del beato Juan Pablo II. Todos llevamos en el corazón a este gran pastor que, en todas las etapas de su misión —como sacerdote, obispo y Papa—, nos dio un ejemplo luminoso de abandono total a Dios y a su Madre, y de dedicación completa a la Iglesia y al hombre. Nos acompaña desde el cielo y nos recuerda cuán importante es la comunión espiritual y pastoral entre los obispos. La unidad de los pastores, en la fe, en la caridad, en la enseñanza y en la solicitud común por el bien de los fieles constituye un punto de referencia para toda la comunidad eclesial y para quienquiera que busque una orientación segura en la senda diaria por los caminos del Señor. Que nada ni nadie cree divisiones entre vosotros, queridos hermanos. Estáis llamados a construir la comunión y la paz arraigadas en el amor fraterno, y a dar a todos un ejemplo alentador. Ciertamente, esta actitud será fecunda y dará a vuestro pueblo fiel la fuerza de la esperanza.


Durante nuestros encuentros de estos días confirmé que la Iglesia en Polonia tiene grandes potencialidades de fe, de oración, de caridad y de práctica cristiana. Gracias a Dios, en Polonia hay una buena frecuencia a los sacramentos, hay valiosas iniciativas en los sectores de la nueva evangelización y la catequesis, hay una amplia actividad caritativo-social y un desarrollo satisfactorio de las vocaciones sacerdotales. Todo esto favorece la formación cristiana de las personas, la práctica motivada y convencida, la disponibilidad de los laicos y de los religiosos a colaborar activamente en las estructuras eclesiales y sociales. Respecto al hecho de que también se verifica cierta disminución en diferentes aspectos de la vida cristiana, se requiere un discernimiento, una búsqueda de los motivos y de los modos de afrontar los nuevos desafíos, como por ejemplo la idea de una libertad sin límites, la tolerancia hostil o desconfiada de la verdad, o el malhumor por la justa oposición de la Iglesia al relativismo imperante.


Ante todo, en el ámbito de la pastoral ordinaria, quiero focalizar vuestra atención en la familia, «célula básica de la sociedad», «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos» (Evangelii gaudium, 66). Hoy, en cambio, el matrimonio es considerado a menudo una forma de gratificación afectiva que se puede constituir de cualquier modo y modificar según la sensibilidad de cada uno (cf. ibíd.). Por desgracia, esta visión influye también en la mentalidad de los cristianos, facilitando el recurso al divorcio o a la separación de hecho. Los pastores están llamados a preguntarse cómo ayudar a quienes viven en esta situación, a fin de que no se sientan excluidos de la misericordia de Dios, del amor fraterno de los demás cristianos y de la solicitud de la Iglesia por su salvación; cómo ayudarles a que no abandonen la fe y eduquen a sus hijos en la plenitud de la experiencia cristiana.


Por otra parte, es preciso preguntarse cómo mejorar la preparación de los jóvenes al matrimonio, de manera que descubran cada vez más la belleza de esta unión que, bien fundada en el amor y en la responsabilidad, es capaz de superar las pruebas, las dificultades y el egoísmo con el perdón recíproco, reparando lo que corre el riesgo de arruinarse y no cayendo en la trampa de la mentalidad del descarte. Es necesario preguntarse cómo ayudar a las familias a vivir y apreciar tanto los momentos de alegría como los de dolor y debilidad.


Las comunidades eclesiales han de ser lugares de escucha, de diálogo, de consuelo y de apoyo para los esposos en su camino conyugal y en su misión educativa. Que siempre puedan encontrar en los pastores el apoyo de auténticos padres y guías espirituales que los protejan de la amenaza de las ideologías negativas y los ayuden a ser fuertes en Dios y en su amor.


La perspectiva del próximo encuentro mundial de la juventud, que tendrá lugar en Cracovia en 2016, me lleva a pensar en los jóvenes, quienes, junto con los ancianos, son la esperanza de la Iglesia. Hoy, un mundo rico en instrumentos informáticos les ofrece nuevas posibilidades de comunicación, pero, al mismo tiempo, reduce las relaciones interpersonales de contacto directo, de intercambio de valores y de experiencias compartidas. Sin embargo, en el corazón de los jóvenes hay un anhelo de algo más profundo, que valore plenamente su personalidad. Es preciso satisfacer este deseo.


En este sentido, la catequesis ofrece amplias posibilidades. Sé que en Polonia participa en ello la mayor parte de los alumnos de las escuelas, quienes logran un buen conocimiento de las verdades de la fe. La religión cristiana, sin embargo, no es una ciencia abstracta, sino un conocimiento existencial de Cristo, una relación personal con Dios que es amor. Quizá sea necesario insistir más en la formación de la fe vivida como relación, en la que se experimenta la alegría de ser amados y de poder amar. Es indispensable intensificar la solicitud de los catequistas y de los pastores, para que las nuevas generaciones puedan descubrir plenamente el valor de los sacramentos como medios privilegiados de encuentro con Cristo vivo y fuente de gracia. Los jóvenes han de ser animados a formar parte de los movimientos y de las asociaciones, cuya espiritualidad se basa en la Palabra de Dios, en la liturgia, en la vida comunitaria y en el testimonio misionero. También han de tener la oportunidad de expresar su disponibilidad y su entusiasmo juvenil en las obras de caridad promovidas por los grupos parroquiales o escolares de Cáritas o en otras formas de voluntariado y de misión. Su fe, su amor y su esperanza han de reforzarse y florecer en su compromiso concreto en el nombre de Cristo.


El tercer punto que quiero recomendaros son las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Con vosotros doy gracias al Señor porque en los últimos decenios ha enviado a la tierra polaca numerosos obreros para su mies. Muchos buenos y santos sacerdotes polacos desempeñan con dedicación su ministerio tanto en sus propias Iglesias locales como en el extranjero y en las misiones. Pero la Iglesia en Polonia no debe cansarse de seguir rezando por las nuevas vocaciones sacerdotales. A vosotros, queridos obispos, os compete la tarea de preocuparos de que esta oración se traduzca en un compromiso concreto en la pastoral vocacional y en la buena preparación de los candidatos en los seminarios.


En Polonia, gracias a la presencia de buenas universidades y facultades teológicas, los seminaristas adquieren una valiosa preparación intelectual y pastoral. Esta debe ir acompañada siempre por la formación humana y espiritual, para que vivan una intensa relación personal con el buen Pastor y sean hombres de oración asidua, abiertos a la acción del Espíritu Santo, generosos, pobres de espíritu y llenos de amor ardiente al Señor y al prójimo.


En el ministerio sacerdotal, la luz del testimonio podría ofuscarse o «ponerse debajo del celemín» si faltara el espíritu misionero, la voluntad de «salir» con una conversión misionera siempre renovada para buscar —también en las periferias— y llegar a quienes esperan la buena nueva de Cristo. Este estilo apostólico requiere también espíritu de pobreza y abandono para ser libres en el anuncio y sinceros en el testimonio de la caridad. Con este propósito, recuerdo las palabras del beato Juan Pablo II: «De todos nosotros, sacerdotes de Jesucristo, se espera que seamos fieles al ejemplo que Él nos dejó. Por tanto, que seamos “para los demás”. Y si “tenemos”, que tengamos también “para los demás”. Más aún, porque si tenemos, tenemos “de los demás” (…). Con un estilo de vida cercano al de una familia media, mejor todavía, al de una familia más pobre» (Discurso a los seminaristas, al clero y a los religiosos en la catedral de Stettino, 11 de junio de 1987, 9).


No olvidemos, queridos hermanos, las vocaciones a la vida consagrada, sobre todo las femeninas. Como habéis observado, preocupa la disminución de la adhesión a las congregaciones religiosas también en Polonia: es un fenómeno complejo, cuyas causas son múltiples. Deseo que los institutos religiosos femeninos sigan siendo, de modo adecuado a nuestros tiempos, lugares privilegiados de la realización y el crecimiento humano y espiritual de las mujeres. Que las religiosas estén dispuestas a afrontar también las tareas y las misiones difíciles y exigentes que valoren su capacidad intelectual, afectiva y espiritual, sus talentos y carismas personales. Recemos por las vocaciones femeninas y acompañemos con estima a nuestras hermanas que, a menudo en silencio y sin ser observadas, entregan su vida por el Señor y por la Iglesia, en la oración, en la pastoral y en la caridad.


Concluyo exhortándoos a ser solícitos con los pobres. También en Polonia, a pesar del actual desarrollo económico del país, hay muchos necesitados, desempleados, sin vivienda, enfermos y abandonados, así como muchas familias —sobre todo las numerosas— sin medios suficientes para vivir y educar a sus hijos. Estad cerca de ellos. Sé cuánto hace la Iglesia en Polonia en este campo, mostrando gran generosidad no sólo en su patria sino también en otros países del mundo. Os doy las gracias a vosotros y a vuestras comunidades por esta obra. Seguid alentando a vuestros sacerdotes, a los religiosos y a todos los fieles a tener la «fantasía de la caridad», y a practicarla siempre. Y no olvidéis a quienes, por diferentes motivos, dejan el país y tratan de comenzar una nueva vida en el exterior. Su número creciente y sus exigencias quizá requieran mayor atención por parte de la Conferencia episcopal. Acompañadlos con adecuado cuidado pastoral, para que conserven la fe y las tradiciones religiosas del pueblo polaco.


Queridos hermanos, os agradezco vuestra visita. Llevad mi saludo cordial a vuestras Iglesias particulares y a todos vuestros compatriotas. Que la Virgen María, Reina de Polonia, interceda por la Iglesia en vuestro país: proteja con su manto a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles, y obtenga a cada uno y a cada comunidad la plenitud de las gracias del Señor. Invoquémosla juntos: Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix, nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.


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A LOS REPRESENTANTES DEL CAMINO NEOCATECUMENAL



Palacio Apostólico Vaticano
 Aula Pablo VI
Sábado 1° de febrero de 2014
 


Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias al Señor por la alegría de vuestra fe y por el ardor de vuestro testimonio cristiano, ¡gracias a Dios! Os saludo a todos cordialmente, iniciando por el equipo responsable internacional del Camino neocatecumenal, junto con los sacerdotes, seminaristas y catequistas. Dirijo un saludo lleno de afecto a los niños, aquí presentes en gran número. Mi pensamiento se dirige de modo especial a las familias, que irán a las diversas partes del mundo a anunciar y testimoniar el Evangelio. La Iglesia os agradece vuestra generosidad. Os doy las gracias por todo lo que hacéis en la Iglesia y en el mundo.

Y precisamente en nombre de la Iglesia, nuestra Madre —nuestra Santa Madre Iglesia, jerárquica como le gustaba decir a san Ignacio de Loyola—, en nombre de la Iglesia quisiera proponeros algunas sencillas recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado para construir y conservar la comunión en el seno de las Iglesias particulares donde irán a trabajar. El Camino tiene un carisma propio, una dinámica propia, un don que como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial; esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias a las que vuestros responsables os envían, valorizar sus riquezas, sufrir por las debilidades si es necesario y caminar juntos como un único rebaño, bajo la guía de los Pastores de las Iglesias locales. La comunión es esencial: a veces puede ser mejor renunciar a vivir en todos los detalles lo que vuestro itinerario exigiría a fin de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la que siempre tenéis que sentiros parte.

Otra indicación: adondequiera que vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios siempre llega antes que nosotros. Esto es importante: ¡El Señor siempre nos precede! Pensad en Felipe, cuando el Señor le envía por el camino donde encuentra a un administrador sentado en su carroza (cf. Hch 8, 27-28). El Espíritu llegó antes: él leía al profeta Isaías y no comprendía, pero su corazón ardía. Así, cuando Felipe se le acerca, él está preparado para la catequesis y para el Bautismo. El Espíritu nos precede siempre. ¡Dios siempre llega antes que nosotros! Incluso en los sitios más remotos, también en las culturas más diversas, Dios esparce por doquier las semillas de su Palabra. De aquí brota la necesidad de una especial atención al contexto cultural en el que vosotras, familias, iréis a trabajar: se trata de un ambiente a menudo muy diferente del que provenís. Muchos de vosotros se esforzarán por aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo se aprecia. Mucho más importante será vuestro compromiso por «aprender» las culturas que encontraréis, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio presente en todo lugar, pero también la acción que el Espíritu Santo ha realizado en la vida y en la historia de cada pueblo.

Y por último, os exhorto a cuidaros con amor unos a otros, de modo particular a los más débiles. El Camino neocatecumenal, como itinerario para descubrir el propio Bautismo, es un camino exigente, a lo largo del cual un hermano o una hermana pueden encontrar dificultades imprevistas. En estos casos ejercitar la paciencia y la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe. No se debe forzar la libertad de cada uno, y hay que respetar también la eventual elección de quien decidiera buscar, fuera del Camino, otras formas de vida cristiana que le ayuden a crecer en su respuesta a la llamada del Señor.

Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, os aliento a llevar el Evangelio de Jesucristo a todas partes, incluso a los ambientes más descristianizados, especialmente a las periferias existenciales. Evangelizad con amor, llevad a todos el amor de Dios. Decid a quienes encontraréis en los caminos de vuestra misión que Dios ama al hombre así como es, incluso con sus límites, con sus errores, también con sus pecados. Por esto envió a su Hijo, para que Él cargara sobre sí nuestros pecados. Sed mensajeros y testigos de la infinita bondad y de la inagotable misericordia del Padre.

Os confío a nuestra Madre, María, para que inspire y sostenga siempre vuestro apostolado. En la escuela de esta tierna Madre sed misioneros celosos y alegres. No perdáis la alegría, ¡adelante!


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