DISCURSOS DEL PAPA FRANCISCO
FEBRERO 2014
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PALABRAS DESPUÉS DEL REZO DE LA HORA TECIA
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A LOS MIEMBROS DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Viernes 28 de febrero de 2014
Viernes 28 de febrero de 2014
Buenos días. Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a ustedes todos el
trabajo que han hecho durante estos días.
Transmisión de la fe, emergencia educativa. Transmisión de la fe lo escuchamos varias veces,
no nos hace tanto ruido la palabra, sabemos que es una obligación hoy día cómo
se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior Sínodo que
terminó en la evangelización. Emergencia educativa es una expresión
recientemente adoptada por ustedes con los que prepararon esto. Y me gusta
porque esto crea un espacio antropológico, una visión antropológica de la
evangelización, una base antropológica. Si hay una emergencia educativa para la
transmisión de la fe, es como tratar el tema de la catequesis a la juventud
desde una perspectiva diríamos de teología fundamental. Es decir, cuáles son los
presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de la fe que hacen
que para la juventud de América Latina esto sea emergencia educativa. Y por eso
creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes pautas de la educación.
Y la primera pauta de la educación es que educar – lo hemos dicho, en la misma
Comisión, una vez lo hemos dicho – no es solamente transmitir conocimientos,
contenidos, sino que implica otras dimensiones. Transmitir contenidos,
hábitos y valoraciones, los tres juntos.
Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una conducta, hay que
crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer, y hay que dar
contenidos básicos. Si solamente queremos transmitir la fe con contenidos, será
una cosa superficial o ideológica que no va a tener raíces. La transmisión tiene
que ser de contenidos con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de conducta.
Los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos: “bueno, en
esta semana vos hacé esto, esto y esto…”, y nos iban creando un hábito de
conducta. Y no sólo el contenido sino los valores, o sea que en ese marco la
transmisión de la fe tiene que moverse. Tres pilares.
Otra cosa que es importante para la juventud, transmitir a la juventud, a los
chicos también, pero sobretodo a la juventud, es el buen manejo de la utopía.
Nosotros en América Latina hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo
equilibrado de la utopía y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos,
en algún momento nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina podemos decir
cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía,
terminaron en la guerrilla de los años ’70. Saber manejar la utopía, saber
conducir – manejar es una mala palabra –, saber conducir y ayudar a crecer la
utopía de un joven es una riqueza. Un joven sin utopías es un viejo adelantado,
envejeció antes de tiempo. ¿Cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico,
esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que
ir haciendo.
Me atrevo a sugerir, lo siguiente: una utopía en un joven crece bien si está
acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía mira al
futuro, la memoria mira al pasado, y el presente se discierne. El joven tiene
que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir
en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y ahí sí la utopía va
adelante pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido;
discernían el presente maestros del discernimiento – lo necesitaban para los
jóvenes –,y ya proyectada para el futuro. Entonces, la emergencia educativa ya tiene un
cauce allí para moverse desde lo más propio del joven que es la utopía.
De ahí la insistencia – que por ahí me escuchan – del encuentro de los viejos
y los jóvenes. El icono de la presentación de Jesús en el Templo. El
encuentro de los jóvenes con los abuelos es clave. Me decían algunos Obispos de
algunos países en crisis, donde hay una gran desocupación de jóvenes, que parte
de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer los abuelos, o sea,
se vuelven a encontrar con los abuelos, los abuelos tienen la pensión, entonces
salen de la casa de reposo, vuelven a la familia, pero además le traen su
memoria, ese encuentro.
Yo recuerdo una película que vi hace 25 años más o menos, de Kurosawa, de este
japonés, este famoso director japonés; muy sencilla: una familia, dos chicos,
papá, mamá. Y papá, mamá se iban a hacer una gira por los Estados Unidos,
entonces le dejaron los chicos a la abuela. Chicos japoneses de Coca-Cola, hot
dogs, o sea de una cultura de ese tipo. Y todo el film está en cómo esos chicos
empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela de la memoria de su pueblo.
Cuando los padres vuelven, los desubicados son los padres, fuera de la memoria,
los chicos la habían recibido de la abuela.
Este fenómeno del encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos ha
conservado la fe en los países del Este, durante toda la época comunista, porque
los padres no podían ir a la iglesia. Y me decían… – me estoy confundiendo pero,
en estos días no sé si estuvieron los obispos búlgaros o de Albania –, me
decían que las iglesias de ellos están llenas de viejos y de jóvenes, los papás
no van porque nunca se encontraron con Jesús, esto entre paréntesis. Este
encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos es clave para recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el
presente. Ser maestros de discernimiento, consejeros espirituales. Y aquí es
importante para la transmisión de la fe de los jóvenes el apostolado cuerpo a
cuerpo. El discernimiento en el presente no se puede hacer sin un buen confesor
o un buen director espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando
a los jóvenes. Memoria del pasado, discernimiento del presente, utopía del
futuro, en ese esquema va creciendo la fe de un joven.
Tercero. Diría como emergencia educativa, en esta transmisión de la fe y también
de la cultura, es el problema de la cultura del descarte. Hoy día, por la
economía que se ha implantado en el mundo, donde en el centro está el dios
dinero y no la persona humana, todo lo demás se ordena y lo que no cabe en ese
orden se descarta. Se descartan los chicos que sobran, que molestan o que no
conviene que vengan. Los obispos españoles me decían recién la cantidad de
abortos, del número, yo me quedé helado. Ellos tienen allí los censos de eso. Se
descartan los viejos, tienden a descartarlos. En algunos países de América
Latina hay eutanasia encubierta, hay eutanasia encubierta, porque las obras
sociales pagan hasta acá, nada más y los pobres viejitos... como puedan.
Recuerdo haber visitado un hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde
estaban las camas llenas; y, como no había más camas, ponían colchones en el
suelo y estaban los viejitos ahí. Un país ¿no puede comprar una cama? Eso indica
otra cosa, ¿no? Pero son material de descarte. Sábanas sucias, con todo tipo de
suciedad, sin servilletas, y los viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con
la sábana. Eso lo vi yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero
eso se nos mete dentro y acá caigo en lo de los jóvenes.
Hoy día, como molesta a este sistema económico mundial la cantidad de jóvenes
que hay que darles fuente de trabajo, … el porcentaje alto de desocupación de
los jóvenes. Estamos teniendo una generación de jóvenes que no tienen la
experiencia de la dignidad. No que no comen, porque les dan de comer los
abuelos, o la parroquia, o la sociedad de fomento, o el ejército de salvación, o
el club del barrio. El pan lo comen, pero no la dignidad de ganarse el pan y
llevarlo a casa. Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de
descarte.
Entonces, dentro de la cultura del descarte, miramos a los jóvenes que nos
necesitan más que nunca, no sólo por esa utopía que tienen – porque el joven que
está sin trabajo tiene anestesiada la utopía o está a punto de perderla –. No
sólo por eso, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que hoy
día es material de descarte también. Y dentro de este item de material de
descarte, el avance de la droga sobre la juventud. No es solamente un problema
de vicio. Las adicciones son muchas. Como todo cambio de época se dan fenómenos
raros entre los cuales está la proliferación de adicciones, la ludopatía ha
llegado a niveles sumamente altos, pero la droga es el instrumento de muerte de
los jóvenes. Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta
generación de jóvenes que está destinada al descarte.
Esto es lo que se me ocurrió decir y compartir. Primero, como estructura
educativa transmitir contenidos, hábitos y valoraciones. Segundo, la utopía del
joven relacionarla y armonizarla con la memoria y el discernimiento. Tercero, la
cultura del descarte como uno de los fenómenos más graves que está sufriendo
nuestra juventud, sobre todo por el uso que de esa juventud puede hacer, y está
haciendo la droga para destruir. Estamos descartando nuestros jóvenes. El
futuro, ¿cuál es? Una obligación. La traditio fidei es también,
traditio spei y la tenemos que dar.
La pregunta final que quisiera dejarles es: cuando la utopía cae en el
desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día
está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que
darles fe y esperanza.
Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos días, para salir
al frente de esta emergencia educativa y sigan adelante… Necesitamos ayudarnos
en esto. Las conclusiones de ustedes y todo lo que podamos hacer. Muchas
gracias.
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CONSISTORIO EXTRAORDINARIO
PALABRAS DESPUÉS DEL REZO DE LA HORA TECIA
Aula Nueva del Sínodo
Jueves 21 de febrero de 2014
Jueves 21 de febrero de 2014
Deseo enviar un saludo,
no sólo personal, sino en nombre de todos, los Cardenales ucranianos
– el Cardenal Jaworski, Arzobispo Emérito de Leopoli, y al
Cardenal Husar, Arzobispo Mayor Emérito de Kiev - que en estos días
están sufriendo mucho y tienen tantas dificultades en su Patria. Tal
vez sea bueno hacer llegar este mensaje en nombre de todos: ¿estás
de acuerdo, todos vosotros, con esto? [aplausos] En otra cosa: ayer,
antes de dormir, pero no para adormecerme, he leído – he leído -
la obra del Cardenal Kasper y me deseo agradecerle, porque he me
encontrado con la teología profunda, un pensamiento claro en la
teología. Es agradable leer teología serena. Y me he encontrado con
lo que San Ignacio decía, que el sensus Ecclesiae, el amor de la
Madre Iglesia... Me ha hecho bien y he tenido una idea - me disculpo
Eminencia si lo hago hago avergonzar - pero la idea es esto se llama
“hacer teología de rodillas”. Gracias. Gracias.
CONSISTORIO EXTRAORDINARIO
Aula Nueva del Sínodo
Jueves 20 de febrero de 2014
Jueves 20 de febrero de 2014
Queridos hermanos:
Os saludo cordialmente y doy gracias con vosotros al Señor, que nos concede
estos días para encontrarnos y trabajar juntos. Damos la bienvenida
especialmente a los hermanos que este sábado serán creados cardenales, y los
acompañamos con la oración y el afecto fraterno. Agradezco al Cardenal Sodano
sus amables palabras.
En estos días reflexionaremos de modo particular sobre la familia, que es la
célula básica de la sociedad humana. El Creador ha bendecido desde el principio
al hombre y a la mujer para que fueran fecundos y se multiplicaran sobre la
tierra; así, la familia representa en el mundo como un reflejo de Dios, Uno y
Trino.
Nuestra reflexión tendrá siempre presente la belleza de la familia y del
matrimonio, la grandeza de esta realidad humana, tan sencilla y a la vez tan
rica, llena de alegrías y esperanzas, de fatigas y sufrimientos, como toda la
vida. Trataremos de profundizar en la teología de la familia, y en la pastoral
que debemos emprender en las condiciones actuales. Hagámoslo con profundidad y
sin caer en la casuística, porque esto haría reducir inevitablemente el nivel de
nuestro trabajo. Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos
pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser
familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro
de la humanidad. Se nos pide que realcemos el plan luminoso de Dios sobre la
familia, y ayudemos a los cónyuges a vivirlo con alegría en su vida,
acompañándoles en sus muchas dificultades, con una pastoral inteligente, animosa
y llena de amor.
Gracias en nombre de todos al cardenal Walter Kasper por la valiosa
contribución que nos ofrece con su introducción.
Gracias a todos, y buena jornada de trabajo.
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A LA PAREJAS DE NOVIOS QUE SE PREPARAN PARA EL MATRIMONIO
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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA CHECA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Queridos hermanos en el episcopado:
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A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DE LA
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA
Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BULGARIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Queridos hermanos en el episcopado:
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A LA PAREJAS DE NOVIOS QUE SE PREPARAN PARA EL MATRIMONIO
Plaza de San Pedro
Viernes 14 de febrero de 2014
Viernes 14 de febrero de 2014
1ª Pregunta: El miedo del «para siempre»
Santidad, son muchos los que hoy piensan que prometerse fidelidad para
toda la vida sea una empresa demasiado difícil; muchos sienten que el desafío de
vivir juntos para siempre es hermoso, fascinante, pero demasiado exigente, casi
imposible. Le pedimos su palabra que nos ilumine sobre esto.
Papa FRANCISCO: Agradezco el testimonio y la pregunta. Os explico: ellos me enviaron las
preguntas con antelación. Se comprende. Así, yo pude reflexionar y pensar una
respuesta un poco más sólida. Es importante preguntarse si es posible amarse
«para siempre». Ésta es una pregunta que debemos hacer: ¿es posible amarse «para
siempre»? Muchas personas hoy tienen miedo de hacer opciones definitivas. Un
joven decía a su obispo: «Yo quiero llegar a ser sacerdote, pero sólo por diez
años». Tenía miedo a una opción definitiva. Pero es un miedo general, propio de
nuestra cultura. Hacer opciones para toda la vida, parece imposible. Hoy todo
cambia rápidamente, nada dura largamente. Y esta mentalidad lleva a muchos que
se preparan para el matrimonio a decir: «estamos juntos hasta que dura el amor»,
¿y luego? Muchos saludos y nos vemos. Y así termina el matrimonio. ¿Pero qué
entendemos por «amor»? ¿Sólo un sentimiento, uno estado psicofísico? Cierto, si
es esto, no se puede construir sobre ello algo sólido. Pero si en cambio el amor
es una relación , entonces es una realidad que crece, y podemos incluso decir, a
modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se construye juntos,
no solos. Construir significa aquí favorecer y ayudar el crecimiento. Queridos
novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa,
vivir juntos para siempre. No queréis fundarla en la arena de los sentimientos
que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios.
La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una
casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor
de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia
queremos que sea estable y para siempre. Por favor, no debemos dejarnos vencer
por la «cultura de lo provisional». Esta cultura que hoy nos invade a todos,
esta cultura de lo provisional. ¡Esto no funciona! Por lo tanto, ¿cómo se cura
este miedo del «para siempre»? Se cura día a día, encomendándose al Señor Jesús
en una vida que se convierte en un camino espiritual cotidiano, construido por
pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, construido con el compromiso
de llegar a ser mujeres y hombres maduros en la fe. Porque, queridos novios, el
«para siempre» no es sólo una cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza
sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar
para siempre es el desafío de los esposos cristianos. Me viene a la mente el
milagro de la multiplicación de los panes: también para vosotros el Señor puede
multiplicar vuestro amor y donarlo a vosotros fresco y bueno cada día. ¡Tiene
una reserva infinita de ese amor! Él os dona el amor que está en la base de
vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo hace aún más grande
cuando la familia crece con los hijos. En este camino es importante y necesaria
la oración, siempre. Él para ella, ella para él y los dos juntos. Pedid a Jesús
que multiplique vuestro amor. En la oración del Padrenuestro decimos: «Danos hoy
nuestro pan de cada día». Los esposos pueden aprender a rezar también así:
«Señor, danos hoy nuestro amor de cada día», porque el amor cotidiano de los
esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el que les sostiene para seguir
adelante. Y la oración: ¿podemos ensayar para saber si sabemos recitarla?
«Señor, danos hoy nuestro amor de cada día». ¡Todos juntos! [novios: «Señor,
danos hoy nuestro amor de cada día»]. ¡Otra vez! [novios: «Señor, danos hoy
nuestro amor de cada día»]. Ésta es la oración de los novios y de los esposos.
¡Enséñanos a amarnos, a querernos! Cuanto más os encomendéis a Él, tanto más
vuestro amor será «para siempre», capaz de renovarse, y vencerá toda dificultad.
Esto pensé deciros, respondiendo a vuestra pregunta. ¡Gracias!
2ª Pregunta: Vivir juntos: el «estilo» de la vida matrimonial
Santidad, vivir juntos todos los días es hermoso, da alegría, sostiene.
Pero es un desafío que hay que afrontar. Creemos que es necesario aprender a
amarse. Hay un «estilo» de la vida de la pareja, una espiritualidad de lo
cotidiano que queremos aprender. ¿Puede ayudarnos en esto, Padre Santo?
Papa FRANCISCO: Vivir juntos es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante. No termina
cuando os habéis conquistado el uno al otro... Es más, es precisamente entonces
cuando inicia. Este camino de cada día tiene normas que se pueden resumir en
estas tres palabras que tú has dicho, palabras que ya he repetido muchas veces a
las familias, y que vosotros ya podéis aprender a usar entre vosotros:
permiso, o sea, «puedo», tú dijiste gracias, y perdón .
«¿Puedo, permiso?». Es la petición gentil de poder entrar en la vida
de otro con respeto y atención. Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer
esto? ¿Te gusta si hacemos así, si tomamos esta iniciativa, si educamos así a
los hijos? ¿Quieres que salgamos esta noche?... En definitiva, pedir permiso
significa saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Pero escuchad bien
esto: saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Y no es fácil, no es
fácil. A veces, en cambio, se usan maneras un poco pesadas, como ciertas botas
de montaña. El amor auténtico no se impone con dureza y agresividad. En las
Florecillas de san Francisco se encuentra esta expresión: «Has de saber,
hermano carísimo, que la cortesía es una de las propiedades de Dios... la
cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor» (Cap.
37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro
mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y
esto puede comenzar en casa.
«Gracias» . Parece fácil pronunciar esta palabra, pero sabemos que no
es así. ¡Pero es importante! La enseñamos a los niños, pero después la
olvidamos. La gratitud es un sentimiento importante: ¿recordáis el Evangelio de
Lucas? Una anciana, una vez, me decía en Buenos Aires: «la gratitud es una flor
que crece en tierra noble». Es necesaria la nobleza del alma para que crezca
esta flor. ¿Recordáis el Evangelio de Lucas? Jesús cura a diez enfermos de lepra
y sólo uno regresa a decir gracias a Jesús. Y el Señor dice: y los otros nueve,
¿dónde están? Esto es válido también para nosotros: ¿sabemos agradecer? En
vuestra relación, y mañana en la vida matrimonial, es importante tener viva la
conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a los dones de Dios se
dice ¡gracias!, siempre se da gracias. Y con esta actitud interior decirse
gracias mutuamente, por cada cosa. No es una palabra gentil que se usa con los
desconocidos, para ser educados. Es necesario saber decirse gracias, para seguir
adelante bien y juntos en la vida matrimonial.
La tercera: «Perdón» . En la vida cometemos muchos errores, muchas
equivocaciones. Los cometemos todos. Pero tal vez aquí hay alguien que jamás
cometió un error. Levante la mano si hay alguien allí, una persona que jamás
cometió un error. Todos cometemos errores. ¡Todos! Tal vez no hay un día en el
que no cometemos algún error. La Biblia dice que el más justo peca siete veces
al día. Y así cometemos errores... He aquí entonces la necesidad de usar esta
sencilla palabra: «perdón». En general, cada uno de nosotros es propenso a
acusar al otro y a justificarse a sí mismo. Esto comenzó con nuestro padre Adán,
cuando Dios le preguntó: «Adán ¿tú has comido de aquel fruto? ». «¿Yo? ¡No! Es
ella quien me lo dio». Acusar al otro para no decir «disculpa », «perdón». Es
una historia antigua. Es un instinto que está en el origen de muchos desastres.
Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. «Perdona si hoy
levanté la voz»; «perdona si pasé sin saludar»; «perdona si llegué tarde», «si
esta semana estuve muy silencioso», «si hablé demasiado sin nunca escuchar»;
«perdona si me olvidé»; «perdona, estaba enfadado y me la tomé contigo». Podemos
decir muchos «perdón» al día. También así crece una familia cristiana. Todos
sabemos que no existe la familia perfecta, y tampoco el marido perfecto, o la
esposa perfecta. No hablemos de la suegra perfecta... Existimos nosotros,
pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no acabar jamás
una jornada sin pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra
familia. Es habitual reñir entre esposos, porque siempre hay algo, hemos reñido.
Tal vez os habéis enfadado, tal vez voló un plato, pero por favor recordad esto:
no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás! Esto es
un secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer las paces. No es
necesario hacer un bello discurso. A veces un gesto así y... se crea la paz.
Jamás acabar... porque si tú terminas el día sin hacer las paces, lo que tienes
dentro, al día siguiente está frío y duro y es más difícil hacer las paces.
Recordad bien: ¡no terminar jamás el día sin hacer las paces! Si aprendemos a
pedirnos perdón y a perdonarnos mutuamente, el matrimonio durará, irá adelante.
Cuando vienen a las audiencias o a misa aquí a Santa Marta los esposos ancianos
que celebran el 50° aniversario, les pregunto: «¿Quién soportó a quién?» ¡Es
hermoso esto! Todos se miran, me miran, y me dicen: «¡Los dos!» Y esto es
hermoso. Esto es un hermoso testimonio.
3ª Pregunta: El estilo de la celebración del Matrimonio
Santidad, en estos meses estamos haciendo muchos preparativos para nuestra
boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?
Haced todo de modo que sea una verdadera fiesta —porque el matrimonio es una
fiesta—, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de
la alegría de ese día nos lo indica el Evangelio de Juan: ¿recordáis el milagro
de las bodas de Caná? A un cierto punto faltó el vino y la fiesta parecía
arruinada. Imaginad que termina la fiesta bebiendo té. No, no funciona. Sin vino
no hay fiesta. Por sugerencia de María, en ese momento Jesús se revela por
primera vez y hace un signo: transforma el agua en vino y, haciendo así, salva
la fiesta de bodas. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad
en cada fiesta de bodas: lo que hará pleno y profundamente auténtico vuestro
matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su
presencia la que ofrece el «vino bueno», es Él el secreto de la alegría plena,
la que calienta verdaderamente el corazón. Es la presencia de Jesús en esa
fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No con el espíritu del
mundo, ¡no! Esto se percibe, cuando el Señor está allí.
Al mismo tiempo, sin embargo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y
ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más
preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos
y las flores... Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de
indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre
vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos
exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a
vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría.
Pero hay algo que tú has dicho y que quiero retomar al vuelo, porque no
quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días,
podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido
tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de
hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como
mujer. Y esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. Esto no viene
del aire. El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras
actitudes, del modo de vivir, del modo de amaros. ¡Hacernos crecer! Siempre
hacer lo posible para que el otro crezca. Trabajar por ello. Y así, no lo sé,
pienso en ti que un día irás por las calles de tu pueblo y la gente dirá: «Mira
aquella hermosa mujer, ¡qué fuerte!...». «Con el marido que tiene, se
comprende». Y también a ti: «Mira aquél, cómo es». «Con la esposa que tiene, se
comprende». Es esto, llegar a esto: hacernos crecer juntos, el uno al otro. Y
los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron
juntos, haciéndose —el uno al otro— más hombre y más mujer.
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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA CHECA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Fiesta de los Santos Cirilo y Metodio
Viernes 14 de febrero de 2014
Viernes 14 de febrero de 2014
Queridos hermanos en el episcopado:
Os acojo con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum, con la que
habéis renovado y consolidado la comunión de la Iglesia que está en la República
Checa con la Sede de Pedro. Los encuentros y los coloquios cordiales de estos
días, durante los cuales habéis compartido conmigo y con mis colaboradores de la
Curia romana las alegrías y las esperanzas, así como las dificultades y las
inquietudes de las comunidades encomendadas a vosotros, han sido para mí la
ocasión de conocer mejor la situación de la Iglesia en vuestras regiones. Con
razón os sentís orgullosos de las sólidas raíces cristianas de vuestro pueblo,
cuya fe se remonta a la evangelización de los santos Cirilo y Metodio; al mismo
tiempo, sois conscientes de que la adhesión a Cristo no es sólo consecuencia de
un pasado, aunque sea importante, sino que es acto personal y eclesial que
compromete a toda persona y a toda comunidad en el hoy de la historia. Para
favorecer en los fieles el adecuado conocimiento de Jesucristo y el encuentro
personal con Él, estáis llamados ante todo a incrementar las iniciativas
pastorales oportunas destinadas a una sólida preparación a los sacramentos y a
una participación activa en la liturgia. Es necesario, además, el compromiso en
favor de la educación religiosa y de una presencia cualificada en el mundo de la
escuela y de la cultura. De vuestra parte no puede faltar una apertura vigilante
y valiente a los impulsos nuevos del Espíritu Santo, que distribuye sus carismas
y dispone a los fieles laicos a asumir responsabilidades y ministerios, útiles
para la renovación y el crecimiento de la Iglesia. Para afrontar los desafíos
contemporáneos y las nuevas urgencias pastorales es necesaria una sinergia entre
el clero, los religiosos y fieles laicos. Cada uno en su propio papel está
llamado a dar una aportación generosa para que se anuncie la buena nueva en
todos los ambientes, incluso en el más hostil o alejado de la Iglesia, para que
el anuncio pueda llegar a las periferias, a las diversas categorías de personas,
especialmente las más débiles y las más pobres de esperanza. Deseo de corazón
que, confiados en las palabras del Señor que prometió estar presente siempre
entre nosotros (cf. Mt 28, 21), sigáis avanzando con vuestra gente por el
camino de una gozosa adhesión al Evangelio. Si durante un largo período la
Iglesia en vuestro país fue oprimida por regímenes fundados en ideologías
contrarias a la dignidad y a la libertad humana, hoy debéis confrontaros con
otras insidias, como, por ejemplo, el secularismo y el relativismo. Por tanto,
junto a un anuncio incansable de los valores evangélicos es indispensable un
diálogo constructivo con todos, incluso con quienes están alejados de cualquier
sentimiento religioso. Las comunidades cristianas han de ser siempre lugares de
acogida, de confrontación abierta y serena; han de ser agentes de reconciliación
y de paz, de estímulo para toda la sociedad en la consecución del bien común y
en la atención a los más necesitados; han de ser agentes de la cultura del
encuentro. Ante las condiciones de precariedad en que viven varios sectores de
la sociedad, especialmente familias, ancianos y enfermos, así como ante la
fragilidad espiritual y moral de numerosas personas, en particular los jóvenes,
toda la comunidad cristiana se siente interpelada, a partir de sus pastores y,
sobre todo, del obispo. Él está llamado a dar por doquier la respuesta de
Cristo, dedicándose sin reservas al servicio del Evangelio, santificando,
instruyendo y guiando al pueblo de Dios. Os exhorto, pues, a ser perseverantes
en la oración, generosos en el servicio a vuestro pueblo, llenos de celo en el
anuncio de la Palabra. A vosotros os corresponde seguir con afecto paterno a los
sacerdotes: son vuestros principales colaboradores, y su ministerio parroquial
requiere una oportuna estabilidad, tanto para realizar un proficuo programa
pastoral como para favorecer un clima de confianza y serenidad en la gente. Os
animo a promover de modo cada vez más orgánico y difundido la pastoral
vocacional, para promover especialmente en los jóvenes la búsqueda de
significado y de entrega a Dios y a los hermanos. Que vuestra atención se dirija
también a la pastoral familiar: la familia es el elemento basilar de la vida
social, y sólo trabajando en favor de las familias se puede renovar el entramado
de la comunidad eclesial y la misma sociedad civil. Además, ¿cómo no ver la
importancia de la presencia de los católicos en la vida pública, así como en los
medios de comunicación? También depende de ellos que se pueda oír siempre una
voz de verdad sobre los problemas del momento y percibir a la Iglesia como
aliada del hombre, al servicio de su dignidad. Todos conocemos la importancia
fundamental de la unión y de la solidaridad entre los obispos, así como de su
comunión con el Sucesor de Pedro. Esta unión fraterna es igualmente
imprescindible para la eficacia de los trabajos de vuestra Conferencia episcopal,
que también puede daros mayor autoridad en vuestras relaciones con las
autoridades civiles del país, tanto en la vida ordinaria como al afrontar los
problemas más delicados. En el campo económico es preciso desarrollar un sistema
que, teniendo en cuenta que los medios materiales están destinados
exclusivamente a la misión espiritual de la Iglesia, garantice a cada realidad
eclesial lo necesario y la libertad para la actividad pastoral. Es necesario
vigilar atentamente para que los bienes eclesiales se administren con prudencia
y transparencia, se cuiden y se preserven, incluso con la ayuda de laicos dignos
de confianza y competentes.
Queridos hermanos, os expreso mi gratitud por el incansable trabajo pastoral que
realizáis en vuestras Iglesias, y os aseguro mi cercanía espiritual y mi apoyo
en la oración. Al invocar sobre vosotros y sobre vuestro ministerio la
intercesión de la Virgen santísima, os pido el favor de rezar siempre por mí, y
de corazón os imparto mi bendición a vosotros, a vuestros sacerdotes, a las
personas consagradas y a todos los fieles laicos.
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A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DE LA
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA
Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Jueves 13 de febrero de 2014
Jueves 13 de febrero de 2014
Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
Doy una especial bienvenida a los cardenales y a los obispos nombrados
recientemente miembros de esta Congregación, y doy las gracias al cardenal
prefecto por las palabras con las que ha introducido este encuentro.
Los temas que tenéis en el orden del día son arduos, como la actualización de la
constitución apostólica
Sapientia christiana, la consolidación de la
identidad de las universidades católicas y la preparación de los aniversarios
que se conmemorarán en 2015, es decir, el 50º de la declaración conciliar
Gravissimum educationis y el 25º de la constitución apostólica
Ex corde
Ecclesiae. La educación católica es uno de los desafíos más importantes de
la Iglesia, dedicada hoy en realizar la nueva evangelización en un contexto
histórico y cultural en constante transformación. Desde esta perspectiva, deseo
que prestéis atención a tres aspectos.
El primer aspecto se refiere al valor del diálogo en la educación. Habéis
desarrollado recientemente el tema de la educación en el diálogo intercultural
en la escuela católica, con la publicación de un documento específico. En efecto,
las escuelas y las universidades católicas son frecuentadas por muchos alumnos
no cristianos e incluso no creyentes. Las instituciones educativas católicas
ofrecen a todos una propuesta educativa que mira al desarrollo integral de la
persona y responde al derecho de todos a tener acceso al saber y al conocimiento.
Pero de igual modo están llamadas a ofrecer a todos, con pleno respeto de la
libertad de cada uno y de los métodos propios del ambiente escolástico, la
propuesta cristiana, es decir, a Jesucristo como sentido de la vida, del cosmos
y de la historia.
Jesús comenzó a anunciar la buena nueva en la «Galilea de las gentes»,
encrucijada de personas de diferentes razas, culturas y religiones. Este
contexto se parece por ciertos aspectos al mundo de hoy. Los profundos cambios
que han llevado a la difusión cada vez más amplia de sociedades multiculturales
exigen a quienes trabajan en el sector escolar y universitario implicarse en
itinerarios educativos de confrontación y diálogo, con una fidelidad valiente e
innovadora que conjugue la identidad católica con las distintas «almas» de la
sociedad multicultural. Pienso con aprecio en la contribución que ofrecen los
institutos religiosos y las demás instituciones eclesiales mediante la fundación
y la gestión de escuelas católicas en contextos de acentuado pluralismo cultural
y religioso.
El segundo aspecto concierne a la preparación cualificada de los formadores.
No se puede improvisar. Debemos trabajar seriamente. En el encuentro que mantuve
con los superiores generales, destaqué que hoy la educación se dirige a una
generación que cambia y, por tanto, todo educador —y toda la Iglesia que
es madre educadora— está llamado a cambiar, en el sentido de saber
comunicarse con los jóvenes que tiene delante.
Quiero limitarme a recordar los rasgos de la figura del educador y de su tarea
específica. Educar es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide
utilizar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en camino con
paciencia junto a los jóvenes. En las escuelas católicas el educador debe ser,
ante todo, muy competente, cualificado y, al mismo tiempo, rico en humanidad,
capaz de estar en medio de los jóvenes con estilo pedagógico para promover su
crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes tienen necesidad de calidad en la
enseñanza y, a la vez, de valores, no sólo enunciados sino también
testimoniados. La coherencia es un factor indispensable en la educación de los
jóvenes. Coherencia. No se puede hacer crecer, no se puede educar sin
coherencia: coherencia, testimonio.
Por eso el educador necesita, él mismo, una formación permanente. Es
imprescindible, pues, invertir para que los profesores y los directivos
mantengan su profesionalidad y también su fe y la fuerza de sus motivaciones
espirituales. Y también en esta formación permanente me permito sugerir la
necesidad de retiros y ejercicios espirituales para los educadores. Es hermoso
organizar cursos sobre este o aquel tema, pero también es necesario organizar
tandas de ejercicios espirituales, retiros, para rezar. Porque la coherencia es
un esfuerzo, pero, sobre todo, es un don y una gracia. Y debemos pedirla.
El último aspecto atañe a las instituciones educativas, o sea, las
escuelas y las universidades católicas y eclesiásticas. El 50º aniversario de la
declaración conciliar, el 25º de la
Ex corde
Ecclesiae y la actualización
de la
Sapientia christiana nos inducen a reflexionar seriamente sobre las
numerosas instituciones formativas esparcidas por todo el mundo y sobre su
responsabilidad de expresar una presencia viva del Evangelio en el campo de la
educación, de la ciencia y de la cultura. Es preciso que las instituciones
académicas católicas no se aíslen del mundo, sino que entren con valentía en el
areópago de las culturas actuales y dialoguen, conscientes del don que tienen
para ofrecer a todos.
Queridos hermanos, la educación es una gran obra en construcción, en la que la
Iglesia desde siempre está presente con instituciones y proyectos propios. Hoy
hay que incentivar ulteriormente este compromiso en todos los niveles y renovar
la tarea de todos los sujetos que actúan en ella desde la perspectiva de la
nueva evangelización. En este horizonte, os doy las gracias por todo vuestro
trabajo e invoco, por intercesión de la Virgen María, la constante ayuda del
Espíritu Santo sobre vosotros y sobre vuestras iniciativas. Os pido por favor
que recéis por mí y por mi ministerio, y de corazón os bendigo. Gracias.
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A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BULGARIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Jueves 13 de febrero de 2014
Queridos hermanos en el episcopado:
Os acojo con alegría, con ocasión de la visita ad limina Apostolorum, y
en vuestras personas veo y honro la fe y la caridad del pueblo fiel que vive en
Bulgaria.
Gracias a Dios y al compromiso coral de los diferentes componentes eclesiales,
obispos y sacerdotes, religiosos, catequistas y fieles laicos, se asiste a un
despertar de actividades e iniciativas que demuestran la vitalidad de la fe
católica en vuestro país. Me refiero, en particular, a algunos acontecimientos
que la Iglesia en Bulgaria ha promovido durante los últimos años: el Jubileo
proclamado por el exarcado apostólico para los católicos de rito
bizantino-eslavo a fin de celebrar el 150º aniversario de la unión con la Sede
apostólica de Roma; el Congreso científico-conmemorativo de la obra del
arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli, visitador y delegado apostólico en Bulgaria
durante los años 1925-1934; y las celebraciones por el 60º aniversario del
martirio del obispo pasionista beato Evgenij Bossilkov. Además, durante el
reciente Año de la fe hubo otros momentos significativos, como el
Encuentro nacional de los católicos de Bulgaria, la Jornada nacional de los
jóvenes y el Congreso de estudio sobre el concilio Vaticano II.
Estas iniciativas confirman que las comunidades católicas, pertenecientes ya sea
a la Iglesia latina ya sea a la Iglesia greco-católica, aun constituyendo una
minoría numérica en el país, cumplen con ahínco su misión de testimoniar tanto
los valores morales naturales como el Evangelio de Cristo, en una sociedad
marcada por muchos vacíos espirituales dejados detrás de sí por el pasado
régimen ateo o por la recepción acrítica de modelos culturales en los que
prevalecen las sugestiones de cierto materialismo práctico. Os exhorto a caminar
con valentía por esta senda, tratando de llevar a cabo también en vuestro país
la transformación misionera que la Iglesia está llamada a realizar en todo el
mundo. Esto requiere una conversión espiritual y pastoral que comienza con la
toma de conciencia de que, en virtud del bautismo, todos somos discípulos
misioneros, enviados por el Señor a evangelizar con alegría y con espíritu,
valorando también el precioso tesoro de la piedad popular. Este renovado
compromiso misionero posee también una dimensión social, que tiene como punto de
referencia la doctrina social de la Iglesia y cuyas prioridades son la inserción
social de los pobres y el compromiso por el bien común y la paz social.
Al respecto, es muy significativo que las instituciones civiles reconozcan el
papel de la Santa Sede como autoridad espiritual y moral en el seno de la
comunidad internacional y valoren de modo positivo la presencia de la Iglesia
católica en el contexto de la nación búlgara y la contribución que ofrece al
servicio del bien común y del progreso del país.
Ojalá que los numerosos testimonios de fidelidad a Cristo y a la Iglesia dados
en los períodos dramáticos y el camino emprendido en estos dos decenios de
libertad reconquistada os colmen de gratitud hacia el Señor y os infundan
confianza en su acción providente en la historia. Al mismo tiempo, os exhorto a
un compromiso renovado y concorde en la formación de los fieles, promoviendo
tanto una catequesis adecuada como un cuidado particular de la pastoral juvenil
y vocacional y de la fraternidad sacerdotal, de modo que se favorezcan las
condiciones para la maduración de la fe y la apertura generosa a un horizonte
misionero.
Vuestras comunidades, queridos hermanos, viven y trabajan junto con las de la
Iglesia ortodoxa búlgara. Os pido, pues, que llevéis mi saludo cordial al
patriarca Neófito, de quien se celebrará en pocos días el primer aniversario de
su elección canónica, y os invito afectuosamente a proseguir vuestros esfuerzos
por promover un diálogo cada vez más intenso y fraterno con la Iglesia ortodoxa.
En la escucha común y orante de la Palabra de Dios deseo que el corazón y la
mente de todos se abran para que sea cada vez más concreta la esperanza de
llegar a celebrar unidos el sacrificio eucarístico, haciendo memoria de las
palabras de nuestro Señor, que la víspera de su muerte rogó al Padre para que
todos sus discípulos «sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú
me has enviado» (Jn 17, 23).
El próximo 27 de abril se celebrará en Roma la canonización de los beatos Juan XXIII
y Juan Pablo II. Me alegra que tanto la diócesis de Sofía y Plovdiv como la de
Nicópolis y el exarcado apostólico para los católicos de rito bizantino-eslavo
estén presentes en la solemne celebración con importantes delegaciones. Éste es
un signo elocuente de cuánto influyó el testimonio del primer Papa eslavo en el
alma y en la vida de la comunidad católica búlgara, en particular
la visita que
realizó a vuestra patria en mayo de 2002; e igualmente es signo de cuán vivo es
el recuerdo dejado por el arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli durante los nueve
años que trabajó en Bulgaria como delegado apostólico. En el momento de
despedirse del país, se expresó en estos términos: «En cualquier lugar del mundo
donde viva, si alguien de Bulgaria pasa por mi casa, durante la noche, en medio
de las dificultades de la vida, encontrará siempre la lámpara encendida. Llame,
llame, que no se le preguntará si es católico u ortodoxo: ¡hermano de Bulgaria!
Basta que entre, dos brazos fraternos, un corazón cálido de amigo lo acogerán
con alegría» (Homilía de Navidad, 25 de diciembre de 1934). Son palabras
que revelan el afecto del delegado apostólico monseñor Roncalli por el pueblo
búlgaro, que en medio de las vicisitudes de la historia ha mantenido viva la
llama de la fe en Cristo.
Queridos hermanos, encomiendo a la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia,
a los
santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos, y al
obispo y mártir beato Evgenij Bossilkov, vuestras esperanzas y preocupaciones,
el camino de vuestras Iglesias y el desarrollo de vuestra patria terrenal, e
invoco la bendición del Señor sobre vosotros, los sacerdotes, religiosos,
religiosas y fieles de la querida nación búlgara.
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AUDIENCIA A UN GRUPO DE FIELES
PROVENIENTES DE SRI LANKA
EN PEREGRINACIÓN A ROMA EN OCASIÓN DE LAS CELEBRACIONES DEL
75° ANIVERSARIO DE LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LA IGLESIA EN SRI LANKA
EN PEREGRINACIÓN A ROMA EN OCASIÓN DE LAS CELEBRACIONES DEL
75° ANIVERSARIO DE LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LA IGLESIA EN SRI LANKA
Basílica Vaticana
Sábado, 8 febrero 2014
Sábado, 8 febrero 2014
¡Buenos días!
Os saludo, queridos hermanos y hermanas de la comunidad esrilanquesa en Italia.
Saludo fraternalmente al cardenal Malcolm Ranjith y a los demás obispos de
vuestra patria. Y doy las gracias al cardenal por la invitación a visitar Sri
Lanka. Acojo esta invitación y creo que el Señor nos dará la gracia. Habéis
venido en peregrinación a Roma para rendir homenaje a la Virgen, al término de
las celebraciones por el 75° aniversario de la consagración a Ella de la Iglesia
en Sri Lanka.
Hace setenta y cinco años, las oscuras nubes de lo que fue la segunda guerra
mundial se acumulaban en el cielo, y los fieles, guiados por una segura
intuición de fe, se encomendaron a la Virgen, que siempre defiende a sus hijos
de los peligros. En 1940, en las dramáticas circunstancias de la guerra, el
arzobispo de Colombo, monseñor Jean-Marie Masson, de los Oblatos de María
Inmaculada, hizo voto de hacer construir un santuario en honor a la Virgen si la
isla era preservada de la invasión extranjera. Así sucedió, y tras el final de
la guerra se edificó el hermoso santuario de Nuestra Señora de Lanka, en Tewatte,
consagrado hace ya cuarenta años.
Queridos hermanos y hermanas, la Virgen está siempre cerca de nosotros, nos mira
a cada uno con amor materno y nos acompaña siempre en nuestro camino. No dudéis
en recurrir a Ella en cada necesidad, sobre todo cuando se hace sentir el peso
de la vida con todos sus problemas.
A vuestra patria se la llama la Perla del Océano Índico, por su belleza natural
y su conformación. Se dice que la perla está formada por las lágrimas de la
ostra. Lamentablemente, muchas lágrimas fueron derramadas en los últimos años
con motivo del conflicto interno que provocó tantas víctimas y causó numerosos
daños. No es fácil, lo sé, curar las heridas y colaborar con el adversario de
ayer para construir juntos el mañana, pero es la única senda que nos da
esperanza de futuro, esperanza de desarrollo y esperanza de paz. Por ello, os
aseguro que ocupáis un sitio especial en mi oración. Suplico al Señor que os
done la paz y la reconciliación, y que os ayude en el intento de asegurar un
futuro mejor para todos los habitantes de Sri Lanka.
Os encomiendo a la materna intercesión de María, Nuestra Señora de Lanka. Os
pido que recéis por mí y de corazón os bendigo.
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A LOS PRELADOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE POLONIA,
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Palacio Apostólico Vaticano
Sala Clementina
Viernes, 7 febrero 2014
Viernes, 7 febrero 2014
Queridos hermanos en el episcopado:
Os saludo cordialmente a cada uno de vosotros y a las Iglesias particulares que
el Señor ha confiado a vuestra guía paterna. Doy las gracias a monseñor Józef
Michalik por sus palabras, sobre todo por haberme asegurado que la Iglesia que
está en Polonia reza por mí y por mi ministerio.
Se puede decir que nos encontramos en vísperas de la canonización del beato Juan
Pablo II. Todos llevamos en el corazón a este gran pastor que, en todas las
etapas de su misión —como sacerdote, obispo y Papa—, nos dio un ejemplo luminoso
de abandono total a Dios y a su Madre, y de dedicación completa a la Iglesia y
al hombre. Nos acompaña desde el cielo y nos recuerda cuán importante es la
comunión espiritual y pastoral entre los obispos. La unidad de los pastores, en
la fe, en la caridad, en la enseñanza y en la solicitud común por el bien de los
fieles constituye un punto de referencia para toda la comunidad eclesial y para
quienquiera que busque una orientación segura en la senda diaria por los caminos
del Señor. Que nada ni nadie cree divisiones entre vosotros, queridos hermanos.
Estáis llamados a construir la comunión y la paz arraigadas en el amor fraterno,
y a dar a todos un ejemplo alentador. Ciertamente, esta actitud será fecunda y
dará a vuestro pueblo fiel la fuerza de la esperanza.
Durante nuestros encuentros de estos días confirmé que la Iglesia en Polonia
tiene grandes potencialidades de fe, de oración, de caridad y de práctica
cristiana. Gracias a Dios, en Polonia hay una buena frecuencia a los sacramentos,
hay valiosas iniciativas en los sectores de la nueva evangelización y la
catequesis, hay una amplia actividad caritativo-social y un desarrollo
satisfactorio de las vocaciones sacerdotales. Todo esto favorece la formación
cristiana de las personas, la práctica motivada y convencida, la disponibilidad
de los laicos y de los religiosos a colaborar activamente en las estructuras
eclesiales y sociales. Respecto al hecho de que también se verifica cierta
disminución en diferentes aspectos de la vida cristiana, se requiere un
discernimiento, una búsqueda de los motivos y de los modos de afrontar los
nuevos desafíos, como por ejemplo la idea de una libertad sin límites, la
tolerancia hostil o desconfiada de la verdad, o el malhumor por la justa
oposición de la Iglesia al relativismo imperante.
Ante todo, en el ámbito de la pastoral ordinaria, quiero focalizar vuestra
atención en la familia, «célula básica de la sociedad», «lugar donde se
aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres
transmiten la fe a sus hijos» (Evangelii gaudium, 66). Hoy, en cambio, el
matrimonio es considerado a menudo una forma de gratificación afectiva que se
puede constituir de cualquier modo y modificar según la sensibilidad de cada uno
(cf. ibíd.). Por desgracia, esta visión influye también en la mentalidad
de los cristianos, facilitando el recurso al divorcio o a la separación de hecho.
Los pastores están llamados a preguntarse cómo ayudar a quienes viven en esta
situación, a fin de que no se sientan excluidos de la misericordia de Dios, del
amor fraterno de los demás cristianos y de la solicitud de la Iglesia por su
salvación; cómo ayudarles a que no abandonen la fe y eduquen a sus hijos en la
plenitud de la experiencia cristiana.
Por otra parte, es preciso preguntarse cómo mejorar la preparación de los
jóvenes al matrimonio, de manera que descubran cada vez más la belleza de esta
unión que, bien fundada en el amor y en la responsabilidad, es capaz de superar
las pruebas, las dificultades y el egoísmo con el perdón recíproco, reparando lo
que corre el riesgo de arruinarse y no cayendo en la trampa de la mentalidad del
descarte. Es necesario preguntarse cómo ayudar a las familias a vivir y apreciar
tanto los momentos de alegría como los de dolor y debilidad.
Las comunidades eclesiales han de ser lugares de escucha, de diálogo, de
consuelo y de apoyo para los esposos en su camino conyugal y en su misión
educativa. Que siempre puedan encontrar en los pastores el apoyo de auténticos
padres y guías espirituales que los protejan de la amenaza de las ideologías
negativas y los ayuden a ser fuertes en Dios y en su amor.
La perspectiva del próximo encuentro mundial de la juventud, que tendrá lugar en
Cracovia en 2016, me lleva a pensar en los jóvenes, quienes, junto con
los ancianos, son la esperanza de la Iglesia. Hoy, un mundo rico en instrumentos
informáticos les ofrece nuevas posibilidades de comunicación, pero, al mismo
tiempo, reduce las relaciones interpersonales de contacto directo, de
intercambio de valores y de experiencias compartidas. Sin embargo, en el corazón
de los jóvenes hay un anhelo de algo más profundo, que valore plenamente su
personalidad. Es preciso satisfacer este deseo.
En este sentido, la catequesis ofrece amplias posibilidades. Sé que en Polonia
participa en ello la mayor parte de los alumnos de las escuelas, quienes logran
un buen conocimiento de las verdades de la fe. La religión cristiana, sin
embargo, no es una ciencia abstracta, sino un conocimiento existencial de
Cristo, una relación personal con Dios que es amor. Quizá sea necesario insistir
más en la formación de la fe vivida como relación, en la que se experimenta la
alegría de ser amados y de poder amar. Es indispensable intensificar la
solicitud de los catequistas y de los pastores, para que las nuevas generaciones
puedan descubrir plenamente el valor de los sacramentos como medios
privilegiados de encuentro con Cristo vivo y fuente de gracia. Los jóvenes han
de ser animados a formar parte de los movimientos y de las asociaciones, cuya
espiritualidad se basa en la Palabra de Dios, en la liturgia, en la vida
comunitaria y en el testimonio misionero. También han de tener la oportunidad de
expresar su disponibilidad y su entusiasmo juvenil en las obras de caridad
promovidas por los grupos parroquiales o escolares de Cáritas o en otras formas
de voluntariado y de misión. Su fe, su amor y su esperanza han de reforzarse y
florecer en su compromiso concreto en el nombre de Cristo.
El tercer punto que quiero recomendaros son las vocaciones al sacerdocio y a
la vida consagrada. Con vosotros doy gracias al Señor porque en los últimos
decenios ha enviado a la tierra polaca numerosos obreros para su mies. Muchos
buenos y santos sacerdotes polacos desempeñan con dedicación su ministerio tanto
en sus propias Iglesias locales como en el extranjero y en las misiones. Pero la
Iglesia en Polonia no debe cansarse de seguir rezando por las nuevas vocaciones
sacerdotales. A vosotros, queridos obispos, os compete la tarea de preocuparos
de que esta oración se traduzca en un compromiso concreto en la pastoral
vocacional y en la buena preparación de los candidatos en los seminarios.
En Polonia, gracias a la presencia de buenas universidades y facultades
teológicas, los seminaristas adquieren una valiosa preparación intelectual y
pastoral. Esta debe ir acompañada siempre por la formación humana y espiritual,
para que vivan una intensa relación personal con el buen Pastor y sean hombres
de oración asidua, abiertos a la acción del Espíritu Santo, generosos, pobres de
espíritu y llenos de amor ardiente al Señor y al prójimo.
En el ministerio sacerdotal, la luz del testimonio podría ofuscarse o «ponerse
debajo del celemín» si faltara el espíritu misionero, la voluntad de «salir» con
una conversión misionera siempre renovada para buscar —también en las
periferias— y llegar a quienes esperan la buena nueva de Cristo. Este estilo
apostólico requiere también espíritu de pobreza y abandono para ser libres en el
anuncio y sinceros en el testimonio de la caridad. Con este propósito, recuerdo
las palabras del beato Juan Pablo II: «De todos nosotros, sacerdotes de
Jesucristo, se espera que seamos fieles al ejemplo que Él nos dejó. Por tanto,
que seamos “para los demás”. Y si “tenemos”, que tengamos también “para los
demás”. Más aún, porque si tenemos, tenemos “de los demás” (…). Con un estilo de
vida cercano al de una familia media, mejor todavía, al de una familia más
pobre» (Discurso a los seminaristas, al clero y a los religiosos en la
catedral de Stettino, 11 de junio de 1987, 9).
No olvidemos, queridos hermanos, las vocaciones a la vida consagrada, sobre todo
las femeninas. Como habéis observado, preocupa la disminución de la adhesión a
las congregaciones religiosas también en Polonia: es un fenómeno complejo, cuyas
causas son múltiples. Deseo que los institutos religiosos femeninos sigan
siendo, de modo adecuado a nuestros tiempos, lugares privilegiados de la
realización y el crecimiento humano y espiritual de las mujeres. Que las
religiosas estén dispuestas a afrontar también las tareas y las misiones
difíciles y exigentes que valoren su capacidad intelectual, afectiva y
espiritual, sus talentos y carismas personales. Recemos por las vocaciones
femeninas y acompañemos con estima a nuestras hermanas que, a menudo en silencio
y sin ser observadas, entregan su vida por el Señor y por la Iglesia, en la
oración, en la pastoral y en la caridad.
Concluyo exhortándoos a ser solícitos con los pobres. También en Polonia, a
pesar del actual desarrollo económico del país, hay muchos necesitados,
desempleados, sin vivienda, enfermos y abandonados, así como muchas familias
—sobre todo las numerosas— sin medios suficientes para vivir y educar a sus
hijos. Estad cerca de ellos. Sé cuánto hace la Iglesia en Polonia en este campo,
mostrando gran generosidad no sólo en su patria sino también en otros países del
mundo. Os doy las gracias a vosotros y a vuestras comunidades por esta obra.
Seguid alentando a vuestros sacerdotes, a los religiosos y a todos los fieles a
tener la «fantasía de la caridad», y a practicarla siempre. Y no olvidéis a
quienes, por diferentes motivos, dejan el país y tratan de comenzar una nueva
vida en el exterior. Su número creciente y sus exigencias quizá requieran mayor
atención por parte de la Conferencia episcopal. Acompañadlos con adecuado
cuidado pastoral, para que conserven la fe y las tradiciones religiosas del
pueblo polaco.
Queridos hermanos, os agradezco vuestra visita. Llevad mi saludo cordial a
vuestras Iglesias particulares y a todos vuestros compatriotas. Que la Virgen
María, Reina de Polonia, interceda por la Iglesia en vuestro país: proteja con
su manto a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los
fieles, y obtenga a cada uno y a cada comunidad la plenitud de las gracias del
Señor. Invoquémosla juntos: Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei
Genitrix, nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis
cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.
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A LOS REPRESENTANTES DEL CAMINO NEOCATECUMENAL
Palacio Apostólico Vaticano
Aula Pablo VI
Sábado 1° de febrero de 2014
Sábado 1° de febrero de 2014
Queridos hermanos y hermanas:
Doy gracias al Señor por la alegría de vuestra fe y por el ardor de vuestro testimonio cristiano, ¡gracias a Dios! Os saludo a todos cordialmente, iniciando por el equipo responsable internacional del Camino neocatecumenal, junto con los sacerdotes, seminaristas y catequistas. Dirijo un saludo lleno de afecto a los niños, aquí presentes en gran número. Mi pensamiento se dirige de modo especial a las familias, que irán a las diversas partes del mundo a anunciar y testimoniar el Evangelio. La Iglesia os agradece vuestra generosidad. Os doy las gracias por todo lo que hacéis en la Iglesia y en el mundo.
Y precisamente en nombre de la Iglesia, nuestra Madre —nuestra Santa Madre Iglesia, jerárquica como le gustaba decir a san Ignacio de Loyola—, en nombre de la Iglesia quisiera proponeros algunas sencillas recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado para construir y conservar la comunión en el seno de las Iglesias particulares donde irán a trabajar. El Camino tiene un carisma propio, una dinámica propia, un don que como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial; esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias a las que vuestros responsables os envían, valorizar sus riquezas, sufrir por las debilidades si es necesario y caminar juntos como un único rebaño, bajo la guía de los Pastores de las Iglesias locales. La comunión es esencial: a veces puede ser mejor renunciar a vivir en todos los detalles lo que vuestro itinerario exigiría a fin de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la que siempre tenéis que sentiros parte.
Otra indicación: adondequiera que vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios siempre llega antes que nosotros. Esto es importante: ¡El Señor siempre nos precede! Pensad en Felipe, cuando el Señor le envía por el camino donde encuentra a un administrador sentado en su carroza (cf. Hch 8, 27-28). El Espíritu llegó antes: él leía al profeta Isaías y no comprendía, pero su corazón ardía. Así, cuando Felipe se le acerca, él está preparado para la catequesis y para el Bautismo. El Espíritu nos precede siempre. ¡Dios siempre llega antes que nosotros! Incluso en los sitios más remotos, también en las culturas más diversas, Dios esparce por doquier las semillas de su Palabra. De aquí brota la necesidad de una especial atención al contexto cultural en el que vosotras, familias, iréis a trabajar: se trata de un ambiente a menudo muy diferente del que provenís. Muchos de vosotros se esforzarán por aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo se aprecia. Mucho más importante será vuestro compromiso por «aprender» las culturas que encontraréis, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio presente en todo lugar, pero también la acción que el Espíritu Santo ha realizado en la vida y en la historia de cada pueblo.
Y por último, os exhorto a cuidaros con amor unos a otros, de modo particular a los más débiles. El Camino neocatecumenal, como itinerario para descubrir el propio Bautismo, es un camino exigente, a lo largo del cual un hermano o una hermana pueden encontrar dificultades imprevistas. En estos casos ejercitar la paciencia y la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe. No se debe forzar la libertad de cada uno, y hay que respetar también la eventual elección de quien decidiera buscar, fuera del Camino, otras formas de vida cristiana que le ayuden a crecer en su respuesta a la llamada del Señor.
Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, os aliento a llevar el Evangelio de Jesucristo a todas partes, incluso a los ambientes más descristianizados, especialmente a las periferias existenciales. Evangelizad con amor, llevad a todos el amor de Dios. Decid a quienes encontraréis en los caminos de vuestra misión que Dios ama al hombre así como es, incluso con sus límites, con sus errores, también con sus pecados. Por esto envió a su Hijo, para que Él cargara sobre sí nuestros pecados. Sed mensajeros y testigos de la infinita bondad y de la inagotable misericordia del Padre.
Os confío a nuestra Madre, María, para que inspire y sostenga siempre vuestro apostolado. En la escuela de esta tierna Madre sed misioneros celosos y alegres. No perdáis la alegría, ¡adelante!
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