“Un gran regalo para nosotros es estar juntos, ser una comunidad misionera. Sentimos el apoyo mutuo pero también el de quienes nos apoyan desde lejos, con oración y caridad, en todo el mundo. Queremos expresar nuestro 'Gracias' desde lo más profundo del corazón, porque sólo si estamos juntos, Dios puede hacer grandes cosas a través de nosotros”.
Las religiosas dedican su vida al servicio de los más pobres y desamparados, niños y jóvenes, ancianos y enfermos, a este respecto sor Ursa observa: “El don más precioso es Dios mismo: en Él está nuestra fuerza y con él todo es posible (Mt 19,26). Es Él quien nos ha llamado, es Él quien nos ama y es Él quien nos cuida. Es Él quien llama a todo bautizado a ser misionero de su amor y misericordia. No temas contestarle, como dice el profeta Isaías ‘Aquí estoy, mándame’”.