CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 24 de junio de 2019).- El Cardenal Giovanni Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para
las Causas de los Santos y Delegado Especial de la Orden Soberana
Hospitalaria y Militar de San Juan de Jerusalén de Rodas y Malta ha
celebrado esta mañana la Santa Misa en la iglesia romana de Santa
María en Aventino, con motivo de la fiesta de la Natividad de San Juan
Bautista, patrono de la Orden de Malta. Publicamos a continuación
amplios fragmentos de la homilía pronunciada por el purpurado durante la
celebración.
“La devoción de los miembros de la Orden de Malta a San Juan Bautista
es una antigua tradición. Su figura siempre ha sido vista como una
figura ejemplar, no tanto por sus rasgos ascéticos, sino por su estilo,
por su misión. Un estilo y una misión que son siempre actuales y que
pueden resumirse así: nunca está en el centro, pero es uno que siempre
está en una posición que señala, que deja espacio a Cristo. La suya es
una apariencia fuerte y elocuente, pero está en silencio ante la voz del
Señor que viene; la suya es verdadera grandeza delante de Dios, pero se
hace pequeña, disminuye, para que Cristo crezca. Y luego su actitud
moral: la audacia de una palabra franca, la indignación por el mal y el
egoísmo como una manifestación de su pasión por Dios y por su prójimo,
siendo consciente de tener que pagar por cada palabra pronunciada, su
despego con respecto a los hombres de poder. Finalmente, el único deseo
que lo habitaba: ver realizadas las acciones del Mesías".
"El recuerdo de la figura de Juan el Bautista no puede dejarnos
indiferentes, es una oportunidad preciosa para renovar el propósito de
inspirar nuestra vida personal y nuestra obra en la Iglesia y en el
mundo en aquel que se puso al servicio de Jesús, preparando el camino.
Hoy nos toca a nosotros encontrar la inteligencia y la fuerza para
preparar un camino para el Señor, de modo que sea posible percibir su
presencia dentro de la Iglesia y, por lo tanto, también dentro de
nuestra Orden. Ante un mundo cada vez más secularizado, una sociedad que
elimina los valores cristianos, nosotros los creyentes, y especialmente
aquellos que ostentan el título público de pertenecer a una Orden
eclesiástica como la de la Orden de Malta, están llamados a dar con su
propio testimonio de vida respuestas creíbles y atrayentes. El mundo,
pobre de Dios, sediento de verdad, necesita más que nunca gente que
muestren el camino para encontrar una vida salvada, una vida
significativa. Todos debemos ser conscientes de que pertenecer a la
Orden de Malta no es un privilegio, no es un título honorífico del que
presumir ante el mundo, sino un don de Dios, que hay que recibir con
gratitud y humildad. El don en la economía de la salvación siempre está
acompañado por la asignación de una misión. Una persona bautizada no
puede mantener la fe para sí misma, sino que debe compartirla con los
demás. Un miembro de la Orden de Malta no puede contemplarse a sí mismo y
los éxitos logrados, sino que debe esforzarse diariamente para asimilar
el carisma y dejarse llevar por la preocupación de vivir sus
características específicas de manera coherente: la tuitio fidei y el obsequium pauperum.
Queridos hermanos, no podemos dispersar los dones de Dios, no podemos
derrochar la obra de Dios que se nos ha dado. Frente a Dios, debemos
preguntarnos si cada uno de nosotros contribuye a garantizar que la
Orden de Malta refleje el carisma original en su esencia y si el
compromiso de reforma en vigor tiene como objetivo hacer visible,
incluso en sus estructuras organizativas, la misión que el Señor le ha
encomendado. Una misión que debe contar con personas límpidas,
generosas, desinteresadas, fieles a la Iglesia y apasionadas por Dios".
"Son numerosas las actividades caritativas y de asistencia que los
miembros de la Orden llevan a cabo en todo el mundo y de las cuales se
puede estar justamente orgulloso. Permitidme recordaros que a través de
estas actividades están llamados a ser precursores y centinelas en las
lindes de los desiertos modernos de la humanidad. A imitación de San
Juan Bautista, desterrad de vuestro corazón la tentación de
manipularlas para obtener consenso en torno a vosotros, haced, en
cambio, que sirvan para indicar siempre y solo a Jesucristo como la
única razón de vuestra misión y la única esperanza del mundo. Entonces
vuestro testimonio será verdaderamente auténtico, profundo,
cristianamente creíble".
"Pidamos al Señor el don de la perseverancia, para dar testimonio de
la fe en Cristo con palabras y gestos de esperanza y caridad. A todos se
nos pide que seamos cada día, en los diversos entornos existenciales
(familia, trabajo, lugares de reunión y ocio), testigos alegres de los
dones del Jesús resucitado y, sobre todo, de la nueva vida que nos dio
en su resurrección. ¡Que este sea vuestro deseo constante! Os lo deseo
de corazón, mientras os doy las gracias por vuestro precioso servicio al
Evangelio y a la Iglesia, enriquecido por la fidelidad perseverante al
Santo Padre, por quien queremos orar en esta santa misa, como un signo
de devoción filial hacia su persona y de sincera adhesión a su
magisterio”.