Buenaventura, COLOMBIA (Agencia Fides, 17/06/2019) – Tinen dos años como obispo de la Diócesis
de Buenaventura en Colombia, y ya ha tenido que lidiar con los grupos
violentos que han sembrado el terror en la zona. Elobispo Rubén Darío
Jaramillo Montoya continúa intentando detener la confrontación violenta
de los grupos criminales que compiten por el control de esta parte del
país, donde se encuentra el puerto colombiano más importante del
Pacífico, una encrucijada para el comercio que sustenta gran parte de
economia nacional.
Hace solo unos días, el obispo le dijo a una estación de radio local que
estaba dispuesto a abordar un helicóptero para esparcir el agua bendita
en el puerto y la ciudad con el fin de eliminar de forma permanente a
los demonios. En una entrevista con la prensa, solicitó la intervención
de las autoridades nacionales para abordar juntos la violencia que está
llegando a niveles aterradores.
En la entrevista que recibió Fides, el obispo dijo que no es
sorprendente encontrar cadáveres desmembrados en la calle, como símbolo
del poder de la violencia en la zona portuaria. Las "casas de piques"
siguen existiendo, dijo Mons. Jaramillo Montoya. Con este nombre, se
indican los lugares de tortura y asesinato de las personas secuestradas
porque obstaculizaban o no apoyaban a las pandillas y al crimen
organizado: una realidad que se creía que en 2015 había desaparecido, que fue denunciado en aquél momento por el
Obispo predecesor del Obispo Jaramillo, Mons. Héctor Epalza Quintero,
PSS. En muchas ocasiones, los pastores han denunciado este horror,
señalando que la violencia ha estado "anclada" en el puerto durante más
de 37 años: mientras que las otras regiones han visto una disminución en
los asesinatos, Buenaventura sigue en niveles alarmantes.
"Hemos tenido 54 muertes violentas en lo que va del año, pero hay muchas
personas que desaparecen. Y esto no se informa - dijo el arzobispo
Jaramillo hace solo dos días -. El problema es que todavía no existe una
cultura de denuncia porque hay miedo, tenemos una sociedad que teme
informar. La comunidad me pidió que anticipara las misas del domingo a
las seis de la tarde porque temen ser secuestrados o quedarse en la
calle durante el toque de queda ilegal. Hay hombres con rifles que
percorren por calles y barrios ".
"He escuchado historias terribles de los fieles, continúa el obispo.
Estos grupos obligan a una familia a irse, por lo que la casa permanece
vacía y los criminales la toman para guardar las armas, ejecutar
personas de pandillas y encarcelar personas que no pagan las extorsiones
"Entonces, incluso las personas que viven cerca se ven amenazadas y
tienen que irse a otro vecindario, porque éstas son pobres y no pueden
ir a otra ciudad. Este movimiento intraurbano no está registrado como un
desplazamiento interno o una migración. El desplazamiento interno no es
conocido po el estado y, por lo tanto, las personas terminan cumpliendo
una ley llamada del silencio: es mejor guardar silencio, porque si
matan a un hermano, también pueden matar a las hijas, a los tíos, a los
abuelos, así que al final conviene estar en silencio ".
Ante esta situación, el obispo Jaramillo propone llegar a la raíz del
problema: "en primer lugar, nos hemos alejado de Dios, en cambio,
debemos ver al otro como algo sagrado, la vida es sagrada. Hoy ya no
estamos interesados en nada, sino en el poder económico, el poder
comercial, el poder político y el poder de las armas, que en esencia es
el jefe. Debemos pedir la ayuda del Estado, por supuesto, pero es un
problema de todos, por lo que todos estamos llamados a resolverlo,
incluso organizaciones sociales, empresas privadas, con estrategias para
crear confianza y, por lo tanto, promover el trabajo y la seguridad ",
concluye el Obispo.
La Diócesis de Buenaventura (1996), tiene un área de 6,297 kilómetros
cuadrados y una población de 407,675 habitantes, de los cuales 306,000
son católicos. Hay 38 sacerdotes (23 diocesanos y 15 religiosos), 15
hermanos religiosos, 12 religiosos. Hay 6 seminaristas mayores.