CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 26 de junio de 2019).- Discurso pronunciado esta mañana por Mons. Fernando Chica Arellano,
Observador Permanente de la Santa Sede ante las Organizaciones y
Organismos de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO, FIDA, PAM) y Jefe de la delegación de la Santa Sede, en el ámbito
de la XLI sesión de la Conferencia de la FAO, en curso del 22 al 29 de
junio de 2019 en Roma:
Intervención de Mons. Fernando Chica Arellano
Señor Presidente Enzo Benech,
Excelencias,
Señoras y Señores:
1. Quisiera, en primer lugar, dirigirle a usted, Señor
Presidente, mi más sincero agradecimiento por concederme la palabra y,
al mismo tiempo, felicitarlo por su elección para dirigir las sesiones
de la Conferencia, llamada en particular a pronunciarse sobre los
resultados obtenidos por la FAO en el bienio precedente y para formular
nuevas propuestas para la acción futura de la Organización, a fin de que
sea capaz de responder eficazmente a los desafíos urgentes que afronta
el sector agrícola y alimentario.
En esta ocasión, también me gustaría, en mi nombre y en el de la
Santa Sede, dar las gracias al Profesor José Graziano da Silva por el
esmerado trabajo realizado durante su mandato al frente de la
Organización. También deseo saludar con deferencia al Señor Qu Dongyu
para que su nombramiento como nuevo Director General se traduzca en un
pujante dinamismo que beneficie a la FAO en sus esfuerzos por ayudar
fundamentalmente a aquellas poblaciones que sufren por causa del hambre y
la malnutrición.
Señor Presidente:
2. El tema específico de este debate general: “Migración,
Agricultura y Desarrollo Rural”, ofrece la oportunidad de fijar la
atención en problemáticas de gran actualidad, cuyos protagonistas no son
cifras o meras estadísticas, sino personas marcadas por el dolor y la
amargura. Son seres humanos, como nosotros, pero que se ven obligados a
abandonar sus tierras y sus casas para escapar de la pobreza, los
conflictos, la persecución, los efectos dañinos del cambio climático y
los desastres naturales. Su número está, de hecho, en constante
crecimiento. Se marchan no por una libre elección, sino movidos por el
desaliento y la desesperación, a menudo dictados por la imposibilidad de
tener ese pan cotidiano que es parte integral del derecho fundamental a
la vida.
Cuando faltan alrededor de 10 años para la fecha límite establecida por la Agenda 2030
y sus Objetivos, a través de los cuales la comunidad internacional se
ha comprometido a crear un mundo en el que ya nadie sufra por el hambre
y, después de algunos años caracterizados por datos alentadores,
lamentablemente, continuamos constatando un aumento en el número de
personas hambrientas en todo el mundo. Se trata de una situación
dramática y escandalosa, frente a la cual nuestras conciencias no pueden
permanecer insensibles e indiferentes, antes bien es indispensable
dejar a un lado la retórica y pasar a la implementación de medidas
urgentes, coordinadas y precisas. Al respecto, la Delegación de la Santa
Sede no pretende presentar soluciones técnicas, sino más bien ofrecer
una orientación que contribuya a impulsar iniciativas eficaces que
tengan en cuenta las necesidades de la persona humana, especialmente si
esta última se encuentra atenazada por condiciones de vida que
menoscaban su dignidad y existencia.
3. El análisis de las cuestiones relacionadas con el círculo
vicioso del hambre, de la migración y de la pobreza no puede, ante todo,
ignorar la centralidad de la agricultura. Ésta desempeña un papel
crucial en la dinámica del desarrollo sostenible de un país,
constituyendo uno de los principales catalizadores a través de los
cuales otras actividades económicas y sociales pueden encontrar un
impulso efectivo. Resulta, por tanto, imprescindible invertir en
agricultura sostenible. Evidentemente, debe leerse en esta perspectiva
una mayor integración de enfoques agrícolas sostenibles, incluida la
agroecología, en las futuras actividades de planificación de la FAO. Al
respecto, no es secundario que la Organización continúe trabajando para
promover la transformación de las áreas rurales a través de la creación
de infraestructuras adecuadas, del uso de tecnología e innovación, de la
valoración de los recursos locales y del desarrollo de estrategias que
repercutan positivamente sobre las poblaciones.
Las actividades dirigidas al desarrollo agrícola podrían
interpretarse como una contribución para implementar el derecho a
permanecer en la propia tierra[1], y en el contexto del Artículo 13 del Pacto Mundial para una migración segura, ordenada y regular
que afirma que “debemos trabajar juntos para crear condiciones que
permitan a las comunidades e individuos vivir en seguridad y dignidad en
sus propios países”.
Sin embargo, estudios recientes indican que, en los países de
ingresos bajos o medios bajos, el desarrollo y el crecimiento de los
ingresos normalmente conduce a un aumento de la emigración y, solo
cuando se alcanza un nivel de ingresos medio-alto, los fenómenos
migratorios disminuyen[2]. Subrayan
también que, antes de que un país alcance la estabilidad que permita a
las personas ejercer su derecho a no emigrar, pueden transcurrir incluso
décadas[3]. Es importante tener esto
muy en cuenta, ante todo, para no sucumbir al error de pensar en el
desarrollo simplemente como una herramienta útil para disminuir la
migración, cuando en realidad es un derecho innegable de cada ser humano[4]. Esto pone de relieve igualmente que no es posible sustraerse a la obligación de acoger, proteger, promover e integrar [5]
a quienes llegan a diario de países en vías de desarrollo buscando una
existencia más digna y serena. Sin embargo, los flujos migratorios que
tienen un carácter estructural, y de los cuales la FAO muestra haber
comprendido su significado y alcance, requieren “la superación de la
fase de emergencia para dar espacio a programas que consideren las
causas de las migraciones, de los cambios que se producen y de las
consecuencias que imprimen rostros nuevos a las sociedades y a los
pueblos”[6]. Se trata de evidencias
que podrían traducirse, por ejemplo, en la formulación de políticas
dirigidas a proteger a los inmigrantes empleados en el sector
agroalimentario de muchos países desarrollados y que desempeñan un papel
crucial en la cadena de valor empresarial. En este contexto, son
preocupantes los testimonios frecuentes y muy numerosos de inmigrantes
víctimas de contrataciones ilegales a quienes no se les garantizan los
derechos más básicos y fundamentales, viéndose forzados a aceptar
condiciones de trabajo realmente inhumanas y que ofenden su dignidad[7].
Casos de explotación y abuso se detectan asimismo en el ámbito de la
pesca, incluyendo un número significativo de casos que llegan al nivel
de trata de seres humanos. Es un panorama atroz y lacerante que, por
desgracia, afecta, en particular, a jóvenes migrantes provenientes de
áreas muy pobres del mundo y que se trasladan a otras zonas del planeta
por necesidades dictadas por la industria pesquera. A menudo con engaño,
los obligan a embarcar en buques donde sufren algunas de las peores y
más brutales formas de violación de los derechos humanos, siendo
explotados laboralmente de manera inicua y despiadada.
4. Junto a las personas que emigran de un continente a otro,
también hay que prestar atención a quienes se desplazan dentro de sus
propios países y que en realidad conforman la mayoría de los migrantes a
nivel numérico[8]. Se trata de
personas que a menudo se trasladan de las zonas rurales a las urbanas.
Sin embargo, al carecer de la necesaria preparación o de las habilidades
profesionales requeridas en las ciudades se ven constreñidas a
permanecer en el círculo vicioso de la pobreza[9].
Es un doloroso fenómeno que afecta especialmente a ingentes multitudes
de jóvenes que se sienten cada vez menos atraídos por las actividades
agrícolas. Sin embargo, el desarrollo rural no puede prescindir de su
valiosa contribución. Si se les ofrecieran los medios adecuados, no solo
podrían espolear con pujanza la economía rural sino también favorecer
la seguridad alimentaria de las zonas urbanas.
Si queremos responder adecuadamente a esta problemática,
el análisis de las previsiones de incremento demográfico en las próximas
décadas y la consiguiente necesidad de aumentar la producción de
alimentos nos debe hacer reflexionar sobre la importancia del
crecimiento de la fuerza de trabajo en las áreas rurales. Al respecto,
el Papa Francisco ha resaltado que “el trabajo de los jóvenes en la
agricultura, además de combatir el desempleo, puede dar un nuevo vigor a
un sector que se está convirtiendo en estratégico para el interés
nacional de muchos países”[10].
Se trata de una cuestión esencial para la actividad de la FAO y que
puede abordarse favoreciendo políticas dirigidas a desarrollar el
espíritu empresarial de los jóvenes en el sector agrícola, por ejemplo,
facilitándoles el acceso a la tierra, la protección de los derechos de
tenencia de la tierra y su seguridad, así como el acceso al crédito y a
los mercados locales. Para ello es importante continuar con la
implementación y el fortalecimiento de instrumentos jurídicos como las Directivas
voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la
tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad
alimentaria nacional y los Principios para la inversión responsable en la agricultura y los sistemas alimentarios.
Son herramientas elaboradas para dirigir las inversiones en la
agricultura y garantizar la protección de los derechos de quienes
trabajan en el sector agroalimentario, siendo igualmente una respuesta
eficaz al preocupante fenómeno del acaparamiento de tierras.
Por último, permítanme mencionar a los jóvenes que pertenecen a
comunidades indígenas. Con frecuencia se ven forzados a abandonar sus
tierras. Es una triste realidad que los lleva a vivir desarraigados de
sus orígenes. Dirigiéndose a ellos, el Papa Francisco los exhortaba a
ser “valientes frente a los desafíos que les rodean para seguir adelante
llenos de esperanza en la construcción de otro mundo posible”. Y los
invitaba a volver a las culturas del origen, a “hacerse cargo de las
raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer,
florecer y fructificar”[11]. De este
modo, el Santo Padre destacaba el vínculo existente entre los orígenes y
el crecimiento, entre las raíces y lo que da fruto. Si queremos aplicar
esta relación al desarrollo de las áreas rurales, vemos la necesidad de
valorar la familia, célula primaria de la sociedad y, más
específicamente, las numerosas familias rurales dispersas por todo el
mundo. Éstas producen alrededor del 80% de los alimentos a nivel
mundial, pero, sin embargo, son las primeras en sufrir a causa de la
pobreza y la inseguridad alimentaria. A este respecto, el Decenio de las Naciones Unidas para la Agricultura Familiar,
lanzado recientemente y uno de cuyos primeros responsables a la hora de
desplegar todas sus pontencialidades es la FAO, es una oportunidad
valiosa para promover la formulación de políticas que apoyen y sostengan
a las familias rurales, de manera que no pierdan su identidad como
transmisoras de valores tan fundamentales como la custodia de los
conocimientos tradicionales, el respeto intergeneracional y el
fortalecimiento del papel insustituible de la mujer en el sector
agrícola y ganadero.
Señor Presidente:
5. A la luz de estas reflexiones, la Delegación de la Santa
Sede recuerda la importancia de fomentar una visión de la economía y la
sociedad éticamente fundada. Solo de esta manera será posible formular
decisiones y emprender acciones en cumplimiento de ese principio de
solidaridad que se encuentra en la base de la coexistencia justa y
pacífica entre las naciones y, por consiguiente, ofrecer un nuevo vigor
al sistema multilateral, cuyo papel es imprescindible para alcanzar un
desarrollo sostenible e integral que ponga en el centro a la persona
humana. A través de este enfoque, la FAO podrá continuar siendo un punto
de referencia para los retos que debe afrontar el sector
agroalimentario.
¡Muchas gracias!
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[1] Cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado 2013. 12 de octubre de 2012.
[2] Cf. FAO, The State of Food and Agriculture 2018. Migration, Agriculture and rural development. Roma, 2018.
[3] Cf. Ibidem.
[4] Cf. FRANCISCO, Discurso a los participantes en el Foro Internacional sobre migraciones y paz. 21 de febrero de 2017.
[5] Cf. FRANCISCO, Mensaje para la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado 2018. 14 de enero de 2018.
[6] FRANCISCO, Mensaje para la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado 2016. 12 de septiembre de 2015.
[7] Cf. FRANCISCO, Video mensaje a los participantes en la 48 Semana Social de los católicos italianos. Cagliari, 26 de octubre de 2017.
[8] Cf. FAO, IFAD, IOM, WFP, The Linkages between Migration, Agriculture, Food Security and Rural Development. Roma, 2018.
[9] Cf. Ibidem.
[10] FRANCISCO, Mensaje al
Director General de la FAO con ocasión del lanzamiento del Decenio de
las Naciones Unidas para la Agricultura Familiar. 29 de mayo de 2019.
[11] FRANCISCO, Video mensaje para el encuentro mundial de la juventud indígena. Soloy, Panamá, 17 de enero de 2019.