CIUDAD DEL VATICANO,
5 octubre 2014 (VIS).- “El profeta Isaías y el Evangelio de hoy
usan la imagen de la viña del Señor. La viña del Señor es su
''sueño'', el proyecto que él cultiva con todo su amor, como un
campesino cuida su viña. La vid es una planta que requiere muchos
cuidados''. Son las palabras del Santo Padre FRANCISCO la homilía
de la Santa Misa que ha celebrado esta mañana en la Basílica
Vaticana en ocasión de la inauguración de la III Asamblea general
extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “los desafíos
pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”.
''El ''sueño''
de Dios es su pueblo -ha continuado el Papa-: Él lo ha
plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta
en un pueblo santo, un pueblo que dé muchos frutos buenos de
justicia. Sin embargo, tanto en la antigua profecía como en la
parábola de Jesús, este sueño de Dios queda frustrado... La
tentación de la codicia siempre está presente... La codicia del
dinero y del poder. Y para satisfacer esta codicia, los malos
pastores cargan sobre los hombros de las personas fardos
insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo.
También nosotros estamos llamados en el Sínodo de los Obispos a
trabajar por la viña del Señor. Las Asambleas sinodales no sirven
para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más
inteligente... Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del
Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su
pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia,
que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por
la humanidad''.
''El sueño de
Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores
suyos. Podemos ''frustrar'' el sueño de Dios si no nos dejamos guiar
por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más
allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera
libertad y humilde creatividad''. Antes de concluir, el Santo
Padre ha recordado que ''para cultivar y guardar bien la viña, es
preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en
Jesucristo por la ''paz de Dios, que supera todo juicio''. De este
modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al
sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que
produzca los frutos del Reino de Dios''.