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CIUDAD DEL VATICANO,
19 de octubre 2014 (VIS).- La santa misa celebrada esta mañana a las
10:30 en la Plaza de San Pedro, durante la cual el Papa FRANCISCO ha
proclamado beato a Pablo VI, ha clausurado el Sínodo de los Obispos
dedicado a ''Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de
la evangelización''. A la ceremonia, que contó con la presencia del
Papa Emérito, Benedicto XVI, participaron 70,000 personas
procedentes de todo el mundo y con el Santo Padre concelebraron los
Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos y Presbíteros Miembros
del Sínodo.
Después del rito de
beatificación y de la lectura del evangelio, el Pontífice pronunció
una homilía en la que destacó que durante el Sínodo, los
participantes sintieron la ''fuerza del Espíritu Santo que guía
y renueva sin cesar a la Iglesia, llamad, con premura a hacerse cargo
de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas
que la han perdido''. Y refiriéndose al nuevo beato, lo definió
como ''cristiano comprometido, apóstol incansable y gran timonel
del Concilio''.
''Acabamos de
escuchar una de las frases más famosas de todo el Evangelio: ''Dar
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'' -dijo
FRANCISCO citando el evangelio de hoy- Jesús responde con esta
frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por
decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y
ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos
aquellos que tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están
en juego su conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su
fama. Y esto ha sucedido siempre''.
''Evidentemente
-prosiguió- Jesús pone el acento en la segunda parte de la
frase: ''Y (dar) a Dios lo que es de Dios''. Lo cual quiere decir
reconocer y creer firmemente –frente a cualquier tipo de poder–
que sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Ésta
es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando
el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios. ¡Él
no tiene miedo de las novedades! Por eso, continuamente nos
sorprende, mostrándonos y llevándonos por caminos imprevistos. Nos
renueva, es decir, nos hace siempre “nuevos”. Un cristiano que
vive el Evangelio es “la novedad de Dios” en la Iglesia y en el
mundo. Y a Dios le gusta mucho esta “novedad”.
''Dar a Dios lo
que es de Dios'' -explicó- significa estar dispuesto a hacer
su voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de
misericordia, de amor y de paz.En eso reside nuestra verdadera
fuerza, la levadura que fermenta y la sal que da sabor a todo
esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos ofrece el
mundo. En eso reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios
no es una huida de la realidad, no es un alibi: es ponerse manos a la
obra para devolver a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano
mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir
plenamente la vida –con los pies bien puestos en la tierra– y
responder, con valentía, a los incesantes retos nuevos''.
''Lo hemos visto
en estos días durante el Sínodo extraordinario de los Obispos
–“sínodo” quiere decir “caminar juntos”–. Y, de hecho,
pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído aquí a
Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las familias
de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en Jesús.
Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y
la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que
guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a
hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a
tantas personas que la han perdido. Por el don de este Sínodo y por
el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el
Apóstol Pablo, ''damos gracias a Dios por todos ustedes y los
tenemos presentes en nuestras oraciones''. Y que el Espíritu Santo
que, en estos días intensos, nos ha concedido trabajar generosamente
con verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las
Iglesias de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo
Ordinario de los Obispos del próximo mes de octubre de 2015. Hemos
sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia, con la
certeza de que es el Señor quien da el crecimiento''.
Después,
centrándose en la figura del Papa Pablo VI, dijo que en la fecha de
su beatificación se acordaba de las palabras con que instituyó el
Sínodo de los Obispos: ''Después de haber observado atentamente
los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de
apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las
nuevas condiciones de la sociedad''.
''Contemplando a
este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol
incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan
sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro
querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético
testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia. El que fuera gran timonel
del Concilio, al día siguiente de su clausura, anotaba en su diario
personal: ''Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este
servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que
gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para
que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es
quien la guía y la salva''.
''En esta
humildad -concluyó- resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que,
en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y
hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y
quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder
nunca la alegría y la fe en el Señor. Pablo VI supo de verdad dar a
Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la ''sagrada, solemne
y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la
misión de Cristo'' amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para
que sea ''al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y
dispensadora de salvación''.