CIUDAD DEL VATICANO,
13 octubre 2014 (VIS).- La ''Relación después de la discusión''
del Sínodo extraordinario sobre la familia presentada esta mañana
en el Aula del Sínodo por el Relator general de la Asamblea, el
cardenal Peter Erdo, recoge las principales reflexiones de los Padres
Sinodales surgidas en el Aula durante estos días y sirve como base
al documento final del Sínodo.
La relación dicta
principalmente tres directrices: escuchar al contexto socio-cultural
en el que las familias viven hoy en día; discutir las perspectivas
pastorales que deben adoptarse y sobre todo a mirar a Cristo, a su
Evangelio de la familia.
La familia -realidad
''decisiva y valiosa'', ''seno de alegrías y pruebas, de afectos
profundos y de relaciones a veces heridas'' ''escuela de humanidad''-
de ante todo escucharse en su ''complejidad''. El individualismo
exasperado, ''la gran prueba'' de la soledad, ''la afectividad
narcisista'', unida a la ''fragilidad'' de los sentimientos, ''la
pesadilla'' de la inseguridad en el empleo, junto con la guerra, el
terrorismo, la migración, deterioran cada vez más las situaciones
familiares. Y es aquí - se lee en la relación - donde la Iglesia
debe dar ''esperanza y sentido a la vida del ser humano
contemporáneo, haciéndole conocer más ''la doctrina de la fe'',
pero proponiéndola ''junto con la misericordia.''
A continuación,
mirar a Cristo, que ''reafirma la unión indisoluble entre el hombre
y la mujer'', pero que también permite ''leer en términos de
continuidad y novedad la alianza nupcial''. El principio - explica el
cardenal Erdo - debe ser ''gradual'' para los cónyuges de
matrimonios rotos, en una ''perspectiva inclusiva'' de las ''formas
imperfectas'' de la realidad nupcial. Se hace por lo tanto necesario
un discernimiento espiritual, acerca de las convivencias y de los
matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar, compete a la
Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de
sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de
Cristo, cuya luz ilumina a todo hombre la Iglesia se dirige con
respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e
imperfecto, apreciando más los valores positivos que custodian, en
vez de los límites y las faltas
Por lo tanto,
necesitamos una ''nueva dimensión de la pastoral familiar,'' que
sepa nutrir las semillas en maduración, como los matrimonios civiles
caracterizados por la estabilidad, el afecto profundo, la
responsabilidad con los hijos y que pueden conducir a la unión
sacramental. También porque a menudo las uniones de hecho o las
convivencias no están dictadas por un ''rechazo de los valores
cristianos'', sino por necesidades prácticas, como a la espera de un
trabajo fijo. Verdadera ''casa paterna'', antorcha en medio de la
gente'' - continúa el purpurado - la Iglesia debe acompañar ''con
paciencia y delicadeza'', ''con atención y cuidado a sus hijos más
vulnerables, aquellos marcados por el amor herido y perdido'',
dándoles ''confianza y esperanza''.
En tercer lugar, la
Relación después de la discusión aborda las ''instancias
pastorales más urgentes'' para confiarlas a su ''concretización en
las Iglesias locales particulares'' siempre en comunión con el Papa.
En primer lugar está ''el anuncio del Evangelio de la familia '',
actuado ''no para condenar, sino para sanar la fragilidad humana ''.
Y este anuncio atañe los fieles: Evangelizar es responsabilidad
compartida de todo el pueblo de Dios, cada uno según su propio
ministerio y carisma. Sin el testimonio alegre de los esposos y de
las familias, el anuncio, aunque sea correcto, corre el riesgo de ser
incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza
nuestra sociedad . Los Padres sinodales han subrayado varias veces
que las familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los
sujetos activos de toda la pastoral familiar..
El evangelio de la
familia es ''alegría'', subraya el cardenal Erdö, y para esto se
requiere ''una conversión misionera,'' con el fin de ''no detenerse
en un anuncio meramente teórico y desconectado de los problemas
reales de las personas.'' Al mismo tiempo, también es necesario
actuar sobre el lenguaje: La conversión debe ser sobre todo aquella
del lenguaje para que resulte efectivamente significativa... No se
trata solamente de presentar una normativa sino de proponer valores,
respondiendo a la necesidad de estos, que se constata hoy también en
los países más secularizados.
Por otra parte es
esencial, ''una adecuada preparación para el matrimonio cristiano'',
porque éste no es sólo ''una tradición cultural'' o ''una
exigencia social'', sino ''una decisión vocacional.'' No se trata de
''complicar los ciclos de formación'', sino de ''ir en profundidad y
de no contentarse con encuentros teóricos o con orientaciones
generales'', renovando también ''la formación de los presbíteros''
sobre este argumento, gracias a la participación de las mismas
familias cuyo testimonio debe ser ''privilegiado''. Se sugiere el
acompañamiento de la Iglesia también después del matrimonio,
período ''vital y delicado'' en el que los cónyuges ''crecen en la
conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio''.
Del mismo modo, la
Iglesia - continúa la Relación - debe alentar y apoyar a los laicos
comprometidos en la cultura, en la política y en la sociedad, para
que no falte la denuncia de aquellos factores que impiden ''la
auténtica vida familiar determinando discriminaciones, pobreza,
exclusiones, violencia''.
Por cuanto respecta
a los separados, divorciados y a los divorciados que se han vuelto a
casar, el cardenal Erdo hace hincapié en que ''no es sabio pensar en
soluciones únicas o inspiradas en la lógica del 'todo o nada'; el
diálogo debe continuar, por lo tanto, en las iglesias locales '',
con respeto y amor'' por cada familia herida, pensando en aquellos
que han sido injustamente abandonados por el cónyuge, evitando
actitudes discriminatorias y protegiendo a los niños. Es
indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las
consecuencias de la separación o del divorcio, en los hijos: ellos
no pueden convertirse en un ?objeto? de contienda y se deben buscar
las formas mejores para que puedan superar el trauma de la división
familiar y crecer en el modo más posible sereno.
En cuanto a la
agilización de los procedimientos para el reconocimiento de la
nulidad matrimonial el Relator general del Sínodo recuerda las
propuestas formuladas en el Aula: la superación de la necesidad de
la doble sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía
administrativa bajo la responsabilidad del obispo diocesano; un
proceso sumario para realizar en los casos de nulidad notoria.
considerar la posibilidad de dar relevancia a la fe de los novios.
Todo ello requiere- dice el prelado - personal del clero y laicos
adecuadamente preparados, y una mayor responsabilidad de los obispos
locales.
En cuanto al acceso
al sacramento de la Eucaristía para los divorciados que se han
vuelto a casar la Relación enumera las principales recomendaciones
surgidas durante el Sínodo: mantener la disciplina actual; mayor
apertura en condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones
que no pueden ser disueltas sin determinar nuevas injusticias y
sufrimientos; o bien optar por el camino ''penitencial'': Para
algunos, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un
camino penitencial ?bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y
con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una
posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso
por caso, según una ley de la gradualidad, que tenga presente la
distinción entre el estado de pecado, estado de gracia y
circunstancias atenuantes.
Queda todavía
abierta, la cuestión de la ''comunión espiritual'', para la que se
ha solicitado una mayor profundización teológica así como una
reflexión más profunda sobre los matrimonios mixtos y los ''graves
problemas'' relacionados con la diversa disciplina matrimonial de las
Iglesias ortodoxas.
En cuanto a las
personas homosexuales, se hace hincapié en que cuentan con ''dones y
talentos que ofrecer a la comunidad cristiana''. La Iglesia sea, por
lo tanto, para ellos, ''casa acogedora'', afirmando siempre que las
uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al
matrimonio entre un hombre y una mujer y que tampoco es aceptable que
organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la
introducción de normas inspiradas a la ideología gender. Sin negar
las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales,
se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta
el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las
parejas. Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños
que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar
se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños.
En la última parte,
la Relación retoma los argumentos de la encíclica ''Humanae vitae''
de Pablo VI y se centra en el tema de la apertura calificándola como
''una exigencia intrínseca del amor conyugal''. De ahí, la
necesidad de un ''lenguaje realista'' que sepa explicar ''la belleza
y la verdad'' de abrirse al don de un hijo, gracias también a una
''educación adecuada sobre los métodos naturales de regulación de
la fertilidad'' y una ''comunicación armoniosa y consciente de los
cónyuges, en todas sus dimensiones''. Asimismo es clave el desafío
educativo, en el que la Iglesia juega ''un papel importante de apoyo
a las familias, sosteniéndolas en las decisiones y
responsabilidades.
Por último, el
cardenal Erdö subraya que el diálogo sínodal se llevó a cabo ''en
gran libertad y en un estilo de escucha recíproca,'', y recuerda que
las ideas propuestas hasta ahora no son decisiones ya tomadas. El
camino,efectivamente, continuará con el Sínodo general ordinario,
siempre sobre el tema de la familia, previsto para octubre de 2015.
Para leer el texto
completo de la Relatio post disceptationem: