Knayeh, SIRIA
(Agencia Fides) – El padre Hanna Jallouf OFM fue secuestrado junto
con sus feligreses después de realizar una visita a la corte
islámica, donde había ido a denunciar el acoso y el abuso sufrido
en el convento en las últimas semanas por parte de las brigadas de
islamistas que se han apoderado de la zona arrebatando el control al
gobierno de Damasco. Lo revelan fuentes de la comunidad cristiana
local, consultadas por la Agencia Fides. Las circunstancias y otros
detalles de la historia delinean mejor que cualquier discurso la
condición experimentada por las comunidades cristianas en el caos de
Siria, y su inerme voluntad de seguir viviendo en su propia tierra
tratando de adaptarse a situaciones adversas.
El párroco
franciscano fue secuestrado en la aldea cristiana de Knayeh junto con
algunos de sus feligreses por un grupo de yihadistas militantes en la
noche entre el domingo 5 y el lunes 6 de octubre.
Fuentes locales de
Fides explican que en los últimos tres años el p. Hanna fue capaz
de guiar y proteger a la comunidad católica local, aun cuando el
territorio había caído bajo el control de los rebeldes anti-Assad.
Con el transcurso del tiempo, habían asumido posiciones de poder en
esa zona del norte de Siria los yihadistas del Estado Islámico de
Iraq y el Levante (ISIL) y luego los quaedistas de Jabhat al-Nustra.
Detrás de los grupos anti-Assad - a menudo confrontados en luchas
sangrientas - habían comenzado los abusos contra la población
local: impuestos injustos, embargo de bienes y casas vacías que eran
ocupadas por los milicianos yihadistas.
La iglesia y el
convento estaban todavía abiertas y activas, a pesar de tener que
renunciar a tocar las campanas y sometiéndose a la obligación de
cubrir las estatuas y las imágenes sagradas expuestas al aire libre.
El padre Hanna pudo con dificultad mantener los canales de contacto
con los grupos de las milicias para asegurar la viabilidad mínima en
las actividades de la parroquia. Cada cinco o seis meses, salía por
breves incursiones de la zona controlada por los rebeldes - la última
vez, hace menos de dos meses para someterse a una cirugía en el
Líbano – peor luego siempre habían regresado y reanudado su
misión pastoral. La escuela permaneció abierta, a pesar de tener
que someterse a las reglas impuestas por el nuevo régimen islamista.
En los últimos
tiempos, la situación se ha complicado. Las expropiaciones y saqueos
por parte de las milicias se han intensificado y han tomado en la
mira directamente el convento. Los grupos armados han tomado las
tierras, se han apoderado de la cosecha de aceitunas, han comenzado a
acampar en el convento de las Hermanas. En ese momento, el sacerdote
de la parroquia franciscana fue ante la corte islámica - el
organismo creado en la zona bajo el control de los islamistas para
administrar justicia según la ley islámica - con el fin de
denunciar el acoso sufrido. Unos días más tarde, Se realizó la
expedición de la brigada que le secuestró a él y a algunos de sus
jóvenes parroquianos.
Un episodio que dice
mucho de la fiabilidad y del sentido de justicia de las entidades
pseudo-jurídicas con las que los islamistas buscan imponer su
“orden” en las zonas bajo su control.
“Ahora”,
confiesa a la Agencia Fides un hermano de comunidad del padre Hanna
“no sabemos qué hacer. Hay muchos grupos y bandas armadas que
actúan de forma independiente, sin supervisión. No existe un único
interlocutor. Esto aumenta la confusión. Estamos esperando a que
alguien aparezca y nos diga algo. Y oramos para que nuestros amigos
vuelvan prono en libertad”.