martes, 9 de diciembre de 2014

Reza el Santo Padre ante la Inmaculada Concepción en la Plaza de España






CIUDAD DEL VATICANO, 9 de diciembre 2014 (VIS).- Ayer, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, a primera hora de la tarde, el Santo Padre FRANCISCO se desplazó a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la imagen de María, Salus Populi Romani y desde allí fue a la Plaza de España donde tuvo lugar el tradicional acto de veneración a la Inmaculada. Para ese ocasión Francisco compuso y rezó la oración que publicamos a continuación:


''Oh María, Madre nuestra,
hoy el pueblo de Dios, en fiesta
te venera, Inmaculada
preservada desde siempre del contagio del pecado.
Acepte el homenaje que te ofrezco
en nombre de la Iglesia que está en Roma
y en el mundo entero.
Saber que tu, que eres nuestra Madre, estás totalmente libre del pecado
nos da gran consuelo.
Saber que el mal no tiene poder sobre ti,
nos llena de esperanza y de fortaleza
en la lucha diaria que debemos combatir
contra las amenazas del maligno.
Pero en esta lucha no estamos solos, no somos huérfanos,
porque Jesús, antes de morir en la cruz,
te nos dio como Madre.
Nosotros, por lo tanto, a pesar de ser pecadores, somos hijos tuyos,
hijos de la Inmaculada,
llamados a esa santidad que en ti resplandece
por la gracia de Dios desde el principio.
Animados por esta esperanza,
invocamos hoy tu protección maternal para nosotros, para nuestras familias,
para esta ciudad, para el mundo entero.
La potencia del amor de Dios,
que te ha preservado del pecado original,
libre a la humanidad, por tu intercesión, de toda esclavitud espiritual y material,
y haga que en los corazones y en los hechos, venza el plan de salvación de Dios.
Haz que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalezca sobre el orgullo
y podamos llegar a ser misericordiosos
como nuestro Padre celestial es misericordioso.
En este tiempo que nos lleva
a la fiesta de la Natividad de Jesús,
enséñanos a ir contracorriente:
a desnudarnos, a rebajarnos, a entregarnos, a escuchar, a estar en silencio,
a no ser el centro,
para hacer espacio a la belleza de Dios, fuente de la verdadera alegría.
¡Oh Madre nuestra Inmaculada, ruega por nosotros!