miércoles, 4 de enero de 2012

BENEDICTO XVI: Ángelus (Dic. 26 y 18 de 2011)

FIESTA DE SAN ESTEBAN PROTOMÁRTIR

ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI
 
Plaza de San Pedro
Lunes 26 de Diciembre de 2011
 
Queridos hermanos y hermanas:

Al día siguiente de la solemne liturgia del Nacimiento del Señor, hoy celebramos la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir de la Iglesia. El historiador Eusebio de Cesarea lo define el «mártir perfecto» (Die Kirchengeschichte V, 2, 5: GCS II, I, Lipsia 1903, 430), porque está escrito en los Hechos de los Apóstoles: «Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo» (6, 8). San Gregorio de Nisa comenta: «Era un hombre honrado y lleno de Espíritu Santo: con su bondad de alma cumplía el encargo de alimentar a los pobres, y con la libertad de palabra y la fuerza del Espíritu Santo cerraba la boca a los enemigos de la verdad» (Sermo in Sanctum Stephanum II: GNO X, I, Leiden 1990, 98). Hombre de oración y de evangelización, Esteban, cuyo nombre significa «corona», recibió de Dios el don del martirio. De hecho, «lleno de Espíritu Santo (...) vio la gloria de Dios» (Hch 7, 55) y mientras lo apedreaban oraba: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7, 59). Luego, cayendo de rodillas, suplicaba el perdón para sus acusadores: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7, 60). Por eso la Iglesia oriental canta en los himnos: «Para ti las piedras se convirtieron en peldaños y escaleras para subir al cielo (...) y te uniste jubiloso a la reunión festiva de los ángeles» (MHNAIA t. II, Roma 1889, 694.695).
Después de la generación de los Apóstoles, los mártires asumen un lugar de primer plano en la consideración de la comunidad cristiana. En los tiempos de mayor persecución, su elogio alivia el arduo camino de los fieles y anima a quienes buscan la verdad a convertirse al Señor. Por eso, la Iglesia, por disposición divina, venera las reliquias de los mártires y los honra con sobrenombres como «maestros de vida», «testigos vivos», «columnas vivas», «silenciosos mensajeros» (Gregorio Nacianceno, Oratio 43, 5: PG 36, 500 c).
Queridos amigos, la verdadera imitación de Cristo es el amor, que algunos escritores cristianos han definido el «martirio secreto». A este propósito san Clemente de Alejandría escribe: «Quienes ponen en práctica los mandamientos del Señor dan testimonio de él en toda acción, pues hacen lo que él quiere e invocan fielmente el nombre del Señor» (Stromatum IV, 7, 43, 4: SC 463, París 2001, 130). Como en la antigüedad, también hoy la sincera adhesión al Evangelio puede exigir el sacrificio de la vida y muchos cristianos en distintas partes del mundo están expuestos a la persecución y a veces al martirio. Pero, como nos recuerda el Señor, «el que persevere hasta el final, se salvará» (Mt 10, 22).
A María santísima, Reina de los mártires, dirijamos nuestra súplica para custodiar íntegra la voluntad de bien, sobre todo con respecto a quienes están contra nosotros. De modo especial encomendemos hoy a la Misericordia divina a los diáconos de la Iglesia, a fin de que, iluminados por el ejemplo de san Esteban, colaboren, según su propia misión, al compromiso de evangelización (cf. Verbum Domini, 94).


LLAMAMIENTO

Queridos hermanos y hermanas, la santa Navidad suscita en nosotros, de modo aún más fuerte, la oración a Dios para que se detengan las manos de los violentos, que siembran muerte, y para que en el mundo puedan reinar la justicia y la paz. Pero nuestra tierra se sigue empapando de sangre inocente. He recibido con profunda tristeza la noticia de los atentados que, también este año en el día del Nacimiento de Jesús, han llevado luto y dolor a algunas iglesias de Nigeria. Deseo manifestar mi sincera y afectuosa cercanía a la comunidad cristiana y a todos los que se han visto golpeados por este absurdo gesto e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas. Hago un llamamiento para que con la colaboración de los diversos componentes sociales, se recuperen la seguridad y la serenidad. En este momento quiero repetir una vez más con fuerza: la violencia es una senda que solamente lleva al dolor, a la destrucción y a la muerte; el respeto, la reconciliación y el amor son el único camino para llegar a la paz.

Después del Ángelus

(En francés)

Al día siguiente de la Navidad la Iglesia festeja al primer testigo de Cristo resucitado. San Esteban vivió, hasta su muerte, el mensaje de salvación que Cristo trajo a nuestro mundo. El nacimiento del Hijo de Dios nos anima a testimoniar su presencia en medio de su pueblo incluso en la adversidad. Pensemos en todos los cristianos perseguidos en el mundo, que, siguiendo el ejemplo de este santo, dan su vida a causa de su fe. El Papa no los olvida. Que Dios los llene de valentía y de fuerza, y que la Virgen María sea su apoyo. Con mi bendición apostólica.

(En lengua española)

Sintiendo aún el eco de la Navidad, invito a todos a suplicar al Señor que no deje de suscitar en su Iglesia testigos fieles y valientes del Evangelio, a imitación de san Esteban, cuya fiesta celebramos hoy. Él fue el primero de los diáconos escogidos por los Apóstoles como colaboradores de su ministerio y también fue el primero que, colmado de fe y del Espíritu Santo, derramó su sangre en Jerusalén para proclamar su amor a Jesús, el Verbo de Dios hecho carne. Que el ejemplo y la intercesión de los mártires avive en nosotros el deseo de ser auténticos discípulos y misioneros de Cristo, nuestro Redentor. Muchas gracias.

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ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI

Plaza de San Pedro
IV Domingo de Adviento, 18 de Diciembre de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

En este cuarto y último domingo de Adviento la liturgia nos presenta este año el relato del anuncio del ángel a María. Contemplando el estupendo icono de la Virgen santísima, en el momento en que recibe el mensaje divino y da su respuesta, nos ilumina interiormente la luz de verdad que proviene, siempre nueva, de ese misterio. En particular, quiero reflexionar brevemente sobre la importancia de la virginidad de María, es decir, del hecho de que ella concibió a Jesús permaneciendo virgen.
En el trasfondo del acontecimiento de Nazaret se halla la profecía de Isaías. «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel» (Is 7, 14). Esta antigua promesa encontró cumplimiento superabundante en la Encarnación del Hijo de Dios.
De hecho, la Virgen María no sólo concibió, sino que lo hizo por obra del Espíritu Santo, es decir, de Dios mismo. El ser humano que comienza a vivir en su seno toma la carne de María, pero su existencia deriva totalmente de Dios. Es plenamente hombre, hecho de tierra —para usar el símbolo bíblico—, pero viene de lo alto, del cielo. El hecho de que María conciba permaneciendo virgen es, por consiguiente, esencial para el conocimiento de Jesús y para nuestra fe, porque atestigua que la iniciativa fue de Dios y sobre todo revela quién es el concebido. Como dice el Evangelio: «Por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). En este sentido, la virginidad de María y la divinidad de Jesús se garantizan recíprocamente.
Por eso es tan importante aquella única pregunta que María, «turbada grandemente», dirige al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» (Lc 1, 34). En su sencillez, María es muy sabia: no duda del poder de Dios, pero quiere entender mejor su voluntad, para adecuarse completamente a esa voluntad. María es superada infinitamente por el Misterio, y sin embargo ocupa perfectamente el lugar que le ha sido asignado en su centro. Su corazón y su mente son plenamente humildes, y, precisamente por su singular humildad, Dios espera el «sí» de esa joven para realizar su designio. Respeta su dignidad y su libertad. El «sí» de María implica a la vez la maternidad y la virginidad, y desea que todo en ella sea para gloria de Dios, y que el Hijo que nacerá de ella sea totalmente don de gracia.
Queridos amigos, la virginidad de María es única e irrepetible; pero su significado espiritual atañe a todo cristiano. En definitiva, está vinculado a la fe: de hecho, quien confía profundamente en el amor de Dios, acoge en sí a Jesús, su vida divina, por la acción del Espíritu Santo. ¡Este es el misterio de la Navidad! A todos os deseo que lo viváis con íntima alegría.
 

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ayer, en Madrid, fueron proclamados beatos 22 misioneros Oblatos de María Inmaculada y un laico, asesinados en 1936 únicamente por el hecho de ser testigos celosos del Evangelio. La alegría por su beatificación va unida a la esperanza de que su sacrificio dé también muchos frutos de conversión y de reconciliación.
Aseguro mi cercanía a las poblaciones del sur de Filipinas damnificadas por una violenta tempestad tropical. Rezo por las víctimas, en gran parte niños, por los que se han quedado sin hogar y por los numerosos desaparecidos.

(En español)

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. La liturgia de este último domingo de adviento, cuando faltan ya pocos días para la Navidad" la Navidad, nos invita a dirigir nuestros ojos a la Virgen María. Que Ella nos ayude a intensificar nuestra preparación espiritual, para disponer nuestro corazón al nacimiento del Hijo de Dios. Con estos sentimientos, deseo también recordar a los misioneros Oblatos de María Inmaculada que, junto con el laico Cándido Castán, fueron beatificados ayer en Madrid. Que el testimonio de fe y caridad que dieron en su martirio nos sirva de estímulo y ejemplo para dedicar nuestra vida al servicio de Dios y de los hermanos. Feliz domingo.

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