CIUDAD DEL VATICANO,
12 octubre 2014 (VIS).- A mediodía, el Santo Padre FRANCISCO se
asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los
fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Antes de la
oración mariana, el Papa reflexionó sobre el Evangelio de este
domingo en que San Mateo describe a Dios representado por un rey que
invita a participar en un banquete de boda a varias personas, pero
algunas se mostraron indiferentes e incluso molestas. El Pontífice
explicó las tres características de esta invitación: la gratuidad,
la extensión, la universalidad. ''Dios es bueno con nosotros,
-dijo- nos ofrece
gratuitamente su amistad, nos ofrece gratuitamente su alegría, la
salvación, pero muchas veces no recibimos sus dones, ponemos en
primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses,
y también cuando el Señor nos llama, muchas veces parece como si
nos molestara''.
''Algunos
invitados -continuó- incluso maltratan y matan a los
servidores que les entregan las invitaciones. Pero, a pesar de las
adhesiones que faltan por parte de quienes fueron llamados, el plan
de Dios no se interrumpe. Frente a la negativa de los primeros
invitados, Él no pierde el ánimo, no suspende la fiesta, sino que
vuelve a proponer la invitación extendiéndola; extendiéndola más
allá de todo límite razonable y envía a sus siervos a las plazas y
a los cruces de las calles a reunir a todos aquellos que
encuentran''.
''La bondad de
Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie -exclamó- por
ello el banquete de los dones del Señor es universal. ¡Es universal
para todos! A todos se les dala posibilidad de responder a su
invitación, a su llamada; nadie tiene el derecho de sentirse
privilegiado o de reivindicar la exclusividad'' y añadió antes de
finalizar que ''estamos llamados a ampliar la Iglesia a las
dimensiones del Reino de Dios. Sólo hay una condición: ponerse el
traje de fiesta. Es decir, testimoniar la caridad concreta ante Dios
y con el prójimo''.