domingo, 16 de agosto de 2015

FRANCISCO: Ángelus dominical (Agosto 16)

CIUDAD DEL VATICANO ( - Agosto 16 de 2015).  A las 12:00 horas de este domingo, el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ha rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Este es el texto íntegro del rezo mariano:


¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En este domingo la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de Juan, el discurso de Jesús sobre el Pan de la vida, que es el mismo y que es también el sacramento de la Eucaristía. El pasaje de hoy(Juan 6,51-58) presenta la última parte de tal discurso, y se refiere a algunos entre la gente que se escandalizaron porque Jesús ha dicho: «Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día» (Juan 6,54). El estupor de los que lo escuchas es comprensible; Jesús de hecho usa el estilo típico de los profetas para provocar en la gente – y también en nosotros – preguntas, y al final, provocar una decisión. Ante todo pregunta: ¿que significa “comer la carne y beber la sangre” de Jesús?, ¿es sólo una imagen, un modo de decir, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir que cosa ocurre en el corazón de Jesús mientras parte los panes para la muchedumbre hambrienta. Sabiendo que deberá morir en la cruz para nosotros, Jesús se identifica con aquel pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en el “signo” del Sacrificio que lo espera. Este proceso tiene su cúlmen en la Ultima Cena, donde el pan y el vino se convierte realmente en su Cuerpo y en su Sangre. Y la Eucaristía, que Jesús nos deja con un fin preciso: que nosotros podamos convertirnos en una cosa sola con Él. De hecho dice: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en Él» (v. 56). Aquel “permanecer”: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndolo a Él, nos transformamos en Él. Pero esto requiere nuestro “sí”, nuestra adhesión a la fe.

A veces se siente, respecto a la santa Misa, esta objeción: “¡Para que sirve la Misa? Yo voy a la iglesia cuando lo siento, o rezo mejor en soledad”. Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bella experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús ha hecho en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la Eucaristía es “memorial”, o sea un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.

La Eucaristía es Jesús mismo que se dona enteramente a nosotros. Nutrirnos de Él y morar en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de aquel “Pan de vida” significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus decisiones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirnos en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Las mismas cosas que Jesús ha hecho. 

Jesús concluye su discurso con estas palabras: «Quien coma este pan vivirá eternamente» (Juan 6,58). Si, vivir en comunión real con Jesús en esta tierra nos hace ya pasar de la muerte a la vida. El Cielo comienza justo en esta comunión con Jesús.

Y en el Cielo ya nos espera María nuestra Madre – celebramos ayer este misterio. Que Ella nos obtenga la gracia de nutrirnos siempre con fe de Jesús, Pan de la vida.


Después del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas,

Saludo a todos con afecto, romanos y peregrinos: a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a los jóvenes.

Saludo al grupo folclórico “Organización de arte y cultura mexicana”, a los jóvenes de Verona que están viviendo una experiencia en Roma, y a los fieles de Beverare.

Un saludo especial dirijo a los numerosos jóvenes del Movimento Juvenil Salesiano, reunidos en Turín en los lugares de San Juan Bosco para celebrar el bicentenario de su nacimiento; les aliento a vivir en la cotidianidad la alegría del Evangelio, para generar esperanza en el mundo.

A todos deseo un buen domingo. ¡Y por favor, no se olviden de rezar por mí! ¡Buen almuerzo y adiós!


(Traducción del original italiano: )