PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 27 de octubre de 2013
Domingo 27 de octubre de 2013
Antes de concluir esta
celebración deseo saludar a todos
los peregrinos, especialmente a
ustedes, queridas familias, llegadas
de numerosos países. ¡Gracias de
corazón!
Dirijo un cordial saludo a los
obispos y a los fieles de Guinea
Ecuatorial, aquí reunidos con
ocasión de la ratificación del
Acuerdo con la Santa Sede. Que la
Virgen Inmaculada proteja a su amado
pueblo y les conceda progresar por
el camino de la concordia y la
justicia.
Ahora rezaremos juntos el
Ángelus. Con esta oración invocamos
la protección de María para las
familias de todo el mundo, de modo
particular por las que viven
situaciones de mayor dificultad.
María, Reina de la familia, ruega
por nosotros. Digamos juntos: María,
Reina de la familia, ruega por
nosotros. María, Reina de la
familia, ruega por nosotros. María,
Reina de la familia, ruega por
nosotros.
Angelus Domini...
Muchas gracias por la fiesta de
ayer y por esta misa. Que el Señor
les bendiga. Les deseo un feliz
domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la
vista!
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Plaza de San Pedro
Domingo 20 de Octubre de 2013
Domingo 20 de Octubre de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio de hoy Jesús
relata una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, sin
cansarnos. La protagonista es una
viuda que, a fuerza de suplicar a un
juez deshonesto, logra que se le
haga justicia en su favor. Y Jesús
concluye: si la viuda logró
convencer a ese juez, ¿pensáis que
Dios no nos escucha a nosotros, si
le pedimos con insistencia? La
expresión de Jesús es muy fuerte:
«Pues Dios, ¿no hará justicia a sus
elegidos que claman ante Él día y
noche?» (Lc 18, 7).
«Clamar día y noche» a Dios. Nos
impresiona esta imagen de la
oración. Pero preguntémonos: ¿por
qué Dios quiere esto? ¿No conoce Él
ya nuestras necesidades? ¿Qué
sentido tiene «insistir» con Dios?
Esta es una buena pregunta, que
nos hace profundizar en un aspecto
muy importante de la fe: Dios nos
invita a orar con insistencia no
porque no sabe lo que necesitamos, o
porque no nos escucha. Al contrario,
Él escucha siempre y conoce todo
sobre nosotros, con amor. En nuestro
camino cotidiano, especialmente en
las dificultades, en la lucha contra
el mal fuera y dentro de nosotros,
el Señor no está lejos, está a
nuestro lado; nosotros luchamos con
Él a nuestro lado, y nuestra arma es
precisamente la oración, que nos
hace sentir su presencia junto a
nosotros, su misericordia, también
su ayuda. Pero la lucha contra el
mal es dura y larga, requiere
paciencia y resistencia —como
Moisés, que debía tener los brazos
levantados para que su pueblo
pudiera vencer (cf. Ex 17,
8-13). Es así: hay una lucha que
conducir cada día; pero Dios es
nuestro aliado, la fe en Él es
nuestra fuerza, y la oración es la
expresión de esta fe. Por ello Jesús
nos asegura la victoria, pero al
final se pregunta: «Cuando venga el
Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe
en la tierra?» (Lc 18, 8). Si
se apaga la fe, se apaga la oración,
y nosotros caminamos en la
oscuridad, nos extraviamos en el
camino de la vida.
Por lo tanto, aprendamos de la
viuda del Evangelio a orar siempre,
sin cansarnos. ¡Era valiente esta
viuda! Sabía luchar por sus hijos.
Pienso en muchas mujeres que luchan
por su familia, que rezan, que no se
cansan nunca. Un recuerdo hoy, de
todos nosotros, para estas mujeres
que, con su actitud, nos dan un
auténtico testimonio de fe, de
valor, un modelo de oración. ¡Un
recuerdo para ellas! Rezar siempre,
pero no para convencer al Señor a
fuerza de palabras. Él conoce mejor
que nosotros aquello que
necesitamos. La oración perseverante
es más bien expresión de la fe en un
Dios que nos llama a combatir con
Él, cada día, en cada momento, para
vencer el mal con el bien.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra la Jornada mundial
de las misiones. ¿Cuál es la misión
de la Iglesia? Difundir en el mundo
la llama de la fe, que Jesús
encendió en el mundo: la fe en Dios
que es Padre, Amor, Misericordia. El
método de la misión cristiana no es
el proselitismo, sino el de la llama
compartida que caldea el alma.
Agradezco a todos aquellos que con
la oración y la ayuda concreta
sostienen la obra misionera, en
especial la solicitud del Obispo de
Roma para la difusión del Evangelio.
En esta Jornada somos cercanos a
todos los misioneros y las
misioneras que trabajan mucho sin
hacer ruido, y dan la vida. Como la
italiana Afra Martinelli, que
trabajó durante muchos años en
Nigeria: hace algunos días fue
asesinada en un asalto; todos
lloraron, cristianos y musulmanes.
La querían mucho. Ella anunció el
Evangelio con la vida, con la obra
que realizó, un centro de enseñanza;
así difundió la llama de la fe,
combatió la buena batalla. Pensemos
en esta hermana nuestra, y la
saludamos con un aplauso, todos.
Pienso también en Steban Sándor,
que ayer fue proclamado beato en
Budapest. Era un salesiano laico,
ejemplar en el servicio a los
jóvenes, en el oratorio y en la
enseñanza profesional. Cuando el
régimen comunista cerró todas las
obras católicas, afrontó las
persecuciones con valor, y fue
asesinado a los 39 años. Nos unimos
a la acción de gracias de la Familia
salesiana y de la Iglesia húngara.
Deseo expresar mi cercanía a las
poblaciones de Filipinas azotadas
por un fuerte terremoto, y os invito
a rezar por esa querida nación, que
recientemente ha sufrido diversas
calamidades.
Saludo con afecto a todos los
peregrinos presentes, comenzando por
los jóvenes que animaron la
iniciativa «100 metros de carrera y
de fe», promovida por el Consejo
pontificio para la cultura. Gracias,
porque nos recordáis que el creyente
es un atleta del espíritu. ¡Muchas
gracias!
Acojo con alegría a los fieles de
las diócesis de Bolonia y de Cesena-Sarsina,
encabezados por el Cardenal Caffarra
y por el Obispo Regattieri; así como
a los de Corrientes, Argentina, y de
Maracaibo y Barinas, Venezuela. Y
hoy en Argentina se celebra la
fiesta de la madre, dirijo un
afectuoso saludo a las mamás de mi
tierra.
Saludo al grupo de oración «Raio
de Luz», de Brasil; y a las
Fraternidades de la Orden Secular
Trinitaria.
Las parroquias y las asociaciones
italianas son demasiadas, no puedo
nombrarlas, pero saludo y doy las
gracias a todos con afecto.
¡Feliz domingo! ¡Hasta la vista y
buen almuerzo!
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Plaza de San Pedro
Domingo, 13 de Octubre de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, en Tarragona, en España, se
proclaman beatos cerca de quinientos
mártires, asesinados por su fe
durante la guerra civil española de
los años Treinta del siglo pasado.
Alabamos al Señor por estos
valientes testigos suyos, y por su
intercesión le suplicamos que libre
al mundo de toda violencia.
Os agradezco a todos vosotros que
habéis venido numerosos de Roma, de
Italia y de tantas partes del mundo
para esta fiesta de la fe dedicada a
María nuestra Madre.
Saludo con afecto al grupo de
panameños que se encuentran hoy en
Roma y los confío a la protección de
Nuestra Señora de la Antigua,
celestial patrona de esa querida
nación.
Saludo a los niños de la Orquesta
internacional por la paz «Piccole
Impronte» y a la Asociación nacional
mutilados e inválidos del trabajo.
Saludo a los jóvenes de Roma que
en los días pasados se
comprometieron en la misión «Jesús
al centro»: sed siempre misioneros
del Evangelio, cada día y en cada
lugar. De buen grado dirijo un
saludo también a los detenidos de la
cárcel de Castrovillari.
Ahora recemos juntos el Ángelus:
Angelus Domini... Os deseo un
feliz domingo. ¡Buen almuerzo!
¡Hasta la vista!
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Plaza de San Pedro
Domingo, 6 de Octubre de 2013
Ante todo quiero dar gracias a Dios por la jornada que viví anteayer en Asís. Pensad que era la primera vez que visitaba Asís y ha sido un gran don realizar esta peregrinación precisamente en la fiesta de san Francisco. Agradezco al pueblo de Asís la cálida acogida: ¡muchas gracias!
Hoy, el pasaje del Evangelio comienza así: «Los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”» (Lc 17, 5). Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También nosotros, como los Apóstoles, digamos al Señor Jesús: «Auméntanos la fe». Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos así como es, para que Tú la hagas crecer. ¿Os parece bien repetir todos juntos esto: «¡Señor, auméntanos la fe!»? ¿Lo hacemos? Todos: Señor, auméntanos la fe. Señor, auméntanos la fe. Señor, auméntanos la fe. ¡Que la haga crecer!
Y, ¿qué nos responde el Señor? Responde: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería» (v. 6). La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero auténtica, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad! Todos conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe muy firme, que de verdad mueven montañas. Pensemos, por ejemplo, en algunas mamás y papás que afrontan situaciones muy difíciles; o en algunos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien va a visitarles. Estas personas, precisamente por su fe, no presumen de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen: «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10). Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, que hace tanto bien.
En este mes de octubre, dedicado en especial a las misiones, pensemos en los numerosos misioneros, hombres y mujeres, que para llevar el Evangelio han superado todo tipo de obstáculos, han entregado verdaderamente la vida; como dice san Pablo a Timoteo: «No te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1, 8). Esto, sin embargo, nos atañe a todos: cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe. Con la pequeñísima fe que tenemos, pero que es fuerte. Con esta fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida, con nuestro testimonio.
¿Cómo conseguimos esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración es el respiro de la fe: en una relación de confianza, en una relación de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios. Octubre es también el mes del Rosario, y en este primer domingo es tradición recitar la Súplica a la Virgen de Pompeya, la Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario. Nos unimos espiritualmente a este acto de confianza en nuestra Madre, y recibamos de sus manos el Rosario: el Rosario es una escuela de oración, el Rosario es una escuela de fe.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer, en Módena, fue proclamado beato Rolando Rivi, un seminarista de esa tierra, Emilia, asesinado en 1945, cuando tenía 14 años, por odio a su fe, culpable sólo de llevar la sotana en ese período de violencia desencadenada contra el clero, que levantaba la voz para condenar en nombre de Dios las masacres de la inmediata posguerra. Pero la fe en Jesús vence el espíritu del mundo. Demos gracias a Dios por este joven mártir, heroico testigo del Evangelio. Muchos jóvenes de 14 años tienen hoy ante sus ojos este ejemplo: un joven valiente, que sabía dónde debía ir, conocía el amor de Jesús en su corazón y dio la vida por Él. Un hermoso ejemplo para los jóvenes.
Desearía recordar juntamente con vosotros a las personas que el jueves pasado perdieron la vida en Lampedusa. Recemos todos en silencio por estos hermanos y hermanas nuestros: mujeres, hombres, niños… Dejemos llorar a nuestro corazón. Recemos en silencio.
Saludo con afecto a todos los peregrinos, especialmente a las familias y a los grupos parroquiales. Saludo a los fieles de la ciudad de Mede, a los de Poggio Rusco, y a los jóvenes de Zambana y Caserta.
Un pensamiento especial para la comunidad peruana de Roma, que ha traído en procesión la sagrada imagen del Señor de los Milagros. Desde aquí veo la imagen, allí, en medio de la plaza. Saludemos todos al Señor de los Milagros, allí, en la plaza. Saludo a los fieles procedentes de Chile y al grupo Bürgerwache Mengen de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart, de Alemania.
Saludo al grupo de mujeres venido de Gubbio, por la así llamada «Via Francigena Francescana»; saludo a los responsables de la Comunidad de San Egidio de diversos países de Asia —son buenos, estos de San Egidio—. Saludo a los donantes de sangre de ASFA de Verona y a los de AVIS de Carpinone, al consejo nacional de AGESCI, al grupo de jubilados del hospital Santa Ana de Como, al Instituto Canosiano de Brescia y a la Asociación «Misión Effatà».
Deseo a todos un feliz domingo. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!.
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