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CIUDAD
DEL VATICANO, 2 de noviembre 2014 (VIS).- ''La Solemnidad de
Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos están estrechamente unidas entre sí del mismo modo que la alegría y
las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es el
fundamento de nuestra esperanza'' dijo el Papa FRANCISCO a los
fieles reunidos para rezar con él el Ángelus dominical en la Plaza
de San Pedro.
''Hoy, cuando se
conmemora a los difuntos, tantas personas van a los cementerios que,
como su nombre indica, son ''lugares de reposo'', a la espera
del despertar final. Jesús nos reveló -afirmó el Santo
Padre- que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual él nos
despierta. Con esta fe, nos detenemos, -también espiritualmente-
ante las tumbas de nuestros seres queridos... Pero hoy estamos
llamados a recordar a todos, también a los que ninguno recuerda.
Recordemos a las víctimas de las guerras y de la violencia; a los
''pequeños'' del mundo oprimidos por el hambre y la miseria;
recordemos a los desconocidos que reposan en el osario común.
Recordemos a los hermanos y hermanas asesinados porque eran
cristianos y a todos los que sacrificaron su vida para servir a los
demás''.
''La tradición
de la Iglesia ha exhortado siempre a rezar por los difuntos, en
particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística, que es
la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, sobre todo a
las más abandonadas. El fundamento de la oración de sufragio se
encuentra en la comunión del Cuerpo Místico. El recuerdo de los
difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios
de esperanza enraizada en la certeza de que la muerte no dice la
última palabra sobre nuestra suerte ya que el ser humano está
destinado a tu vida sin límites que tiene su raíz y su cumplimiento
en Dios'', explicó el Obispo de Roma, finalizando el Ángelus
con la Oración por los Difuntos del padre Pasionista Antonio Rungi:
''Dios de
infinita misericordia, confiamos a tu inmensa bondad a cuantos han
dejado este mundo hacia la eternidad, donde tú esperas a la
humanidad entera, redimida por la sangre preciosa de Cristo, muerto
en rescate por nuestros pecados. No mires, Señor, tantas pobrezas,
miserias y debilidades humanas con las que nos presentaremos ante el
tribunal para ser juzgados para la felicidad o la condena. Levanta
sobre nosotros tu mirada piadosa que nace de la ternura de tu
corazón, y ayúdanos a caminar en el camino de una completa
purificación. Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno
del infierno, donde ya no puede haber más arrepentimiento. Te
confiamos Señor las almas de nuestros seres queridos, de las
personas que han muerto sin el consuelo sacramental, o no han tenido
manera de arrepentirse ni siquiera al final de su vida. Nadie haya de
temer encontrarte, después de la peregrinación terrenal, en la
esperanza de ser acogidos en los brazos de tu infinita misericordia.
La hermana muerte corporal nos encuentre vigilantes en la oración y
llenos de todo el bien hecho en el curso de nuestra breve o larga
existencia. Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra, sino que
en todo nos sostengas en el ardiente deseo de reposar serena y
eternamente en Ti. Amén''.