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Estambul, TURQUÍA,
30 de noviembre (VIS).-Después de celebrar la santa misa en la
Catedral del
Espíritu Santo, el Papa FRANCISCO se desplazó a media tarde a la
sede del Patriarcado Ecuménico en el Phanar, el centro mundial de la
Ortodoxia.
La Iglesia Ortodoxa
cuenta con unos 300 millones de fieles, presentes sobre todo en
Europa Oriental y septentrional, a lo largo de las costas del
nordeste del Mediterráneo y en Oriente Medio. Consta de diversas
Iglesias Patriarcales que mantiene su autonomía, si bien estén
unidas entre sí en espíritu de fe.
El Patriarcado
Ecuménico es el ''primus inter pares'', con respecto a los otros
patriarcados de la Ortodoxia y el primado de Constantinopla encarna
canónicamente la la unidad de la Ortodoxia y coordina sus
actividades. Su jurisdicción eclesiástica comprende, además de
Estambul, cuatro diócesis turcas, el Monte Athos, Creta, Patmos y
las islas del Dodecaneso y, como consecuencia de diversas
emigraciones, diócesis en Europa Central y Occidental, en las
Américas, en Pakistán y Japón. Por último es el punto de
referencia para los ortodoxos de todo el mundo en los territorios no
sujetos a la jurisdicción directa de los otros patriarcados
ortodoxos. Su sede estuvo durante siglos al lado de la catedral de
Santa Sofía. Tras la caída de Constantinopla en el 1453, se
trasladó y desde 1601 se encuentra en el barrio de Fanar. El
Patriarca Ecuménico es Su Santidad Bartolomé I cuyo compromiso en
favor de la cooperación inter-ortodoxa y del diálogo ecuménico es
muy conocido, como lo es también su interés por la defensa del
medio ambiente, hasta el punto de haberle valido el nombre de
''Patriarca verde''.
El Papa fue recibido
por el Patriarca en la iglesia de San Jorge donde tuvo lugar una
oración ecuménica en la que ambos rezaron por la unidad de las
Santas Iglesias de Dios. Tras escuchar el discurso de Bartolomé I,
tomó la palabra Francisco:
''El atardecer -
dijo- trae siempre un doble sentimiento, el de gratitud por
el día vivido y el de la ansiada confianza ante el caer de la noche.
Esta tarde mí corazón está colmado de gratitud a Dios, que me ha
concedido estar aquí para rezar junto con Vuestra Santidad y con
esta Iglesia hermana, al término de una intensa jornada de visita
apostólica; y, al mismo tiempo, mi corazón está a la espera del
día que litúrgicamente hemos comenzado: la fiesta de San Andrés
Apóstol, que es el Patrono y fundador de esta Iglesia. En esta
oración vespertina, a través de las palabras del profeta Zacarías,
el Señor nos ha dado una vez más el fundamento que está a la base
de nuestro avanzar entre un hoy y un mañana, la roca firme sobre la
que podemos mover juntos nuestros pasos con alegría y esperanza;
este fundamento rocoso es la promesa del Señor: ''Aquí estoy yo
para salvar a mi pueblo de Oriente a Occidente... en fidelidad y
justicia''.
''Sí, venerado y
querido Hermano Bartolomé, mientras expreso mi sentido ''gracias''
por su acogida fraterna, siento que nuestra alegría es más grande
porque la fuente está más allá; no está en nosotros, no en
nuestro compromiso y en nuestros esfuerzos, que también deben
hacerse, sino en la común confianza en la fidelidad de Dios, que
pone el fundamento para la reconstrucción de su templo que es la
Iglesia. ''¡He aquí la semilla de la paz!''; ¡he aquí la semilla
de la alegría! Esa paz y esa alegría que el mundo no puede dar,
pero que el Señor Jesús ha prometido a sus discípulos, y se la ha
entregado como Resucitado, en el poder del Espíritu Santo''.
''Andrés y Pedro
han escuchado esta promesa, han recibido este don. Eran hermanos de
sangre, pero el encuentro con Cristo los ha transformado en hermanos
en la fe y en la caridad. Y en esta tarde gozosa, en esta vigilia de
oración, quisiera decir sobre todo: hermanos en la esperanza. Y la
esperanza no defrauda. Qué gracia, Santidad, poder ser hermanos en
la esperanza del Señor Resucitado. Qué gracia – y qué
responsabilidad – poder caminar juntos en esta esperanza,
sostenidos por la intercesión de los santos hermanos, los Apóstoles
Andrés y Pedro. Y saber que esta esperanza común no defrauda,
porque no se funda en nosotros y nuestras pobres fuerzas, sino en la
fidelidad de Dios''.
''Con esta
esperanza gozosa, llena de gratitud y anhelante espera, expreso a
Vuestra Santidad, a todos los presentes y a la Iglesia de
Constantinopla mis mejores deseos, cordiales y fraternos, en la
fiesta del santo Patrón. Y le pido un favor: Me bendiga y bendiga la
Iglesia de Roma''.
Acabado el discurso,
Francisco y Bartolomé I rezaron juntos el Padrenuestro en latín e
impartieron la bendición, el Papa en latín y el Patriarca en griego
y tras dejar la iglesia se retiraron al segundo piso del Fanar para
departir en privado.