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CIUDAD DEL VATICANO,
28 noviembre 2014 (VIS).- El Papa FRANCISCO ha comenzado esta mañana
el sexto viaje apostólico de su Pontificado. Su visita a Turquía
tiene un carácter esencialmente ecuménico, como lo tuvo el de sus
predecesores, ya que ese país ocupa un lugar privilegiado en la
geografía de los viajes pontificios desde la época del Delegado
Apostólico Angelo Roncalli, al que las autoridades turcas, después
de su elección con el nombre de Juan XXIII, definieron como ''el
primer papa turco de la historia''. Turquía fue también la meta del
quinto viaje apostólico de Pablo VI (1967) y de alguna forma el
corolario de su histórico viaje a Tierra Santa en el que tuvo lugar
su histórico abrazo con el Patriarca Ecuménico Atenágoras en
Jerusalén. Juan Pablo II continuó la tradición con su cuarto viaje
(1979) al igual que Benedicto XVI en 2006.
El Santo Padre que
salió del aeropuerto romano de Fiumicino a las 9.00 llegó a la
capital turca, Ankara, a las 13.00 (hora local) donde fue recibido
por las autoridades civiles y religiosas y desde allí se desplazó
en automóvil al mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk, fundador y
primer presidente de la República Turca, el ''Padre de los Turcos''
que marcó la ruptura radical del país con su pasado otomano y
sentó, en la Constitución de 1937, las bases de un estado laico
moderno. A su llegada el Papa fue recibido por el Comandante del
Cuerpo de Guardia y después de subir la escalinata de honor depositó
una corona de flores en el monumento donde rezó unos minutos. A
continuación fue acompañado a la cercana Torre del Pacto Nacional,
que forma parte del complejo monumental, y firmó en el Libro de Oro
con estas palabras: ''Formulo mis mejores deseos para que Turquía,
puente natural entre dos continentes, sea no solamente un cruce de
caminos, sino también un lugar de encuentro, de diálogo y de
convivencia serena entre los hombres y mujeres de buena voluntad de
cualquier cultura, etnia o religión''.
Finalizada su visita
se trasladó al Palacio Presidencial, ''Ak Saray'', el Palacio
Blanco, inaugurado hace apenas dos meses por el presidente Recep
Tayyip Erdogan, que sustituye al histórico Palacio de Cankaya. El
Presidente Erdogan acogió al Santo Padre y ambos conversaron unos
minutos en privado antes de que Francisco pronunciase su primer
discurso en tierra turca dirigido a las autoridades reunidas en el Ak
Saray.
''Me alegra
visitar su país, rico en bellezas naturales y en historia, plagado
de huellas de antiguas civilizaciones y puente natural entre dos
continentes y entre diferentes expresiones culturales -dijo
FRANCISCO- Esta tierra es bien querida por todos los cristianos
por haber sido cuna de San Pablo, que fundó aquí
diferentes comunidades cristianas; por haberse celebrado en esta
tierra los siete primeros concilios de la Iglesia, y por la
presencia, cerca de Éfeso, de lo que una venerable tradición
considera la ''Casa de María'', el lugar donde la Madre de Jesús
vivió durante unos años, y que es meta de la devoción de tantos
peregrinos de todas las partes del mundo, no sólo cristianos, sino
también musulmanes.
''Pero las
razones de la consideración y el aprecio por Turquía -señaló-
no se deben sólo a su pasado, a sus antiguos monumentos, sino
también a la vitalidad de su presente, la laboriosidad y generosidad
de su pueblo, el papel que desempeña en el concierto de las
naciones. Es para mí un motivo de alegría tener la oportunidad de
continuar con ustedes un diálogo de amistad, estima y respeto, en la
línea emprendida por mis predecesores, el beato Papa Pablo VI, san
Juan Pablo II y Benedicto XVI, diálogo
preparado y favorecido a su vez por la actuación del entonces
Delegado Apostólico, Mons. Angelo Giuseppe Roncalli, después san
Juan XXIII, y por el Concilio Vaticano II''.
El Papa reiteró la
necesidad de un diálogo que ''profundice el conocimiento y valore
con discernimiento tantas cosas que nos acomunan, permitiéndonos al
mismo tiempo considerar con ánimo lúcido y sereno las diferencias,
con el fin de aprender también de ellas. Es preciso llevar adelante
con paciencia el compromiso de construir una paz sólida, basada en
el respeto de los derechos fundamentales y en los deberes que
comporta la dignidad del hombre. Por esta vía se pueden superar
prejuicios y falsos temores, dejando a su vez espacio para la estima,
el encuentro, el desarrollo de las mejores energías en beneficio de
todos''.
Para ello, ''es
fundamental que los ciudadanos musulmanes, judíos y cristianos,
gocen – tanto en las disposiciones de la ley como en su aplicación
efectiva – de los mismos derechos y respeten las mismas
obligaciones. De este modo, se reconocerán más fácilmente como
hermanos y compañeros de camino, alejándose cada vez más de las
incomprensiones y fomentando la colaboración y el entendimiento. La
libertad religiosa y la libertad de expresión, efectivamente
garantizadas para todos, impulsará el florecimiento de la amistad,
convirtiéndose en un signo elocuente de paz''.
''El Medio
Oriente, Europa, el mundo, esperan este florecer. El Medio Oriente,
en particular -constató el Papa- es teatro de guerras
fratricidas desde hace demasiados años, que parecen nacer una de
otra, como si la única respuesta posible a la guerra y la violencia
debiera ser siempre otra guerra y otras de violencias.¿Por cuánto
tiempo deberá sufrir aún el Medio Oriente por la falta de paz? No
podemos resignarnos a los continuos conflictos, como si no fuera
posible cambiar y mejorar la situación. Con la ayuda de Dios,
podemos y debemos renovar siempre la audacia de la paz. Esta actitud
lleva a utilizar con lealtad, paciencia y determinación todos los
medios de negociación, y lograr así los objetivos concretos de la
paz y el desarrollo sostenible''.
Dirigiéndose al
Presidente Erdogan, FRANCISCO reafirmó que para llegar a una meta
tan alta y urgente, ''una aportación importante puede provenir
del diálogo interreligioso e intercultural, con el fin de apartar
toda forma de fundamentalismo y de terrorismo, que humilla gravemente
la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión. Es
preciso contraponer al fanatismo y al fundamentalismo, a las fobias
irracionales que alientan la incomprensión y la discriminación, la
solidaridad de todos los creyentes, que tenga como pilares el respeto
de la vida humana, de la libertad religiosa – que es libertad de
culto y libertad de vivir según la ética religiosa –, el esfuerzo
para asegurar todo lo necesario para una vida digna, y el cuidado del
medio ambiente natural. De esto tienen necesidad con especial
urgencia los pueblos y los Estados del Medio Oriente, para poder
''invertir el rumbo'' finalmente y llevar adelante un proceso de paz
exitoso, mediante el rechazo de la guerra y la violencia, y la
búsqueda del diálogo, el derecho y la justicia''.
''En efecto,
hasta ahora estamos siendo todavía testigos de graves conflictos. En
Siria y en Irak, en particular, la violencia terrorista no da
indicios de aplacarse. Se constata la violación de las leyes
humanitarias más básicas contra los presos y grupos étnicos
enteros; ha habido, y sigue habiendo, graves persecuciones contra
grupos minoritarios, especialmente – aunque no sólo – los
cristianos y los yazidíes: cientos de miles de personas se han visto
obligadas a abandonar sus hogares y su patria para poder salvar su
vida y permanecer fieles a sus creencias. Turquía, acogiendo
generosamente a un gran número de refugiados, está directamente
afectada por los efectos de esta dramática situación en sus
confines, y la comunidad internacional tiene la obligación moral de
ayudarla en la atención a los refugiados. Además de la ayuda
humanitaria necesaria, no se puede permanecer en la indiferencia ante
lo que ha provocado estas tragedias. Reiterando que es lícito
detener al agresor injusto, aunque respetando siempre el derecho
internacional, quiero recordar también que no podemos confiar la
resolución del problema a la mera respuesta militar. Es necesario un
gran esfuerzo común, fundado en la confianza mutua, que haga posible
una paz duradera y consienta destinar los recursos, finalmente, no a
las armas sino a las verdaderas luchas dignas del hombre: contra el
hambre y la enfermedad, en favor del desarrollo sostenible y la
salvaguardia de la creación, del rescate de tantas formas de pobreza
y marginación, que tampoco faltan en el mundo moderno''.
''Turquía, por
su historia, por su posición geográfica y por la importancia en la
región -finalizó el Papa- tiene una gran responsabilidad:
sus decisiones y su ejemplo tienen un significado especial y pueden
ser de gran ayuda para favorecer un encuentro de civilizaciones e
identificar vías factibles de paz y de auténtico progreso. Que el
Altísimo bendiga y proteja Turquía, y la ayude a ser un válido y
convencido artífice de la paz''.