sábado, 28 de junio de 2014

Recibe FRANCISCO a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com – Junio 28 de 2014). A las 11.00 horas de este sábado, el Santo Padre FRANCISCO ha recibido en Audiencia a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que como es tradición visita Roma en la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo.


La Delegación enviada por Su Santidad Bartolomeo I está guiada por su Eminencia Ioannis (Zizioulas), Metropolita de Pergamo, co-presidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, el cual está acompañado por el Arzobispo de Telmissos Job y del Arquidiácono Patriarcal John Chryssavgis.


Este es el texto íntegro del discurso pronunciado por el Papa FRANCISCO:

Eminencia,
Querido Hermano en Cristo,

La solemnidad de los Santos Patronos de la Iglesia de Roma, los Apóstoles Pedro y Pablo, me da nuevamente alegría de encontrarme con una delegación de la Iglesia hermana de Constantinopla. Mientras les doy una calurosa bienvenida, externo mi agradecimiento al Patriarca Ecuménico, Su Santidad Bartolomé I, y al Santo Sínodo, por haberles enviado a compartir con nosotros la alegría de esta fiesta.


Está vivo en mi mente y en mi corazón el recuerdo de los encuentros que hemos tenido recientemente con el amado hermano Bartolomé. Durante nuestra común peregrinación a la Tierra de Jesús, hemos podido revivir la gracia del abrazo dado hace cincuenta años, en la Ciudad santa de Jerusalén, entre nuestros venerables predecesores, Atenágoras I y Pablo VI. Aquel gesto profético dio impulso decisivo al camino que, gracias al Señor, no se detuvo nunca. Considero un don don especial del Señor haber podido venerar juntos en aquellos santísimos lugares, unidos en oración en el Sepulcro de Cristo, donde podemos tocar con la mano el fundamento de nuestra esperanza. La alegría del encuentro se renovó cuando juntos hemos idealmente concluido esa peregrinación elevando aquí, en la tumba del apóstol Pedro, una fervorosa invocación a Dios pidiendo el don de la paz en Tierra Santa, junto a los presidentes de Israel y Palestina. El Señor nos ha dado estas ocasiones de encuentro fraterno, en las cuales hemos tenido la posibilidad de manifestar el uno al otro el amor en Cristo que nos une, y de renovar la voluntad compartida para continuar caminando juntos en el camino hacia la plena unidad.


Sabemos bien que esta unidad es un don de Dios, un don el cual el Altísimo nos da desde ahora la gracia para obtenerlo cada vez que por la fuerza del Espíritu Santo logremos a mirarnos los unos a los otros con los ojos de la fe, a reconocerse para que estemos en el plan de Dios, en el diseño de su eterna voluntad, y no por lo que las consecuencias históricas de nuestros pecados nos han llevado a ser. Si aprenderemos, guiados por el Espíritu, a mirarnos siempre los unos a los otros en Dios, será entonces aún más rápido nuestro camino y más ágil la colaboración en tantos campos de la vida cotidiana que ya ahora felizmente nos une.


Esta mirada teologal se nutre de fe, de esperanza, de amor; eso es capaz de generar una reflexión teológica auténtica, que es en realidad verdadera scientia Dei, participación a la mirada que Dios tiene sobre sí mismo y sobre nosotros. Una reflexión nos acercará los unos a los otros, en el camino de la unidad, aun si partimos desde perspectivas diversas. Confío por lo tanto, y rezo, para que el trabajo de la Comisión mixta internacional pueda ser expresión de esta comprensión profunda, de esta teología “hecha de rodillas”. La reflexión sobre conceptos de primado y de sinodalidad, sobre comunión en la Iglesia Universal, sobre el ministerio del Obispo de Roma, no será ahora un ejercicio académico ni una simple disputa entre posiciones inconciliables. Necesitamos todos abrirnos con coraje y confianza a la acción del Espíritu Santo, de dejarse involucrar en la mirada de Cristo sobre la Iglesia, su esposa, en el camino de este ecumenismo espiritual reforzado por el martirio de tantos hermanos nuestros que, confesando la fe en Jesucristo el Señor, han realizado el ecumenismo de la sangre.


Queridos Miembros de la delegación, con sentimientos de sincero respeto, de amistad y de amor en Cristo, renuevo mi agradecimiento por vuestra presencia aquí con nosotros. Les pido que trasmitan mis saludos a mi venerable hermano Bartolomé y continúen orando por mí y el ministerio que se me ha confiado. Por intercesión de María Santísima, la Madre de Dios, de los Santos Pedro y Pablo, los príncipes de los Apóstoles, y de San Andrés, el primero de los llamados, Dios Omnipotente nos bendiga y nos colme de toda gracia. Amén.


(Traducción del original italiano por http://catolicidad.blogspot.com)