miércoles, 5 de noviembre de 2014

FRANCISCO: Ángelus de Octubre (26, 19, 12 y 5)

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

OCTUBRE 2014 


Plaza de San Pedro
Domingo 26 de octubre de 2014

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor a Dios y al prójimo. El evangelista Mateo relata que algunos fariseos se pusieron de acuerdo para poner a prueba a Jesús (cf. 22, 34-35). Uno de ellos, un doctor de la ley, le hizo esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?» (v. 36). Jesús, citando el libro del Deuteronomio, le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero» (vv. 37-38). Y hubiese podido detenerse aquí. En cambio, Jesús añadió algo que no le había preguntado el doctor de la ley. Dijo: «El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Tampoco este segundo mandamiento Jesús lo inventa, sino que lo toma del libro del Levítico. Su novedad consiste precisamente en poner juntos estos dos mandamientos —el amor a Dios y el amor al prójimo— revelando que ellos son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. El Papa Benedicto nos dejó un bellísimo comentario al respecto en su primera encíclica Deus caritas est, (nn. 16-18).


En efecto, el signo visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar al mundo y a los demás, a su familia, el amor de Dios es el amor a los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está en la cima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo puso en el vértice, sino en el centro, porque es el corazón desde el cual todo debe partir y al cual todo debe regresar y hacer referencia.


Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de hacerse cargo de las personas más débiles, como el extranjero, el huérfano, la viuda (cf. Ex 22, 20-26). Jesús conduce hacia su realización esta ley de alianza, Él que une en sí mismo, en su carne, la divinidad y la humanidad, en un único misterio de amor.


Ahora, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. Ya no podemos separar la vida religiosa, la vida de piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que encontramos. No podemos ya dividir la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas. Recordad esto: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto amas tú? Y cada uno se da la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.


En medio de la tupida selva de preceptos y prescripciones —a los legalismos de ayer y de hoy— Jesús abre una brecha que permite distinguir dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más, un solo rostro, el de Dios que se refleja en muchos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios. Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de Dios: ¿somos capaces de hacer esto?


De este modo Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental sobre el cual edificar la propia vida. Pero Él, sobre todo, nos donó el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. Por intercesión de María, nuestra Madre, abrámonos para acoger este don del amor, para caminar siempre en esta ley de los dos rostros, que son un rostro solo: la ley del amor.


Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas:


Ayer, en San Pablo, Brasil, ha sido proclamada beata la madre Asunta Marchetti, nacida en Italia, cofundadora de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo - Escalabrinianas. Era una religiosa ejemplar en el servicio a los huérfanos de los emigrantes italianos; ella veía a Jesús presente en los pobres, en los enfermos, en los emigrantes. Demos gracias al Señor por esta mujer, modelo de incansable misionariedad y valiente entrega al servicio de la caridad. Y esto es una llamada y sobre todo una confirmación de lo que hemos dicho antes, respecto a buscar el rostro de Dios en el hermano y en la hermana necesitados.
Un saludo especial dirijo a la comunidad peruana de Roma, aquí presente con la sagrada imagen —que estoy viendo— del Señor de los Milagros.


Saludo también a los peregrinos de Schönstatt: estoy contemplando desde aquí el icono de la Madre.


Agradezco y saludo a todos con afecto. Por favor, rezad por mí, no lo olvidéis. Os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la vista!


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Plaza de San Pedro
Domingo 19 de octubre de 2014
  

Queridos hermanos y hermanas:


Al término de esta solemne celebración, deseo saludar a los peregrinos provenientes de Italia y de diversos países, con un recuerdo deferente para las delegaciones oficiales. En especial, saludo a los fieles de las diócesis de Brescia, Milán y Roma, vinculadas de modo significativo a la vida y al ministerio del Papa Montini. A todos doy las gracias por la presencia y os exhorto a seguir fielmente las enseñanzas y el ejemplo del nuevo beato.


Él ha sido un incansable defensor de la misión ad gentes; de ello da testimonio, sobre todo, la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi con la que quiso despertar el impulso y el compromiso por la misión de la Iglesia. Esta exhortación es aún actual, ¡conserva toda su actualidad! Es significativo considerar este aspecto del pontificado de Pablo VI, precisamente hoy que se celebra la Jornada mundial de las misiones.


Antes de invocar todos juntos a la Virgen con la oración del Ángelus, me complace destacar la profunda devoción mariana del beato Pablo VI. El pueblo cristiano estará siempre agradecido con este Pontífice por la exhortación apostólica Marialis cultus y por proclamar a María «Madre de la Iglesia», con ocasión de la conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II.


Que María, reina de los santos y Madre de la Iglesia, nos ayude a realizar fielmente en nuestra vida la voluntad del Señor, así como hizo el nuevo beato.




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Plaza de San Pedro
Domingo 12 de octubre de 2014




Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


En el Evangelio de este domingo, Jesús nos habla de la respuesta que se da a la invitación de Dios —representado por un rey— a participar en un banquete de bodas (cf. Mt 22, 1-14). La invitación tiene tres características: la gratuidad, la generosidad, la universalidad. Son muchos los invitados, pero sucede algo sorprendente: ninguno de los escogidos acepta participar en la fiesta, dicen que tienen otras cosas que hacer; es más, algunos muestran indiferencia, extrañeza, incluso fastidio. Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece gratuitamente su alegría, su salvación, pero muchas veces no acogemos sus dones, ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses; e incluso cuando el Señor nos llama, muchas veces parece que nos da fastidio.


Algunos invitados maltratan y matan a los siervos que entregan las invitaciones. Pero, no obstante la falta de adhesión de los llamados, el proyecto de Dios no se interrumpe. Ante el rechazo de los primeros invitados Él no se desalienta, no suspende la fiesta, sino que vuelve a proponer la invitación extendiéndola más allá de todo límite razonable y manda a sus siervos a las plazas y a los cruces de caminos a reunir a todos los que encuentren. Se trata de gente común, pobres, abandonados y desheredados, incluso buenos y malos —también los malos son invitados— sin distinción. Y la sala se llena de «excluidos». El Evangelio, rechazado por alguno, encuentra acogida inesperada en muchos otros corazones.


La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por eso el banquete de los dones del Señor es universal, para todos. A todos se les da la posibilidad de responder a su invitación, a su llamada; nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o exigir una exclusiva. Todo esto nos induce a vencer la costumbre de situarnos cómodamente en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y los fariseos. Esto no se debe hacer; debemos abrirnos a las periferias, reconociendo que también quien está al margen, incluso ese que es rechazado y despreciado por la sociedad es objeto de la generosidad de Dios. Todos estamos llamados a no reducir el Reino de Dios a las fronteras de la «iglesita» —nuestra «pequeña iglesita»— sino a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios. Solamente hay una condición: vestir el traje de bodas, es decir, testimoniar la caridad hacia Dios y el prójimo.


Encomendamos a la intercesión de María santísima los dramas y las esperanzas de muchos hermanos y hermanas nuestros, excluidos, débiles, rechazados, despreciados, también los que son perseguidos a causa de la fe, e invocamos su protección también sobre los trabajos del Sínodo de los obispos reunido en estos días en el Vaticano.


Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas:


Esta mañana, en Sassari, fue proclamado beato el padre Francesco Zirano, de la Orden de los Frailes Menores Conventuales: él prefirió morir antes que renegar de su fe. Demos gracias a Dios por este sacerdote y mártir, testigo heroico del Evangelio. Su valiente fidelidad a Cristo es un acto de gran elocuencia, especialmente en el contexto actual de las despiadadas persecuciones contra los cristianos.


En este momento, nuestro pensamiento se dirige a la ciudad de Génova afectada duramente de nuevo por el aluvión. Aseguro mi oración por las víctimas y por quienes han sufrido graves daños. Que la Virgen de la Guardia sostenga a la querida población genovesa en el compromiso solidario para superar la dura prueba. Oremos todos juntos a la Virgen de la Guardia: Ave María... ¡Que la Virgen de la Guardia proteja a Génova!


Saludo a todos los peregrinos, sobre todo a las familias y a los grupos parroquiales. En particular quiero saludar cordialmente al grupo de peregrinos canadienses llegados a Roma para la santa misa de acción de gracias por la canonización de Francisco de Laval y María de la Encarnación: que los dos santos susciten el fervor apostólico en el corazón de los jóvenes canadienses.


Saludo al grupo del «Office Chrétien des personnes handicapées» llegados desde Francia, las familias del Colegio Reinado Corazón de Jesús, de Madrid, y los fieles de Segovia, los polacos aquí presentes y los que han promovido especiales obras de caridad con ocasión de la «Jornada del Papa». Saludo al numeroso grupo de la asociación Amigos de San Columbano para Europa, llegados con ocasión de la apertura del xiv centenario de la muerte de san Columbano, gran evangelizador del continente europeo. Saludo a las Hijas de María Auxiliadora que participan en el capítulo general, los fieles de la parroquia Santa María Inmaculada de Carenno, y los representantes de la diócesis de Lodi reunidos en Roma para la ordenación episcopal de su pastor, junto con los fieles de Bérgamo y Marne.


A todos deseo un feliz domingo. Por favor os pido que recéis por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!


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Plaza de San Pedro
Domingo 5 de octubre de 2014

 

Queridos hermanos y hermanas: buenos días.



Esta mañana, con la celebración eucarística en la basílica de San Pedro, hemos inaugurado la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos. Los padres sinodales, provenientes de todas las partes del mundo, vivirán conmigo dos semanas intensas de escucha y discusión, fecundadas por la oración, sobre el tema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización».



Hoy la palabra de Dios presenta la imagen de la viña como símbolo del pueblo que el Señor eligió. Como una viña, el pueblo requiere mucho cuidado, requiere un amor paciente y fiel. Así se comporta Dios con nosotros, y así estamos llamados a comportarnos nosotros, los pastores. También cuidar a la familia es un modo de trabajar en la viña del Señor, para que produzca los frutos del reino de Dios (cf. Mt 21, 33-43).



Sin embargo, para que la familia pueda caminar bien, con confianza y esperanza, es necesario que se alimente de la palabra de Dios. Por eso es una feliz coincidencia que precisamente hoy nuestros hermanos paulinos hayan querido hacer una gran distribución de la Biblia aquí, en la plaza, y en muchos otros lugares. Demos gracias a nuestros hermanos paulinos. Lo hacen con ocasión del centenario de su fundación por parte del beato Santiago Alberione, gran apóstol de la comunicación. Entonces, hoy, mientras se inaugura el Sínodo sobre la familia, con la ayuda de los paulinos podemos decir: una Biblia en cada familia. «Pero padre, ya tenemos dos, tres…». ¿Dónde la tenías escondida?... La Biblia no es para ponerla en un anaquel, sino para tenerla al alcance de la mano, para leerla a menudo, todos los días, tanto individual como comunitariamente, marido y mujer, padres e hijos, quizás en la noche, especialmente el domingo. Así, la familia crece, camina con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios.



Esta es la Biblia que os darán los hermanos Paulinos: una para cada familia. Pero estad atentos para no haceros los listos: cogedla con una mano, no con dos, con una mano para llevarla a casa. Invito a todos a apoyar con la oración los trabajos del Sínodo, invocando la intercesión de la Virgen María. En este momento, nos unimos espiritualmente a cuantos, en el santuario de Pompeya, elevan la tradicional «súplica» a la Virgen del Rosario. Que obtenga la paz para las familias y para todo el mundo.




Después del Ángelus:



Queridos hermanos y hermanas:



Ayer en Estados Unidos fue proclamada beata sor María Teresa Demjanovich, de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel. Demos gracias a Dios por esta fiel discípula de Cristo, que llevó una intensa vida espiritual. Hoy en Italia se celebra la Jornada para el abatimiento de las barreras arquitectónicas. Aliento a cuantos se empeñan en garantizar iguales oportunidades de vida para todos, independientemente de la condición física de cada persona. Deseo que las instituciones y los ciudadanos estén cada vez más atentos a este importante objetivo social.



Y ahora os saludo cordialmente a todos vosotros, fieles romanos y peregrinos provenientes de Italia y de varios países. En particular, saludo a los estudiantes que han venido de Australia y a los del San Buenaventura Gymnasium Dilligen (Alemania), a los jóvenes de Jordania, a la asociación San Juan de Mata y a los fieles de la parroquia de San Pablo en Bérgamo.



Saludo a los peregrinos que han venido en bicicleta para recordar a santa Juana Beretta Molla, santa madre de familia, testigo del evangelio de la vida, y los animo a proseguir su iniciativa de solidaridad en favor de las personas más frágiles.



Por favor, no os olvidéis: rezad por el Sínodo, pedid a la Virgen que proteja a esta asamblea sinodal. Os deseo a todos un feliz domingo. Rezad por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.


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