sábado, 30 de mayo de 2015

FRANCISCO: Cartas de mayo (23 y 10)

CARTAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
MAYO 2015


AL ARZOBISPO DE SAN SALVADOR EN OCASIÓN DE LA 
BEATIFICACIÓN DE OSCAR ARNULFO ROMERO Y GALDÁMEZ

23 de Mayo de 2015



Excmo. Mons. José Luis Escobar Alas
Arzobispo de San Salvador
Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador
Querido Hermano:


La beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.


El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión,oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).


En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.


En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana.


La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».


Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.
Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.


Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato.


Fraternamente,


FRANCISCO


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AL OBISPO DE SAVONA-NOLI
CON OCASIÓN DEL BICENTENARIO
DE LA CORONACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA MISERICORDIA



Venerado hermano
monseñor Vittorio Lupi
obispo de Savona-Noli


Deseo unirme a la devoción del pueblo de Dios de la diócesis de Savona-Noli para rendir homenaje a Nuestra Señora de la Misericordia, invocando de modo especial su protección maternal para el Jubileo extraordinario de la misericordia que convoqué hace poco.


Poniéndome espiritualmente en la estela de mi predecesor Benedicto XVI, me dirijo al santuario erigido hace poco menos de cinco siglos, en el lugar donde la Virgen se apareció al campesino Antonio Botta, pidiendo penitencia y conversión y, al final, despidiéndose con las palabras: «Misericordia no justicia»; exhortación más que nunca actual para nuestro tiempo, que es de manera particular tiempo de misericordia.


La respuesta unánime del pueblo de Savona al llamamiento de la Virgen atrajo una auténtica «cascada» de gracias del Cielo, y dio origen también a numerosas obras caritativas y sociales, testimoniando que la misericordia espiritual y corporal son inseparables.


En un momento fuertemente dramático de la historia de Europa, al Papa Pío VII, raptado por Napoleón y encarcelado en Savona, se le concedió visitar el Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia e hizo voto que, una vez puesto en libertad, volvería para coronarla; esto tuvo lugar el 10 de mayo de 1815. Y el 24 del mismo mes instituyó la fiesta de María santísima «auxilio de los cristianos». En efecto, la Madre de la Misericordia está siempre cercana y socorre a todos sus hijos que se encuentran en peligro y, como muchos en nuestros días, sufren discriminaciones y persecuciones.


Deseo, por lo tanto, que mientras nos acercamos al Año santo extraordinario, en toda la Iglesia, se profundice y se difunda la confianza en la Madre de la Misericordia, que en esta tierra ha dado un signo perenne de su ternura y cercanía al pueblo de Dios peregrino en el mundo.


A usted, venerado hermano, y a la querida comunidad diocesana de Savona-Noli aseguro mi recuerdo especial y, mientras pido que recéis por mí y mi ministerio, os envío de corazón la bendición apostólica.


Vaticano, 10 de mayo de 2015



FRANCISCO


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