Temuco, CHILE (Agencia Fides, 30/01/2017) - Las tierras habitadas por el pueblo mapuche en
el sur de Chile viven desde hace algún tiempo en una espiral de
violencia.
Una Comisión Presidencial, establecida en julio de 2016, está tratando
de tomar medidas para frenar el fenómeno, y con este fin se han adoptado
50 propuestas, entre ellas el reconocimiento constitucional de los
pueblos indígenas y su representación en el Parlamento. El conflicto es
particularmente grave en la región de La Araucanía, principal
asentamiento del pueblo mapuche, que incluye la mitad del millón de
indígenas presentes en el país sudamericano, habitado por unos 18
millones de personas. Entre las propuestas de la Comisión están: crear
un registro nacional de víctimas de la violencia, asegurarles una
compensación, apoyar el desarrollo económico mapuche y resolver el
problema de la adquisición de sus tierras y devolverlas a los nativos.
El paquete d
e
propuestas llega después de que en las últimas semanas, en las zonas
rurales de la región, se hayan verificado más de una docena de ataques
incendiarios contra camiones de empresas forestales y almacenes causadas
por desconocidos que, en algunos casos, han dejado folletos con
reivindicaciones del movimiento mapuche.
“No se trata de la falta del estado de derecho, sino de la falta de
respeto y de violación de los derechos humanos de una población. Es el
mismo Estado el que viola sus derechos”, ha dicho el padre Bresciani
como se lee en una nota recibida por la Agencia Fides. EL padre
Bresciani es misionero jesuita y vive en la aldea de Tirúa, zona del
conflicto. “Aquí todo funciona, la gente vive normalmente, siembra,
recoge, trabaja”, dice el jesuita. “Los que hablan de ausencia del
estado de derecho nunca han vivido aquí. No estamos en guerra”. Por su
parte, Mons. Héctor Vargas, obispo de Temuco, capital de La Araucanía,
ha dicho que “es una región herida y fragmentada” que atraviesa “un
deterioro gradual del problema”. El obispo ha pedido el fin de la
violencia “antes de que el odio termina con nosotros... si queremos
desarmar las manos, hay que desarmar primero los corazones”.