“Me complace daros la bienvenida. Os saludo cordialmente, empezando por el Presidente del Senado, Pietro Grasso, a quien agradezco sus amables palabras –dijo– Este encuentro me brinda la oportunidad de expresar mi agradecimiento por la exposición sobre la historia de los Jubileos, que tuvo lugar en el Senado de la República el año pasado y que documentaba muchos aspectos de los Años Santos, desde el primero , convocado por el Papa Bonifacio VIII con la bula “Antiquorum habet”. Desde 1300 en adelante, cada Jubileo ha marcado la historia de Roma, desde la arquitectura hasta la acogida de los peregrinos; del arte a las actividades de ayuda social y de caridad. Pero hay un elemento esencial, el corazón de cada Año Santo, que nunca debe perderse de vista: en el Jubileo se dan cita la bondad de Dios y la fragilidad del hombre, que necesita siempre el amor y el perdón del Padre . Es propio de Dios, ser misericordioso y sobre todo en ello se manifiesta su omnipotencia”.
Después, dirigiéndose al Presidente del Senado añadió: “Usted hablaba de la acogida como del núcleo de cada jubileo: esta es la gran acogida. Cuando Dios nos acoge sinpreguntar tantas cosas; nos perdona, nos abraza, nos besa y nos dice estas hermosas palabras: “Hijo mío, hija mía.”
“Mientras doy las gracias a los organizadores y a los voluntarios de la exposición, y al Senado que ha sido su sede, por la obra de sensibilización histórica y cultural brindada a los visitantes, deseo a cada uno de vosotros que la experiencia del Jubileo siga aportándole frutos espirituales abundantes y duraderos. Y para ello se lo encomiendo a la Virgen María, Madre de la Misericordia.
Gracias, Sr. Presidente, por esta visita –terminó FRANCISCO– Rezo por su alto servicio institucional y por el trabajo de todos vosotros. Os bendigo junto con vuestros seres queridos .Y vosotros también, por favor, rezad por mí. Muchas gracias”.