AFGANISTÁN (Agencia Fides, 20/11/2019).- El sacerdote barnabita y jefe de la Missio sui iuris en Afganistán, el
padre Giovanni Scalese comenta a Fides la noticia del intercambio de
prisioneros que tuvo lugar ayer 19 de noviembre en Afganistán. Tres
talibanes fueron liberados de una prisión en la base de Bagram. Fueron
enviados a Doha, en Qatar, a cambio de la liberación de dos profesores
secuestrados en agosto de 206 de la red Haqqani en Kabul: el
estadounidense Kevin King, de 63 años, y el australiano Timothy Weeks,
de 50. También fueron liberados más diez soldados afganos.
“¿Cómo se libera a tres hombres acusados de crímenes tan graves?”,
pregunta el padre Scalese, como muchos otros afganos, al presidente
Ashraf Ghani quien el 12 de noviembre anunció por televisión el
intercambio de prisioneros. Los tres liberados cuentan con un amplio
historial criminal. Anas Haqqani es hijo del fundador de la red
yihadista Jalaluddin y hermano del actual líder Sirajuddin, quien
también es el número dos de la “Rahbari shura”, el gran consejo de los
talibanes. Para los Haqqani, un frente afiliado a los talibanes pero con
amplios márgenes de autonomía, era una especie de “embajador”. El
segundo es Haji Malik Khan, hermano del fundador Jaraluddin, capturado
en 2011. Y finalmente Qari Abdul Rasheed Omari, comandante militar en el
sureste de Afganistán. Pasó 12 años en Guantánamo ya que era quien
orquestaba los ataques suicidas. A los tres se les atribuyen masacres y
atentados sangrientos. Por eso, para muchos afganos es difícil aceptar
su
liberación a menos que produzca resultados concretos.
Fue la administración Trump y el consenso regional quienes instaron al
gobierno de Ghani a autorizar la liberación que el mandatario ha
definido como “una amarga elección” orientada únicamente a dialogar con
los talibanes con el fin de acabar con la violencia. “La política debe
tener el coraje de tomar decisiones, aunque causen cierta perplejidad
pero que son inevitables para una solución real y pacífica al
conflicto”, señala el padre Scalese. La liberación de los talibanes
podría favorecer la reanudación de las negociaciones con el enviado de
Trump, Zalmay Khalilzad. En Doha, durante meses, Jalilzad discutió un
acuerdo con una delegación talibán que incluía: la retirada de las
tropas extranjeras a cambio de garantizar la ruptura de cualquier
relación talibán con Al Qaeda y con los grupos yihadistas mundiales;
conversaciones con el gobierno de Kabul; y un alto el fuego. El texto
estaba listo para la firma, pero el 7 de septiembre, Donald Trump
anunció el fin
de las conversaciones. El intercambio de prisioneros es un gesto de
confianza mutua para acortar las distancias. Forma parte de la hoja de
ruta. “La solución política es inevitable y se debe llegar a un
compromiso”, concluye el padre Scalese.