Uvira, REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO (Agencia Fides, 25/02/2021) – “Lo ocurrido el 22 de febrero en Goma, con el asesinato del embajador italiano Luca Attanasio y el carabiniere que lo acompañaba, confirma lo que venimos diciendo desde hace tiempo: aquí se vive una inseguridad total. Si pueden matar a un diplomático de este rango de esa manera, podemos imaginar lo les puede pasar a los aldeanos comunes. Al parecer, los atacantes hablaban kinyarwanda (un idioma utilizado principalmente por los ruandeses, ndr). Cuando lo denunciamos, nos llaman xenófobos, extremistas. ¿Y dónde estaban los cascos azules de la ONU (Monusco) y el ejército regular (Fardc) mientras tanto? El embajador era un amigo que había conocido gracias a los padres javerianos. Amaba mucho al Congo y a los congoleños. Estaba en Kivu del Norte en una misión humanitaria, era un hombre de paz y de gran amistad. Que su alma descanse en paz”. Este es el llanto sincero lanzado a la Agencia Fides por Mons. Sébastien-Joseph Muyengo, obispo de Uvira (Kivu del Sur), que denuncia esta nueva tragedia en la interminable tragedia en que vive su maltrecho país.
De hecho, las atrocidades cometidas por grupos armados en la zona
oriental de la República Democrática del Congo (RDC) continúan sin
tregua. El virus del Ébola primero y la pandemia de coronavirus después,
no parecen haber tenido ningún efecto disuasorio sobre las más de 150
milicias en acción durante años en esa atormentada zona de África (en la
frontera con Ruanda, Burundi y Uganda) que, solo en 2020, han causado
2.000 muertes de civiles (1.240 en Ituri, 590 en Kivu del Norte y 261 en
Kivu del Sur) y aproximadamente 90.000 personas desplazadas. Allí ha
tenido lugar el asesinato múltiple que ha acabado con la vida de estos
tres jóvenes.
El obispo continúa explicando a la Agencia Fides: “Vengo de Butembo para
visitar nuestros seminarios interdiocesanos. La situación, tras la
visita de los obispos de Aceac (Asamblea de las Conferencias Episcopales
de África Central), que se reunieron con muchos interlocutores entre
los que se encontraban los líderes de las milicias armadas, los líderes
del ejército nacional, algunos líderes políticos y administrativos,
había despertado un débil atisbo de esperanza. Pero lo que ha pasado es
terrible. Detrás de todas estas guerras en Ituri, en Kivu del Norte y
del Sur, en las mesetas de Uvira, Fizi y Mwenga, en realidad, está el
intento de apoderarse de las tierras que siempre han pertenecido a
pueblos indígenas, por parte de grupos extranjeros de Uganda, Ruanda y
Burundi. Matan a la gente en los pueblos para obligarlos a huir a otro
lugar y luego ocupar sus tierras”.
El Congo, bendecido por infinitos recursos naturales y minerales, podría
prosperar gracias a todo lo que produce, pero durante siglos su riqueza
ha sido fuente de conflicto: “La búsqueda de recursos naturales
(minerales, madera, etc.) - señala Mons. Muyengo: crea una gran
inestabilidad. Son recursos codiciados tanto por países vecinos como por
multinacionales que no tienen interés en que estas regiones se
estabilicen. Luego está el espectro de la balcanización. Algunas
potencias occidentales, así como africanas, quieren aprovechar todos
estos conflictos para fomentar el caos y dividir el país, un poco como
sucedió en la época de la independencia (junio de 1960, ed) con la
secesión de algunas provincias como Katanga, Kasai, Kivu”.
“En la diócesis de Butembo-Beni - concluye el prelado - sacerdotes,
párrocos, religiosos a menudo han sido secuestrados, otros han sido
asesinados. Y no faltan los atentados en iglesias y conventos para robar
vehículos, motos, comida, dinero. Sin embargo, la Iglesia no tiene otro
medio que el Evangelio, la llamada a la reconciliación, a la paz. Aquí,
en Kivu del Sur, en cada ocasión que nos ofrece el calendario litúrgico
o pastoral - el Día de la Paz (1/1), la semana ecuménica, los días
diocesanos de la juventud, los campamentos de verano – tratamos de
concienciar sobre la paz. A veces nos reunimos con grupos armados e
intentamos abrir un camino de diálogo. A menudo organizamos
recaudaciones de dinero, ropa, medicinas y medios de vida para ayudar a
las poblaciones desplazadas, pero el problema también es la pobreza de
nuestros fieles. Hacemos nuestro mejor esfuerzo en la formación de la
conciencia, en la caridad, en la oración”.