Accra, GHANA (Agencia Fides 24/02/2021) - A partir del 18 de enero, las escuelas de todo el país han reanudado sus actividades. Sin embargo, en varias aldeas en el momento de la reapertura había falta de equipo de protección personal (EPP) para todos y la situación aún no está completamente controlada. “Ha sido un verdadero espectáculo ver a padres e hijos esperando ser registrados frente a los recintos escolares después de 10 meses de cierre debido al Covid-19”, escribe a la Agencia Fides el padre Paul Saa-Dade Ennin, Superior Provincial de los misioneros SMA en Ghana.
“Por un lado los padres estaban aliviados de poder traer a sus hijos de
regreso a la escuela y por otro los escolares estaban felices de volver a
ver a sus compañeros y compartir con ellos estos largos meses en casa
ayudando a sus padres en las tareas del hogar que salen a los mercados o
al campo”. Explica el p. Paul comentando que en el pueblo de Babaso,
distrito de Ejura-Sekyeredumase, de la región de Ashanti, aún tenían que
ser entregados los dispositivos para la seguridad personal cuando se
reabrió la escuela. Los escolares llevaban mascarillas y la iglesia
parroquial local había proporcionado cubos de agua y jabón líquido para
lavarse las manos, que lamentablemente no fueron suficientes para todos.
“En este contexto escolar - dice el misionero, el distanciamiento
social es el principal desafío. En las aulas los pupitres se disponen
teniendo en cuenta las distancias requeridas, pero en algunas clases,
por el número de alumnos y el tamaño del aula, es casi
imposible. Los profesores tienen grandes dificultades, especialmente
durante el recreo, explica el p. Paul. Es simplemente imposible dejar
que los niños jueguen juntos siguiendo los protocolos, se necesita ayuda
concreta inmediata del gobierno antes de que estallen nuevas epidemias
en las escuelas, especialmente en las zonas rurales desfavorecidas como
Babaso”.
En su explicación, el Superior Provincial de SMA también describe la
alegría de muchos niños que han podido regresar a la escuela, pero
recuerda al mismo tiempo el pesar de muchos otros compañeros que para
apoyar y ayudar a sus familias se han visto obligados a mudarse a la
ciudad para trabajar como domésticos. “Algunas de las niñas,
lamentablemente, se han quedado embarazadas durante el encierro, otras
han sido dadas en matrimonio para mantener a la familia y no
regresarán”, explica el p. Ennin. El misionero destaca el hecho de que
estas son solo algunas de las tristes realidades de los efectos del
Covid-19 en los niños. “Su futuro se verá seriamente comprometido si no
se toman acciones y medidas estratégicas y con conciencia”.