Mogadiscio, SOMALIA (Agencia Fides, 29/04/2021) - Desde hace treinta años Somalia es un país
dividido, sin instituciones estables, atravesado por la efervescencia
fundamentalista. En este complejo contexto, sigue viviendo una
pequeñísima comunidad cristiana que, entre mil dificultades, sigue
adelante con su fe. Está dirigida por monseñor Giorgio Bertin, una vida
dedicada a Somalia primero como misionero franciscano, luego como obispo
de Yibuti y administrador apostólico de Mogadiscio.
El obispo conoce bien tanto las condiciones en que viven los cristianos
como la situación política y económica del país del Cuerno de África. La
comunidad católica somalí es muy pequeña: en todo el país hay unas
pocas decenas de cristianos que profesan el cristianismo de forma
oculta. Hay, pues, muchos fieles entre los miembros de las
organizaciones internacionales y los contingentes militares presentes en
el territorio. Basta pensar en el contingente italiano, el burundés y
el keniano. En Somalilandia, un Estado declarado independiente, pero no
reconocido por la comunidad internacional, hay una presencia más
estable. Hay un sacerdote con un buen grupo de fieles. Sin embargo, se
ven obligados a profesar su fe en casa o en lugares cerrados.
Los somalíes siempre han profesado un Islam tolerante. Siempre han
estado abiertos al diálogo y nunca han tenido relaciones tensas con los
cristianos. “Los somalíes nunca han sido anticristianos -continúa
monseñor Bertin-, es más, en el pasado nos veían de forma benévola.
Desde la caída de Siad Barre, quizá incluso un poco antes, con la
llegada de un islamismo que pretende reconstruir la sociedad partiendo
de la ley islámica, los cristianos han sido marginados progresivamente.
Actualmente los políticos, aunque no son hostiles a la Iglesia, tienden a
no garantizar un espacio a los cristianos porque temen ser acusados de
favorecer a ‘los cruzados’. Se trata de fórmulas retóricas que, sin
embargo, desgraciadamente, se están poniendo de moda”.
Los católicos están presentes en el territorio a través de Cáritas
Somalia, que trabaja a nivel social prestando asistencia a la población
con dificultades, especialmente a los grupos más débiles como los niños y
las mujeres.
Con motivo del ciclón Gati, que devastó el país en 2020, Cáritas trabajó
en Puntlandia, la región noroccidental del país, prestando asistencia a
3.500 personas. No fue una intervención fácil porque se llevó a cabo en
una zona donde la presencia de los yihadistas es fuerte. En
Somalilandia, Cáritas Somalia, que aquí toma el nombre de Cáritas
Naxariis (Misericordia), trabaja en un proyecto educativo para 35 niños
desplazados. Con la llegada de la pandemia del covid-19, Cáritas Somalia
empezó a trabajar también en Mogadiscio, Garowe y Bosaso con programas
educativos para prevenir la propagación del virus.
Actuar en Somalia no es fácil. La situación política es muy compleja.
“Para simplificar -observa el Prelado- tenemos ante nosotros un poder
central, que intenta resurgir y afirmarse, que se enfrenta a unos
estados federales que, a su vez, intentan hacer oír su voz. De hecho,
este enfrentamiento ha inmovilizado al país. La situación política
somalí está influenciada por los intereses de los actores regionales e
internacionales. El precio de esta situación es la inestabilidad que
paga la población civil”.
En la complejidad política hay que lidiar con un fundamentalismo
islámico muy fuerte: “Al-Shabaab -concluye monseñor Bertin- está
presente en el interior del centro-sur de Somalia, pero también tiene
sus propias células en las principales ciudades somalíes. Además de Al
Shabaab, hay grupos inspirados por el Estado Islámico, especialmente en
Puntlandia. Ambos, además de imponer una visión integral del Islam,
siembran el odio y el terror en el territorio. Treinta años después de
la caída del régimen de Siad Barre, el contexto es muy difícil. Las
instituciones son débiles, a veces ausentes y a menudo pendencieras. El
país necesita un programa para construir un Estado capaz de proporcionar
a sus ciudadanos seguridad y servicios básicos. Paradoxalmente, en las
zonas controladas por al-Shabaab, la milicia vinculada a al-Qaeda, esta
seguridad y estos servicios existen. En un régimen de terror que limita
cualquier forma de libertad”.