Shire, ETIOPÍA (Agencia Fides, 26/04/2021) – “Cuando llegué a Etiopía reinaba la paz y nada
indicaba ‘la tormenta de la guerra’. Sí, se notaba que había tensiones
entre el gobierno nacional y el de Tigray, se veía que mucha gente de
Tigray, que antes vivía en otras regiones del país, volvía a la región
porque había tensiones. Hasta el 3 de noviembre”. Así comienza la
historia de la hermana Monica Neamţu, hermana de la caridad, que lleva
casi tres años de misión con una comunidad de religiosas en Shire,
Tigray. Las hermanas comparten la angustia que vive la población de
Tigray. Contactada por la Agencia Fides, la Hna. Mónica Neamţu describe
con detalle lo ocurrido desde la noche del 3 de noviembre de 2020,
momento en el que las cosas se desmoronaron. “Nos quedamos sin luz y sin
teléfono, a la mañana siguiente nos enteramos de la noticia: 'Guerra
Civil'. Yo nací en tiempos de paz, así que no tenía ni idea de lo que me
esperaba. Toda la región de Tigray está bloqueada, después de la luz y
el teléfono descubrimos que incluso los bancos estaban cerrados. Todo
está parado y nosotros también. Empezamos a ver llegar a Shire a muchos
desplazados que vivían en las ciudades cercanas a la región de Amhara,
como Humora y muchas otras. Estaban durmiendo en la carretera, bajo los
árboles. La gente del pueblo inmediatamente hizo todo lo posible por
recoger algo de comida para ir en su ayuda”.
“Al mismo tiempo - continúa la hermana Mónica -, había mucha confusión,
la gente seguía moviéndose completamente desorientada, con miedo,
buscando un lugar seguro. Daba la sensación de que los soldados que
habían rodeado la región tenían como objetivo Mekele, la capital de
Tigray, sede de los dirigentes de la región. Esta realidad continuó
durante más de una semana. Entonces, el 16 de noviembre, empezaron a
oírse los sonidos de los bombardeos, señal de que la guerra se acercaba a
Shire; la gente que solía llenar las calles empezó a disminuir. El día
17, en el silencio de la mañana, oímos que las bombas pasaban por encima
de nuestra casa. ¿Dónde caerán? ¿Dónde ir? Luego, el silencio. Un
guardia llegó y nos invitó a correr por nuestras vidas. Toda la gente de
la ciudad corría para ponerse a cubierto con la esperanza de salvarse.
Pero nosotras... ¿a dónde ir? ¿se podría encontrar un lugar seguro en
esta situación? Luego, de nuevo el silencio, un silencio sepulcral, y
uno espera, ¿el qué? Dios lo sabe. Luego más bombas. Hacia las 10
pasaron los primeros tanques, los primeros de una larga fila, seguidos
por soldados. Durante más de una semana vimos pasar a más de uno. Y por
casi dos días no vimos a casi nadie moverse por las calles. Luego,
tímidamente, la gente de la ciudad comenzó a salir. Incluso algunas
personas vinieron a nuestro centro de salud, el pequeño hospital que, en
tiempos normales, recibe al menos 300 personas cada día. Visto que
estábamos vivas decidimos de inmediato volver a abrir y ponernos al
servicio de la gente, especialmente de las mujeres embarazadas. También
nos enteramos de los numerosos cadáveres que estaban abandonados
alrededor de las iglesias. Los soldados federales habían tomado posesión
de Shire. La gente se sintió un algo aliviada, si se puede decir así,
porque aquí solo había soldados federales y no de Eritrea. Aquí hay
terror a los eritreos, temen hasta su nombre. Y su miedo está bien
motivado”.
“Estar allí en esa situación fue un reto y sigue siéndolo. No es fácil
ver, o mejor dicho, participar en esta terrible historia en la que en
nombre de la justicia un hombre levanta la mano contra otro que es su
hermano. ¿Cómo no ver y sentir la desesperación de la gente que, para
escapar de la muerte, caminó durante días sin nada, enfrentándose a
todos los peligros de la situación? ¿Cómo no sentirse involucrado en el
dolor de tantas personas que no pueden llegar a sus seres queridos y no
saben si están vivos o muertos? ¿Se puede permanecer indiferente ante
las numerosas mujeres embarazadas que no pudieron encontrar un lugar
seguro para dar a luz a su recién nacido y que durante días y noches se
encontraron en medio de la carretera? ¿Cómo no conmoverse al ver cómo la
gente caminaba durante horas para encontrar un médico, llevando a sus
enfermos a hombros, con ‘una camilla’ hecha con unos tablones de madera
o, para los más afortunados, con un burro y una carretilla? Fue como
retroceder en el tiempo y ver a la gente en los días de Jesús. ¿Cómo no
sentirse turbado ante la mucha gente que viene a pedirte algo de comer
para sobrevivir? Aunque la situación no nos garantice nada, estamos
contentas de estar vivas, no día a día, sino momento a momento. Y damos
gracias a Dios todos los días porque aún hoy y hasta hoy... estamos
vivas.
A la pregunta ¡¿Cómo estás?’ los tigrinos suelen responder ‘Gracias a
Dios’. Lo hacían antes de la guerra y lo siguen haciendo hoy. Han
pasado seis meses y esta guerra continúa. Siempre tenemos la esperanza
de que tal vez el día de mañana se acabe y al mismo tiempo vivimos en la
incertidumbre de empeorar y no saber por cuánto tiempo más. Todavía hoy
siguen llegando muchos evacuados que llenan la ciudad. Todavía hoy,
mientras escribo estas pocas líneas de mi experiencia, el hombre es cada
vez más pisoteado en su dignidad, anulado, abusado, maltratado hasta la
muerte e incluso después. Así que hago mía la pregunta: ¿Dónde estás
hombre...? ¿Dónde está tu dignidad como persona humana? ¿Dónde está tu
humanidad? Esto es una pequeña parte de mi vida en la Shire - concluye
la misionera-. No se puede expresar todo. Lo que he sentido
profundamente y lo que me ha sacudido como persona, queda ahí como un
tesoro de mi historia con el hombre y con Dios, en este momento
histórico de Tigray”.