miércoles, 28 de noviembre de 2012

S.S. Benedicto XVI: “Hablar de Dios en nuestro tiempo”

CIUDAD DEL VATICANO, 28 Noviembre 2012 (VIS).- “¿Cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio para abrir caminos a su verdad salvadora?”. Estos han sido los interrogantes a los que el Santo Padre Benedicto XVI ha querido responder con la catequesis de la Audiencia General de los miércoles, que ha tenido lugar a las 10.30 horas en el Aula Pablo VI del Vaticano.

“En Jesús de Nazaret- ha dicho el Papa- encontramos el rostro de Dios que ha bajado de su Cielo, para sumergirse en el mundo de los hombres y enseñarnos el “arte de vivir”, el camino de la felicidad, para liberarnos del pecado y hacernos plenamente Hijos de Dios”.

“Hablar de Dios -ha proseguido- significa, ante todo, tener claro lo que debemos transmitir a los hombres y mujeres de nuestra época: Dios ha hablado con nosotros,(...) no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia; el Dios de Jesucristo (...) como respuesta a la pregunta fundamental de por qué y cómo vivir. Por eso hablar de Dios requiere un continuo crecimiento en la fe, una familiaridad con Jesús y su Evangelio, un profundo conocimiento de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito (...) sin temor a la humildad de los pequeños pasos y confiando en la levadura que entra en la masa y hace que crezca lentamente. Al hablar de Dios, en la obra de la evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, necesitamos recuperar la simplicidad, regresar a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva del Dios concreto, que se interesa por nosotros, del Dios-amor que se acerca a nosotros en Jesucristo, hasta la Cruz ,y que en la Resurrección nos da esperanza y nos abre una vida que no tiene fin, la vida eterna”.

El Pontífice ha recordado que para San Pablo, comunicar la fe “no significa manifestar el propio yo sino decir abierta y públicamente lo que ha visto y sentido en el encuentro con Cristo, lo que ha experimentado en su vida ya transformada por ese encuentro. El Apóstol no se contenta de proclamar con las palabras, sino que implica toda su existencia en la gran obra de la fe(...) Para hablar de Dios, hay que dejarle sitio, con la confianza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejarle espacio sin miedo, con sencillez y alegría, con la profunda convicción de que cuanto más el centro sea Él y no nosotros, más será fructífera nuestra comunicación (...) Y esto es válido también para las comunidades cristianas que están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cierres, egoísmos, indiferencia y viviendo en las relaciones diarias el amor de Dios. Tenemos que ponernos en marcha para ser siempre y realmente anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos”.

En este punto , ha proseguido, debemos preguntarnos “cómo comunicaba Jesús. Jesús (...) habla de su Padre - Abba lo llama - y del Reino de Dios, con los ojos llenos de compasión por los sufrimientos y las dificultades de la existencia humana. En los evangelios vemos cómo se interesa por todas las situaciones humanas que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y mujeres de su tiempo, con una plena confianza en la ayuda del Padre(...) En Él, anuncio y vida están entrelazados: Jesús actúa y enseña, siempre a partir de una relación profunda con Dios Padre. Esta forma se convierte en una indicación fundamental para los cristianos: nuestro modo de vivir en la fe y en la caridad se transforma en un hablar de Dios hoy, porque demuestra, con una existencia vivida en Cristo, la credibilidad y el realismo de lo que decimos con palabras. Tenemos que prestar atención a interpretar los signos de los tiempos en nuestra época, a individuar el potencial, los deseos y los obstáculos de la cultura contemporánea; en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la salvaguardia de la creación, y comunicar sin temor la respuesta que ofrece la fe en Dios”.

“Hablar de Dios significa, por lo tanto, hacer entender con nuestras palabras y nuestras vidas que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino, al contrario el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana. Así que volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con la fuerza y la sencillez, con la palabra y la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, ese Dios que nos ha mostrado un amor tan grande como para encarnarse, para morir y resucitar por nosotros; ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y los Sacramentos, renovar toda la ciudad de los hombres para que pueda llegar a ser la Ciudad de Dios”, ha concluido el Santo Padre.


Posteriormente saludó a los peregrinos en francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, árabe e italiano.

Estas fueron sus palabras en castellano:

"Queridos hermanos y hermanas:

La pregunta que nos hacemos hoy es: ¿cómo podemos hablar de Dios en nuestro tiempo? Sabemos que el amor de Dios es expansivo por su propia naturaleza. El mismo Dios, en virtud de este amor, se nos comunica en su Hijo muerto y resucitado. Recibimos la fe precisamente escuchando este anuncio. Es este amor el que nos exige salir de nosotros mismos para proclamarlo a todos. Para hablar de Dios, es necesario que crezcamos cada día en el conocimiento y la intimidad con el Señor. En el anuncio del Reino no debemos buscar el éxito inmediato, sino seguir su ejemplo de humildad y paciencia. No buscarnos a nosotros mismos sino centrarnos en lo esencial del misterio de Dios. Con el ejemplo de su vida, Jesús nos enseña a hacernos cargo de la debilidad del hombre para llevarlo hacia Dios. Nos pide que nuestra vida sea, como la suya, reflejo de una íntima unión con Dios. Así, en nuestras vidas, nuestras familias, con nuestros hijos, podremos manifestar ese mismo amor de Cristo, estando atentos a cada necesidad, a los anhelos más profundos, para poder dar una respuesta de esperanza a la humanidad.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Bolivia y otros países latinoamericanos. Invito a todos a dar testimonio de Dios, que nos ha mostrado en la muerte y resurrección de su Hijo el más grande amor, y nos pide seguirlo y dejarnos transformar por Él, de modo que en su Iglesia, a través de la Palabra y los sacramentos, podamos renovar el mundo entero. Muchas gracias".

Al finalizar los saludos S.S. Benedicto XVI hizo un llamamiento en favor de las terapias contra el SIDA:

“El próximo 1º de Diciembre es la Jornada Mundial contra el Sida, una iniciativa de las Naciones Unidas para llamar la atención sobre una enfermedad que ha causado millones de muertos y trágicos sufrimientos humanos, acentuados en las regiones más pobres del mundo donde hay grandes dificultades para acceder a los medicamentos eficaces. Pienso,en particular, en el gran número de niños que cada año contraen el virus de sus madres, no obstante haya terapias para impedirlo. Aliento las numerosas iniciativas que, en el ámbito de la misión eclesial, se han promovido para acabar con este azote”.

La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Papa.