El
Papa ha manifestado su agrado porque este año el congreso tenga lugar
en Roma,la ciudad en la que están enterrados los apóstoles Pedro y
Pablo, que para los cristianos son puntos de referencia esenciales y
"pilares" de la Iglesia y donde se encuentra la comunidad judía más
antigua de Europa occidental, cuyos orígenes se remontan a los Macabeos.
''Por lo tanto -ha observado FRANCISCO- cristianos y judios viven
juntos en Roma desde hace casi dos mil años, aunque sus relaciones a lo
largo de la historia no hayan carecido de tensiones''.
El
verdadero diálogo fraternal se ha desarrollado, sin embargo, a partir
del Concilio Vaticano II, después de la promulgación de la Declaración
Nostra Aetate que representa ''el "sí" definitivo a las raíces judías
del cristianismo y el "no" irrevocable antisemitismo.. Al celebrar el
quincuagésimo aniversario de Nostra Aetate, podemos constatar -observó
el Pontífice- los ricos frutos que ha producido y hacer con gratitud un
balance del diálogo entre católicos y judíos. Podemos expresar así
nuestro agradecimiento a Dios por todo lo bueno que se ha logrado en
términos de amistad y de entendimiento mutuo en los últimos cincuenta
años, porque su Espíritu Santo ha acompañado nuestros esfuerzos para el
diálogo''.
''Los
cristianos, todos los cristianos -subrayó el Santo Padre- tienen raíces
judías. Por lo tanto, desde su creación, el ''International Council of
Christian and Jews'' ha acogido las diversas confesiones cristianas.
Cada uno de ellas, en la forma que le es propia, se acerca al judaísmo,
que, a su vez, se caracteriza por diferentes corrientes y
sensibilidades. Las confesiones cristianas encuentran su unidad en
Cristo; el Judaísmo encuentra su unidad en la Torá. Los cristianos creen
que Jesucristo es la Palabra de Dios hecha carne en el mundo; para los
judíos la Palabra de Dios está presente principalmente en la Torá. Ambas
tradiciones de fe tienen como fundamento al único Dios, el Dios de la
Alianza, que se revela a los hombres a través de su Palabra. En la
búsqueda de una actitud justa hacia Dios, los cristianos se dirgen a
Cristo como la fuente de vida nueva, los judíos a la enseñanza de la
Torá. Este tipo de reflexión teológica sobre la relación entre el
judaísmo y el cristianismo comienza desde Nostra Aetate y, sobre esta
base sólida, puede y debe seguir desarrollándose''.