CIUDAD DEL VATICANO, 27 de febrero de 2016 (VIS).- ''Cada día, lamentablemente, las crónicas reportan malas noticias:
homicidios, incidentes, catástrofes" en el pasaje evangélico de hoy,
Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en aquel tiempo habían
suscitado mucha sensación: una represión cruel realizada por los
soldados romanos dentro del templo; y el derrumbe de la torre de Siloé,
en Jerusalén, que había causado dieciocho victimas''. Es lo que dijo hoy
a mediodía el Papa FRANCISCO en el Ángelus relacionando la actualidad que
vivimos y el Evangelio del día. ''Jesús conoce la mentalidad
supersticiosa de sus oyentes -continuó- y sabe que ellos interpretan
este tipo de acontecimientos de modo equivocado. De hecho, piensan que,
si aquellos hombres han muerto así, cruelmente, es signo de que Dios los
ha castigado por alguna culpa grave que habían cometido; por así decir:
?se lo merecían?. Y en cambio, el hecho de ser
salvados de la desgracia equivalía a sentirse ?bien?. Ellos se lo
merecían; yo estoy bien''.
El Pontífice explicó que Jesús rechaza
claramente esta visión, ''porque Dios no permite las tragedias para
castigar las culpas, y afirma que aquellas pobres víctimas no eran
peores de los otros. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos
dolorosos una enseñanza que se refiere a todos, porque todos somos
pecadores; de hecho, dice a aquellos que le habían interpelado: ''Si
vosotros no os convertís, todos acabaréis de la misma manera''. También
hoy, frente a ciertas desgracias y a eventos dolorosos, podemos tener la
tentación de ''descargar'' la responsabilidad en las víctimas o incluso
en Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿Qué idea de
Dios nos hemos hecho? ¿Estamos realmente convencidos que Dios es así, o
esto no es otra cosa que nuestra proyección, un dios hecho
''a nuestra imagen y semejanza''? Jesús, al contrario, nos invita a
cambiar el corazón, a hacer una radical inversión en el camino de
nuestra vida, abandonando los compromisos con el mal, y esto lo hacemos
todos, ¿eh?, los compromisos con el mal, las hipocresías pero, yo creo
que casi todos tenemos un poco, de hipocresía , para retomar
decididamente el camino del Evangelio''.
''Ahí esta nuevamente,
la tentación de justificarse -añadió-: ¿De qué debemos convertirnos? ¿No
somos en fin de cuentas buenas personas, cuantas veces hemos pensado
esto?, que en fin de cuentas somos buenos, pero no es así''. El Papa ha
destacado que por ser creyentes e incluso practicantes nos justificamos.
''Lamentablemente, cada uno de nosotros se asemeja mucho a un árbol
que, por años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, para
nuestra buena suerte, Jesús se parece a un agricultor que, con una
paciencia sin límites, obtiene todavía una prórroga para la higuera
infecunda: ''Déjala todavía este año -dice el dueño- ... Puede ser que
así dé frutos en adelante''.
''Un ''año'' de gracia -dijo-: el
tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su
regreso glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto
número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de
arrepentimiento y de salvación. Un tiempo de un ''año jubilar de la
misericordia''. La invencible paciencia de Jesús... ¿Habéis pensado en
la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su irreductible
preocupación por los pecadores?, ¡Cómo debería provocarnos a la
impaciencia en relación a nosotros mismos! ¡No es jamás demasiado tarde
para convertirse, ¡jamás! Hasta el último momento: la paciencia de Dios
nos espera. Recordad aquella pequeña historia de Santa Teresa del
Niño Jesús, cuando rezaba por aquel hombre condenado a muerte, un
criminal, que no quería recibir el consuelo de la Iglesia, rechazaba al
sacerdote, no quería: quería morir así. Y ella rezaba, en el convento, y
cuando aquel hombre está ahí, en el momento de ser ajusticiado, se
dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios!
También, ¡lo mismo hace con nosotros, con todos nosotros! Cuantas
veces, nosotros no lo sabemos: lo sabremos en el Cielo; pero cuantas
veces nosotros estamos ahí, ahí, y ahí el Señor nos salva: nos salva
porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia.
Jamás es tarde para convertirnos, pero ¡es urgente, es ahora!
Comencemos hoy''.
Antes de finalizar, FRANCISCO invocó a la Virgen
María para que nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la
gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a no juzgar jamás a los
demás, sino a dejarnos interpelar por las
desgracias cotidianas para hacer un serio examen de conciencia y
arrepentirnos.
Después de la oración mariana, en los saludos a los fieles, el Santo
Padre hizo presente una vez más, que huyen de las guerras, y
elogió a los países como Grecia ''que están en primera línea dando una
ayuda generosa, que requiere la cooperación de todas las naciones. Una
respuesta coral -dijo- puede ser eficaz y distribuir equitativamente los
pesos. Por ello es necesario apuntar con decisión y sin reservas a las
negociaciones''.
''Al mismo tiempo -añadió-, he recibido con
esperanza la noticia del cese de las hostilidades en Siria, y os invito a
todos a rezar para que este resquicio pueda dar alivio a la población
que sufre y abra el camino al diálogo y a la paz tan deseada".
FRANCISCO
también manifestó su cercanía al pueblo de las Islas Fiyi, duramente
azotado por un ciclón devastador. ''Rezo por las
víctimas y por quienes que están comprometidos con las operaciones de
socorro''. Antes de despedirse, recordó que mañana 29 de febrero, se
celebraba la ''Jornada de las Enfermedades Raras" y dirigió su especial
oración y aliento a todas las asociaciones que ofrecen ayuda en este
campo.