CIUDAD DEL VATICANO, 24 de febrero de 2016 (VIS).- La misericordia y
el poder ha sido el tema de la catequesis del Papa FRANCISCO en la Audiencia General de este miércoles celebrada a las 10.00 horas en la Plaza de San Pedro a la que
han asistido más de 20,000 personas.
El Santo Padre explicó que en
varios pasajes de la Biblia se habla de los reyes y los poderosos y
también de su arrogancia y sus abusos, no obstante ''la riqueza y el
poder puedan ser buenas y útiles para el bien común si se ponen al
servicio de los pobres y de todos, con justicia y caridad. Pero, si como
sucede demasiado a menudo, se viven como un privilegio, con egoísmo y
prepotencia se transforman en instrumentos de corrupción y de muerte''.
Un
ejemplo de ese injusto privilegio es el relato de la viña de Nabot. El
rey Ajab quiere comprarla porque le conviene ya que linda con su
palacio, pero Nabot se niega porque para Israel la tierra es de Dios,
prenda de su
bendición que se transmite de generación en generación. Ajab se indigna
porque ve en ese rechazo una ofensa a su poder, un menoscabo de su
autoridad. Su esposa, Jezabel, que también considera el poder real
absoluto, decide eliminar a Nabot y hace que falsos testigos lo acusen
ante los ancianos y las autoridades de haber maldecido a Dios y al rey.
Un crimen que se castiga con la muerte. Nabot es ajusticiado y el rey se
hace con su viña.
''Jesús recordando estas cosas nos dice:
''Sabéis que los gobernantes de las naciones dominan sobre ellas y los
jefes las oprimen.Entre vosotros no será así: Quien quiera ser el
primero sea el servidor de todos''. ''Si se pierde la dimensión del
servicio -subrayó el Pontífice- el poder se convierte en arrogancia y
opresión''... Y la historia de Nabot ''no es una historia de otros
tiempos, es también historia de hoy, de los poderosos que para tener más
dinero
explotan a los pobres, explotan a la gente. Es la historia de la trata
de personas, del trabajo esclavo, de la pobre gente que trabaja en negro
con el salario mínimo para enriquecer a los poderosos. Es la historia
de los políticos corruptos que quieren más y más y más''.
El
episodio de la viña de Nabot enseña ''hasta donde lleva el ejercicio de
una autoridad sin rispeto por la vida, por la justicia, sin
misericordia. Y vemos hasta donde lleva la sed de poder: se convierte en
codicia que todo lo quiere poseer''. FRANCISCO ejemplificó esta
situación con las palabras del profeta Isaías, ''que no era comunista''
-dijo- cuando advierte a los ricos latifundistas de la avidez que les
lleva a querer tener siempre más casas y tierras: ''Ay de vosotros, que
añadís casa a casa y unís campo con campo, hasta que no quede sitio y
así os quedéis solos en el pueblo''.
Sin
embargo ''Dios es más grande que la maldad y los juegos sucios de los
seres humanos y en su misericordia manda al profeta Elías para ayudar a
Ajab a convertirse, y el rey, frente a su pecado...se humilla y pide
perdón ¡Que hermoso sería si hicieran lo mismo los poderosos
explotadores de hoy! -exclamó FRANCISCO- El Señor acepta su
arrepentimiento, pero un inocente ha sido asesinado y la culpa cometida
tendrá consecuencias inevitables.El mal causado dejará una herida que
tendrá consecuencias en la historia''.
También en este caso la
misericordia muestra el camino a seguir porque ''puede curar las heridas
y cambiar la historia. La misericordia divina es más fuerte que el
pecado de los hombres. Nosotros conocemos su poder cuando recordamos la
venida del Inocente Hijo de Dios que se hizo hombre para destruir el mal
con su perdón. Jesucristo es el rey verdadero pero su poder es
completamente distinto. Su trono es la cruz. El no
es un rey que mata: al contrario da la vida. Su encaminarse hacia todos,
en particular hacia los más débiles, vence la soledad y el destino de
muerte al que lleva el pecado y con su cercanía y su ternura conduce a
los pecadores al lugar de la gracia y del perdón''.
Posteriormente saludó a los fieles en francés, inglés, alemán, español, portugués, árabe, polaco y eslovaco.
Estas fueron sus palabras en castellano:
"Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis presentamos la historia de Nabot que nos muestra
al poder y la autoridad que pierden su dimensión de servicio y de
misericordia. El rey Ajab quiere comprar la viña de Nabot por
conveniencia personal. Nabot se niega, porque para Israel la tierra es
de Dios, prenda de su bendición, y se debe custodiar y trasmitir a la
siguiente generación. Ajab se enfurece por no haber satisfecho su deseo.
La reina Jezabel usará su poder para matar a Nabot y así quedarse con
la viña.
Qué lejos está esto de la palabra de Jesús, que dice: «Quien quiera ser el primero… sea el servidor de todos» (Mc
9,35). Sin la dimensión del servicio, el poder se convierte en
arrogancia y opresión. Si no hay justicia, misericordia y respeto a la
vida, la autoridad se queda en mera codicia, que destruye a los demás en
su afán de poseer. Pero la misericordia puede vencer el pecado. Dios
envía a Elías para que amoneste al rey y se arrepienta. Con todo, el mal
causado dejará una herida que tendrá consecuencias en la historia. Sólo
Jesús puede sanar estas heridas y cambiar la historia, pues desde el
trono de la cruz, el verdadero rey sale a nuestro encuentro, vence el
pecado y la muerte, y nos da vida.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a
los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el ejemplo de
Jesús transforme nuestra concepción de poder para que siempre vivamos
nuestra responsabilidad como un servicio, en el que manifestar su
misericordia a los demás".
La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Santo Padre FRANCISCO.