domingo, 1 de enero de 2017

FRANCISCO: Ángelus y Mensaje para la 50° JM de la Paz [Enero 1° - 2017]

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 1° de enero de 2017).- Este domingo 1° de enero el Papa FRANCISCO ha rezado el rezo Mariano de Ángelus con los fieles y peregrinos llegados a Roma de diversas partes del mundo.


Este es el texto íntegro del Ángelus:


SOLEMNIDAD DE MARÍA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS
 
L JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ


PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

 Plaza de San Pedro
Domingo 1° de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


En los días pasados hemos puesto nuestra mirada adorante en el Hijo de Dios, nacido en Belén; hoy, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dirigimos nuestros ojos a la Madre, pero manteniendo al uno y al otro en estrecha relación. Esta relación no se agota en el hecho de haber generado y en haber sido generado; Jesús «nacido de mujer» (Gal 4,4) para una misión de salvación y su madre no está excluida de tal misión, al contrario está asociada íntimamente. María es consciente de esto, por lo tanto no se cierra a considerar solo su relación materna con Jesús, sino permanece abierta y con premura hacia todos los acontecimientos que suceden entorno a Él: conserva y medita, observa y profundiza, como nos recuerda el Evangelio de hoy (cfr. Lc 2,19). Ha ya dicho su “si” y ha dado su disponibilidad para ser involucrada en la actuación del plan de salvación de Dios, que «ha dispersado a los soberbios en los pensamientos de corazón, ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha elevado a los humildes, ha colmado de bienes a los hambrientos, ha  despedido a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53). Ahora, silenciosa y atenta, trata de comprender que cosa Dios quiere de ella cada día.       


La visita de los pastores le ofrece la ocasión para acoger algún elemento de la voluntad de Dios que se manifiesta en la presencia de estas personas humildes y pobres. El evangelista Lucas nos narra la visita de los pastores a la gruta con una sucesión incesante de verbos que expresan movimiento. Dice así: ello fueron sin esperar, encontraron al Niño con María y José, lo vieron, y contaron lo que de Él les habían dicho, y finalmente glorificaron a Dios (cfr. Lc 2,16-20). María sigue atentamente este pasaje, que cosa dicen los pastores, que cosa les ha sucedido, porque ya ve entre ellos el movimiento de salvación que surge de la obra de Jesús, y se adecua, pronta para todo pedido del Señor. Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina.

 
Y aquí, mientras, como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos a su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso reconocimiento hacia Ella que ha dado al mundo al Salvador. Por esto, en el primer día del nuevo año, le decimos:


¡Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios Jesús, Santa Madre de Dios!,
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
g
racias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
g
racias por el coraje con el cual has dicho “aquí estoy”,olvidándose en ti, fascinada del Amor Santo,
hecho un todo con su esperanza.
¡G
racias, oh Santa Madre di Dio!
Reza
por nosotros, peregrinos en el tiempo;ayúdanos a caminar en la vía de la paz.
Amén.




Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz año!


Y el Año será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, intentará hacer el bien día a día. Así se construye la paz, diciendo “no” – con los hechos – al odio y a la violencia y “sì” a la fraternidad y a la reconciliación. Hace 50 años, el Beato Papa Pablo VI inició a celebrar en esta fecha la Jornada Mundial de la Paz, para reforzar el compromiso común de construir un mundo pacífico y fraterno. En el Mensaje de este año he propuesto asumir la no violencia como estilo de una política para la paz. 

 
Lamentablemente, la violencia ha golpeado también la pasada noche de buenos deseos y de esperanza. Con profundo dolor expreso mi cercanía al pueblo turco. Rezo por las numerosas víctimas, por los heridos y por toda la Nación en luto, y pido al Señor
que sostenga a todos los hombres de buena voluntad que valientemente se remangan las mangas para afrontar la plaga del terrorismo y esta mancha de sangre que envuelve al mundo con una sombra de miedo y desconcierto. 

 
Deseo agradecer al Presidente de la República Italiana por las expresiones y buenos deseos que me ha dirigido esta tarde, durante su Mensaje a la Nación. Le envío de corazón, invocando la bendición del Señor sobre el pueblo italiano para que, con la contribución responsable y solidaridad de todos, pueda ver el futuro con confianza y esperanza.


Saludo a todos vosotros aquí presentes, a las familias, a las asociaciones, a los grupos de jóvenes, deseando un feliz y sereno año nuevo. Expreso mi gratitud por las muchas iniciativas de oración y compromiso con la paz que se desarrollan en todas las partes del mundo. Recuerdo en particular la marcha nacional de ayer por la noche en Bolonia, promovida por la CEI, Caritas, la Acción Católica y Pax Christi, con el apoyo de la Diócesis y del Ayuntamiento de Bolonia.

 
Saludo a los participantes en la manifestación “Paz en toda la tierra”, promovida por la Comunidad de San Egidio. Gracias por vuestra presencia y vuestro testimonio!


Y a todos deseo un año de paz en la gracia del Señor con la protección materna de María, Madre de Dios.


Buena fiesta y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!


(Traducción del original italiano por http://catolicidad.blogspot.mx)



          © Copyright - Libreria Editrice Vaticana



----- 0 -----


Este es el Mensaje Papal para la 50° JM de la paz 2017:

MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
50 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1° DE ENERO DE 2017
 
«La no violencia: un estilo de política para la paz»


1. Al comienzo de este nuevo año formulo mis más sinceros deseos de paz para los pueblos y para las naciones del mundo, para los Jefes de Estado y de Gobierno, así como para los responsables de las comunidades religiosas y de los diversos sectores de la sociedad civil. Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño y niña, a la vez que rezo para que la imagen y semejanza de Dios en cada persona nos permita reconocernos unos a otros como dones sagrados dotados de una inmensa dignidad. Especialmente en las situaciones de conflicto, respetemos su «dignidad más profunda»[1] y hagamos de la no violencia activa nuestro estilo de vida.


Este es el Mensaje para la 50 Jornada Mundial de la Paz. En el primero, el beato Papa Pablo VI se dirigió, no sólo a los católicos sino a todos los pueblos, con palabras inequívocas: «Ha aparecido finalmente con mucha claridad que la paz es la línea única y verdadera del progreso humano (no las tensiones de nacionalismos ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un falso orden civil)». Advirtió del «peligro de creer que las controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas». Por el contrario, citando Pacem in terris de su predecesor san Juan XXIII, exaltaba «el sentido y el amor de la paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre el amor»[2]. Impresiona la actualidad de estas palabras, que hoy son igualmente importantes y urgentes como hace cincuenta años.


En esta ocasión deseo reflexionar sobre la no violencia como un estilo de política para la paz, y pido a Dios que se conformen a la no violencia nuestros sentimientos y valores personales más profundos. Que la caridad y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz. Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas.


Un mundo fragmentado


2. El siglo pasado fue devastado por dos horribles guerras mundiales, conoció la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de nuevos conflictos, pero hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes. No es fácil saber si el mundo actualmente es más o menos violento de lo que fue en el pasado, ni si los modernos medios de comunicación y la movilidad que caracteriza nuestra época nos hace más conscientes de la violencia o más habituados a ella.


En cualquier caso, esta violencia que se comete «por partes», en modos y niveles diversos, provoca un enorme sufrimiento que conocemos bien: guerras en diferentes países y continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles; abusos contra los emigrantes y las víctimas de la trata; devastación del medio ambiente. ¿Con qué fin? La violencia, ¿permite alcanzar objetivos de valor duradero? Todo lo que obtiene, ¿no se reduce a desencadenar represalias y espirales de conflicto letales que benefician sólo a algunos «señores de la guerra»?


La violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado. Responder con violencia a la violencia lleva, en el mejor de los casos, a la emigración forzada y a un enorme sufrimiento, ya que las grandes cantidades de recursos que se destinan a fines militares son sustraídas de las necesidades cotidianas de los jóvenes, de las familias en dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los habitantes del mundo. En el peor de los casos, lleva a la muerte física y espiritual de muchos, si no es de todos.


La Buena Noticia


3. También Jesús vivió en tiempos de violencia. Él enseñó que el verdadero campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano: «Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos» (Mc 7,21). Pero el mensaje de Cristo, ante esta realidad, ofrece una respuesta radicalmente positiva: él predicó incansablemente el amor incondicional de Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (cf. Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (cf. Mt 5,39). Cuando impidió que la adúltera fuera lapidada por sus acusadores (cf. Jn 8,1-11) y cuando, la noche antes de morir, dijo a Pedro que envainara la espada (cf. Mt 26,52), Jesús trazó el camino de la no violencia, que siguió hasta el final, hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la enemistad (cf. Ef 2,14-16). Por esto, quien acoge la Buena Noticia de Jesús reconoce su propia violencia y se deja curar por la misericordia de Dios, convirtiéndose a su vez en instrumento de reconciliación, según la exhortación de san Francisco de Asís: «Que la paz que anunciáis de palabra la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones»[3].


Ser hoy verdaderos discípulos de Jesús significa también aceptar su propuesta de la no violencia. Esta —como ha afirmado mi predecesor Benedicto XVI— «es realista, porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un plus de bondad. Este “plus” viene de Dios»[4]. Y añadía con fuerza: «para los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad. El amor a los enemigos constituye el núcleo de la “revolución cristiana”»[5]. Precisamente, el evangelio del amad a vuestros enemigos (cf. Lc 6,27) es considerado como «la charta magna de la no violencia cristiana», que no se debe entender como un «rendirse ante el mal […], sino en responder al mal con el bien (cf. Rm 12,17-21), rompiendo de este modo la cadena de la injusticia»[6].


Más fuerte que la violencia


4. Muchas veces la no violencia se entiende como rendición, desinterés y pasividad, pero en realidad no es así. Cuando la Madre Teresa recibió el premio Nobel de la Paz, en 1979, declaró claramente su mensaje de la no violencia activa: «En nuestras familias no tenemos necesidad de bombas y armas, de destruir para traer la paz, sino de vivir unidos, amándonos unos a otros […]. Y entonces seremos capaces de superar todo el mal que hay en el mundo»[7]. Porque la fuerza de las armas es engañosa. «Mientras los traficantes de armas hacen su trabajo, hay pobres constructores de paz que dan la vida sólo por ayudar a una persona, a otra, a otra»; para estos constructores de la paz, Madre Teresa es «un símbolo, un icono de nuestros tiempos»[8]. En el pasado mes de septiembre tuve la gran alegría de proclamarla santa. He elogiado su disponibilidad hacia todos por medio de «la acogida y la defensa de la vida humana, tanto de la no nacida como de la abandonada y descartada […]. Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes —¡ante los crímenes!— de la pobreza creada por ellos mismos»[9]. Como respuesta —y en esto representa a miles, más aún, a millones de personas—, su misión es salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas.


La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes. No se olvidarán nunca los éxitos obtenidos por Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación de la India, y de Martin Luther King Jr. contra la discriminación racial. En especial, las mujeres son frecuentemente líderes de la no violencia, como, por ejemplo, Leymah Gbowee y miles de mujeres liberianas, que han organizado encuentros de oración y protesta no violenta (pray-ins), obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra civil en Liberia.


No podemos olvidar el decenio crucial que se concluyó con la caída de los regímenes comunistas en Europa. Las comunidades cristianas han contribuido con su oración insistente y su acción valiente. Ha tenido una influencia especial el ministerio y el magisterio de san Juan Pablo II. En la encíclica Centesimus annus (1991), mi predecesor, reflexionando sobre los sucesos de 1989, puso en evidencia que un cambio crucial en la vida de los pueblos, de las naciones y de los estados se realiza «a través de una lucha pacífica, que emplea solamente las armas de la verdad y de la justicia»[10]. Este itinerario de transición política hacia la paz ha sido posible, en parte, «por el compromiso no violento de hombres que, resistiéndose siempre a ceder al poder de la fuerza, han sabido encontrar, una y otra vez, formas eficaces para dar testimonio de la verdad». Y concluía: «Ojalá los hombres aprendan a luchar por la justicia sin violencia, renunciando a la lucha de clases en las controversias internas, así como a la guerra en las internacionales»[11].


La Iglesia se ha comprometido en el desarrollo de estrategias no violentas para la promoción de la paz en muchos países, implicando incluso a los actores más violentos en un mayor esfuerzo para construir una paz justa y duradera.


Este compromiso en favor de las víctimas de la injusticia y de la violencia no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia Católica, sino que es propio de muchas tradiciones religiosas, para las que «la compasión y la no violencia son esenciales e indican el camino de la vida»[12]. Lo reafirmo con fuerza: «Ninguna religión es terrorista»[13]. La violencia es una profanación del nombre de Dios[14]. No nos cansemos nunca de repetirlo: «Nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la guerra»[15].


La raíz doméstica de una política no violenta


5. Si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia. Es parte de aquella alegría que presenté, en marzo pasado, en la Exhortación apostólica Amoris laetitia, como conclusión de los dos años de reflexión de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. La familia es el espacio indispensable en el que los cónyuges, padres e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a cuidarse unos a otros de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón[16]. Desde el seno de la familia, la alegría se propaga al mundo y se irradia a toda la sociedad[17]. Por otra parte, una ética de fraternidad y de coexistencia pacífica entre las personas y entre los pueblos no puede basarse sobre la lógica del miedo, de la violencia y de la cerrazón, sino sobre la responsabilidad, el respeto y el diálogo sincero. En este sentido, hago un llamamiento a favor del desarme, como también de la prohibición y abolición de las armas nucleares: la disuasión nuclear y la amenaza cierta de la destrucción recíproca, no pueden servir de base a este tipo de ética[18]. Con la misma urgencia suplico que se detenga la violencia doméstica y los abusos a mujeres y niños.


El Jubileo de la Misericordia, concluido el pasado mes de noviembre, nos ha invitado a mirar dentro de nuestro corazón y a dejar que entre en él la misericordia de Dios. El año jubilar nos ha hecho tomar conciencia del gran número y variedad de personas y de grupos sociales que son tratados con indiferencia, que son víctimas de injusticia y sufren violencia. Ellos forman parte de nuestra «familia», son nuestros hermanos y hermanas. Por esto, las políticas de no violencia deben comenzar dentro de los muros de casa para después extenderse a toda la familia humana. «El ejemplo de santa Teresa de Lisieux nos invita a la práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad. Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo»[19].


Mi llamamiento


6. La construcción de la paz mediante la no violencia activa es un elemento necesario y coherente del continuo esfuerzo de la Iglesia para limitar el uso de la fuerza por medio de las normas morales, a través de su participación en las instituciones internacionales y gracias también a la aportación competente de tantos cristianos en la elaboración de normativas a todos los niveles. Jesús mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica. Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia.


Esto es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio. Esto exige estar dispuestos a «aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso»[20]. Trabajar de este modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar la historia y construir la amistad social. La no violencia activa es una manera de mostrar verdaderamente cómo, de verdad, la unidad es más importante y fecunda que el conflicto. Todo en el mundo está íntimamente interconectado[21]. Puede suceder que las diferencias generen choques: afrontémoslos de forma constructiva y no violenta, de manera que «las tensiones y los opuestos [puedan] alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida», conservando «las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna»[22].


La Iglesia Católica acompañará todo tentativo de construcción de la paz también con la no violencia activa y creativa. El 1 de enero de 2017 comenzará su andadura el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que ayudará a la Iglesia a promover, con creciente eficacia, «los inconmensurables bienes de la justicia, la paz y la protección de la creación» y de la solicitud hacia los emigrantes, «los necesitados, los enfermos y los excluidos, los marginados y las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes naturales, los encarcelados, los desempleados y las víctimas de cualquier forma de esclavitud y de tortura»[23].


En conclusión


7. Como es tradición, firmo este Mensaje el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. María es Reina de la Paz. En el Nacimiento de su Hijo, los ángeles glorificaban a Dios deseando paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad (cf. Lc 2,14). Pidamos a la Virgen que sea ella quien nos guíe.


«Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla»[24]. En el 2017, comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común. «Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz»[25].


Vaticano, 8 de diciembre de 2016


FRANCISCO


[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228.
[2] Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968.
[3] «Leyenda de los tres compañeros»: Fonti Francescane, n. 1469.
[4] Angelus (18 febrero 2007).
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz (11 diciembre 1979).
[8] Homilía en Santa Marta, «El camino de la paz» (19 noviembre 2015).
[9] Homilía en la canonización de la beata Madre Teresa de Calcuta (4 septiembre 2016).
[10] N. 23.
[11] Ibíd.
[12] Discurso, Audiencia interreligiosa (3 noviembre 2016).
[13] Discurso a los participantes al tercer Encuentro Mundial de los Movimientos Populares (5 noviembre 2016).
[14] Cf. Discurso en el Encuentro interreligioso con el Jeque de los musulmanes del Cáucaso y con representantes de las demás comunidades religiosas del país, Bakú (2 octubre 2016).
[15] Discurso, Asís (20 septiembre 2016).
[16] Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 90-130.
[17] Ibíd., 133.194.234.
[18] Cf. Mensaje con ocasión de la Conferencia sobre el impacto humanitario de las armas atómicas (7 diciembre 2014).
[19] Carta Enc. Laudato si’, 230.
[20] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 227.
[21] Cf. Carta Enc. Laudato si’, 16.117.138.
[22] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228.
[23] Carta apostólica en forma de «Motu Proprio» con la que se instituye el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (17 agosto 2016).
[24] Regina Coeli, Belén (25 mayo 2014).
[25] Llamamiento, Asís (20 septiembre 2016).


© Copyright - Libreria Editrice Vaticana