Pyay, MYANMAR (Agencia Fides, 12/01/2017) – Mientras está de visita en Myanmar del 9 al 20 de
enero, la coreana Yanghee Lee, Relatora Especial de las Naciones Unidas
sobre la situación de los derechos humanos en el país, llama la
atención la grave situación humanitaria de la minoría musulmana
Rohingya, población de aproximadamente 1'2 millones de personas que
viven en el estado de Rahkine, en la parte occidental del país.
Miles de Rohingya han huido hacia Bangladesh, en la frontera: el
gobierno birmano, no les considera ciudadanos sino “inmigrantes
ilegales”, privándoles de cualquier derecho. Este estado de
discriminación institucionalizada lleva verificándose décadas, pero en
los últimos años se ha acentuado: en 2012, en el estado de Rahkine
comenzaron fuertes tensiones sociales y religiosas, y los Rohingya
fueron objeto de violencia y persecución promovida por grupos
nacionalistas budistas que piden su expulsión del estado. Según las
Naciones Unidas, al menos 100 mil rohingyas han huido del país buscando
refugio en los países vecinos, y unas 22 mil personas lo han hecho la
semana pasada, después de que el ejército birmano lanzase una ofensiva
en el norte del estado de Rakhine, para buscar “insurgentes”: una
violencia que, según las ONG podría configurar el delito de “crímenes
contra la humanidad”. Otros 150 mil civiles rohingya se encuentran en
campos de refugia
dos y
necesitan ayuda humanitaria.
El padre Stephen Chit Thein, de la diócesis católica de Pyay, que
incluye el estado de Rahkine, es oriundo del territorio de los
alrededores de Settwe, donde está asentada esa población: “Recuerdo las
dificultades de comunicación con ellos, ya que no conocían la lengua
birmana”, explica a la Agencia Fides. “Estamos preocupados por ellos,
aunque en la actualidad en esa franja de tierra no tenemos
representantes católicos, ni sacerdotes. Sólo hay budistas. Sabemos que
la situación humanitaria es grave, expresamos nuestra solidaridad, pero
ayudarles es difícil”, señala.
La Iglesia Católica, con sus estructuras y organizaciones benéficas como
Cáritas – que en Myanmar se llama “Karuna” - está imposibilitada para
actuar: “El gobierno no nos permite ir al territorio o a los campos de
refugiados. Ninguna organización de base religiosa puede hacerlo y sólo
unas pocas ONG internacionales pueden llevar asistencia humanitaria”,
refiere a Fides el p. Nereus Tun Min, responsable de “Karuna” en la
diócesis de Pyay. “Muy a nuestro pesar – continua el p. Tun Min – somo
sólo espectadores de esta crisis. Comprendemos que la población está
sufriendo mucho. Conocemos todos sus problemas, comenzando por la falta
de reconocimiento por parte del estado, que es el principal de todos los
demás problemas y que tiene consecuencias muy dañinas para ellos”.
El responsable de “Karuna” concluye: “Lo que se puede pedir, teniendo en
cuenta la presencia actual en Myanmar del enviado de la ONU para los
Derechos Humanos, es que el nuevo gobierno coopere para detener esta
escalada y ayude a gestionar una situación que se ha vuelto intolerable
desde el punto de vista humanitario. Buscando soluciones que sean
respetuosas de los derechos y la dignidad de cada ser humano”.
Sobre el drama de los Rohingya en el pasado también han hablado los
obispos de Birmania. El Cardenal Charles Maung Bo, Arzobispo de Yangon,
hablando de la nueva fase de democracia inaugurada en la nación, ha
estigmatizado “la propagación del odio y la negación del derecho”, en
referencia a la violencia ejercida por grupos budistas contra los
musulmanes Rohingya, pero también la hostilidad mostrada hacia el pueblo
por el gobierno birmano. En esta y en otras situaciones de dificultad y
conflicto social, los birmanos católicos, ha remarcado “tienen la tarea
de llevar la misericordia y anunciar la misericordia”.