miércoles, 1 de febrero de 2012

Papa Benedicto XVI: "Debemos aprender a confiar más en la Divina Providencia"

CIUDAD DEL VATICANO, 1 FEB 2012 (VIS / http://catolicidad.blogspot.com y/o www.ssbenedictoxvi.org).- S.S. Benedicto XVI recibió esta mañana en Audiencia a miles de peregrinos llegados de todo el mundo que se reunieron a las 10.30 horas en el Aula Pablo VI del Vaticano. La catequesis de hoy estuvo centrada en la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, dentro del ciclo que el Papa está dedicando a la oración de Jesús.

  El evangelista Marcos narra que, después de la Última Cena, Jesús se dirige al monte de los Olivos y se prepara para la oración personal. "Pero esta vez -dijo el Santo Padre- sucede algo nuevo: parece que no quiere estar solo. A menudo Jesús se alejaba de las multitudes, e incluso de los discípulos, para orar. En Getsemaní, en cambio, invita a Pedro, Santiago y Juan a estar cerca de Él. Son los mismos discípulos que llamó para que estuvieran con Él en el monte de la Transfiguración".

  "Esta cercanía de los tres durante la oración en Getsemaní es significativa -continuó el Pontífice-. Se trata de una petición de solidaridad en el momento en el que siente aproximarse la muerte; pero es, sobre todo, una cercanía en la oración para expresar, de algún modo, la sintonía con Él en el momento en el que se prepara para cumplir hasta el final la voluntad del Padre, así como una invitación a cada discípulo a seguirlo en el camino de la Cruz".

  Las palabras que Cristo dirige a los tres discípulos ("Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad") revelan que en aquel momento siente "miedo y angustia, experimenta la última profunda soledad precisamente mientras se está cumpliendo el plan de Dios. En este miedo y angustia de Jesús se resume todo el horror del hombre ante su propia muerte, ante la certeza de su inexorabilidad y la percepción del peso del mal que toca nuestras vidas".

  Después de invitar a los discípulos a velar, Jesús se aleja un poco. Citando a San Marcos, el Papa recordó que "Jesús cae postrado en tierra: es una posición de oración que expresa la obediencia a la voluntad del Padre, el abandonarse con plena confianza el Él". Luego Jesús pide al Padre que, si es posible, pase lejos de Él esa hora. "No se trata solo del miedo y la angustia del hombre ante la muerte, sino que está presente también la turbación del Hijo de Dios que ve la terrible masa del mal que deberá tomar sobre Sí para superarlo, para privarlo de poder".

  En este punto, S.S. Benedicto XVI exhortó a los fieles a rezar llevando ante Dios "nuestros esfuerzos, los sufrimientos de ciertas situaciones, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, y también el peso del mal que vemos en nosotros y alrededor nuestro, para que Él nos dé esperanza, nos haga sentir su cercanía, nos dé un poco de luz en el camino de la vida".

  Retornando a la oración de Jesús, el Papa señaló tres "pasajes reveladores" en las palabras que dirige al Padre: "¡Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú". En primer lugar, la palabra aramea "Abbá" es la utilizada por los niños para dirigirse a sus padres, por lo que expresa "la relación de Jesús con Dios Padre, una relación de afecto, confianza, abandono". En segundo lugar aparece la conciencia de la omnipotencia del Padre, que "introduce una petición en la que vemos de nuevo el drama de la voluntad humana de Jesús ante la muerte y el mal. (...) Pero la tercera expresión (...) es la decisiva, aquélla en la que la voluntad humana adhiere plenamente a la voluntad divina. (...) Jesús nos dice que sólo conformando la propia voluntad con la voluntad divina, el ser humano alcanza su verdadera altura, se hace 'divino'. (...) Y es eso lo que hace en Getsemaní: transfiriendo la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre y somos redimidos".

  Cuando rezamos el Padre Nuestro, "pedimos al Señor: 'Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo'. Reconocemos que existe una voluntad de Dios sobre nuestra vida, y que ha de ser cada día más la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos también que (...) la tierra sólo se hace cielo, lugar de la presencia del amor, la bondad, la verdad, la belleza divina, si en ella se hace la voluntad de Dios".

  Así, en nuestra oración "debemos aprender a confiar más en la divina Providencia, pedir a Dios la fuerza para salir de nosotros mismos y renovar nuestro 'sí', para decirle: 'hágase tu voluntad', para conformar nuestra voluntad con la suya. Es una oración que debemos repetir a diario, porque no siempre es fácil confiarse a la voluntad de Dios".

  La narración evangélica muestra que los discípulos no fueron capaces de velar con Cristo. Por eso, para concluir Benedicto XVI dijo: "Pidamos al Señor que seamos capaces de velar con Él en oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir una intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta tierra un poco del cielo de Dios".

  Tras la catequesis, el Pontífice saludó en francés,inglés, alemán, español, portugués, polaco e italiano a los peregrinos presentes, especialmente a un grupo de Capellanes del Ejército Británico; a los fieles procedentes de Hong Kong e Hispanoamérica; a los Obispos amigos de la Comunidad de San Egidio venidos de Europa, Asia y Africa; y a los jóvenes y los enfermos.

Estas fueron sus palabras en castellano:
"Queridos hermanos y hermanas:

Deseo hablar hoy sobre la oración de Jesús en Getsemaní, en la que acompañado por tres de sus discípulos y sintiendo la proximidad de su muerte, ora íntimamente al Padre.
Jesús a través de gestos y palabras, llevando a plenitud el designio de amor, asume sobre si todas las penas de la humanidad, las preguntas y las suplicas de la historia de la Salvación. Pone de manifiesto su total obediencia, abandono y confianza en el Padre. Si bien experimenta la angustia y el miedo ante la muerte, así como la turbación por el mal que debe cargar sobre sí, se abandona totalmente y las presenta al Padre que las acoge y lo escucha resucitándolo de entre los muertos.

Aprendamos también nosotros en la oración a poner ante Dios las fatigas y los sufrimientos, los esfuerzo de cada día para seguirlo. Supliquémosle que nos haga sentir su cercanía y nos done su luz. Confiemos en su Providencia divina para conformar así su voluntad a la nuestra, repitiendo cada día el "si" de Jesús, el "si" de María.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Queridos amigos pidamos al Señor para que seamos capaces de vigilar con Él en oración, de cumplir su voluntad cada día aunque comporte sacrificio. Que estemos dispuestos a vivir una intimidad cada vez más grande con Él. Muchas gracias".

La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Papa Benedicto XVI.