miércoles, 29 de febrero de 2012

Nombra Benedicto XVI, Auxiliar de Sao Sebastiao do Rio de Janeiro, Brasil

Ciudad del Vaticano, 29 Febrero 2012 (VIS).-  El Santo Padre Benedicto XVI nombró al Reverendo Luiz Henrique da Silva Brito como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Sao Sebastiao do Rio de Janeiro en Brasil.


Datos Estadísticos: Superficie 1,261; población 6,158,000; católicos 3,737,000; sacerdotes 602; religiososos 1.044; diáconos permanentes 124. 


El Obispo electo nació en 1967 en Sao Gonçalo, y fue ordenado Sacerdote en 1991. Se licenció en Derecho Canónico por el Instituto Superior de Derecho Canónico de Rio de Janeiro (1992) y en Teología Moral por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma (2005). Ha sido párroco en diversas parroquias de la diócesis de Campos (Brasil), donde en el momento de su nombramiento era Canciller diocesano, Director Espiritual del seminario “Maria Imaculada”, párroco de “Sao Benedito” y miembro del Consejo Presbiterial y del Colegio de Consultores.

Más de 2 millones de dólares en ayudas a países del Sahel

Ciudad del Vaticano, 29 Febrero 2012 (VIS).-  Recientemente ha concluido en Roma la XXX sesión del Consejo de Administración de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel (región subsahariana que se extiende desde el Océano Atlántico hasta el Cuerno de África, pasando por los Estados del centro-norte del continente africano).

Mons. Giampietro Dal Toso, Secretario del Pontificio Consejo “Cor Unum”, del que forma parte la Fundación, ha explicado en una entrevista a Radio Vaticano que, durante la sesión, el Consejo ha estudiado diversos proyectos para su financiación: “Este año superamos los dos millones de dólares en ayudas para casi 200 proyectos distribuidos en los nueve países que participan en la Fundación. Son proyectos que se refieren a la lucha contra la desertificación y la sequía; a la irrigación; y a la formación”.

Según Mons. Dal Toso, el hecho de que este año se presente de nuevo el problema de la sequía en el Sahel confirma la importancia de las intervenciones en este aspecto. La escasez de alimentos consecuencia del impacto de la sequía sobre la agricultura “alcanzará su ápice en los próximos meses. (…) Tanto la comunidad internacional como algunos organismos católicos están tratando de prevenir una crisis”.

El Secretario de “Cor Unum” señala que la Iglesia Católica es minoritaria en los países del Sahel, “en algunos casos constituye una comunidad minúscula en medio de un ambiente marcado sobre todo por el Islam o por las religiones tradicionales”. Por ello, la Fundación Juan Pablo II es también “un instrumento de diálogo concreto con otras religiones. (…) Como nos enseña el Papa insistentemente en estos últimos tiempos, la fe se manifiesta en las obras, y aquello que conseguimos manifestar a través de la caridad quiere ser en lo pequeño, en lo posible, un testimonio de Cristo”.

Cabe recordar que la Fundación Juan Pablo II nació tras la primera visita del Papa Beato a África (mayo de 1980), donde quedó impresionado por la gran tragedia provocada por la sequía y la desertificación. Fue establecida con un Quirógrafo el 22 de Febrero de 1984, y desde entonces se dedica a la gestión y protección de los recursos naturales, la lucha contra la sequía y la pobreza, así como al desarrollo rural, involucrando a la población local.

Vietnam invita a la Iglesia Católica a participar en el desarrollo nacional

Ciudad del Vaticano, 29 Febrero 2012 (VIS).-  Los días 27 y 28 de febrero ha tenido lugar en Hanoi (Vietnam) el tercer encuentro del grupo de trabajo Vietnam-Santa Sede, bajo la presidencia conjunta de los jefes de ambas delegaciones: el Vice Ministro de Asuntos Exteriores, Bui Thanh Son; y el Arzobispo Ettore Balestrero, Subsecretario para las Relaciones con los Estados.

El grupo de trabajo ha hecho público un comunicado en el que señala que durante la reunión, desarrollada “en un clima de cordialidad, franqueza y respeto mutuo”, ha examinado cuestiones internacionales; ha analizado el progreso de las relaciones entre ambas partes desde el encuentro anterior (en Junio de 2010); y ha discutido cuestiones referentes a la Iglesia Católica en Vietnam.

“La delegación vietnamita -se lee en el comunicado- ha subrayado que el Estado de Vietnam ha puesto en práctica siempre y ha mejorado continuamente la política de respeto y garantía de la libertad de credo y de religión. Ha animado a la Iglesia Católica en Vietnam a participar activa y efectivamente en el curso actual del desarrollo nacional, económico y social”.

“Por su parte, la delegación de la Santa Sede ha tomado nota de estas consideraciones, y ha expresado su aprecio por la atención prestada por las autoridades civiles a las actividades de la Iglesia Católica. (…) La Santa Sede ha formulado el deseo de que su papel y su misión se refuercen y extiendan, para que se consoliden los lazos entre la Santa Sede y la Iglesia Católica en Vietnam”, así como las relaciones entre la Santa Sede y el país asiático. En este sentido, se ha acordado facilitar el trabajo del Arzobispo Leopoldo Girelli, Enviado especial no residente, “para que pueda desarrollar mejor su misión”.

“Asimismo -continúa el comunicado-, ambas partes han recordado las enseñanzas de Su Santidad el Papa Benedicto XVI (…) y sus consideraciones sobre ser un buen católico y un buen ciudadano, subrayando la necesidad de una continua colaboración entre la Iglesia Católica y las Autoridades civiles para actuar, concreta y prácticamente, estas enseñanzas en todas las actividades”.

“Las dos partes concuerdan en la valoración de que las relaciones entre Vietnam y la Santa Sede se han desarrollado positivamente sobre la base de la buena voluntad, el diálogo constructivo y el respeto a los principios de la relación”.

El próximo encuentro se celebrará en el Vaticano, en una fecha que se establecerá a través de los canales diplomáticos.

Por otra parte, la Delegación de la Santa Sede ha realizado visitas de cortesía al ministro de Asuntos Exteriores, Pham Binh Minh; al vicepresidente del Comité gubernativo para los Asuntos Religiosos, Nguyen Thanh Xuan; y a algunas instituciones católicas.

El compromiso misionero de la comunidad eclesial cubana que espera al Papa Benedicto: testimonio del padre Raúl Rodríguez

LA HABANA, CUBA (Agencia Fides, 29/02/2012).  "En el año 1986 la Iglesia que peregrina en Cuba al celebrar el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) hizo una opción por ser una Iglesia misionera en medio de la realidad social que le tocaba vivir. Esta opción ha llevado, en el curso de los años, a muchas comunidades cristianas a realizar una vivencia misionera de la fe. En estas comunidades, la labor de los laicos misioneros ha sido decisiva, especialmente en muchos poblados donde no hay templos o el sacerdote no puede llegar cada semana". Con estas palabras, el Padre Raúl Rodríguez, Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias (OMP) en Cuba, describe a Fides el compromiso misionero de la comunidad eclesial que espera, en menos de un mes, al Papa Benedicto XVI. 

"Las Obras Misionales en Cuba están comprometidas en este trabajo misionero a través de su Revista Misionera fundada en el año 1999, fruto de la visita del Papa Juan Pablo II, de la formación y animación de los misioneros - prosigue el p. Raúl -. En este momento las Obras Misionales en colaboración estrecha con la Comisión Nacional de Misiones, trabajan en la animación y motivación para la visita del Papa, 'Peregrino de la Caridad' en las comunidades cristianas de Cuba, para que ellas sean fermento en medio de la sociedad".
El padre Raúl recibió el Bautismo en el año 1978 a los 14 años de edad, y entró en el Seminario cinco años después en 1983. "Mi infancia y primera adolescencia transcurrió en un ambiente familiar de religiosidad popular donde se me habló de Dios, aprendí a rezar; pero no se me bautizó debido al momento histórico que se estaba viviendo Cuba - continúa -. Debo mi fe a mis abuelos. En muchas de las familias cubanas fueron los abuelos quienes hablaron de Dios desde sus pocos conocimientos; y con muchos temores: 'puedes creer en Dios, eso es muy bueno, pero mantenlo dentro de ti, no se lo digas a nadie'.Hoy el contexto es otro, pero esos temores están sembrados en los corazones: o han llevado a un indiferentismo o apatía religiosa, o se mantienen latentes condicionando una fe de búsqueda de protecciones. El misionero está llamado a descubrir a Dios en lo sencillo, en lo cotidiano, al trabajo de la siembra en medio de un pueblo creyente. El cubano en general tiene fe, marcada por una presencia muy fuerte de las religiones populares de tipo animista africano; pero hay también una gran presencia de tradiciones católicas".
La peregrinación nacional de la imagen de la Virgen de la Caridad, del 8 de agosto del 2010 al 30 de diciembre del 2011, fue un momento de bendiciones, también un gran esfuerzo misionero de la Iglesia pues la imagen peregrina visitó toda la geografía cubana. "Fue una bendición porque se vio a un pueblo que salió al encuentro de la imagen de la Virgen - comenta el p. Raúl -. En Cuba se ama a la Virgen de la Caridad, y a través de ella se puede llegar a muchos corazones, hogares, familias. Fue un regalo de Dios, encontrar comunidades cristianas y misioneros que rezaron y trabajaron intensamente por sembrar la semilla del Evangelio. Además fue un tiempo de colaboración, y trabajo respetuoso y dialogante con las autoridades; para que ese momento fuera vivido intensamente por el pueblo. Después, cuando se termina, viene el día a día, donde hay que seguir orando y trabajando". 

martes, 28 de febrero de 2012

S.S. Benedicto XVI en el EMF en Milán en Junio

Ciudad del Vaticano, 28 Febrero 2012 (VIS).-  Esta mañana se ha hecho público el programa de la visita del Santo Padre Benedicto XVI a Milán (Italia) con motivo del VII Encuentro Mundial de las Familias, que tiene como lema “La familia: el trabajo y la fiesta”. El Papa estará presente los tres últimos días de esta reunión internacional, que comenzará el martes 29 de Mayo y concluirá el domingo 3 de Junio.

El viernes 1, el Pontífice llegará a las 17:00 horas al Aeropuerto de Milano-Linate, donde será recibido por las autoridades. A las 17:30, se encontrará con los milaneses, a quienes dirigirá unas palabras en la Plaza del Duomo. A las 19:15 se trasladará al teatro la Scala, donde tendrá lugar un concierto en su honor.

El sábado 2, a las 10:00 horas, el Santo Padre celebrará las Laudes en la catedral de Milán, junto a sacerdotes, religiosos y religiosas, a los que predicará una Meditación. Al término, se desplazará en auto al estadio de San Siro, para un encuentro con los jóvenes que van a recibir la confirmación este año. Por la tarde, S.S. Benedicto XVI se reunirá con las autoridades civiles y pronunciará un discurso. A las 20:30, el Papa participará en el Encuentro Mundial de las Familias durante la Fiesta de los Testimonios, que se desarrollará en el Parco Nord de la ciudad.

El domingo 3, Benedicto XVI presidirá la Concelebración Eucarística que comenzará a las 10:00 en el Parco Nord. Tras el rezo del Ángelus, a mediodía, regresará al Arzobispado, donde por la tarde saludará a los miembros de la fundación Milano Famiglie 2012 y a los organizadores de la visita. A las 17:30 horas, tras despedirse de las autoridades civiles en el aeropuerto de Milano-Linate, el Santo Padre emprenderá el viaje de regreso a Roma. 

Los encuentros mundiales de las familias tienen su origen en 1981, cuando el Beato Juan Pablo II promulgó la Exhortación Apostólica "Familiaris Consortio" y constituyó el Pontificio Consejo para la Familia. El primero se celebró en Roma en 1994, y desde entonces han tenido lugar cada tres años, con el objetivo de celebrar el don divino de la familia y reunir a las familias para rezar y profundizar en la comprensión del papel de la familia cristiana como Iglesia doméstica y unidad básica de la evangelización.

El Archivo Secreto Vaticano sale a la luz

Ciudad del Vaticano, 28 Febrero 2012 (VIS).-  Mañana será inaugurada, en los Museos Capitolinos de Roma, la muestra “Lux in Arcana: el Archivo Secreto Vaticano se revela”, organizada por el propio Archivo con ocasión del IV centenario de su fundación. En la muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 9 de Septiembre, se expone un centenar de originales y preciosos documentos de los siglos VIII al XX, entre ellos la carta de los miembros del Parlamento inglés al Papa Clemente VII sobre la causa matrimonial del Rey Enrique VIII; la Bula de excomunión contra Martín Lutero; el proceso contra la Orden de los Templarios en Francia; y la carta de Santa Bernardette Soubirous, la vidente de Lourdes, al Papa Pío IX.

La familia, insustituible en la transmisión de la fe

Ciudad del Vaticano, 28 Febrero 2012 (VIS).-El XII Consejo ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha celebrado recientemente su séptima reunión, cuyos trabajos se sintetizan en un comunicado de prensa.

El Arzobispo Nikola Eterovic, Secretario General del Sínodo, recordó en su intervención que del 7 al 28 de Octubre de 2012 se celebrará la XIII asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tratará el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Los miembros del Consejo examinaron el borrador del “Instrumentum laboris” de la XIII Asamblea, deteniéndose en la cuestión de los destinatarios de la nueva evangelización y en la identidad del cristiano en su relación con Cristo.

El comunicado señala que “ha sido especialmente rico el debate sobre el primado de la fe en el presente momento histórico, marcado por la crisis de la fe, que es también una crisis de transmisión de la fe misma. Se ha hablado de la 'infecundidad de la evangelización actual', también en presencia de ciertas influencias de la cultura de nuestros días que hacen particularmente difícil la transmisión de la fe y representan al mismo tiempo un desafío para los cristianos y para la Iglesia. A este propósito, el Año de la Fe será una ocasión propicia para profundizar en el don de la fe recibido del Señor para vivirlo y transmitirlo a los demás”.

También se subraya que “el lugar originario de la transmisión de la fe ha sido individuado en la familia, donde la fe es comunicada a los jóvenes, que en la experiencia familiar aprenden tanto el contenido como la praxis de la fe cristiana. La obra insustituible de la familia se prolonga en la catequesis desarrollada en las instituciones eclesiales, sobre todo a través de la liturgia con los sacramentos y la homilía, o también dando espacio a las misiones parroquiales, a la piedad popular, a los movimientos y a las comunidades eclesiales”.

Revitalizar la tradición católica en Latinoamérica

Ciudad del Vaticano, 28 Febrero 2012 (VIS).-El próximo domingo 4 de Marzo, las diócesis de España celebran el Día de Hispanoamérica. Con este motivo, la Pontificia Comisión para América Latina ha publicado un mensaje titulado “Comprometidos con América en la Nueva Evangelización”, firmado por su Presidente, el Cardenal Marc Ouellet, P.S.S.

“Hoy día -se lee en el mensaje- la Iglesia en España y la Iglesia en América asumen, de algún modo, similares desafíos. Su riquísima tradición católica (…) corre el riesgo de una gradual erosión. La secularización avanza por doquier. No faltan hostilidades contra la presencia de la Iglesia y su mensaje. La corriente hedonista y relativista de la sociedad del consumo y del espectáculo tiende a desplazar y desarraigar la cultura cristiana de los pueblos”.

Por ello, es preciso “actualizar, reformular y revitalizar la tradición católica, arraigándola más profundamente en el corazón de las personas, en la vida de las familias y en la cultura de los pueblos, para que resplandezca como belleza de la verdad, promesa de felicidad y novedad de vida más humana para todos”. Tanto América como Europa necesitan una nueva evangelización.

S.S. Benedicto XVI señaló en Aparecida, en 2007, que el patrimonio más precioso de América Latina es la fe católica, que “ha animado su vida y cultura (…) durante más de cinco siglos”. Ese patrimonio –como indican los Obispos en Aparecida– se expresa “en la caridad que anima por doquier gestos, obras y caminos de solidaridad con los más necesitados y desamparados, (...) en la conciencia de la dignidad de la persona, la sabiduría ante la vida, la pasión por la justicia, la esperanza contra toda esperanza y la alegría de vivir aun en condiciones muy difíciles”.

En el mensaje se recuerda que “los llamamientos a una 'nueva evangelización' han sido después muy frecuentes, tanto por el mismo Juan Pablo II, como por Benedicto XVI, dirigidos especialmente a Europa y América. (…) Se necesitan personas que muestren a Dios presente en la propia vida, en todas las dimensiones de su existencia y convivencia, e inviten a compartir una vida nueva, verdadera, más humana, que remite al acontecimiento que la hace posible y que continuamente la regenera. (...) Que no falte la oración del Pueblo de Dios en todas las diócesis en esta Jornada, para que la Providencia divina suscite nuevas vocaciones misioneras”.

Por último, el mensaje recoge algunas recomendaciones para fortalecer el compromiso misionero de la nueva evangelización, entre ellas: acoger a las familias y comunidades de latinoamericanos inmigrantes, especialmente en estos tiempos de crisis, ya que “necesitan la compañía cercana, solidaria, llena de la caridad, evangelizadora y catequética, de las comunidades cristianas”; se debe acoger asimismo a los sacerdotes latinoamericanos que prestan sus servicios pastorales en diócesis extranjeras. Se aconseja también contar con los jóvenes en la nueva evangelización y seguir el camino iniciado en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en una “peregrinación espiritual, educativa y misionera” hacia la próxima Jornada de Río de Janeiro, en Julio de 2013.

Comentario de la Intención Misionera del Papa para Marzo 2012

CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides 28/02/2012).  Según un informe elaborado en el año 2010 por "Ayuda a la Iglesia Necesitada", existe persecución religiosa a los católicos en China, India, Mindanao (Filipinas) e Indonesia, por poner algunos ejemplos. En Corea del Norte, ser "descubierto" mientras se participaba en una Misa celebrada fuera del único templo autorizado para celebrar el culto, puede ser castigado con detención y, en los casos peores, con torturas y pena capital. No creo equivocarme al afirmar que la persecución es el crisol en el que se forjan los cristianos auténticos. Cuando en grandes sectores del occidente y de los países de antigua cristiandad, muchos creyentes viven una fe acomodada y marcada por la flojera reinante en el ambiente, los cristianos perseguidos brillan como lumbreras en la noche.

Ellos han tenido que hacer necesariamente una opción radical por Cristo, viviendo un Evangelio real, con todas sus exigencias. Muchos de ellos sufren la cárcel, la pérdida de su empleo, el ser privados injustamente del acceso a la enseñanza, y en ocasiones, incluso la violencia física o la muerte. Su fe no es una fe sociológica o de costumbre. Es una fe profunda, comprometida, de una fidelidad probada incluso en la adversidad.
 
Estos hermanos nuestros son para nosotros una llamada a salir de nuestra comodidad. Sus sufrimientos por la fe nos llevan a preguntarnos: ¿qué he arriesgado yo por Jesucristo? ¿Qué estoy dispuesto a sufrir por Él? Son preguntas que nos vienen a quemarropa, y nos obligan a hacer un examen de conciencia sobre nuestro seguimiento de Cristo. No raramente, nos hacen sentir vergüenza por nuestra falta de generosidad y nuestras quejas constantes ante las pequeñas dificultades que experimentamos
 
En su "Carta a los Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de la Iglesia católica en China" del 27 de Mayo de 2007, el Santo Padre Benedicto XVI recuerda que "muchos miembros del episcopado católico en China, que en las últimas décadas han conducido a la, han ofrecido y ofrecen a las propias comunidades y a la Iglesia universal un testimonio luminoso... No se puede olvidar que muchos de ellos han padecido persecución y han sido impedidos en el ejercicio de su ministerio, y algunos de ellos han hecho fecunda la Iglesia con la efusión de su propia sangre" (cfr. n.8).

"Cuando algunos católicos que viven en países con libertad religiosa han visitado los lugares donde nuestros hermanos sufren persecución, refieren que al preguntarles "¿qué podemos hacer por vosotros?", responden invariablemente "Rezad por nosotros". Lo menos que podemos ofrecer a nuestros hermanos perseguidos a causa de la fe es nuestra oración por ellos, para que el Espíritu Santo les fortalezca con esa potencia que brota de la debilidad de la cruz de Cristo, el amor que ha vencido al pecado y al mundo. Qué profundo sentido cobran para ellos las palabras de Jesús: "No es el siervo más que su Señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15, 20).
 
En este mes roguemos al Señor para que sostenga a los perseguidos por causa de la justicia. Jesús, antes de enviar a sus apóstoles a la misión, les instruyó en el espíritu de las Bienaventuranzas: pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia y de paz, caridad. Viviendo las Bienaventuranzas, y el perdón a los enemigos, los cristianos perseguidos dan testimonio de que el Reino de Dios ya está presente.

lunes, 27 de febrero de 2012

Ejercicios Espirituales Cuaresmales de Benedicto XVI y la Curia Romana

Ciudad del Vaticano, 26 Febrero 2012 (VIS).- En la tarde de este primer domingo de Cuaresma dieron inicio los Ejercicios Espirituales en los que participa el Santo Padre Benedicto XVI, junto a los miembros de la Curia romana. El Cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo) predica las meditaciones, centradas en el tema “La comunión del cristiano con Dios”.

Los Ejercicios tienen lugar en la Capilla “Redemptoris Mater” del Palacio Apostólico Vaticano, y concluirán la mañana del sábado 3 de Marzo. Durante esta semana se suspenden todas las Audiencias pontificias, incluida la general del miércoles.

Papa: "Cuarema, oración, penitencia y caridad para renovar la relación con Dios"

Ciudad del Vaticano, 26 Febrero 2012 (VIS).-  En la reflexión anterior al rezo del Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, S.S. Benedicto XVI comentó el evangelio de la liturgia dominical, el pasaje de San Marcos que narra las tentaciones de Jesús en el desierto.

Citando a San León Magno, el Santo Padre afirmó que “el Señor ha querido sufrir el ataque del tentador para defendernos con su ayuda e instruirnos con su ejemplo”. Este episodio nos enseña que el hombre no está nunca libre de la tentación, pero puede hacerse más fuerte que cualquier enemigo “con la paciencia y la humildad de seguir cada día al Señor, aprendiendo a construir nuestra vida no fuera de Él, como si no existiera, sino en Él y con Él, porque es la fuente de la vida verdadera. La tentación de eliminar a Dios, de poner orden en uno mismo y en el mundo contando solo con las propias capacidades, ha estado siempre presente en la historia del hombre”.

En Cristo, Dios se dirige al hombre “de un modo inesperado, con una cercanía única, concreta, llena de amor. Dios se encarna y entra en el mundo del hombre para tomar sobre Sí el pecado, para vencer el mal y llevar al hombre al mundo de Dios. Pero este anuncio va acompañado por la petición de responder a un don tan grande. Jesús, de hecho, dice: 'Convertíos y creed en el Evangelio'. Es una invitación a tener fe en Dios y a conformar cada día nuestra vida con su voluntad, orientando todas nuestras acciones y pensamientos al bien. El tiempo de Cuaresma es el momento propicio para renovar y fortalecer nuestra relación con Dios, mediante la oración diaria, los gestos de penitencia, las obras de caridad fraterna”.

Después del rezo del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en diversos idiomas y pidió oraciones por los ejercicios espirituales que comienzan en la tarde del domingo, en los que participará junto a sus colaboradores de la Curia romana.

S.S. Benedicto XVI: "El matrimonio, único lugar digno para generar hijos"

Ciudad del Vaticano, 25 Febrero 2012 (VIS).-  El Papa Benedicto XVI recibió este sábado a los 200 científicos y miembros de la Pontificia Academia para la Vida que celebran estos días su XVIII Asamblea general. El tema que centra los trabajos, “Diagnóstico y terapia de la infertilidad”, en palabras del Pontífice, “posee un especial valor científico y expresa la posibilidad concreta de un diálogo fecundo entre la dimensión ética y la investigación biomédica”.

Benedicto XVI afirmó que “la investigación sobre el diagnóstico y la terapia representa el modo correcto de abordar la cuestión de la esterilidad, y es también el que respeta en mayor medida la humanidad integral de las personas implicadas. De hecho, la unión del hombre y la mujer en esa comunidad de amor y de vida que es el matrimonio constituye el único 'lugar' digno para llamar a la existencia a un nuevo ser humano, que es siempre un don”.

El Santo Padre explicó que “la dignidad humana y cristiana de la procreación no consiste en un 'producto', sino en su ligazón con el acto conyugal, expresión del amor de los cónyuges, de su unión no solo biológica, sino también espiritual. (…) Por tanto, el legítimo deseo de ser padres de la pareja que se encuentra en una condición de infertilidad ha de encontrar, con la ayuda de la ciencia, una respuesta que respete plenamente su dignidad de personas y de esposos”. Sin embargo, el campo de la procreación humana parece estar dominado por “el cientificismo y la lógica del beneficio económico”, que a menudo llegan a “limitar otras áreas de investigación”.

El Papa recordó también que “la Iglesia presta mucha atención al sufrimiento de las parejas estériles, cuida de ellas y, precisamente por eso, alienta la investigación médica. Pero la ciencia no siempre es capaz de responder a los deseos de tantas parejas. Quisiera entonces recordar a los esposos que viven la condición de infertilidad que no por eso su vocación matrimonial queda frustrada. Los cónyuges, por su propia vocación bautismal y matrimonial, están siempre llamados a colaborar con Dios en la creación de una humanidad nueva. La vocación del amor, de hecho, es vocación al don de sí, y ésta es una posibilidad que ninguna condición orgánica puede impedir. Donde la ciencia no encuentra una respuesta, la respuesta que ilumina viene de Cristo”.

S.S. Benedicto XVI invitó a los científicos participantes en la Asamblea a continuar por el camino “de la ciencia intelectualmente honesta y fascinada por la búsqueda constante del bien del hombre”; y advirtió que “la indiferencia de la conciencia ante la verdad y el bien representa una peligrosa amenaza para un progreso científico auténtico”. Les exhortó también al diálogo con la fe, ya que “precisamente la matriz cultural creada por el cristianismo -enraizada en la afirmación de la existencia de la Verdad y de inteligibilidad de lo real a la luz de la suma Verdad- hizo posible en la Europa medieval el desarrollo del saber científico moderno, que en las culturas precedentes se había quedado sólo en germen”.

Audiencias y Actos Pontificios de Benedicto 16 (Sábado 25 de Feb.)

Ciudad del Vaticano, 25 Febrero 2012 (VIS).- El Santo Padre Benedicto XVI recibió este sábado en el Palacio Apostólico Vaticano en Audiencia al Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, acompañado por el Secretario de la misma congregación, el Arzobispo Lorenzo Baldisseri.


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Así mismo en otros Actos Pontificios, S.S. Benedicto XVI:

* Nombró al Obispo Arrigo Miglio como Arzobispo de Cagliari en Italia.

Datos Estadísticos:  Superficie 4,041; población 572,615; católicos 567,615; sacerdotes 247; religiosos 919; diáconos permanentes 37. 

Ha sido hasta ahora Obispo de la diócesis de Ivrea (Italia). 

* Sucede al Arzobispo Giuseppe Mani, cuya renuncia al gobierno pastoral de la Arquidiócesis, al haber alcanzado el límite de edad, fue aceptada por el Santo Padre.

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* Aceptó la renuncia al oficio de Auxiliar de la  Arquidiócesis  de Medellín (Colombia) presentada por el Obispo Gilberto Jiménez Narváez al haber alcanzado el límite de edad.

                                                                     * * *

* Nombró al Obispo John F. Du como Arzobispo Metropolitano de Palo en Filipinas.

Datos Estadísticos:  Superficie 4,620; población 1,762,000; católicos 1,362,000; sacerdotes 161; religiosos 191. 

Ha sido hasta ahora Obispo de Dumaguete.

Las migraciones hacen la Iglesia en España cada vez más internacional


MADRID, ESPAÑA 
(Agencia Fides, 27/02/2012).  Unos 500 sacerdotes extranjeros, la mayoría hispanoamericanos, ejercen su labor pastoral en España tanto como responsables de parroquias o atendiendo a grupos de fieles de sus países de origen.



Por el contrario, unos 900 sacerdotes españoles han dejado España para trabajar en otros países, una tercera parte de ellos en países iberoamericanos y bajo los auspicios de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana (OCSHA).
"La Iglesia es universal y funciona como un 'todo' unitario de apoyo y colaboración" ha subrayado el director del secretariado de la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, Mons. Anastasio Gil, que también es Director nacional de las Obras Pontificias Misionarias (POM).
Según datos oficiales de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en España hay 18,633 sacerdotes para atender a 22,686 parroquias, lo que significa que 4,053 no tienen párroco.

En la nota enviada a la Agencia Fides se lee que en los últimos cinco años, tras la llegada masiva de inmigrantes, ha aumentado también el número de sacerdotes extranjeros que llegan a España, acogidos por las diócesis. Por ejemplo, en las Islas Canarias hay una decena de sacerdotes católicos llegados de otros países como Guinea Ecuatorial, Polonia, Colombia e incluso Corea.
Sacerdotes polacos y colombianos también son párrocos en la diócesis de Zaragoza, donde en total son cerca de 40 extranjeros; la mayoría procedentes de América Latina, aunque también Europa central y oriental y de África. En Aragón, el 6% de los sacerdotes es extranjero, y en Valladolid 7 sacerdotes de otros países siguen pastoralmente 20 pueblos de esta provincia eclesiástica. Muchos de ellos están al frente de grupos de católicos con unas características especiales y que requieren una atención diferenciada.

Así, en Madrid hay siete capellanías internacionales (filipinos, polacos, rumanos (2), ucranianos, africanos y chinos). Cada una de ellas es atendida por "un sacerdote de su mismo país, que habla su idioma, comprende y apoya y ayuda con sus problemas de adaptación", explica Mons. Gil. En Barcelona se han creado capellanías para atender a filipinos, polacos, chinos, guineanos y latinoamericanos; y en Mallorca, los católicos polacos, rumanos, chinos, alemanes y nigerianos también cuentan con su propia capellanía. "España es un país cada vez más internacional y eso se nota también en las iglesias" concluye Mons. Gil.

viernes, 24 de febrero de 2012

BENEDICTO XVI: Mensajes (Feb.11 y 9)

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD EN BRASIL

Al venerado hermano
cardenal Raymundo Damasceno Assis
Arzobispo de Aparecida (SP)
y presidente de la Conferencia episcopal de Brasil



Un cordial saludo en Cristo Señor.
De buen grado me uno a la Conferencia episcopal de Brasil que lanza una nueva Campaña de fraternidad con el lema «que la salud se difunda en la tierra» (cf. Eclo 38, 8), con el fin de suscitar, partiendo de una reflexión sobre la realidad de la salud en Brasil, mayor espíritu fraterno y comunitario en la atención a los enfermos y de llevar a la sociedad a garantizar a más personas el derecho a tener acceso a los medios necesarios para una vida sana.
A los cristianos, de modo especial, el lema bíblico recuerda que la salud va mucho más allá de un simple bienestar físico. En el episodio de la curación de un paralítico (cf. Mt 9, 2-8), Jesús, antes de hacer que volviera a caminar, le perdona los pecados, enseñando que la curación perfecta es el perdón de los pecados y que la salud por excelencia es la del alma, pues «¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16, 26). De hecho, las palabras salud y salvación tienen su origen en el mismo término latino salus y por eso en los Evangelios vemos la acción del Salvador de la humanidad asociada a varias curaciones: «Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4, 23).
Que esta Campaña, con su ejemplo ante los ojos, según el verdadero espíritu cuaresmal, inspire en el corazón de los fieles y de las personas de buena voluntad una solidaridad cada vez más profunda con los enfermos, que muchas veces sufren más por la soledad y el abandono que por la enfermedad, recordando que Jesús mismo quiso identificarse con ellos: estaba «enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36). Que al mismo tiempo les ayude a descubrir que, si por una parte la enfermedad es una prueba dolorosa, por otra puede ser, en unión con Cristo crucificado y resucitado, una participación en el misterio de su sufrimiento por la salvación del mundo. Dado que, «ofreciendo nuestro dolor a Dios por medio de Cristo, podemos colaborar en la victoria del bien sobre el mal, porque Dios hace fecundo nuestro ofrecimiento, nuestro acto de amor» (Discurso del Santo Padre durante el encuentro con los enfermos, Turín, 2 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de mayo de 2010, p. 10).
Así pues, uniéndome a esta iniciativa de la Conferencia episcopal de Brasil y haciendo mías las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de cada uno, saludo fraternamente a cuantos participan, física o espiritualmente, en la Campaña de «Fraternidad y salud pública», invocando, con la intercesión de Nuestra Señora Aparecida, para todos, y de modo especial para los enfermos, el consuelo y la fuerza de Dios en el cumplimiento del deber del propio estado, individual, familiar y social, fuente de salud y de progreso de Brasil, haciéndolo fértil en la santidad, próspero en la economía, justo en la participación en las riquezas, alegre en el servicio público, ecuánime en el poder y fraterno en el desarrollo. Y para confirmar a todos en estos buenos propósitos, envío una propiciadora bendición apostólica.


Vaticano, 11 de Febrero de 2012

BENEDICTO PP. XVI

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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL CONGRESO INTERNACIONAL
«JESÚS, NUESTRO CONTEMPORÁNEO»
[ROMA, 9-11 FEBRERO 2012]

Al venerado hermano
Cardenal Angelo Bagnasco
Arzobispo metropolitano de Génova
Presidente de la Conferencia episcopal italiana

Con ocasión del congreso internacional «Jesús, nuestro contemporáneo» que se está celebrando en Roma del 9 al 11 de febrero de 2012 por iniciativa del comité para el Proyecto cultural de la Conferencia episcopal italiana, le dirijo un cordial saludo a usted, venerado hermano, a los señores cardenales y a los obispos presentes, a los relatores, a los organizadores y a todos los que participan en un acontecimiento tan significativo.
Me alegra mucho y agradezco la elección de dedicar a la Persona de Jesús algunas jornadas de profundización interdisciplinar y de propuesta cultural, destinadas a tener resonancia en la comunidad eclesial y social italiana. Muchas señales, de hecho, revelan que el nombre y el mensaje de Jesús de Nazaret, aun en tiempos tan distraídos y confusos, suscitan frecuentemente interés y ejercen un fuerte atractivo, incluso en quienes no llegan a adherirse a su palabra de salvación. Por eso, nos sentimos estimulados a suscitar en nosotros mismos y por doquier una comprensión cada vez más profunda y completa de la figura real de Jesucristo, como puede brotar únicamente de la hermenéutica de la fe puesta en fecunda relación con la razón histórica. Con este fin escribí mis dos libros dedicados a Jesús de Nazaret.
Es muy significativo que, dentro de la obra de elaboración cultural de la comunidad cristiana, se estudie como tema algo que no puede considerarse objeto exclusivo de las disciplinas sagradas, como lo muestra muy bien la amplitud de las competencias y la pluralidad de las voces llamadas a participar en este congreso. La evangelización de la cultura, a la que se orienta el Proyecto cultural de la Conferencia episcopal italiana, se funda en la convicción de que la vida de la persona y de un pueblo puede ser animada y transformada en todas sus dimensiones por el Evangelio, para alcanzar con plenitud su fin y su verdad.
Durante mi pontificado, en repetidas ocasiones he recordado que abrir a Dios un camino en el corazón y en la vida de los hombres constituye una prioridad. «Con él o sin él todo cambia», afirmaba incisivamente el título del anterior congreso del comité para el Proyecto cultural. No podemos confiar nuestra vida a un ente superior indefinido o a una fuerza cósmica, sino sólo al Dios cuyo rostro de Padre se nos ha hecho familiar gracias al Hijo, «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Jesús es la clave que nos abre la puerta de la sabiduría y del amor, que rompe nuestra soledad y mantiene la esperanza frente al misterio del mal y de la muerte. Por lo tanto, la vida de Jesús de Nazaret, en cuyo nombre también actualmente muchos creyentes, en distintos países del mundo, afrontan sufrimientos y persecuciones, no puede quedar confinada a un pasado lejano, sino que es decisiva para nuestra fe hoy.
¿Qué significa afirmar que Jesús de Nazaret, que vivió entre Galilea y Judea hace dos mil años, es «contemporáneo» de cada hombre y mujer que vive hoy y en todos los tiempos? Nos lo explica Romano Guardini con palabras que siguen siendo tan actuales como cuando las escribió: «Su vida terrena entró en la eternidad y así está vinculada a toda hora del tiempo terreno redimido por su sacrificio... En el creyente se realiza un misterio inefable: Cristo que está “arriba”, “sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1), también está “en” este hombre, con la plenitud de su redención, pues en todo cristiano se hace de nuevo realidad la vida de Cristo, su crecimiento, su madurez, su pasión, muerte y resurrección, que constituye su verdadera vida» (El testamento de Jesús, Milán 1993, p. 141).
Jesús entró para siempre en la historia humana y sigue viviendo, con su belleza y potencia, en aquel cuerpo frágil y siempre necesitado de purificación, pero también infinitamente colmado de amor divino, que es la Iglesia. A él se dirige en la liturgia para alabarlo y recibir la vida auténtica. La contemporaneidad de Jesús se revela de modo especial en la Eucaristía, en la que él está presente con su pasión, muerte y resurrección. Este es el motivo que hace a la Iglesia contemporánea de todo hombre, capaz de abrazar a todos los hombres y todas las épocas, porque la guía el Espíritu Santo con el fin de continuar la obra de Jesús en la historia.
Confiándole estos pensamientos, venerado hermano, le envío de corazón a usted y a todos los participantes en el congreso mi cordial saludo, con el deseo de éxito. Acompaño vuestros trabajos con la oración y con mi bendición apostólica, propiciadora de una comunión cada veza más íntima con Jesús y con el Padre que lo envió a nosotros.
Vaticano, 9 de febrero de 2012

BENEDICTO PP. XVI

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MENSAJE EN NOMBRE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL SIMPOSIO INTERNACIONAL
«HACIA LA CURACIÓN Y LA RENOVACIÓN»
(ROMA, PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA,
6-9 DE FEBRERO DE 2012)

Estimado padre Dumortier:

El Santo Padre envía su cordial saludo a todos los participantes en el simposio «Hacia la curación y la renovación» que tiene lugar del 6 al 9 de febrero de 2012 bajo el auspicio de la Pontificia Universidad Gregoriana, y asegura sus oraciones por esta importante iniciativa. Pide al Señor que, a través de vuestras deliberaciones, numerosos obispos y superiores religiosos en todo el mundo puedan recibir una ayuda para responder de modo realmente conforme a Cristo a la tragedia del abuso de menores.
Como Su Santidad ha observado frecuentemente, la curación de las víctimas debe constituir una solicitud importante en la comunidad cristiana y debe proceder a la vez que una profunda renovación de la Iglesia en todos los niveles. Nuestro Señor nos recuerda que cada acto de caridad hacia el más pequeño de nuestros hermanos es un acto de caridad hacia él (cf. Mt 25, 40). Por lo tanto, el Santo Padre sostiene y alienta todo esfuerzo para responder con caridad evangélica al desafío de ofrecer a los niños y a los adultos indefensos un ambiente que conduzca a su crecimiento humano y espiritual. Exhorta a los participantes en el simposio a continuar haciendo uso de una vasta gama de competencias a fin de promover en toda la Iglesia una fuerte cultura de tutela eficaz y de apoyo a las víctimas.
Encomendando el trabajo del simposio a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, imparte de buen grado su bendición apostólica a todos los participantes, como prenda de fortaleza y de paz en el Señor.
Cordialmente en Cristo,
Cardenal Tarcisio Bertone, s.d.b.
Secretario de Estado
              
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BENEDICTO XVI: Consistorio (Feb.18), Audiencia (Feb.20) y Homilía (Feb.22)


ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica Vaticana
Sábado 18 de Febrero de 2012


«Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam»

Venerados Hermanos,
Queridos hermanos y hermanas
Estas palabras del canto de entrada nos introducen en el solemne y sugestivo rito del Consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales, la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título. Son las palabras eficaces con las que Jesús constituyó a Pedro como fundamento firme de la Iglesia. La fe es el elemento característico de ese fundamento: en efecto, Simón pasa a convertirse en Pedro —roca— al profesar su fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios. En el anuncio de Cristo, la Iglesia aparece unida a Pedro, y Pedro es puesto en la Iglesia como roca; pero el que edifica la Iglesia es el mismo Cristo, Pedro es un elemento particular de la construcción. Ha de serlo mediante la fidelidad a la confesión que hizo en Cesarea de Filipo, en virtud de la afirmación: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Las palabras que Jesús dirige a Pedro ponen de relieve claramente el carácter eclesial del acontecimiento de hoy. Los nuevos cardenales, en efecto, mediante la asignación del título de una iglesia de esta Ciudad o de una diócesis suburbicaria, son insertados con todo derecho en la Iglesia de Roma, guiada por el Sucesor de Pedro, para cooperar estrechamente con él en el gobierno de la Iglesia universal. Estos queridos hermanos, que dentro de poco entrarán a formar parte del Colegio cardenalicio, se unirán con un nuevo y más fuerte vínculo no sólo al Romano Pontífice, sino también a toda la comunidad de fieles extendida por todo el mundo. En el cumplimiento de su peculiar servicio de ayuda al ministerio petrino, los nuevos purpurados estarán llamados a considerar y valorar los acontecimientos, los problemas y criterios pastorales que atañen a la misión de toda la Iglesia. En esta delicada tarea, les servirá de ejemplo y ayuda, el testimonio de fe que el Príncipe de los Apóstoles dio con su vida y su muerte y que, por amor de Cristo, se dio por entero hasta el sacrificio extremo.
La imposición de la birreta roja ha de ser entendida también con este mismo significado. A los nuevos cardenales se les confía el servicio del amor: amor por Dios, amor por su Iglesia, amor por los hermanos con una entrega absoluta e incondicionada, hasta derramar su sangre si fuera preciso, como reza la fórmula de la imposición de la birreta e indica el color rojo de las vestiduras. Además, se les pide que sirvan a la Iglesia con amor y vigor, con la transparencia y sabiduría de los maestros, con la energía y fortaleza de los pastores, con la fidelidad y el valor de los mártires. Se trata de ser servidores eminentes de la Iglesia que tiene en Pedro el fundamento visible de la unidad.
En el pasaje evangélico que antes se ha proclamado, Jesús se presenta como siervo, ofreciéndose como modelo a imitar y seguir. Del trasfondo del tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del hombre, se aparta con llamativo contraste la escena de los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que persiguen todavía sueños de gloria junto a Jesús. Le pidieron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda» (Mc 10,37). La respuesta de Jesús fue fulminante, y su interpelación inesperada: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? (v. 38). La alusión es muy clara: el cáliz es el de la pasión, que Jesús acepta para cumplir la voluntad del Padre. El servicio a Dios y a los hermanos, el don de sí: esta es la lógica que la fe auténtica imprime y desarrolla en nuestra vida cotidiana y que no es en cambio el estilo mundano del poder y la gloria.
Con su petición, Santiago y Juan ponen de manifiesto que no comprenden la lógica de vida de la que Jesús da testimonio, la lógica que, según el Maestro, ha de caracterizar al discípulo, en su espíritu y en sus acciones. La lógica errónea no se encuentra sólo en los dos hijos de Zebedeo ya que, según el evangelista, contagia también «a los otros diez» apóstoles que «se indignaron contra Santiago y Juan» (v. 41). Se indignaron porque no es fácil entrar en la lógica del Evangelio y abandonar la del poder y la gloria. San Juan Crisóstomo dice que todos los apóstoles eran todavía imperfectos, tanto los dos que quieren ponerse por encima de los diez, como los otros que tienen envidia de ellos (cf. Comentario a Mateo, 65, 4: PG 58, 622). San Cirilo de Alejandría, comentando los textos paralelos del Evangelio de san Lucas, añade: «Los discípulos habían caído en la debilidad humana y estaban discutiendo entre sí sobre quién era el jefe y superior a los demás… Esto sucedió y ha sido narrado para nuestro provecho… Lo que les pasó a los santos apóstoles se puede revelar para nosotros un incentivo para la humildad» (Comentario a Lucas, 12,5,15: PG 72,912). Este episodio ofrece a Jesús la ocasión de dirigirse a todos los discípulos y «llamarlos hacia sí», casi para estrecharlos consigo, para formar como un cuerpo único e indivisible con él y señalar cuál es el camino para llegar a la gloria verdadera, la de Dios: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,42-44).
Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente contrarias se enfrentan en todo tiempo y lugar. No hay ninguna duda sobre el camino escogido por Jesús: Él no se limita a señalarlo con palabras a los discípulos de entonces y de hoy, sino que lo vive en su misma carne. En efecto, explica: «Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud» (v.45). Estas palabras iluminan con singular intensidad el Consistorio público de hoy. Resuenan en lo más profundo del alma y representan una invitación y un llamamiento, un encargo y un impulso especialmente para vosotros, queridos y venerados Hermanos que estáis a punto de ser incorporados al Colegio cardenalicio.
Según la tradición bíblica, el Hijo del hombre es el que recibe el poder y el dominio de parte de Dios (cf. Dn 7,13s). Jesús interpreta su misión en la tierra sobreponiendo a la figura del Hijo del hombre la del Siervo sufriente, descrito por Isaías (cf. Is 53,1-12). Él recibe el poder y la gloria sólo en cuanto «siervo»; pero es siervo en cuanto que acoge en sí el destino de dolor y pecado de toda la humanidad. Su servicio se cumple en la fidelidad total y en la responsabilidad plena por los hombres. Por eso la aceptación libre de su muerte violenta es el precio de la liberación para muchos, es el inicio y el fundamento de la redención de cada hombre y de todo el género humano.
Queridos Hermanos que vais a ser incluidos en el Colegio cardenalicio. Que el don total de sí ofrecido por Cristo sobre la cruz sea para vosotros principio, estímulo y fuerza, gracias a una fe que actúa en la caridad. Que vuestra misión en la Iglesia y en el mundo sea siempre y sólo «en Cristo», que responda a su lógica y no a la del mundo, que esté iluminada por la fe y animada por la caridad que llegan hasta nosotros por la Cruz gloriosa del Señor. En el anillo que en unos instantes os entregaré, están representados los santos Pedro y Pablo, con una estrella en el centro que evoca a la Virgen. Llevando este anillo, estáis llamados cada día a recordar el testimonio de Cristo hasta la muerte que los dos Apóstoles han dado con su martirio aquí en Roma, fecundando con su sangre la Iglesia. Al mismo tiempo, el reclamo a la Virgen María será siempre para vosotros una invitación a seguir a aquella que fue firme en la fe y humilde sierva del Señor.
Al concluir esta breve reflexión, quisiera dirigir un cordial saludo, junto con mi gratitud, a todos los presentes, en particular a las Delegaciones oficiales de diversos países y a las representaciones de numerosas diócesis. Los nuevos cardenales están llamados en su servicio a permanecer siempre fieles a Cristo, dejándose guiar únicamente por su Evangelio. Queridos hermanos y hermanas, rezad para que en ellos se refleje de modo vivo nuestro único Pastor y Maestro, el Señor Jesús, fuente de toda sabiduría, que indica a todos el camino. Y pedid también por mí, para que pueda ofrecer siempre al Pueblo de Dios el testimonio de la doctrina segura y regir con humilde firmeza el timón de la santa Iglesia. ¡Amén!.


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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS NUEVOS CARDENALES ACOMPAÑADOS
DE SUS FAMILIARES Y FIELES


Palacio Apostólico Vaticano
Sala Pablo VI
Lunes 20 de Febrero de 2012


Señores cardenales,
queridos hermanos en el episcopado y en el presbiterado,
queridos hermanos y hermanas:



Con gran alegría tengo hoy este encuentro con vosotros, familiares y amigos de los neo-cardenales, al día siguiente de las solemnes celebraciones del consistorio, en el que vuestros amados pastores han sido llamados a formar parte del Colegio cardenalicio. Se me brinda así la posibilidad de expresar de modo más directo e íntimo mi cordial saludo a todos y en particular mi felicitación y mis mejores deseos a los nuevos purpurados. Que el acontecimiento tan importante y sugestivo del consistorio sea, para los aquí presentes y para cuantos están unidos en diversas condiciones a los nuevos cardenales, motivo y estímulo para estrecharos con afecto a su alrededor: sentíos aún más cerca de su corazón y de su celo apostólico; escuchad con viva esperanza sus palabras de padres y maestros. Permaneced unidos a ellos y entre vosotros en la fe y en la caridad para ser cada vez más fervientes y valientes testigos de Cristo.
Os saludo en primer lugar a vosotros, queridos purpurados de la Iglesia que está en Italia. Al cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos; al cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes; al cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Gobernación de dicho Estado; al cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Consejo pontificio para los textos legislativos; al cardenal Domenico Calcagno, presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica; al cardenal Giuseppe Versaldi, presidente de la Prefectura para los asuntos económicos de la Santa Sede; y, por último, al cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia. Venerados hermanos, que el afecto y la oración de tantas personas queridas os sostengan en vuestro servicio a la Iglesia a fin de que cada uno de vosotros dé generoso testimonio del Evangelio de la verdad y de la caridad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, y en particular a los belgas que acompañan al señor cardenal Julien Ries. Que nuestra fidelidad a Cristo sea firme y decidida para hacer creíble nuestro testimonio. Nuestra sociedad, que pasa por momentos de incertidumbres y dudas, necesita la luz de Cristo. Que cada cristiano la testimonie con fe y valentía, y que el tiempo de Cuaresma ya próximo permita volver hacia Dios. ¡Feliz peregrinación a todos!
Me complace saludar afectuosamente a los prelados de lengua inglesa a quienes he tenido la alegría de elevar a la dignidad cardenalicia en el consistorio del sábado: al cardenal Edwin Frederick O’Brien, gran maestre de la Orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén; al cardenal George Alencherry, arzobispo mayor de Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares (India); al cardenal Thomas Christopher Collins, arzobispo de Toronto (Canadá); al cardenal Timothy Michael Dolan, arzobispo de Nueva York (Estados Unidos); al cardenal John Tong Hon, obispo de Hong Kong (República popular de China); al cardenal Prosper Grech, O.S.A., profesor emérito de varias universidades romanas y consultor de la Congregación para la doctrina de la fe. Extiendo igualmente mi cordial saludo a los familiares y amigos que se unen hoy a ellos. Os invito a que sigáis apoyando a los nuevos cardenales con vuestra oración mientras asumen sus importantes responsabilidades al servicio de la Sede apostólica.
Dirijo un cordial saludo a los nuevos cardenales de lengua alemana: al arzobispo de Berlín, cardenal Rainer Maria Woelki, y al cardenal Karl Josef Becker, de la Compañía de Jesús. Les aseguro mi afecto y mi oración por el particular servicio que se les confía en la Iglesia universal y les encomiendo a la protección de María, Madre de la Iglesia. Con alegría saludo también a sus familiares y amigos, a los peregrinos de sus diócesis de Berlín y Colonia, a los colaboradores en las diversas instituciones eclesiales, a los representantes de la política y de la vida pública, así como a todos los connacionales que han venido a Roma para este consistorio. Deseo confiar también a vuestra oración a los nuevos cardenales para que, conforme al símbolo de la púrpura que ahora visten, actúen como testigos de la verdad, dispuestos al sacrificio, y como fieles colaboradores del Sucesor de Pedro.
Saludo con afecto al cardenal Santos Abril y Castelló, arcipreste de la basílica Santa María la Mayor, así como a sus familiares, a los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos venidos especialmente de España para esta ocasión. Les invito a todos a acompañar con sus plegarias y cercanía espiritual a los nuevos miembros del Colegio de cardenales para que, llenos de amor a Dios y estrechamente unidos al Sucesor de Pedro, continúen la misión espiritual y apostólica con plena fidelidad al Evangelio.
Saludo a los nuevos cardenales de lengua portuguesa, con sus familiares, amigos y colaboradores, y también a los diversos representantes de la comunidad eclesial y civil, honrados igualmente por la dignidad que se ha conferido al cardenal João Braz de Aviz, que está al frente de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, y al cardenal Manuel Monteiro de Castro, quien preside la Penitenciaría apostólica. A la Virgen Madre encomiendo vuestra vida consagrada al servicio de la unidad y de la santidad del pueblo de Dios.
Dirijo un afectuoso saludo al neo-cardenal Dominik Duka y a todos vosotros, fieles llegados de la República Checa para compartir su alegría. Que estos días de fiesta y de oración susciten en vosotros un renovado amor a Cristo y a su Iglesia. A todos mi bendición. ¡Alabados sean Jesús y María!
Saludo al cardenal Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht, y a los fieles que lo acompañan. Confío en que estas jornadas de ferviente espiritualidad susciten en cada uno un renovado amor a Cristo y a la Iglesia. Continuad sosteniendo a vuestro arzobispo con la oración para que siga guiando con celo pastoral al pueblo a él encomendado.
Saludo con alegría a Su Beatitud Lucian Mureşan y a todos vosotros, fieles de Rumanía, que habéis querido estrecharos en torno a vuestro amado pastor, a quien he creado cardenal. Junto con vosotros saludo a todo el pueblo rumano y a vuestra patria, ahora más unida todavía a la sede de San Pedro. Que mi bendición os sostenga siempre.
Queridos amigos, gracias de nuevo por vuestra significativa presencia. La creación de los nuevos cardenales es ocasión para reflexionar sobre la misión universal de la Iglesia en la historia de los hombres: en los acontecimientos humanos, frecuentemente tan convulsos y chocantes, la Iglesia está siempre presente, llevando a Cristo, luz y esperanza para toda la humanidad. Permanecer unidos a la Iglesia y al mensaje de salvación que ella difunde significa anclarse en la Verdad, reforzar el sentido de los verdaderos valores y estar serenos frente a cualquier suceso. Os exhorto, por lo tanto, a permanecer siempre unidos a vuestros pastores, así como a los nuevos cardenales, para estar en comunión con la Iglesia. La unidad en la Iglesia es un don divino que hay que defender y hacer crecer. A la protección de la Madre de Dios y de los apóstoles san Pedro y san Pablo os encomiendo, venerados hermanos cardenales, y a los fieles que os acompañan. Con estos sentimientos os imparto de corazón mi bendición apostólica.


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STATIO Y PROCESIÓN PENITENCIAL
DESDE LA IGLESIA DE SAN ANSELMO
A LA BASÍLICA DE SANTA SABINA EN EL AVENTINO


SANTA MISA, BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica de Santa Sabina
Miércoles de Ceniza, 22 de Febrero de 2012


Venerados hermanos,
queridos hermanos y hermanas:



Con este día de penitencia y de ayuno —el miércoles de Ceniza— comenzamos un nuevo camino hacia la Pascua de Resurrección: el camino de la Cuaresma. Quiero detenerme brevemente a reflexionar sobre el signo litúrgico de la ceniza, un signo material, un elemento de la naturaleza, que en la liturgia se transforma en un símbolo sagrado, muy importante en este día con el que se inicia el itinerario cuaresmal. Antiguamente, en la cultura judía, la costumbre de ponerse ceniza sobre la cabeza como signo de penitencia era común, unido con frecuencia a vestirse de saco o de andrajos. Para nosotros, los cristianos, en cambio, este es el único momento, que por lo demás tiene una notable importancia ritual y espiritual. Ante todo, la ceniza es uno de los signos materiales que introducen el cosmos en la liturgia. Los principales son, evidentemente, los de los sacramentos: el agua, el aceite, el pan y el vino, que constituyen verdadera materia sacramental, instrumento a través del cual se comunica la gracia de Cristo que llega hasta nosotros. En el caso de la ceniza se trata, en cambio, de un signo no sacramental, pero unido a la oración y a la santificación del pueblo cristiano. De hecho, antes de la imposición individual sobre la cabeza, se prevé una bendición específica de la ceniza —que realizaremos dentro de poco—, con dos fórmulas posibles. En la primera se la define «símbolo austero»; en la segunda se invoca directamente sobre ella la bendición y se hace referencia al texto del Libro del Génesis, que puede acompañar también el gesto de la imposición: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» (cf. Gn 3, 19).
Detengámonos un momento en este pasaje del Génesis. Con él concluye el juicio pronunciado por Dios después del pecado original: Dios maldice a la serpiente, que hizo caer en el pecado al hombre y a la mujer; luego castiga a la mujer anunciándole los dolores del parto y una relación desequilibrada con su marido; por último, castiga al hombre, le anuncia la fatiga al trabajar y maldice el suelo. «¡Maldito el suelo por tu culpa!» (Gn 3, 17), a causa de tu pecado. Por consiguiente, el hombre y la mujer no son maldecidos directamente, mientras que la serpiente sí lo es; sin embargo, a causa del pecado de Adán, es maldecido el suelo, del que había sido modelado. Releamos el magnífico relato de la creación del hombre a partir de la tierra: «Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que él había modelado» (Gn 2, 7-8). Así dice el Libro del Génesis.
Por lo tanto, el signo de la ceniza nos remite al gran fresco de la creación, en el que se dice que el ser humano es una singular unidad de materia y de aliento divino, a través de la imagen del polvo del suelo modelado por Dios y animado por su aliento insuflado en la nariz de la nueva criatura. Podemos notar cómo en el relato del Génesis el símbolo del polvo sufre una transformación negativa a causa del pecado. Mientras que antes de la caída el suelo es una potencialidad totalmente buena, regada por un manantial de agua (cf. Gn 2, 6) y capaz, por obra de Dios, de hacer brotar «toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer» (Gn 2, 9), después de la caída y la consiguiente maldición divina, producirá «cardos y espinas» y sólo a cambio de «dolor» y «sudor del rostro» concederá al hombre sus frutos (cf. Gn 3, 17-18). El polvo de la tierra ya no remite sólo al gesto creador de Dios, totalmente abierto a la vida, sino que se transforma en signo de un inexorable destino de muerte: «Eres polvo y al polvo volverás» (Gn 3, 19).
Es evidente en el texto bíblico que la tierra participa del destino del hombre. A este respecto dice san Juan Crisóstomo en una de sus homilías: «Ve cómo después de su desobediencia todo se le impone a él [el hombre] de un modo contrario a su precedente estilo de vida» (Homilías sobre el Génesis 17, 9: pg 53, 146). Esta maldición del suelo tiene una función medicinal para el hombre, a quien la «resistencia» de la tierra debería ayudarle a mantenerse en sus límites y reconocer su propia naturaleza (cf. ib.). Así, con una bella síntesis, se expresa otro comentario antiguo, que dice: «Adán fue creado puro por Dios para su servicio. Todas las criaturas le fueron concedidas para servirlo. Estaba destinado a ser el amo y el rey de todas las criaturas. Pero cuando el mal llegó a él y conversó con él, él lo recibió por medio de una escucha externa. Luego penetró en su corazón y se apoderó de todo su ser. Cuando fue capturado de este modo, la creación, que lo había asistido y servido, fue capturada con él» (Pseudo-Macario, Homilías 11, 5: pg 34, 547).
Decíamos hace poco, citando a san Juan Crisóstomo, que la maldición del suelo tiene una función «medicinal». Eso significa que la intención de Dios, que siempre es benéfica, es más profunda que la maldición. Esta, en efecto, no se debe a Dios sino al pecado, pero Dios no puede dejar de infligirla, porque respeta la libertad del hombre y sus consecuencias, incluso las negativas. Así pues, dentro del castigo, y también dentro de la maldición del suelo, permanece una intención buena que viene de Dios. Cuando Dios dice al hombre: «Eres polvo y al polvo volverás», junto con el justo castigo también quiere anunciar un camino de salvación, que pasará precisamente a través de la tierra, a través de aquel «polvo», de aquella «carne» que será asumida por el Verbo. En esta perspectiva salvífica, la liturgia del miércoles de Ceniza retoma las palabras del Génesis: como invitación a la penitencia, a la humildad, a tener presente la propia condición mortal, pero no para acabar en la desesperación, sino para acoger, precisamente en esta mortalidad nuestra, la impensable cercanía de Dios, que, más allá de la muerte, abre el paso a la resurrección, al paraíso finalmente reencontrado. En este sentido nos orienta un texto de Orígenes, que dice: «Lo que inicialmente era carne, procedente de la tierra, un hombre de polvo, (cf. 1 Co 15, 47), y fue disuelto por la muerte y de nuevo transformado en polvo y ceniza —de hecho, está escrito: eres polvo y al polvo volverás—, es resucitado de nuevo de la tierra. A continuación, según los méritos del alma que habita el cuerpo, la persona avanza hacia la gloria de un cuerpo espiritual» (Principios 3, 6, 5: sch, 268, 248).
Los «méritos del alma», de los que habla Orígenes, son necesarios; pero son fundamentales los méritos de Cristo, la eficacia de su Misterio pascual. San Pablo nos ha ofrecido una formulación sintética en la Segunda Carta a los Corintios, hoy segunda lectura: «Al que no conocía el pecado, Dios lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él» (2 Co 5, 21). La posibilidad para nosotros del perdón divino depende esencialmente del hecho de que Dios mismo, en la persona de su Hijo, quiso compartir nuestra condición, pero no la corrupción del pecado. Y el Padre lo resucitó con el poder de su Santo Espíritu; y Jesús, el nuevo Adán, se ha convertido, como dice san Pablo, en «espíritu vivificante» (1 Co 15, 45), la primicia de la nueva creación. El mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos puede transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne (cf. Ez 36, 26). Lo acabamos de invocar con el SalmoMiserere: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu» (Sal 50, 12-13). El Dios que expulsó a los primeros padres del Edén envió a su propio Hijo a nuestra tierra devastada por el pecado, no lo perdonó, para que nosotros, hijos pródigos, podamos volver, arrepentidos y redimidos por su misericordia, a nuestra verdadera patria. Que así sea para cada uno de nosotros, para todos los creyentes, para cada hombre que humildemente se reconoce necesitado de salvación. Amén.

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BENEDICTO XVI: Ángelus (Feb.19), Audiencia (Feb.22) y Homilía (Feb.19)

ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI

Plaza de San Pedro
Solemnidad de la Cátedra de San Pedro
Domingo 19 de Febrero de 2012


Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo es especialmente festivo aquí en el Vaticano, con motivo del consistorio realizado ayer, en el que he creado 22 nuevos cardenales. Con ellos he tenido la alegría de concelebrar, esta mañana, la Eucaristía en la basílica de San Pedro, junto a la tumba del Apóstol a quien Jesús llamó a ser la «piedra» sobre la cual edificaría su Iglesia (cf. Mt 16, 18). Por eso os invito a todos a unir también vuestra oración por estos venerables hermanos, que ahora están aún más comprometidos a colaborar conmigo en la dirección de la Iglesia universal y a dar testimonio del Evangelio hasta el sacrificio de su vida. Esto es lo que significa el color rojo de sus vestidos: el color de la sangre y del amor. Algunos de ellos trabajan en Roma, al servicio de la Santa Sede; otros son pastores de importantes iglesias diocesanas; y otros se han distinguido por una larga y valiosa actividad de estudio y enseñanza. Ahora forman parte del Colegio que ayuda al Papa más de cerca en su ministerio de comunión y de evangelización: los recibimos con alegría, recordando lo que dijo Jesús a los doce Apóstoles: «El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor, porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 44-45).
Este acontecimiento eclesial tiene como trasfondo la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro, adelantada a hoy, porque el próximo 22 de febrero —la fecha de esa fiesta—, será el miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma. La «cátedra» es el sitial reservado para el obispo, y de ahí deriva el nombre de «catedral» dado a la iglesia donde, precisamente, el obispo preside la liturgia y enseña al pueblo. La Cátedra de San Pedro, representada en el ábside de la basílica vaticana por una monumental escultura de Bernini, es símbolo de la misión especial de Pedro y de sus sucesores de pastorear el rebaño de Cristo, manteniéndolo unido en la fe y en la caridad. Ya a inicios del siglo II, san Ignacio de Antioquía atribuía a la Iglesia que estaba en Roma un singular primado, saludándola, en su carta a los Romanos, como la que «preside en la caridad». Esta función especial de servicio le viene a la comunidad romana y a su obispo por el hecho de que en esta ciudad derramaron su sangre los apóstoles Pedro y Pablo, así como otros muchos mártires. Volvemos, así, al testimonio de la sangre y de la caridad. La Cátedra de Pedro, por lo tanto, es ciertamente un signo de autoridad, pero de la autoridad de Cristo, basada en la fe y en el amor.
Queridos amigos, encomendemos a los nuevos cardenales a la protección maternal de María santísima, para que siempre los asista en su servicio eclesial y los sostenga en las pruebas. Que María, Madre de la Iglesia, nos ayude a mí y a mis colaboradores a trabajar incansablemente por la unidad del pueblo de Dios y para proclamar a todos los pueblos el mensaje de salvación, realizando con humildad y valentía el servicio a la verdad en la caridad.

Después del Ángelus


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a los Obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles que han venido para acompañar a los nuevos Cardenales. Acompañadlos también con la oración y la colaboración en su nueva responsabilidad. Saludo también a los Jóvenes de San José de Barcelona y a los diversos grupos parroquiales de Sevilla. En la celebración de la Cátedra de San Pedro, invito a todos a ser fieles al mensaje de Cristo transmitido por los Apóstoles y a tener presentes en la plegaria a cuantos han recibido el ministerio de hacer llegar la luz del Evangelio a través de los tiempos a todos los rincones de la tierra. Feliz domingo.


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AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA BENEDICTO XVI
Palacio Apostólico Vaticano
Sala Pablo VI
Miércoles 22 de Febrero de 2012


Miércoles de Ceniza


Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis quiero hablar brevemente del tiempo de Cuaresma, que comienza hoy con la liturgia del Miércoles de Ceniza. Se trata de un itinerario de cuarenta días que nos conducirá al Triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, el corazón del misterio de nuestra salvación. En los primeros siglos de vida de la Iglesia este era el tiempo en que los que habían oído y acogido el anuncio de Cristo iniciaban, paso a paso, su camino de fe y de conversión para llegar a recibir el sacramento del Bautismo. Se trataba de un acercamiento al Dios vivo y de una iniciación en la fe que debía realizarse gradualmente, mediante un cambio interior por parte de los catecúmenos, es decir, de quienes deseaban hacerse cristianos, incorporándose así a Cristo y a la Iglesia.
Sucesivamente, también a los penitentes y luego a todos los fieles se les invitaba a vivir este itinerario de renovación espiritual, para conformar cada vez más su existencia a la de Cristo. La participación de toda la comunidad en los diversos pasos del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de la espiritualidad cristiana: la redención, no de algunos, sino de todos, está disponible gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Por tanto, sea los que recorrían un camino de fe como catecúmenos para recibir el Bautismo, sea quienes se habían alejado de Dios y de la comunidad de la fe y buscaban la reconciliación, sea quienes vivían la fe en plena comunión con la Iglesia, todos sabían que el tiempo que precede a la Pascua es un tiempo de metánoia, es decir, de cambio interior, de arrepentimiento; el tiempo que identifica nuestra vida humana y toda nuestra historia como un proceso de conversión que se pone en movimiento ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos.
Con una expresión que se ha hecho típica en la liturgia, la Iglesia denomina el período en el que hemos entrado hoy «Quadragesima», es decir, tiempo de cuarenta días y, con una clara referencia a la Sagrada Escritura, nos introduce así en un contexto espiritual preciso. De hecho, cuarenta es el número simbólico con el que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento representan los momentos más destacados de la experiencia de la fe del pueblo de Dios. Es una cifra que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, de la vuelta al Señor, de la consciencia de que Dios es fiel a sus promesas. Este número no constituye un tiempo cronológico exacto, resultado de la suma de los días. Indica más bien una paciente perseverancia, una larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un tiempo dentro del cual es preciso decidirse y asumir las propias responsabilidades sin más dilaciones. Es el tiempo de las decisiones maduras.
El número cuarenta aparece ante todo en la historia de Noé. Este hombre justo, a causa del diluvio, pasa cuarenta días y cuarenta noches en el arca, junto a su familia y a los animales que Dios le había dicho que llevara consigo. Y espera otros cuarenta días, después del diluvio, antes de tocar la tierra firme, salvada de la destrucción (cf. Gn 7, 4.12; 8, 6). Luego, la próxima etapa: Moisés permanece en el monte Sinaí, en presencia del Señor, cuarenta días y cuarenta noches, para recibir la Ley. En todo este tiempo ayuna (cf. Ex 24, 18). Cuarenta son los años de viaje del pueblo judío desde Egipto hasta la Tierra prometida, tiempo apto para experimentar la fidelidad de Dios: «Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años... Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años», dice Moisés en el Deuteronomio al final de estos cuarenta años de emigración (Dt 8, 2.4). Los años de paz de los que goza Israel bajo los Jueces son cuarenta (cf. Jc 3, 11.30), pero, transcurrido este tiempo, comienza el olvido de los dones de Dios y la vuelta al pecado. El profeta Elías emplea cuarenta días para llegar al Horeb, el monte donde se encuentra con Dios (cf. 1 R 19, 8). Cuarenta son los días durante los cuales los ciudadanos de Nínive hacen penitencia para obtener el perdón de Dios (cf.Gn 3, 4). Cuarenta son también los años de los reinos de Saúl (cf. Hch 13, 21), de David (cf. 2 Sm 5, 4-5) y de Salomón (1 R 11, 41), los tres primeros reyes de Israel. También los Salmos reflexionan sobre el significado bíblico de los cuarenta años, como por ejemplo el Salmo 95, del que hemos escuchado un pasaje: «Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras”. Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: “Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino”» (vv. 7c-10).
En el Nuevo Testamento Jesús, antes de iniciar su vida pública, se retira al desierto durante cuarenta días, sin comer ni beber (cf. Mt 4, 2): se alimenta de la Palabra de Dios, que usa como arma para vencer al diablo. Las tentaciones de Jesús evocan las que el pueblo judío afrontó en el desierto, pero que no supo vencer. Cuarenta son los días durante los cuales Jesús resucitado instruye a los suyos, antes de ascender al cielo y enviar el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 3).
Con este número recurrente —cuarenta— se describe un contexto espiritual que sigue siendo actual y válido, y la Iglesia, precisamente mediante los días del período cuaresmal, quiere mantener su valor perenne y hacernos presente su eficacia. La liturgia cristiana de la Cuaresma tiene como finalidad favorecer un camino de renovación espiritual, a la luz de esta larga experiencia bíblica y sobre todo aprender a imitar a Jesús, que en los cuarenta días pasados en el desierto enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios. Los cuarenta años de la peregrinación de Israel en el desierto presentan actitudes y situaciones ambivalentes. Por una parte, son el tiempo del primer amor con Dios y entre Dios y su pueblo, cuando él hablaba a su corazón, indicándole continuamente el camino por recorrer. Dios, por decirlo así, había puesto su morada en medio de Israel, lo precedía dentro de una nube o de una columna de fuego, proveía cada día a su sustento haciendo que bajara el maná y que brotara agua de la roca. Por tanto, los años pasados por Israel en el desierto se pueden ver como el tiempo de la elección especial de Dios y de la adhesión a él por parte del pueblo: tiempo del primer amor. Por otro lado, la Biblia muestra asimismo otra imagen de la peregrinación de Israel en el desierto: también es el tiempo de las tentaciones y de los peligros más grandes, cuando Israel murmura contra su Dios y quisiera volver al paganismo y se construye sus propios ídolos, pues siente la exigencia de venerar a un Dios más cercano y tangible. También es el tiempo de la rebelión contra el Dios grande e invisible.
Esta ambivalencia, tiempo de la cercanía especial de Dios —tiempo del primer amor—, y tiempo de tentación —tentación de volver al paganismo—, la volvemos a encontrar, de modo sorprendente, en el camino terreno de Jesús, naturalmente sin ningún compromiso con el pecado. Después del bautismo de penitencia en el Jordán, en el que asume sobre sí el destino del Siervo de Dios que renuncia a sí mismo y vive para los demás y se mete entre los pecadores para cargar sobre sí el pecado del mundo, Jesús se dirige al desierto para estar cuarenta días en profunda unión con el Padre, repitiendo así la historia de Israel, todos los períodos de cuarenta días o años a los que he aludido. Esta dinámica es una constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad para orar a su Padre y permanecer en íntima comunión, en íntima soledad con él, en exclusiva comunión con él, y luego volver en medio de la gente. Pero en este tiempo de «desierto» y de encuentro especial con el Padre, Jesús se encuentra expuesto al peligro y es asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, el cual le propone un camino mesiánico diferente, alejado del proyecto de Dios, porque pasa por el poder, el éxito, el dominio, y no por el don total en la cruz. Esta es la alternativa: un mesianismo de poder, de éxito, o un mesianismo de amor, de entrega de sí mismo.
Esta situación de ambivalencia describe también la condición de la Iglesia en camino por el «desierto» del mundo y de la historia. En este «desierto» los creyentes, ciertamente, tenemos la oportunidad de hacer una profunda experiencia de Dios que fortalece el espíritu, confirma la fe, alimenta la esperanza y anima la caridad; una experiencia que nos hace partícipes de la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte mediante el sacrificio de amor en la cruz. Pero el «desierto» también es el aspecto negativo de la realidad que nos rodea: la aridez, la pobreza de palabras de vida y de valores, el laicismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sustrayéndolo a toda referencia a la trascendencia. Este es también el ambiente en el que el cielo que está sobre nosotros se oscurece, porque lo cubren las nubes del egoísmo, de la incomprensión y del engaño. A pesar de esto, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto puede transformarse en tiempo de gracia, pues tenemos la certeza de que incluso de la roca más dura Dios puede hacer que brote el agua viva que quita la sed y restaura.
Queridos hermanos y hermanas, en estos cuarenta días que nos conducirán a la Pascua de Resurrección podemos encontrar nuevo valor para aceptar con paciencia y con fe todas las situaciones de dificultad, de aflicción y de prueba, conscientes de que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día. Y si permanecemos fieles a Jesús, siguiéndolo por el camino de la cruz, se nos dará de nuevo el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría: será el alba nueva creada por Dios mismo. ¡Feliz camino de Cuaresma a todos vosotros!


Saludos


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Puerto Rico y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que durante la Cuaresma, a imitación del Señor, sintamos cómo Dios fortalece nuestro espíritu y nos da la victoria, pese a las zozobras de la vida presente. Muchas gracias.


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SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD
DE L
A CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica Vaticana
Domingo 19 de Febrero de 2012

Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio
Queridos hermanos y hermanas
En la solemnidad de la Cátedra del apóstol san Pedro, tenemos la alegría de reunirnos alrededor del Altar del Señor junto con los nuevos Cardenales, que ayer he agregado al colegio cardenalicio. Les saludo ante todo a ellos muy cordialmente, y agradezco al Cardenal Fernando Filoni las amables palabras me ha dirigido en su nombre. Extiendo mi saludo a los demás purpurados y a todos los obispos presentes, así como a las distinguidas autoridades, a los señores embajadores, a los sacerdotes, a los religiosos y a todos los fieles, venidos de varias partes del mundo para esta feliz circunstancia que reviste una carácter especial de universalidad.
En la segunda lectura que se acaba de proclamar, el apóstol Pedro exhorta a los «presbíteros» de la Iglesia a ser pastores diligentes y solícitos del rebaño de Cristo (cf. 1 Pe 5,1-2). Estas palabras están dirigidas sobre todo a vosotros, queridos y venerados hermanos, que ya tenéis muchos meritos ante el Pueblo de Dios por vuestra generosa y sapiente labor desarrollada en el ministerio pastoral en diócesis exigentes, en la dirección de los Dicasterios de la Curia Romana o en el servicio eclesial del estudio y de la enseñanza. La nueva dignidad que se os ha conferido quiere manifestar el aprecio por vuestro trabajo fiel en la viña del Señor, honrar a las comunidades y naciones de las cuales procedéis y de las que sois dignos representantes de la Iglesia, confiaros nuevas y más importantes responsabilidades eclesiales y, finalmente, pediros mayor disponibilidad para Cristo y para toda la comunidad cristiana. Esta disponibilidad al servicio del Evangelio está solidamente fundada en la certeza de la fe. En efecto, sabemos que Dios es fiel a sus promesas y permanecemos en la esperanza de que se cumplan las palabras del apóstol Pedro: «Y cuando aparezca el Supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita» (1 Pe 5,4).
El pasaje del Evangelio de hoy presenta a Pedro que, movido por una inspiración divina, expresa la propia fe fundada en Jesús, el Hijo de Dios y el Mesías prometido. En respuesta a esta límpida profesión de fe, que Pedro confiesa también en nombre de los otros apóstoles, Cristo les revela la misión que pretende confiarles, la de ser la «piedra», la «roca», el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia (cf. Mt 16,16-19). Esta expresión de «roca-piedra» no se refiere al carácter de la persona, sino que sólo puede comprenderse partiendo de un aspecto más profundo, del misterio: mediante el cargo que Jesús les confía, Simón Pedro se convierte en algo que no es por «la carne y la sangre». El exegeta Joaquín Jeremías ha hecho ver cómo en el trasfondo late el lenguaje simbólico de la «roca santa». A este respecto, puede ayudarnos un texto rabínico que reza así: «El Señor dijo: “¿Cómo puedo crear el mundo cuando surgirán estos sin-Dios y se volverán contra mi?”. Pero cuando Dios vio que debía nacer Abraham, dijo: “Mira, he encontrado una roca, sobre la cual puedo construir y fundar el mundo”. Por eso él llamó Abrahán una roca». El profeta Isaías se refiere a eso cuando recuerda al pueblo: «Mirad la roca de donde os tallaron,… mirad a Abrahán vuestro padre» (51,1-2). Se ve a Abrahán, el padre de los creyentes, que por su fe es la roca que sostiene la creación. Simón, que es el primero en confesar a Jesús como el Cristo, y es el primer testigo de la resurrección, se convierte ahora, con su fe renovada, en la roca que se opone a la fuerza destructiva del mal.
Queridos hermanos y hermanas. Este pasaje evangélico que hemos escuchado encuentra una más reciente y elocuente explicación en un elemento artístico muy notorio que embellece esta Basílica Vaticana: el altar de la Cátedra. Cuando se recorre la grandiosa nave central, una vez pasado el crucero, se llega al ábside y nos encontramos ante un grandioso trono de bronce que parece suelto, pero que en realidad está sostenido por cuatro estatuas de grandes Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente. Y, sobre el trono, circundado por una corona de ángeles suspendidos en el aire, resplandece en la ventana ovalada la gloria del Espíritu Santo. ¿Qué nos dice este complejo escultórico, fruto del genio de Bernini? Representa una visión de la esencia de la Iglesia y, dentro de ella, del magisterio petrino.
La ventana del ábside abre la Iglesia hacia el externo, hacia la creación entera, mientras la imagen de la paloma del Espíritu Santo muestra a Dios como la fuente de la luz. Pero se puede subrayar otro aspecto: en efecto, la Iglesia misma es como una ventana, el lugar en el que Dios se acerca, se encuentra con el mundo. La Iglesia no existe por sí misma, no es el punto de llegada, sino que debe remitir más allá, hacia lo alto, por encima de nosotros. La Iglesia es verdaderamente ella misma en la medida en que deja trasparentar al Otro –con la «O» mayúscula– del cual proviene y al cual conduce. La Iglesia es el lugar donde Dios «llega» a nosotros, y desde donde nosotros «partimos» hacia él; ella tiene la misión de abrir más allá de sí mismo ese mundo que tiende a creerse un todo cerrado y llevarle la luz que viene de lo alto, sin la cual sería inhabitable.
La gran cátedra de bronce contiene un sitial de madera del siglo IX, que por mucho tiempo se consideró la cátedra del apóstol Pedro, y que fue colocada precisamente en ese altar monumental por su alto valor simbólico. Ésta, en efecto, expresa la presencia permanente del Apóstol en el magisterio de sus sucesores. El sillón de san Pedro, podemos decir, es el trono de la verdad, que tiene su origen en el mandato de Cristo después de la confesión en Cesarea de Filipo. La silla magisterial nos trae a la memoria de nuevo las palabras del Señor dirigidas a Pedro en el Cenáculo: «Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos» (Lc 22,32).
La Cátedra de Pedro evoca otro recuerdo: la celebra expresión de san Ignacio de Antioquia, que en su carta a los Romanos llama a la Iglesia de Roma «aquella que preside en la caridad» (Inscr.:PG 5, 801). En efecto, el presidir en la fe está inseparablemente unido al presidir en el amor. Una fe sin amor nunca será una fe cristiana autentica. Pero las palabras de san Ignacio tienen también otra connotación mucho más concreta. El término «caridad», en efecto, se utilizaba en la Iglesia de los orígenes para indicar también la Eucaristía. La Eucaristía es precisamente Sacramentum caritatis Christi, mediante el cual él continua a atraer a todos hacia sí, como lo hizo desde lo alto de la cruz (cf. Jn 12,32). Por tanto, «presidir en la caridad» significa atraer a los hombres en un abrazo eucarístico, el abrazo de Cristo, que supera toda barrera y toda exclusión, creando comunión entre las múltiples diferencias. El ministerio petrino, pues, es primado de amor en sentido eucarístico, es decir, solicitud por la comunión universal de la Iglesia en Cristo. Y la Eucaristía es forma y medida de esta comunión, y garantía de que ella se mantenga fiel al criterio de la tradición de la fe.
La gran Cátedra está apoyada sobre los Padres de la Iglesia. Los dos maestros de oriente, san Juan Crisóstomo y san Atanasio, junto con los latinos, san Ambrosio y san Agustín, representando la totalidad de la tradición y, por tanto, la riqueza de las expresiones de la verdadera fe en la santa y única Iglesia. Este elemento del altar nos dice que el amor se asienta sobre la fe. Y se resquebraja si el hombre ya no confía en Dios ni le obedece. Todo en la Iglesia se apoya sobre la fe: los sacramentos, la liturgia, la evangelización, la caridad. También el derecho, también la autoridad en la Iglesia se apoya sobre la fe. La Iglesia no se da a sí misma las reglas, el propio orden, sino que lo recibe de la Palabra de Dios, que escucha en la fe y trata de comprender y vivir. Los Padres de la Iglesia tienen en la comunidad eclesial la función de garantes de la fidelidad a la Sagrada Escritura. Ellos aseguran una exegesis fidedigna, sólida, capaz de formar con la Cátedra de Pedro un complejo estable y unitario. Las Sagradas Escrituras, interpretadas autorizadamente por el Magisterio a la luz de los Padres, iluminan el camino de la Iglesia en el tiempo, asegurándole un fundamento estable en medio a los cambios históricos.
Tras haber considerado los diversos elementos del altar de la Cátedra, dirijamos una mirada al conjunto. Y veamos cómo está atravesado por un doble movimiento: de ascensión y de descenso. Es la reciprocidad entre la fe y el amor. La Cátedra está puesta con gran realce en este lugar, porque aquí está la tumba del apóstol Pedro, pero también tiende hacia el amor de Dios. En efecto, la fe se orienta al amor. Una fe egoísta no es una fe verdadera. Quien cree en Jesucristo y entra en el dinamismo del amor que tiene su fuente en la Eucaristía, descubre la verdadera alegría y, a su vez, es capaz de vivir según la lógica de este don. La verdadera fe es iluminada por el amor y conduce al amor, hacia lo alto, del mismo modo que el altar de la Cátedra apunta hacia la ventana luminosa, la gloria del Espíritu Santo, que constituye el verdadero punto focal para la mirada del peregrino que atraviesa el umbral de la Basílica Vaticana. En esa ventana, la corona de los ángeles y los grandes rayos dorados dan una espléndido realce, con un sentido de plenitud desbordante, que expresa la riqueza de la comunión con Dios. Dios no es soledad, sino amor glorioso y gozoso, difusivo y luminoso.
Queridos hermanos y hermanas, a cada cristiano y a nosotros, se nos confía el don de este amor: un don que ha de ofrecer con el testimonio de nuestra vida. Esto es, en particular, vuestra tarea, venerados Hermanos Cardenales: dar testimonio de la alegría del amor de Cristo. Confiemos ahora vuestro nuevo servicio eclesial a la Virgen María, presente en la comunidad apostólica reunida en oración en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Que Ella, Madre del Verbo encarnado, proteja el camino de la Iglesia, sostenga con su intercesión la obra de los Pastores y acoja bajo su manto a todo el colegio cardenalicio. Amén.

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