CIUDAD DEL VATICANO, 22 de marzo de 2016 (VIS).- Acoger a los refugiados, como obra de misericordia, es para los
cristianos una forma tangible de vivir el Año Santo. Lo escribe el Arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización, en un artículo donde explica el
significado de la decisión del Papa FRANCISCO de celebrar el Jueves
Santo con los refugiados de un centro de acogida para los solicitantes
de asilo.
“Millones de refugiados están mostrando al mundo los verdaderos
rasgos de un nuevo éxodo que mueve masas de desesperados sin hogar ni
patria -escribe el Arzobispo- Huyen, sin querer hacerlo, bajo la presión
de la violencia gratuita, de la guerra inútil y de las dentelladas del
hambre, hacia metas que a menudo son el producto de la imaginación más
que de la realidad. Sin embargo, especialmente los países ricos de
Occidente, permanecen indiferentes a un drama impresionante por su
duración y por el número de personas involucradas... En su llamamiento
del pasado 6 de septiembre poco antes del Jubileo de la Misericordia, el
Papa durante el Ángelus dominical pidió que ante esta tragedia cada
parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de
Europa alojase a una familia, empezando por su diócesis de Roma. Un
pequeño gesto concreto para llamar la atención sobre un drama
internacional. Se puso en marcha un movimiento que ha llevado a expresar
tanta solidaridad,en silencio. Pero el tiempo pasa y el aldabonazo
inicial, por desgracia, parece haber disminuido, mientras que los
problemas persisten y se intensifican. Los primeros meses del Año Santo
de la Misericordia han sido testigos de una gran afluencia de personas
de todo el mundo, una clara señal de que los cristianos viven este
momento como una oportunidad para sentir la cercanía, la ternura y el
perdón de Dios”.
“Entre las siete obras de misericordia corporales está,con su valor
de provocación actual, la de la hospitalidad -recuerda Monseñor
Fisichella- Así, acoger a los refugiados se convierte para los
cristianos en una expresión tangible para vivir el Jubileo de la
Misericordia. Este año, el Papa FRANCISCO suele dar un viernes al mes un
testimonio concreto de estas obras. En diciembre abrió la Puerta Santa
del albergue "Don Luigi di Liegro" que cobija a las personas sin techo y
sirve comida todos los días. En enero, se acercó a los ancianos y
algunos pacientes en estado vegetativo, para que la gente entienda que
la "cultura del descarte" tiene poco que ver con la visión cristiana de
la vida. En febrero visitó una comunidad terapéutica para jóvenes
drogodependientes para infundirles esperanza en el futuro. El próximo
Jueves Santo, FRANCISCO irá a Castelnuovo di Porto para estar con los
jóvenes refugiados del Centro de Acogida de los solicitantes de asilo”.
“La visita estará acompañada por la celebración del rito del
lavatorio de los pies. El Papa se inclinará ante doce refugiados y les
lavará los pies como signo de servicio y de atención a su condición. En
la última audiencia jubilar del sábado, FRANCISCO comentó el gesto del
lavatorio de los pies, diciendo: "Al lavar los pies de los apóstoles,
Jesús quiso revelar cómo actúa Dios con nosotros y dar ejemplo de su
“mandamiento nuevo”, de amarnos los unos a los otros como El nos ha
amado, es decir, dando su vida por nosotros". Y especificó: "El amor es
el servicio concreto que nos hacemos unos a otros. El amor no son
palabras, son obras y servicio”.
“A la luz de estas consideraciones se comprende el valor simbólico
que FRANCISCO quiere imprimir a su visita al Cara di Castelnuovo di
Porto, y su inclinarse para lavar los pies de los refugiados. Nos quiere
decir – subraya el prelado- que es necesario prestar la debida
atención a los más débiles de este momento histórico; que todos estamos
llamados a restituirles su dignidad sin recurrir a subterfugios. Nos
hace mirar hacia la Pascua con los ojos de los que hacen de su fe una
vida vivida al servicio de los que llevan grabadas en su rostro las
marcas del sufrimiento y de la violencia. Muchos de estos jóvenes no son
católicos. El signo de FRANCISCO, por lo tanto, se vuelve aún más
elocuente. Señala la senda del respeto como el camino privilegiado para
la paz. El respeto, en su valor semántico, significa darse cuenta de que
hay otra persona a mi lado. Una persona que camina conmigo, que sufre
conmigo, que se alegra conmigo. Una persona en la que, un día, podré
apoyarme, para encontrar sostén. Lavando los pies de los refugiados,
FRANCISCO pide respeto para cada uno de ellos”.