Bangkok, TAILANDIA (Agencia Fides, 17/03/2016) – La fuga de miles de cristianos paquistaníes
que dejan su tierra natal en busca de refugio en Tailandia no se
detiene. Escapan de presiones, acoso, amenazas y represalias. Debido a
la ley de blasfemia vigente en Pakistán, todo tipo de abuso se pueden
convertir en pena de muerte.
“Como el viaje cuesta poco y es fácil recibir el visado de turista,
muchos pakistaníes llegan a Tailandia, pero pronto su sueño de paz se
desvanece”, dice a Fides una fuente local que ha pedido el anonimato por
razones de seguridad. Tailandia es uno de los países que no firmó la
Convención sobre los Refugiados de 1951 ni el posterior Protocolo de
1967. Así que los que lleguen al país y comienza el camino burocrático
complejo en las oficinas del ACNUR, muy pronto se ven privados de
derechos y protección. La visa de turista caduca en un mes y se necesita
dinero para extenderla más tiempo y los procedimientos previstos para
los solicitantes de asilo puede tomar de 3 a 5 años.
“En este punto, el refugiado, que oficialmente no es tal, se convierte
en un ilegal y un criminal - continúa nuestra fuente -. No puede tener
un trabajo legal y no tiene derecho a la asistencia sanitaria. Se ve
obligado a situaciones de clandestinidad, siendo víctima frecuentemente
de tráficos oscuros y de trabajos serviles. Las Ong que trabajan en este
sector están en contacto con muchos paquistaníes encarcelados acusados
de delitos comunes. Las mujeres y los niños son encarcelados sin
distinción. Las parroquias, la gente común, algunas organizaciones, les
ayudan como pueden, violando de alguna manera las disposiciones de la
policía”.