CIUDAD DEL VATICANO, 28 de marzo de 2016 (VIS).- “En este Lunes después de Pascua... nos detenemos ante la tumba vacía
de Jesús y meditamos con estupor y gratitud el gran misterio de la
resurrección del Señor. La vida ha vencido a la muerte. ¡La misericordia
y el amor han vencido al pecado!”, ha dicho el Papa FRANCISCO a los fieles
reunidos esta mañana en la Plaza de San Pedro para rezar el Regina
Coeli, la oración que sustituye al Ángelus en el tiempo pascual.
La verdad de la resurrección, explicó el Pontífice, marcó de forma
indeleble la vida de los Apóstoles que, después de ella “sintieron de
nuevo la necesidad de seguir a su Maestro y, tras recibir al Espíritu
Santo, fueron sin miedo a anunciar a todos cuanto habían visto con sus
ojos y experimentado personalmente”.
“En este Año jubilar -prosiguió- estamos llamados a redescubrir y a
acoger con una intensidad particular el consolador anuncio de la
resurrección: ‘Cristo, mi esperanza ha resucitado'. Si Cristo ha
resucitado, podemos mirar con ojos y corazón nuevos todo evento de
nuestra vida, incluso los más negativos. Los momentos de oscuridad, de
fracaso y también de pecado pueden transformarse y anunciar un camino
nuevo. Cuando tocamos el fondo de nuestra miseria y de nuestra
debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para volvernos a
levantar”.
“María fue testigo silenciosa de los eventos de la pasión y de la
resurrección de Jesús. Estuvo de pie al lado de la cruz, no se doblegó
al dolor, sino que su fe la fortaleció. En su corazón desgarrado de
madre permaneció siempre encendida la llama de la esperanza. …!Que la
Virgen María -exclamó el Santo Padre -nos de la certeza de fe, de que
cada sufrido paso de nuestro camino, iluminado por la luz de la Pascua,
se convertirá en bendición y alegría para nosotros y para los demás, en
especial para los que sufren a causa del egoísmo y de la indiferencia!”.
Después del Regina Coeli el Papa recordó el execrable atentado
ocurrido ayer en un parque de Lahore (Pakistán) en el que perecieron más
de setenta personas, en su mayoría niños y mujeres de la minoría
cristiana, que celebraban la Pascua.
“Deseo manifestar mi cercanía a cuantos han sido golpeados por este
crimen vil e insensato -dijo- e invito a rezar al Señor por las
numerosas víctimas y por sus seres queridos. Hago un llamamiento a las
Autoridades civiles y a todos los componentes sociales de esa nación,
para que lleven a cabo todos los esfuerzos para devolver seguridad y
serenidad a la población y, de modo especial, a las minorías religiosas
más vulnerables. Repito una vez más que la violencia y el odio homicida
conducen solamente al dolor y a la destrucción; el respeto y la
fraternidad son el único camino para llegar a la paz. Que la Pascua del
Señor suscite en nosotros, de manera aún más fuerte, la oración a Dios
para que se detengan las manos de los violentos, que siembran terror y
muerte, y para que en el mundo reinen el amor, la justicia y la
reconciliación”.