CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 11 de enero de 2017).- El Papa FRANCISCO ha proseguido en la Audiencia General de hoy,
celebrada a las 10.00 horas en el Aula Pablo VI del Vaticano, el ciclo de catequesis dedicado a la
esperanza cristiana, afrontando esta vez la cuestión de los “falsos
ídolos” que generan falsas esperanzas.
“En el mes de diciembre y en la primera parte de enero –recordó–
hemos celebrado el tiempo de Adviento y luego el de Navidad: un período
del año litúrgico que despierta la esperanza en el pueblo de Dios. La
esperanza es una necesidad humana básica: esperar en el futuro, creer en
la vida, el llamado "pensamiento positivo".
“Pero es importante –advirtió– que esta esperanza se ponga en lo que
realmente puede ayudar a vivir y dar un sentido a nuestra existencia.
Esta es la razón por la cual la Escritura nos alerta de las falsas
esperanzas de que el mundo nos presenta, desenmascarando su inutilidad
y mostrándonos su insensatez. Y lo hace de muchas maneras, pero sobre
todo denunciando la falsedad de los ídolos en los que el ser humano
está continuamente tentado de poner su confianza, convirtiéndolos en
objeto de su esperanza”.
Especialmente los profetas y sabios insisten en esto, tocando un
punto neurálgico del camino de la fe del creyente. “Porque la fe es
fiarse de Dios –el que tiene fe se fía de Dios– pero llega el momento
en que el ser humano, al enfrentarse con las dificultades de la vida
experimenta la fragilidad de esa confianza y siente la necesidad de
certezas diferentes, de seguridades tangibles, concretas. Yo confío en
Dios, pero la situación está algo fea y necesito una certeza algo más
concreta. ¡Y allí está el peligro! Entonces nos vemos tentados
de buscar consuelos también efímeros, que parecen llenar el vacío de la
soledad y aliviar la fatiga del creer. Y pensamos encontrarlas en la
seguridad que puede dar, por ejemplo, el dinero el dinero, la alianza
con los poderosos, la mundanidad, las falsas ideologías. A veces las
buscamos en un Dios que puede doblegarse a nuestras peticiones e
interevenir mágicamente para cambiar la realidad y hacerla como
queremos; es decir, en un ídolo, que como tal no puede hacer nada,
impotente y engañoso”.
“Pero a nosotros nos gustan tanto los ídolos”, observó el Papa que
contó después cómo una vez en Buenos Aires al pasar por un parque vio
tantas mesitas ante las que la gente hacía cola para que los adivinos
les echasen las cartas o les leyeran la mano. “Era siempre la misma
solfa –dijo– :hay una mujer en tu vida, una sombra que se aproxima, pero
todo saldrá bien.. Y luego había que pagar ¡Y esto es lo que da
seguridad! La seguridad, permitid que lo diga, de una estupidez. Ir a
los adivinos que leen las cartas: eso es un ídolo. Y cuando estamos tan
apegados a los ídolos compramos falsas esperanzas, mientras que de la
esperanza de la gratuidad, la que nos trajo Jesucristo, gratuitamente,
dando la vida por nosotros, de esa, a veces, no nos fiamos tanto”.
FRANCISCO citó aquí el Salmo 115 que describe muy bien la falsedad de
los ídolos en los que los hombres de todas las épocas se han visto
tentados a confiar depositando en ellos su esperanza:
“Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre/ Tienen boca y no hablan/tienen ojos y no ven/
Tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen/Tienen manos y no
palpan/tienen pies y no caminan/ ni un solo susurro en su garganta/Como
ellos serán los que los hacen/ cuantos en ellos ponen su confianza/.
“El salmista –continuó– nos presenta, también de manera algo
irónica, la realidad absolutamente efímera de estos ídolos. Y hay que
entender que no se trata solo de figuras hechas de metal o de otro
material, sino también de nuestras construcciones mentales cuando nos
fiamos de realidades limitadas que transformamos en absolutas, o cuando
reducimos a Dios a nuestros esquemas y a nuestras ideas de la divinidad;
un dios que se parece a nosotros, comprensible y predecible, igual que
los ídolos mencionados en el Salmo. El hombre, imagen de Dios, se
fabrica un dios a su imagen, y es también una imagen mal hecha: no oye,
no actúa, y sobre todo no puede hablar. Pero nosotros estamos más
contentos cuando vamos ante los ídolos que cuando nos ponemos ante el
Señor. Muchas veces estamos más contentos de la esperanza efímera que da
un ídolo falso que de la gran esperanza segura que nos da el Señor”.
Así, a la esperanza de “un Señor de la vida que, con su palabra ha
creado el mundo y conduce nuestras vidas, se contrapone la confianza en
simulacros mudos. Las ideologías con sus pretensiones de absoluto, la
riqueza, que es un gran ídolo, el poder y el éxito, la
vanidad, con su ilusión de eternidad y omnipotencia. Valores como la
belleza física y la salud, cuando se convierten en ídolos falsos que
sacrificar todo, son realidades que confunden la mente y el corazón, y
en vez de favorecer la vida llevan a la muerte. Es muy feo y duele el
alma cuando se escucha lo que hace años escuché en la diócesis de Buenos
Aires: una buena mujer, muy guapa, que se vanagloriaba de su belleza,
comentaba como si fuera natural: “Eh, sí, he tenido que abortar porque
mi tipo es muy importante”. Estos son los ídolos y te llevan por el
camino equivocado y no te aportan felicidad”.
El mensaje del Salmo es muy claro: si ponemos nuestra esperanza en
los ídolos, nos hacemos como ellos. “Imágenes huecas con manos que no
tocan, pies que no caminan, bocas que no pueden hablar. Ya no se tiene
nada que decir, nos volvemos incapaces de ayudar, de cambiar las
cosas. De sonreír, de entregarse, de amar .Y también nosotros, hombres
de la Iglesia, corremos este riesgo cuando nos mundanizamos –subrayó el
Pontífice- Hay que estar en el mundo pero defenderse de sus ilusiones,
que son los ídolos de los que he hablado”.
El Salmo 115 continúa reafirmando la necesidad de confiar y esperar en Dios porque él te bendecirá:
"Israel, confía en el Señor [...] Casa de Aaarón, confía en el Señor
[...] Los que teméis al Señor, confíad en el Señor [...] El Señor se
acuerda de nosotros, él bendecirá’’.”El Señor se acuerda siempre
–reiteró– Incluso en los peores momentos se acuerda de nosotros. Esta es
nuestra esperanza. Y la esperanza no defrauda. Jamás. Los ídolos
defraudan siempre: son fantasías, no son realidades”.
“¡Esta es la maravillosa realidad de la esperanza! –exclamó el
Santo Padre– confiando en el Señor, nos hacemos como Él, su bendición
nos transforma en hijos suyos que comparten su vida. La esperanza en
Dios nos hace entrar, por así decirlo, en el radio de acción de su
memoria.. que nos bendice y nos salva. Y entonces puede brotar el
aleluya, la alabanza al Dios vivo y verdadero, que para nosotros nació
de María, murió en la cruz y resucitó en la gloria.Y en este Dios
tenemos esperanza y este Dios –que no es un ídolo– no defrauda nunca”.