CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 13 de enero de 2017).- Esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el
Santo Padre FRANCISCO ha recibido en Audiencia a los dirigentes, funcionarios y
agentes del Inspectorado de Seguridad Pública en el Vaticano con motivo
del tradicional intercambio de felicitaciones para el nuevo año.
En el discurso que les dirigió, FRANCISCO expresó a todos y cada uno
de ellos su agradecimiento y su gratitud por el generoso servicio que
prestan, que no está exento de dificultades ni de peligros. “Sé que
correis riesgos –dijo– Vosotros sois, de alguna manera, los "ángeles de
la guarda" de la Plaza de San Pedro. Todos los días, vigiláis este
peculiar centro de la cristiandad y otros lugares pertinentes del
Vaticano, con gran esmero, profesionalismo y sentido del deber. Y,
especialmente en los últimos tiempos, habéis demostrado vuestra
capacidad y vuestro valor para afrontar los muchos y diferentes
desafíos y peligros, comprometiéndoos con generosidad en la prevención
de delitos. Así habéis hecho seguro el acceso de los peregrinos en la
basílica, al igual que sus encuentros con el Sucesor de Pedro. Por todo
esto os doy las gracias. Os doy las gracias: no son solamente palabras,
os lo agradezco de todo corazón: ¡gracias! Sé de la dificultad de
vuestro trabajo y de los sacrificios que enfrentáis todos los días.
Sabed que os aprecio mucho y pienso a menudo con sincero agradecimiento
en vosotros y en vuestra preciosa obra”.
“El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, un evento de gran
significado espiritual, ha visto en los últimos meses muchos
peregrinos llegados a Roma de todos los rincones del mundo –prosiguió–
También vosotros habéis sido llamados a trabajar todavía más , para
garantizar que las celebraciones y los eventos relacionados con el
Jubileo se desarrollasen con seguridad y serenidad. El orden exterior,
del que os habéis ocupado con gran diligencia, atención cuidadosa y
constante disponibilidad, ha contribuido así a fomentar el orden
interior de los peregrinos, en busca de paz en el encuentro con la
misericordia del Señor”.
El Papa recordó que Navidad había terminado hace poco el tiempo de
Navidad, en el que “miramos hacia Belén, a aquella tierra y aquella
familia que se convirtieron en la morada de Jesús. La Navidad nos ha
empujado a medirnos una vez más –dijo– con el abajamiento del hijo de
Dios, que ha querido hacerse como nosotros en todo, menos en el pecado,
para que comprendiéramos el amor con que nos amó y nos ama. Este amor
inconmensurable es una invitación constante a convertirnos a la
acogida,a la solidaridad y al perdón hacia nuestros hermanos. Así
podremos experimentar dentro de nosotros esa paz que los ángeles en
Belén anunciaron a los hombres de buena voluntad”.
El Santo Padre se despidió pidiendo que el Señor protegiera a los
presentes y encomendándolos a la Virgen María, además de reiterar su
agradecimiento por la tenacidad y la fidelidad con que desempeñaban su
trabajo. “Os ruego –concluyó– que recéis por mí y os imparto de todo
corazón la bendición apostólica”.