CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 14 de enero de 2017).- El Santo Padre FRANCISCO ha recibido a última hora de la mañana en la Sala
Clementina del Palacio Vaticano a una delegación de la Global Foundation, la organización
creada en Australia hace una veintena de años para enfrentar los
desafíos y las oportunidades que presentaba un mundo emergente,
aportando talentos colectivos y de influyentes figuras mundiales a
través de la creación de un ente sin fines de lucro centrado en servir a
largo plazo el bien público, respaldado por el sector privado y
patrocinadores filantrópicos y con una amplia base de miembros .
Sigue el discurso dirigido por el Papa a los representantes de la Global Foundation
Me complace estar con vosotros en esta nueva edición de la "Mesa redonda" en Roma de la Global Foundation, en que os habéis reunídos inspirados en el lema de la fundación misma - "Nos esforzamos juntos por el bien común mundial" ( "Together we strive for the global common good")
- para identificar las formas adecuadas, capaces de conducir a una
globalización" cooperativa " es decir positiva, opuesta a la
globalización de la indiferencia. El fin es asegurar que la comunidad
mundial, formada por las instituciones, las empresas y los
representantes de la sociedad civil, cumpla efectivamente los objetivos
y las obligaciones internacionales declaradas y asumidas solemnemente
como, por ejemplo, las de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y
los Objetivos de desarrollo sostenible.
En primer lugar quisiera reiterar que es inaceptable, porque es
inhumano, un sistema económico mundial que descarta a hombres, mujeres
y niños, por el hecho de que no parezcan útiles según los criterios de
rentabilidad de las empresas u otras organizaciones. Precisamente este
descartar a las personas comporta la regresión y la deshumanización de
cualquier sistema político y económico: los que causan o permiten el
descarte de los demás - los refugiados, los niños abusados o esclavos,
los pobres que mueren en la calle cuando hace frío – se convierten en
máquinas sin alma, aceptando implícitamente el principio de que ellos,
también, tarde o temprano, serán descartados , -esto es un boomerang,
pero es verdad -cuando ya no sean útiles a una sociedad que ha puesto
en el centro al dios dinero.
En 1991, San Juan Pablo II, frente a la caída de los sistemas
políticos opresivos y a la integración gradual de los mercados que ahora
habitualmente llamamos globalización, advertía del riesgo de
propagación de la ideología capitalista. Esta habría llevado aparejada
la poca o nula consideración por los fenómenos de la marginación, de la
explotación y de la alienación humana, haciendo caso omiso de las
multitudes que siguen viviendo en la pobreza material y moral, y
confiando ciegamente la solución únicamente al libre desarrollo de las
fuerzas del mercado . Mi predecesor, preguntándose si tal sistema
económico era el modelo a proponer a los que estaban buscando el camino
del verdadero progreso económico y social, llegó a una respuesta
claramente negativa. Este no es el camino (cf. Centesimus annus, 42).
Por desgracia, los riesgos descritos por San Juan Pablo II se han
verificado ampliamente .Sin embargo, al mismo tiempo, se han puesto en
marcha y en práctica tantos esfuerzos de individuos e instituciones para
remediar los males producidos por la globalización irresponsable. La
Madre Teresa de Calcuta, a quien tuve la alegría de proclamar santa hace
unos meses y que es un símbolo y un icono de nuestro tiempo, de alguna
manera representa y resume estos esfuerzos. Ella se inclinó sobre las
personas moribundas, abandonadas a su suerte en el borde de la
carretera, reconociendo en cada uno de ellos la dignidad dada por Dios.
Acogió cada vida humana, la no nacida y la abandonada y descartada, e
hizo oír su voz a los poderosos de la tierra para que reconocieran los
crímenes de la pobreza creada por ellos mismos (cf. Homilía para la
canonización de la Madre Teresa de Calcuta 4 de septiembre de 2016).
Esta es la primera actitud que puede conducir a una globalización
solidaria y cooperativa. Es necesario, en primer lugar, que cada uno,
personalmente, no sea indiferente a las heridas de los pobres, sino que
aprenda a “com-padecer” con los que sufren por la persecución, la
soledad, el desplazamiento forzado o la separación de sus familias; con
aquellos que no tienen acceso a los cuidados sanitarios; con los que
padecen a causa del hambre, del frío o del calor.
Esta compasión llevará a los operadores económicos y políticos a
utilizar su inteligencia y sus recursos no sólo para controlar y
monitorear los efectos de la globalización, sino también para ayudar a
los responsables de los diversos ámbitos políticos - regionales,
nacionales e internacionales - a corregir la orientación cada vez que
sea necesario. La política y la economía, de hecho, deberían incluir el
ejercicio de la virtud de la prudencia.
La Iglesia tiene siempre confianza, porque conoce el gran potencial
de la inteligencia humana que se deja ayudar y guiar por Dios y también
la buena voluntad de los pequeños y los grandes, de los ricos y los
pobres, de los empresarios y los trabajadores. Por lo tanto os animo a
continuar vuestros esfuerzos, siempre guiados por la Doctrina Social de
la Iglesia, promoviendo una globalización cooperativa junto con todos
los actores involucrados - la sociedad civil, los gobiernos, los
organismos internacionales, las comunidades académicas y científicas y
otros – y os deseo tantos éxitos en vuestro trabajo.
Os agradezco vuestra atención y os aseguro mi oración; y os pido que
llevéis mis saludos personales, junto con mi bendición, a vuestra
familias y a vuestros colaboradores. Gracias.