Manila, FILIPINAS (Agencia Fides, 05/01/2017) - “Son más de 6.000 los muertos, todos presuntos
traficantes de marihuana u otras drogas, y 1.000 asesinados solamente
sobre la base de una sospecha, en el último mes. Para algunos puede ser
un gran éxito: se trata de una pena de muerte de 'facto', sin necesidad
de una ley sobre la pena capital o de largos procesos en los tribunales.
La eliminación de presuntos delincuentes con la ejecución es mucho más
eficaz, según los partidarios de esta política. En todo esto hay algo
siniestro y cruel” así lo dice a la Agencia Fides el p. Shay Cullen,
misionero irlandés en las Filipinas, fundador y director de la
“Fundación Preda”, que se ocupa de muchas obras sociales en favor de los
niños abandonados, las mujeres explotadas, los drogadictos.
El misionero señala con preocupación que “este fenómeno, ampliamente
denunciado por las organizaciones no gubernamentales en los últimos
meses, no parece detenerse de ningún modo, o más bien parece que cuenta
con la abrumadora aprobación del 76% de los filipinos”.
El padre Cullen observa que mientras que “el Parlamento podría aprobar
la restauración de la pena de muerte, a pesar de todos los argumentos en
contra de esta práctica: no disuade a la delincuencia, mata a inocentes
y sospechosos, y además la mayoría de los cuales son pobres que no
pueden pagarse un abogado; es cruel y priva al acusado de la posibilidad
de redención; va contra el valor sagrado de la vida y de la dignidad de
la persona humana”.
Pero esto sería “una forma legal para suprimir un condenado”, añade. En
su lugar las “ejecuciones sumarias son más rápidas y apresuradas”.
“Matar a mil personas al mes, como se hace ahora, está lejos de ser un
hecho que hay que infravalorar. Se trata de la pena de muerte más cruel
jamás vista, que se practica todos los días. Es un crimen monstruoso
para contrarrestar a los pequeños traficantes. Los sospechosos no tienen
la oportunidad de defenderse de sus acusadores, como es su derecho
constitucional. Estos derechos han sido suspendidos y el reto ahora es
restaurarlos. Es necesario pedir un 'alto el fuego' en esta violencia
que está costando muchas vidas, y que va en contra del estado de
derecho”, concluye el p. Cullen.