sábado, 1 de abril de 2017

FRANCISCO: Audiencias Generales de marzo 2017 [29, 22, 15 y 1°]

AUDIENCIAS GENERALES DEL PAPA FRANCISCO
MARZO 2017


Plaza de San Pedro
Miércoles 29 de marzo de 2017


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El pasaje de la Carta de san Pablo a los Romanos que acabamos de escuchar nos hace un gran regalo. De hecho, estamos acostumbrados a reconocer en Abraham nuestro padre en la fe; hoy el apóstol nos hace comprender que Abraham es para nosotros padre en la esperanza, no solo padre de la fe, sino padre en la esperanza. Esto porque en su situación podemos ya acoger un anuncio de la Resurrección, de la vida nueva que vence al mal y a la misma muerte.


En el texto se dice que Abraham creyó en el Dios que «da vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean» (Romanos 4, 17); y después se precisa: «No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor y el seno de Sara igualmente estéril» (Romanos 4, 19). Esta es la experiencia que estamos llamados a vivir también nosotros. El Dios que se revela a Abraham es el Dios que salva, el Dios que hace salir de la desesperación y de la muerte, el Dios que llama a la vida. En la historia de Abraham todo se convierte en un himno al Dios que libera y regenera, todo se convierte en profecía. Y se convierte por nosotros, para nosotros que ahora reconocemos y celebramos el cumplimiento de todo esto en el misterio de la Pascua. Dios de hecho «resucitó de entre los muertos a Jesús» (Romanos 4, 24), para que también nosotros podamos pasar en Él de la muerte a la vida. Y realmente entonces Abraham bien puede llamarse «padre de muchos pueblos», pues resplandece como anuncio de humanidad nueva —¡nosotros!—, rescatada por Cristo del pecado y de la muerte e introducida una vez para siempre en el abrazo del amor de Dios.


En este punto, Pablo nos ayuda a focalizar la estrecha unión entre la fe y la esperanza. Él de hecho afirma que Abraham «esperando contra toda esperanza, creyó» (Romanos 4, 18). Nuestra esperanza no se sostiene en razonamientos, previsiones y garantías humanas; y se manifiesta allí donde no hay más esperanza, donde no hay nada más en lo que esperar, precisamente como sucede para Abraham, frente a su muerte inminente y a la esterilidad de su mujer Sara. Se acerca el final para ellos, no podía tener hijos, y en esa situación, Abraham creyó y tuvo esperanza contra toda esperanza. ¡Y esto es grande! La gran esperanza está enraizada en la fe, y precisamente por esto es capaz de ir más allá de toda esperanza. Sí, porque no se funda en nuestra palabra, sino sobre la Palabra de Dios. También en este sentido, entonces, estamos llamados a seguir el ejemplo de Abraham, el cual, aun frente a la evidencia de una realidad que parece destinada a la muerte, se fía de Dios, «con pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido» (Romanos 4, 21). Me gustaría haceros una pregunta: ¿nosotros, todos nosotros, estamos convencidos de esto? ¿Estamos convencidos de que Dios nos quiere y que todo eso que nos ha prometido está dispuesto a cumplirlo? Pero padre, ¿cuánto debemos pagar por esto? Solo hay un precio: “abrir el corazón”. Abrid vuestros corazones y esta fuerza de Dios os llevará adelante, hará cosas milagrosas y os enseñará qué es la esperanza. Este es el único precio: abrir el corazón a la fe y Él hará el resto.


Esta es la paradoja y al mismo tiempo ¡el elemento más fuerte, más alto de nuestra esperanza! Una esperanza fundada en la promesa que desde el punto de vista humano parece incierta e imprevisible, pero que no desaparece ni siquiera ante la muerte, cuando quien promete es el Dios de la Resurrección y de la vida. ¡Esto no lo promete uno cualquiera! Quien promete es el Dios de la Resurrección y de la vida.


Queridos hermanos y hermanas, pidamos hoy al Señor la gracia de permanecer firmes no tanto en nuestras seguridades, nuestras capacidades, sino en la esperanza que brota de la promesa de Dios, como verdaderos hijos de Abraham. Cuando Dios promete, cumple lo que promete. Nunca falta a su palabra. Y entonces nuestra vida asumirá una luz nueva, en la conciencia de que Aquel que ha resucitado a su Hijo nos resucitará también a nosotros y nos hará realmente una sola cosa con Él, junto a todos nuestros hermanos en la fe. Todos nosotros creemos. Hoy estamos todos en la plaza, alabamos al Señor, cantaremos el Padrenuestro, después recibiremos la bendición... Pero esto pasa. Pero esta es también una promesa de esperanza. Si nosotros hoy tenemos el corazón abierto, os aseguro que todos nosotros nos encontraremos en la plaza del Cielo que no pasa nunca, para siempre. Esta es la promesa de Dios y esta es nuestra esperanza, si nosotros abrimos nuestros corazones. Gracias.




LLAMAMIENTO


Me alegra saludar a la delegación de superintendencia iraquí compuesta de representantes de distintos grupos religiosos, acompañada por su eminencia el cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. La riqueza de la querida nación iraquí está precisamente en este mosaico que representa la unidad en la diversidad, la fuerza en la unión, la prosperidad en la armonía. Queridos hermanos, os animo a ir adelante en este camino e invito a rezar para que Irak encuentre en la reconciliación y en la armonía entre sus diferentes componentes étnicas y religiosas, la paz, la unidad y la prosperidad. Mi pensamiento va a las poblaciones civiles atrapadas en los barrios occidentales de Mosul y los desplazados a causa de la guerra, a los cuales me siento unido en el sufrimiento, a través de la oración y la cercanía espiritual. En el expresar profundo dolor por las víctimas del sangriento conflicto, renuevo a todos el llamamiento a comprometerse con todas las fuerzas en la protección de los civiles, como obligación imperativa y urgente.
 

 Saludos:


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a la Virgen María que en este tiempo de cuaresma nos ayude a intensificar nuestra preparación espiritual para que la celebración del misterio pascual de Cristo renueve nuestra fe y nuestra esperanza. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
 

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Plaza de San Pedro
Miércoles 22 de marzo de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 
Desde hace algunas semanas, el apóstol Pablo nos está ayudando a comprender  mejor en qué consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era optimismo, era otra cosa. Y el apóstol nos ayuda a entenderlo.  Hoy  lo hace comparándola con dos actitudes muy importantes para nuestras vidas y nuestra experiencia de fe: " la perseverancia" y "la consolación" (vs. 4.5.). En el pasaje de la Carta a los Romanos, que acabamos de escuchar se mencionan dos veces: primero, en referencia a las Escrituras y después a  Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, mas verdadero? ¿Y cómo  arrojan luz sobre la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.

 
Podríamos definir  la perseverancia también como paciencia: es la capacidad de soportar,  de cargar sobre los hombros, so-portar, de permanecer fieles, incluso cuando parece que el peso se vuelva demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y  de abandonar todo y a todos. La consolación, en cambio, es  la gracia de  saber captar y mostrar  en cada situación, incluso en las más marcadas por la decepción y  el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora bien, San Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos las transmiten de una manera particular  las Escrituras (v. 4), es decir, la Biblia. 


Efectivamente,   la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos  a Él, a asemejarnos más y más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es verdaderamente  "el Dios de la perseverancia y de la consolación” (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir; es perseverante en el amor por nosotros, ¡no se cansa de amarnos¡ Es perseverante: siempre nos ama. Y nos cuida, cubriendo nuestras heridas con la caricia de su bondad y  de su misericordia, o sea, nos consuela. Tampoco se cansa de consolarnos.

 
Con esta perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del Apóstol: "Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar  las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado” (v. 1). Esta expresión "nosotros los fuertes" puede parecer presuntuosa, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así;  es todo lo contrario, porque nuestra fuerza no proviene de nosotros, sino del Señor. El que experimenta en sus vida el amor fiel de Dios y su consolación es capaz, todavía más, tiene el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacerse cargo de su fragilidad. Si estamos cerca del Señor, tendremos la fortaleza para estar cerca de los más débiles, de los más necesitados y consolarles y darles fuerzas. Esto es lo que significa.  Esto podemos  hacerlo sin  autocomplacencia, sino  sintiéndonos  sencillamente como un "canal" que transmite los dones del Señor; y así convertirnos concretamente,  en  "sembradores" de esperanza. Esto es lo que el Señor nos pide, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y de ser sembradores de esperanza. Y hoy hace falta sembrar esperanza, pero no es fácil.

 
El fruto de este estilo de vida no es una comunidad donde algunos son de "serie A", es decir, los fuertes, y otra de "serie B", es decir,  los débiles. El fruto, en cambio, es, como dice Pablo, "tener los unos con los otros  los mismos sentimientos, según Cristo Jesús" (v. 5). La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio mutuo. Porque incluso quien es "fuerte" antes o después  experimentará la fragilidad y necesitará la consolación de los demás; y viceversa, en la debilidad siempre se puede ofrecer una sonrisa o tender una mano al hermano en necesidad. Y  es una comunidad así que "unánime, a una voz glorifica a Dios" (cf. v. 6). Pero todo esto es posible si se ponen en el centro Cristo y su Palabra, porque Él es el “fuerte”. Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación. Él es el 'hermano fuerte' que cuida de todos nosotros:  de hecho, todos necesitamos que nos cargue sobre sus hombros el  Buen Pastor y sentirnos envueltos  por su mirada tierna y atenta.

 
Queridos amigos, nunca agradeceremos bastante a Dios el don de su Palabra, que está presente en las Escrituras. Ahí es donde el Padre de nuestro Señor Jesucristo  se revela como "el Dios de la perseverancia y de la consolación." Y ahí es donde nos damos cuenta de que  nuestra esperanza no se basa en nuestras capacidades ni en ​​nuestras fuerzas, sino en el sostén de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir en la fuerza y en la consolación de Dios. Gracias.


Saludos en las diversas lenguas


Saludos en francés

 
Me complace dar la bienvenida a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los responsables de la enseñanza católica de la diócesis de Pontoise, con el obispo Mons. Stanislas Lalanne, a los fieles de Bélgica y Francia, así como a la comunidad del Congo-Brazzaville de Italia.  Os invito a dar gracias a Dios por el don de su palabra, a ser cada vez más conscientes de que nuestra esperanza se basa en la fidelidad de su amor. ¡Dios os bendiga!

Saludos en inglés
 
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los procedentes de  Inglaterra, Dinamarca, Noruega y Estados Unidos de América. Espero que nuestra celebración de Cuaresma sea para vosotros  y vuestras familias un tiempo de gracia y de renovación espiritual, lleno de alegría y paz en el Señor Jesús.
 

Dirijo mi cordial saludo a los participantes en la Conferencia sobre el tema “Watershed: Replenishing Water Values for a Thirsty World” promovido por el Consejo Pontificio para la Cultura y por  el Capítulo Argentino del Club de Roma. Precisamente hoy se celebra el Día Mundial del Agua, establecido hace 25 años por las Naciones Unidas, mientras ayer era el Día Internacional de los Bosques. Estoy contento de este encuentro, que marca una nueva etapa de compromiso conjunto de varias instituciones para sensibilizar sobre la necesidad de proteger el agua como un bien común, evidenciando también su significado cultural y religioso. Aliento en particular vuestro esfuerzo  en el campo de la educación, con propuestas dirigidas a niños y jóvenes. ¡Gracias por todo lo que hacéis, y que Dios os bendiga!

Saludos en alemán
 

Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua alemana. Hace unos días celebramos la Solemnidad de San José, que es un modelo de esperanza y perseverancia. ¡Cuántas dificultades ha superado con la confianza en Dios! Así trasnmitió a la Sagrada Familia el consuelo de las promesas del Señor. Por su intercesión,  Dios nos conceda el don de la solidaridad y su bendición.
Saludos en español
 

San Pablo continúa ayudándonos a comprender mejor en qué consiste la esperanza cristiana. Hoy señala dos actitudes importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe. La perseverancia o paciencia es la capacidad de soportar, de permanecer fieles, sobre todo en medio de las situaciones adversas. Por otra parte, la otra actitud, la consolación es la gracia de saber acoger y mostrar en todo momento, especialmente en aquellos momentos marcados por el sufrimiento y la desilusión, la presencia y la acción compasiva de Dios que nunca nos abandona y permanece siempre fiel en su amor por nosotros.


Por eso el Apóstol afirma que somos fuertes, porque en la lógica del Evangelio nuestra fuerza no viene de nosotros sino del Señor, que nos concede experimentar su consolación y su amor fiel, y nos da la capacidad de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacernos cargo de su fragilidad.


La Palabra de Dios alimenta en nosotros la esperanza, que se traduce concretamente en servicio recíproco y en el compartir. Esto es posible sólo cuando en el centro está Cristo y su Palabra, porque él es el “hermano fuerte” que nos cuida y nos carga sobre sus hombros de “Buen Pastor”, tierno y solícito.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Agradezcamos al Señor el don de su Palabra y no olvidemos que nuestra esperanza  no depende de nuestras capacidades, sino de la ayuda de Dios y de la fidelidad de su Amor. Muchas gracias.

Saludos en portugués
 

Saludo a los peregrinos de lengua portuguesa de Fringe, de Brasil y Portugal. Queridos amigos, estamos  llamados a  estar siempre disponibles para los demás, con una sonrisa o una mano tendida a los que  están en  dificultades,  convirtiéndonos así en verdaderos sembradores de esperanza. ¡Dios os bendiga a todos!

Saludos en árabe
 

Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de  lengua árabe, especialmente a los de Egipto, Tierra Santa y Oriente Medio. La perseverancia se hace imposible si no se basa en la esperanza y el consuelo se vuelve engañoso si no se basa en la confianza en la presencia seguras y cercana  del Señor. La perseverancia y el consuelo son imposibles sin tener a  Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestra vida, de nuestra existencia  y de nuestra esperanza. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os  guarde del mal!

Saludos en polaco
 

Doy la bienvenida a los peregrinos polacos. La Cuaresma nos llama a la conversión y a la penitencia; nos  indica el ayuno, la oración y la limosna como un camino de transformación; Nos anima a un examen de conciencia con el humilde reconocimiento de  la culpa y la confesión de los pecados. "Aprended – como decía  San Juan Pablo  II -  a llamar blanco al blanco y negro al negro, mal al  mal, y bien al  bien. Aprended a llamar al pecado pecado, y no  lo llaméis liberación y  progreso "(A los estudiantes universitarios, 03/26/1981). Llenos de confianza en el poder de la Palabra de Dios, abramos nuestros corazones al don de su misericordia y de  su perdón. Alabado sea Jesucristo.


Saludos en italiano
 
Queridos peregrinos de lengua italiana, ¡bienvenidos!
Saludo a los participantes en el encuentro de directores de Migrantes y los animo a continuar sus esfuerzos para la acogida y la hospitalidad de los prófugos y  de los refugiados, facilitando su integración, teniendo en cuenta los derechos y obligaciones mutuas del que acoge y del que es acogido.
Saludo a los niños con síndrome de  Down de  la diócesis de Ascoli Piceno y a los trabajadores del Sindicato Costero Italiano, a los del grupo Fruit Imprese y a los de la Accenture Services.

 
Un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El próximo sábado celebraremos la solemnidad de la Anunciación del Señor a Virgen María. Queridos jóvenes, sabed escuchad  la voluntad de Dios como María. Queridos enfermos, no os desaniméis  en los momentos más difíciles, sabiendo que el Señor no da un cruz superior a nuestras fuerzas. Y vosotros, queridos recién casados, construid vuestras vida matrimonial sobre la roca sólida de la Palabra de Dios.


Llamamiento del Santo Padre
 
Invito a todas las comunidades a vivir con fe la cita  del 23 y  del 24 de marzo, para redescubrir el sacramento de la reconciliación: "24 horas para el Señor." Espero que  también este año ese momento privilegiado de  gracia del camino cuaresmal se viva en muchas iglesias para experimentar el  encuentro gozoso con la misericordia del Padre, que acoge y perdona a todos.



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Plaza de San Pedro
Miércoles 15 de marzo de 2017


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
 
Sabemos que el gran mandamiento que nos dejó el Señor Jesús es amar: amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Mt 22.37 – 39), es decir, estamos llamados al amor, a la caridad:  Esta es nuestra vocación  más alta, nuestra vocación por excelencia; y a ella está también vinculada  la alegría de la esperanza cristiana. El que ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor.

 
El apóstol Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos, que acabamos de escuchar nos advierte: existe el peligro de que nuestra caridad sea hipócrita, de que nuestro amor sea hipócrita.  Debemos preguntarnos entonces: ¿Cuándo somos hipócritas?  Y ¿cómo podemos estar seguros de que nuestro amor sea sincero, de que nuestra caridad sea auténtica? De no fingir que hacemos caridad o de que nuestro amor no sea una telenovela: amor sincero, fuerte…

 
La hipocresía puede insinuarse en cualquier lugar, incluso en nuestra forma de amar. Sucede cuando el nuestro es un amor interesado, movido  por intereses personales;¡Y cuántos amores son interesados!... cuando los servicios caritativos en los que parece que nos prodigamos los hacemos para lucirnos o para sentirnos satisfechos: ¡Pero que bueno soy! ,¡No, eso es hipocresía! o cuando apuntamos a cosas que  tienen "visibilidad" para desplegar nuestra inteligencia o nuestras capacidades. Detrás de todo esto hay una idea falsa, engañosa; es decir, si amamos, es porque somos buenos; como si la caridad fuera una creación del hombre, un producto de nuestro corazón. La  caridad, en cambio, es ante todo una gracia, un regalo; poder amar es un don de Dios y tenemos que pedirlo. Y Él nos lo concede de buen grado, si se lo pedimos. La caridad es una gracia: no se trata de revelar lo que somos, sino aquello que el Señor nos da y que nosotros acogemos libremente; y no se puede expresar en el encuentro con los demás si primero no nace del encuentro con el rostro suave y misericordioso de Jesús.
 
Pablo nos invita a reconocer que somos pecadores y que también nuestra forma de amar está marcada por el pecado. Al mismo tiempo, sin embargo, se hace  portador de un anuncio nuevo, un anuncio de esperanza: el Señor abre ante nosotros un camino de liberación, un camino de salvación. Es la oportunidad de que también nosotros vivamo el gran mandamiento del amor, de convertirnos en instrumentos de la caridad de Dios. Y esto pasa cuando  dejamo que Cristo resucitado cure y renueve nuestro corazón. El Señor resucitado que vive entre nosotros, que vive con nosotros, es capaz de curar nuestro corazón: lo hace si se lo pedimos. Es Él quien nos permite, a pesar de nuestra pequeñez y de nuestra pobreza, experimentar la compasión del Padre y  celebrar las maravillas de su amor. Se entiende entonces que todo lo que podemos vivir y hacer por los hermanos no es más que una respuesta a lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros. De hecho, es Dios mismo quien, tomando morada en nuestros corazones y en nuestras vidas, sigue acercándose y  sirviendo a todos los que encontramos día tras día en nuestro camino, empezando por los últimos y los más necesitados en los que Él mismo se identifica en primer lugar.
 
El apóstol Pablo, pues, con estas palabras no desea tanto reprocharnos, sino más bien  animarnos y reavivar en nosotros la esperanza. De hecho, todos tenemos la experiencia de no vivir plenamente  o como deberíamos el mandamiento del amor. Pero incluso esto es una gracia, porque hace que nos demos  cuenta de que nosotros mismos no somos capaces de amar de verdad: necesitamos que el Señor renueve continuamente este don en nuestros corazones, a través de la experiencia de su infinita misericordia. Y entonces, sí que volveremos  a apreciar las cosas pequeñas, las cosas simples, ordinarias; volveremos a apreciar estas pequeñas cosas de cada día y  seremos capaces de amar a los demás como Dios los ama, queriendo su bien, es decir, que sean santos, amigos de Dios; y estaremos contentos de tener la oportunidad de acercarnos al que es  pobre y humilde, como Jesús hace  con cada uno de nosotros cuando estamos lejos de Él, de arrodillarnos a los pies de los hermanos, como Él, el Buen Samaritano, hace con cada uno de nosotros, con su compasión y su perdón.
 
Queridos hermanos, esto  que  el apóstol Pablo nos ha recordado es el secreto para estar –uso sus palabras- "con alegría en la esperanza", (Romanos 12:12), con alegría en la esperanza. La alegría de la esperanza  porque sabemos que en todas las circunstancias, incluso las más adversas, y también en medio de nuestros propios fracasos, el amor de Dios nunca falla. Y entonces, con el corazón visitado y habitado por su gracia y su verdad, vivimos con la alegre esperanza de contracambiar con los hermanos, por lo poco que podamos, todo lo que recibimos cada día de Él. Gracias.


Saludos en lengua francesa


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, especialmente  a la asociación Recorridos de  Humanidad  con Mons. Jean Luc Brunin, Obispo de Le Havre. Estad llenos de esperanza en vuestro camino cuaresmal, seguros de  que, incluso  en nuestros fracasos, el amor de Dios es más fuerte y nos da la oportunidad de renovar nuestro corazón para estar a su servicio y al servicio de nuestros hermanos. ¡Dios os bendiga!


Saludos en lengua inglesa


Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los procedentes de  Inglaterra, Suecia, Canadá y  Estados Unidos de América. Dirijo un saludo particular a los numerosos grupos de jóvenes estudiantes aquí presentes. Con fervientes deseos de que esta Cuaresma sea para vosotros y para vuestras familias un tiempo de gracia y de renovación espiritual, invoco sobre todos vosotros  la alegría y la paz del Señor Jesús. ¡Dios os bendiga!


Saludos en lengua alemana


Saludo con afecto a los peregrinos procedentes  de los países de lengua  alemana y de los Países Bajos. Una bienvenida especial al grupo Cäcilienverband de la diócesis de Rottemburgo-Stuttgart, acompañado por Mons. Johannes Kreidler. ¡Que plasmados por la gracia del Señor y llenos de esperanza divina podamos contracambiar con los hermanos el amor que Dios nos da cada día!

Buena estancia en Roma y  buena Cuaresma.


Saludos en lengua española


Queridos hermanos y hermanas:


En la Catequesis de hoy, san Pablo nos recuerda que el secreto para mantenernos alegres en la esperanza es reavivar en nuestros corazones el amor de Dios.


Todos somos pecadores, pero el Señor, que es rico en misericordia, abre ante nosotros una vía de libertad y de salvación, que es la posibilidad de vivir el mandamiento del amor, dejándonos guiar por el corazón de Jesús Resucitado.


Vivir y actuar el mandamiento del amor es un don de la gracia de Dios; por eso, cuando 
amamos, hay que evitar caer en la hipocresía de buscar nuestros propios intereses, y también en la idea falsa de pensar que si amamos es sólo mérito nuestro.


La auténtica caridad nace del encuentro personal con el rostro misericordioso de Jesús, y nos lleva al encuentro sincero con los hermanos. Sólo de esta forma podremos mantenernos alegres en la esperanza, pues sabemos que a pesar de nuestras debilidades y fallos, y hasta en los momentos más difíciles, el amor de Dios nunca nos abandona, y nos impulsa a compartir con nuestros hermanos todo lo que cada día recibimos de él.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En este tiempo de cuaresma, los invito a que, alegres en la esperanza, reaviven en sus corazones el amor que han recibido de Dios y lo compartan con todos los hombres con obras de caridad sincera. Que Dios los bendiga.


Saludos en lengua portuguesa


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular al grupo de La Amadora y a los ciudadanos de la  'freguesia lisboeta de Santo António ", guiados  por el alcalde. El Señor os bendiga y os colme de gozo, y el Espíritu Santo ilumine las decisiones de vuestra vida, para cumplir fielmente la voluntad del Padre Celestial. Sobre todos vosotros y sobre vuestras familias y comunidades, vele la Virgen Madre de Dios y  de la Iglesia.


Saludos en lengua árabe


Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de  lengua árabe, en particular a los procedentes de Siria, Líbano y Oriente Medio. Más grave que el odio es el amor vivido con hipocresía; es egoísmo  enmascarado y disfrazado de amor. El verdadero amor, en cambio, como hemos aprendido de San Pablo "es paciente, es servicial; el amor no es envidioso; no es jactancioso, no se engríe, es decoroso, no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad; todo lo excusa,  todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. "(1 Co 13,4-7). ¡El Señor os bendiga y os proteja del maligno!


Saludos en lengua polaca


Saludo a los peregrinos polacos. Hermanos y hermanas, el tiempo de Cuaresma es particularmente apropiado para abrir los corazones a la gracia de la misericordia de Dios y experimentar su amor. Con la esperanza que nace de esta experiencia, vayamos hacia  nuestros hermanos, sobre todo  aquellos que necesitan amor y apoyo práctico, para que nuestro testimonio les ayude a convertirse en amigos de Dios que perdona. Su bendición os acompañe siempre.


Saludos en lengua italiana


Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me complace recibir  a los participantes en la Conferencia organizada por el Movimiento de los Focolares, con motivo del cincuenta aniversario de su fundación y les animo a ser testigo de la belleza de las nuevas familias, guiadas por la paz y el amor de Cristo. ¡Seguid adelante así!.Saludo a la Archicofradía de la Santísima Trinidad de los Peregrinos de Nápoles, acompañados por el cardenal Crescencio Sepe; a los miembros de la Asociación cultural cristiana italo-ucraniana; a la Orquesta Juvenil de Laureana de  Borrello; al coro de la Unión Católica de artistas de  Benevento y  a  los miembros del Grupo de Granarolo. Deseo a cada uno que este encuentro reviva la comunión con el ministerio universal del Sucesor de Pedro.

Dirijo un pensamiento especial a los trabajadores de "Sky Italia", y espero que su situación laboral pueda encontrar una solución rápida, respetando los derechos de todos, especialmente los de las familias.El trabajo nos da dignidad y, los responsables de los pueblos, los que gobiernan tienen la obligación de hacer todo lo posible para que cada hombre y cada mujer puedan trabajar y así tener  la frente alta, mirar cara a cara a los demás, con dignidad.  Los que, por maniobras económicas, por hacer negociados no del todo claros, cierra fábricas, cierra empresas laborales y quita el trabajo a los hombres hace un pecado gravísimo.

Por último, saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El tiempo litúrgico de Cuaresma favorezca el reacercarse a  Dios: ayunad, no sólo de las comidas, sino sobre todo de los malos hábitos, queridos jóvenes, para obtener un mejor dominio de vosotros mismos; la oración sea para vosotros, queridos enfermos, el medio para sentir a Dios cerca, particularmente en el sufrimiento; el ejercicio de las obras de misericordia os ayude, queridos recién casados, a vivir vuestra existencia conyugal abriéndola a las necesidades de los hermanos.



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Plaza de San Pedro
Miércoles 1° de marzo de 2017


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


En este día, Miércoles de Ceniza, entramos en el Tiempo litúrgico de la Cuaresma. Y ya que estamos desarrollando el ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, hoy querría presentaros la Cuaresma como camino de esperanza.


En efecto, esta perspectiva se hace evidente enseguida si pensamos que la Cuaresma ha sido instituida en la Iglesia como tiempo de preparación para la Pascua, y entonces todo el sentido de este periodo de cuarenta días toma luz del misterio pascual hacia el cual está orientado. Podemos imaginar al Señor resucitado que nos llama para salir de nuestras tinieblas, y nosotros nos ponemos en camino hacia Él que es la Luz. Y la Cuaresma es un camino hacia Jesús resucitado, es un periodo de penitencia, incluso de mortificación, pero no fin en sí mismo, sino finalizado a hacernos resucitar con Cristo, a renovar nuestra identidad bautismal, es decir, a renacer nuevamente «desde lo alto», desde el amor de Dios (cf. Juan 3, 3). He aquí por qué la Cuaresma es, por su naturaleza, tiempo de esperanza.


Para comprender mejor qué significa esto, debemos referirnos a la esperanza fundamental del éxodo de los israelitas de Egipto, narrada por la Biblia en el libro que lleva este nombre: Éxodo. El punto de partida es la condición de esclavitud de Egipto, la opresión, los trabajos forzados. Pero el Señor no ha olvidado a su pueblo y su promesa: llama a Moisés, con brazo potente, hace salir a los israelitas de Egipto y les guía a través del desierto hacia la Tierra de la libertad. Durante este camino de la esclavitud a la libertad, el Señor da a los israelitas la ley, para educarles a amarle, único Señor, y a amarse entre ellos como hermanos. La Escritura muestra que el éxodo es largo y complicado: simbólicamente dura 40 años, es decir el tiempo de vida de una generación. Una generación que, ante las pruebas del camino, siempre tiene la tentación de añorar Egipto y volver atrás. También todos nosotros conocemos la tentación de volver atrás, todos. Pero el Señor permanece fiel y esa pobre gente, guiada por Moisés, llega a la Tierra prometida. Todo este camino está cumplido con la esperanza: la esperanza de alcanzar la tierra, y precisamente en este sentido es un “éxodo”, una salida de la esclavitud a la libertad. Y estos 40 días son también para todos nosotros una salida de la esclavitud, del pecado, a la libertad, al encuentro con el Cristo resucitado. Cada paso, cada fatiga, cada prueba, cada caída y cada recuperación, todo tiene sentido dentro del proyecto de salvación de Dios, que quiere para su pueblo la vida y no la muerte, la alegría y no el dolor.


La Pascua de Jesús es su éxodo, con el cual Él nos ha abierto la vía para alcanzar la vida plena, eterna y beata. Para abrir esta vía, este pasaje, Jesús ha tenido que desnudarse de su gloria, humillarse, hacerse obediente hasta la muerte y la muerte de cruz. Abrirse el camino hacia la vida eterna le ha costado toda su sangre, y gracias a Él nosotros estamos salvados de la esclavitud del pecado. Pero esto no quiere decir que Él ha hecho todo y nosotros no debemos hacer nada, que Él ha pasado a través de la cruz y nosotros “vamos al paraíso en carroza”. No es así. Nuestra salvación es ciertamente un don suyo, pero, ya que es una historia de amor, requiere nuestro “sí” y nuestra participación en su amor, como nos demuestra nuestra Madre María y después de Ella todos los santos.


La Cuaresma vive de esta dinámica: Cristo nos precede con su éxodo, y nosotros atravesamos el desierto gracias a Él y detrás de Él. Él es tentado por nosotros, y ha vencido al tentador por nosotros, pero también nosotros debemos con Él afrontar las tentaciones y superarlas. Él nos dona el agua viva de su Espíritu, y a nosotros nos toca aprovechar su fuente y beber, a través de los Sacramentos, de la oración, de la adoración; Él es la luz que vence las tinieblas, y a nosotros se nos pide alimentar la pequeña llama que nos ha sido encomendada el día de nuestro bautismo.


En este sentido la Cuaresma es «signo sacramental de nuestra conversión» (Misal Romano, Oración colecta, I Domingo de Cuaresma); quien hace el camino de la Cuaresma está siempre en el camino de la conversión. La Cuaresma es signo sacramental de nuestro camino de la esclavitud a la libertad, que siempre hay que renovar. Un camino arduo, como es justo que sea, porque el amor es trabajoso, pero un camino lleno de esperanza. Es más, diría algo más: el éxodo cuaresmal es el camino en el cual la esperanza misma se forma. La fatiga de atravesar el desierto —todas las pruebas, las tentaciones, las ilusiones, los espejismos...—, todo esto vale para forjar una esperanza fuerte, sólida, sobre el modelo de la Virgen María, que en medio de las tinieblas de la Pasión y de la muerte de su Hijo siguió creyendo y esperando en su resurrección, en la victoria del amor de Dios.


Con el corazón abierto a este horizonte, entramos hoy en la Cuaresma. Sintiéndonos parte del Pueblo santo de Dios, iniciamos con alegría este camino de esperanza.



 
Saludos:


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los exhorto a caminar en esperanza y con empeño en este camino de amor, que hoy Dios nos propone al inicio de la Cuaresma. Que nuestro esfuerzo forje una esperanza sólida, como la de María, que continuó a creer y a esperar incluso cuando se encontraba junto a la cruz de su Hijo. Que Dios los bendiga a todos.


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